Historiador
El sueño de la mayoría pobre es
tener vivienda propia. Los sueldos de hambre y la presión del ascenso cultural,
hacen que dediquen toda una vida de esfuerzos y ahorros para lograrlo. Van en
busca de un territorio, un barrio en donde la violencia no pueda alcanzarlos
tan pronto. El poblamiento en Medellín ha sido de manera no planificada, los
campesinos llegados y desplazados por la mano criminal, se asientan en las
laderas y negocian cualquier montículo de terruño en donde levantar una choza,
un tugurio. En los demás barrios, los empresarios
del cemento imponen caos y especulación al mundo administrativo y político. La
responsabilidad ética se reduce a volverse millonarios en corto tiempo, no
importa si tienen que saltar sobre algún cadáver.
Es escándalo el derrumbe de una
torre y pronto de la unidad residencial
Space, en un exclusivo barrio de la ciudad, el Poblado, y en otras unidades
residenciales más amenazan igual suerte, de la empresa constructora CDO, cuyo
líder es un reconocido político, ex gobernador de Antioquia y presidente de la
prestigiosa compañía que reúne a toda esa ralea SAI (sociedad antioqueña de
ingenieros), Álvaro Villegas Moreno, es de la misma cepa de esa sociedad
llamada democrática que con su dirigencia a la cabeza, se reduce a prestar sus favores
a estos vulgares negociantes. Igual vale para los organismos que controlan el
sucio negocio, las llamas Curadurías, encargadas de vigilar que las cosas se
hagan bien y no estafen y pongan en peligro la vida de los ilusionados
compradores. Nada de control, sucedió que el Curador de ese barrio conocido de
ricos, El Poblado, da licencias sin el debido cuidado, gracias a los sobornos,
pues no se tiene permitido beneficios sobre lo que se ejerce controles. Se prevé
un mayor desastre en ese barrio y en la ciudad por cuenta de estos mercaderes
de la construcción y de la política (Editorial de El Colombiano 13.10.13).
Recomendaba a sus allegados en
voz baja un ex mandatario de Medellín, se fueran de este mierdero a otro país limpio, en donde no se padeciera esa mafia
empresarial que todo lo vende y todo lo negocia, todo lo soborna, sin importar
la gente, las vidas. Sólo guardan sus intereses personales y atesorar dinero
bien pronto, fieles a la ética
empresarial antioqueña. A estas alturas, se está en un territorio de nadie,
sólo las mafias del negocio y del crimen o Rentas Criminales como hoy les
llaman, son reyes, los demás viven bajo la ilusión y el miedo. A decir verdad,
los ricos no viven en Medellín, han migrado al territorio vecino que tiene por
nombre Llano Grande, allí fabrican sus grandes casas en terrenos amplios que
garanticen lejanías de sus pares. Allí pasan sus temporadas y las demás en
otros países según sus inclinaciones: si son bien ignorantes, prefieren el
mundo de la incultura y de la obesidad gringa; si se sienten de modales refinados,
van donde los ingleses, y si son intelectuales vendidos a la institucionalidad,
van a parar al país de los perfumes y de los sabores: Francia.
Poco se espera de una sociedad
en donde los empresarios, políticos y administradores, juegan al negocio mal habido,
estafando gentes que van vendados camino a sus fábricas con un sueño. Sólo sufren
un leve despertar cuando su hábitat de estafa se les viene encima, ese micro universo
en el cual nos desplegamos para descansar y reflejarnos, en el que nos
develamos ante nuestros íntimos. No tenemos dirigencia en quien confiar,
nuestro más próximo es sospechoso. Una pregunta nos asiste: ¿hasta cuándo
seremos tierra de nadie? Celebramos la creación de la Alianza Internacional de los Habitantes.
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