Por Mauricio Castaño H
Historiador
Los grupos de ultraderecha en Colombia con su ejército paramilitar, han logrado en pocos años, lo que las guerrillas de izquierda no han podido en más de seis décadas, hacer parte de la Institucionalidad, del gobierno colombiano, tomarse el poder, tanto en sus organismos nacionales como regionales y locales. El Congreso de la República estuvo conformado por más del sesenta por ciento de sus legisladores aliados, hoy muchos se encuentran en la cárcel o en líos con la justicia por sus vínculos con estas organizaciones criminales.
Su presencia no sólo era en el Congreso, también ocupaban altos cargos en el ejecutivo, en el alto gobierno como por ejemplo los directores del entonces Das o Departamento Administrativo de Seguridad, extinto porque en la práctica, se ha dicho, fue tomado por la criminalidad, hoy una ex directora es prófuga de la justicia, María del Pilar Hurtado, o aquel Alto Comisionado, el famoso siquiatra de la ternura Luis Carlos Restrepo, también evade sus fechorías ante la ley. La meta de la Ultraderecha era llevar a la presidencia al extinto campeón de la muerte Carlos Castaño, según testimonios de Diego Murillo, alias Don Berna.
Muchos gobernadores y alcaldes representaron a estos arcángeles de la muerte, la lista se haría interminable, pero también mucho, pero mucho del empresariado también han hecho alianzas de gran negocio. Todos ellos han sellado el pacto funesto para que a la economía de los ricos le vaya bien, y a los pobres que cada vez se hundan más en la miseria. Son miles los desplazados, asesinados, torturados, niños huérfanos, mujeres violadas.
Está explícito, este grupo de Ultraderecha paramilitar, ha logrado tanta penetración en la vida de la nación colombiana, gracias a que sus estructuras criminales han hecho parte del Ejecutivo, el Legislativo, de las Fuerzas Militares y del empresariado colombiano. Eficientes para la muerte y la Riqueza. La Guerra en su regadera del plomo produce altos dividendos, a la par que se quita del paso a sus contradictores. Hoy el país es esa mezcla peligrosa, los territorios son tasados con las Rentas Criminales, disputadas entre los matones de esquina, entre esa cuadrupleta que mantienen su alma empeñada al diablo, cuerpo y espíritu entregados al crimen, importa estar en el carril de hacer dinero fácil y rápido. Esta disputa y su contexto, es válido para toda esa época que se conoce como de Violencia que data desde 1948. En la guerra nos sumergieron, en la guerra nos sumergimos. El saldo estimado es de 700 mil muertos. Toda una tragedia humana, todo un sacrificio inútil, ningún dios ofrendado, ningún odio saciado.
Así las cosas, se tiene que estos gobiernos, esta Nación, no ha conocido más que la tradicional violencia, el caos. También hubo zozobra en su conformación como República, innumerables guerras civiles; y mucho antes la tranquilidad de los originarios habitantes indígenas, fue perturbada por la Cruz, la Espada y Lengua, una clavada en el Territorio, la otra sobre los cuerpos que se oponían a la intrusión, a la invasión, o a la violenta Colonización. Se metieron y sometieron con la fuerza, desconocieron las culturas, creencias y lenguas, e impusieron las suyas españolas. Hoy los pasados aborígenes sólo son curiosidades de museos, pasatiempos de arqueólogos y antropólogos; los vestigios hallados, simples mercancías, ni siquiera son tenidas en cuenta para explicar la mezcla y mucho menos nuestros orígenes. Se ara poco o nada sobre nuestros zócalos culturales.
Tantos años, tantos muertos, y la avalancha de la violencia no se detiene, mientras más se habla de ella, más se incrementa, como si las palabras, el lenguaje con el cual la expresamos no fuera más que un manto para cubrirla, simple ruido que nos distrae de las causas que originan esta tragedia. Aquí recordamos a Michel Serres con su obra Estatuas, en la cual propone develar las trampas de lo lengueril, ocultante de nuestras propias huellas materiales, con ello se gana que los dioses adquieren su divinidad de la violencia que oponen a sus dioses entre sí. ¡En la materia, en el sólido, en las estatuas se tallan las verdades de los hombres, cajas negras por abrir¡
Cita Serres que "En el siglo VI Antes de Jesucristo, en Cicilia, un tirano de Agrigento que llevaba ese nombre había hecho esculpir o ensamblar un enorme toro de bronce, hueco, colocado en el centro de la plaza pública, y que un brasero ponía al rojo cereza después de que se lo llenó de enemigos. Se acudía en multitud a oír bramar la bestia." Con este sacrificio se ofrendaba a los dioses, una violencia encausada, representada. Recordemos que víctima quiere decir sustituto, el que está en lugar de otro como lo indica la palabra viceversa, el segundo es el vice, el que liga el representante con el representado, el animal que se sacrifica en forma sustitutiva, a los dioses se les sacrificaban animales para homenajearlos, pero que en últimas, éstos representaban algún miembro de su comunidad. El rito tenía la función de sustituir, de ocultar o proteger a quien verdaderamente debería estar en su lugar para su sacrificio.
En la misma vía nos dice Serres, Tragedia viene tragos que significa chivo expiatorio. "Esos fetiches mezclados conmemoran milenariamente el momento inaugural de la historia cuando el sacrificio animal sustituyó al sacrificio humano. El hombre se oculta en el león, primera fundación: el animal entonces, protege al jefe, Dios salva al rey. Luego el cordero mismo se oculta en la caja. Segunda fundación. El sujeto vivo y la muerte se envuelven en el objeto. Toda nuestra historia se resume allí: bestia negra, rey, caja o animal, hombre o cosa; y la esfinge silenciosamente la despliega." Los hombres dejarán de sacrificar a las bestias por temor de matar un hombre cubierto dentro de ellas. Por ello las estatuas representan algo que aún vive, son sustancia, son la estabilidad o sostenimiento, cimiento, Pedro significa piedra, la primera piedra inerte que sostendrá el edificio, la Institución. Lo concreto está cubierto, hay allí representaciones, sustitutos. Ello es llamado o conocido como la Transubstanciación, una mezcla de cuerpos sólidos e incorpóreos, no sólidos. La palabra cosa venida de la lengua latina significa causa, el objeto, también cosa refiere a res, de allí reo, reus dicen los magistrados. En el juzgado el juez sólo tiene en cuenta la sola palabra, el solo lenguaje, olvida la cosa, la causa, lo material. He ahí la trampa: Solo lo lengueril que oculta la materialidad, un real. Así nos sumimos en el mundo de los profesionales de las habladurías que para nada tienen en cuenta la otrora tradición de la eficacia simbólica ligada con las estatuas, que encausaban la violencia, la detenían saciando la sed de violencia a través del chivo expiatorio encontrado, de la víctima.
La violencia actual no para, las empresas del espectáculo la explotan como atracción. Esta fascinación perdura de época en época. La televisión exhibe miles de imágenes de asesinatos, de violencia, en su repetición convierte en Rito nuestras tragedias. Series tales como los Tres Caínes, Las muñecas de la mafia, El Patrón del Mal, Pablo Escobar. Repetimos: sacrificio inútil. Pues nada se está ofrendando y en nada sirva para detener, para contener la violencia, más bien incitan a cometerla una y otra vez. Ya no dominamos la violencia es ley que nos asedia, sólo la cultura nos preserva. Un pasado fabuloso en tecnologías sociales que mediante ritos encausaban, administraban la violencia, el sacrificio cumplía su eficacia simbólica, es así como la cultura, las humanidades, las religiones han servido para no morir. Pero no hemos alejado de las estatuas, fuentes primeras que nos representan encausando la violencia que profesa la condición humana. Hoy las efigies sufren el desgate de los besos de sus adoradores.
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