Historiador
Colombia Kritica
La parresía es un término griego que significa «libertad para decirlo todo», libertad para hablar con toda la verdad pensada. Quien encarna estas grandes calidades morales y sociales se le llamaba parresiatés. El parresiatés no oculta nada, más bien abre su corazón y su alma en decirlo todo con toda la franqueza, lejos de cualquier: persuasión, retórica, sofisma, falsedad, adulación o silencio. Él es un hombre virtuoso habilitado para conocer y comunicar la verdad así no sea del agrado de los demás, sin importar el riesgo que pueda correr.
Su motivación es decir la verdad sin ningún temor a un otro de una investidura superior a la de él. La parresía viene de abajo y no de arriba. Es la regla de la asimetría necesaria para que haya parresía. Es por ello que el parresiatés, además de sus cualidades morales para decir la verdad, tendrá que tener valor para enfrentarse al demos. Pues tal ejercicio conlleva riesgos de exilio o muerte al provocar una posible ira de su interlocutor.
El recurso de la parresía era más bien de un ejercicio crítico y pedagógico que servía a los mejores intereses de la ciudad, y tuvo sus desarrollos en el ágora de la cultura grecorromana cinco siglos antes y cinco siglos después de nuestra era. Digamos que en los primeros cuatro siglos se vivió tal y como lo hemos descrito. En términos de sociedad, fue un mecanismo que sirvió para regular las modalidades de la existencia tanto de los cuidados que tiene una persona consigo misma como con los otros, el gobierno de sí y el gobierno de los otros, una frontera en la que viene a coincidir la ética con la política. Pues el poder ilimitado estaba relacionado directamente con la locura.
La caracterización de la parresía es anti demos o antidemocrática. Pues no todo ciudadano puede ser parresiastés, tal calidad sólo la pueden ostentar algunos pocos. Fue precisamente esta contradicción, la que la hizo que fuera expulsada en la madurez de la sociedad democrática de la Atenas de finas del siglo V. El problema era identificar o reconocer quien es capaz de decir la verdad en un sistema institucional como lo es el modelo de la democracia en contraposición a uno monástico. En una sociedad democrática nadie puede ser privado de hablar para decir la verdad, todos gozan de la igualdad para expresarse. Si tal función fuera de unos cuantos, se increpaba, se puede correr el riesgo de tener un hablantinoso o ignorante, que habla como un loro o «hasta por los codos», que dice mentiras, y ese, es el sentido negativo de la parresía.
Es pues una crisis que emergió con la pregunta por la democracia, la verdad, el poder, la educación. Es así como la parresía se quiebra en su interior. La parresía es capturada por el demagogo, por el político que no dice la verdad sino que miente, halaga y adula con palabras bonitas al pueblo. Así que la parresía no es posible donde existe la democracia. Foucault cita a Isócrates en donde éste dice de la perversión que ha hecho la democracia de la parresía, donde no hay logos común: «La democracia se ha convertido en una falta de autocontrol; la libertad se ha convertido en una ausencia de la ley; la felicidad se ha convertido en la libertad de hacer lo que a uno le plazca…» la cita está en la página 117 del texto de Michel Foucault titulado Discurso y Verdad en la Grecia Antigua de ediciones Paidós del año 2004, y es una serie de conferencias dadas en sus últimos años de su vida.
En la actualidad, nosotros herederos de la cultura occidental, el expediente de la democracia en Colombia y en otros terruños del globo, no goza de buena salud. Más bien se puede constatar grados de degradación en sus aparatos institucionales que pretenden cuidar o decir la verdad. Son muchos los Gobiernos que se han valido de la manipulación de la verdad para asestar golpes a la democracia (para provecho de sus propios intereses), son muchos los gobiernos que usan las instituciones para liquidar a quienes consideran sus contradictores.
Colombia lleva alrededor de 800 mil asesinatos desde 1948, época conocida como la violencia. Pero en la actualidad, con el capítulo del paramilitarismo, van contabilizadas más de 170 mil víctimas. Los aparatos que cuidan de la verdad han resultado al servicio del aparato criminal como ha sido la Fiscalía y otro tanto los aparatos de seguridad. Para no mencionar todo el período Republicano, cuya constante son las guerras de violencia civil agenciadas por la misma institucionalidad.
Pero el panorama no es para lamentar del todo. Fue el mismo Foucault quien sugiriera una tercera línea que es precisamente el cultivo de la libertad que cada individuo está en capacidad de construir, para evitar un enfrentamiento cara a cara con el Poder gubernamental o con la institucionalidad encargada de producir verdad. Por más que estos poderes quieran atrapar, capturar, siempre habrán líneas de fuga por las cuales escapar, por las cuales ser libres.
Libres para reír, incluso para estar tranquilo con uno mismo. Libres para lograr una armonía entre la razón y una ética del cuidado de sí, que puede manifestarse en el marco de pequeños grupos o en un contexto de vida en comunidad; puede manifestarse en las relaciones humanas que se desarrollan en la vida pública, finalmente, en las relaciones personales individuales. Libres para convencernos a nosotros mismos más que para convencer en una Asamblea.
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