Mauricio Castaño H.
Historiador
La fuerza y el poder están hermanados. La explicación es simple y tradicional, se ejemplifica de manera evidente por la relación entre el gato y el ratón. Escribe Elías Canetti en Masa y Poder: «el ratón, una vez atrapado, está bajo el régimen de fuerza del gato: éste lo agarró, lo mantiene apresado, su intención es matarlo. Pero apenas comienza a jugar con él, agrega algo nuevo. Lo suelta y le permite correr un trecho. No bien el ratón se vuelve y corre, escapa de su régimen de fuerza. Pero está en el poder del gato el hacerle regresar. Si le deja irse definitivamente, lo ha despedido de su esfera de poder. Dentro del radio en que puede alcanzarlo, con certeza permanece en su poder. El espacio que el gato controla, los vislumbres de esperanza que concede al ratón, vigilándolo meticulosamente, sin perder su interés por él y por su destrucción, todo ello reunido – espacio, esperanza, vigilancia e interés destructivo- podría designarse como el cuerpo propiamente dicho del poder o sencillamente como el poder mismo».
Anexo a esto está el instinto agresivo del hombre, que en la antigüedad se satisfacía con la caza, hoy con la guerra. Se aprendió la rapidez en el agarrar de los felinos. El león, el leopardo y el tigre fueron los modelos. De las aves se aprendió dos tipos de rapidez: dar alcance y agarrar. En el hombre inspiró la flecha, que veloz como un trueno da alcance a la presa. La evolución de estas técnicas no para ni parará. Hoy en las guerras convencionales o no, se usan armas de largo alcance disparados con alta precisión para dar en el objetivo deseado.
A este piso biológico o instintual, se le antepone la cultura que pretende modificar, frenar o mitigar el poder de destrucción que existe dentro del hombre mismo. Son muchos los tratados religiosos o morales que se conocen que invitan a la virtud, a vivir en paz o en sana convivencia con los demás, sin necesidad de acudir a la eliminación física del otro. «No matarás». Si fuera por los catálogos de buena virtud, los hombres hoy vivirían en una especie de sucursal del paraíso.
En el actual conflicto colombiano que vive el propio Estado con las Guerrillas, en el batirse, usan infinidad de calificativos los unos a los otros para justificar su lucha a muerte, al punto, como es propio de la violencia, de quitar la condición humana a quien consideran su enemigo. Por ejemplo, en esta guerra que ya lleva más de medio siglo, con el abatido y temible guerrillero Víctor Julio Suárez Rojas o alias Mono Jojoy, al ser indagado el ministro de defensa por las pérdidas humanas, respondió que la única perdida a lamentar era la perra antiexplosivos 'Sasha', significando con ello, que los guerrilleros muertos eran menos que este animal. En esta lógica de descalificar la condición humana respondían esas guerrillas, según registra la prensa nacional, tratando a la dirigencia del país «de cobarde a esa alimaña de la oligarquía».
Esta lógica o ideología de la dualidad, nutre bien a estos bandos. El enemigo siempre estará al acecho. Un punto de encuentro o de acuerdo será difícil de hallarlo, pues el apetito de la guerra siempre estará ahí mientras se opere con esa binariedad. Parece un chiste que el legendario guerrillero, alias Tirofijo, se haya muerto en su vejez y aún siguiera recordando las tantas gallinas y cerdos que le fueron robados por sus enemigos. Que la memoria histórica dé tanto para la venganza y tan poco para la paz o la reconciliación, es para que la sociedad reflexione.
Hoy un bando puede estar ganando una batalla porque tiene mejores armas, pero la verdadera batalla de la condición humana no está camino a la victoria. La lógica binaria sigue en plena ebullición, amigo versus enemigo, malo versus bueno, no existe lugar para la intermediación. No se vislumbra una propuesta de entendimiento que apacigüe la fiera que hay en cada uno de nosotros. Por lo que vemos, no sabemos dónde está el principio del fin de esta guerra que el actual Gobierno sentencia. Si vemos en el juego del gato y el ratón, un festín que divierte a uno y a otro, y porque no, a expectantes.
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