Trabajad

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica


Una fábula de La Fontaine nos ilustra el valor del trabajo por sí mismo. Trabajad, tomaos el trabajo: Heredad no es falta. Un rico labrador que sentía venir la muerte, Hizo venir a sus hijos, les habló sin testigo. «Guardaos, les dijo, de vender la heredad que nos han dejado nuestros padres: un tesoro está escondido dentro. No conozco el lugar; pero un poco de coraje Os lo hará encontrar: lo lograreís. Removed vuestro campo cuando sea agosto: Cavad, excavad, rastrillad; no dejeis ningún lugar Sin que vuestra mano pase y vuelva a pasar». Muerto el padre, los hijos removieron el campo, Aquí, allá, por todas partes, también que al final del año obtuvieron más beneficios. Nada de oculto dinero. Pero el padre fue sabio al mostrar, antes de su muerte, que el trabajo es un tesoro.

No sabemos el momento en el que este valor fue invertido, el trabajo es secundario y es castigo, y el dinero es el premio mayor que se debe alcanzar. Se evita el primero pero sin que se abandone el segundo. Dinero sí, pero sin el esfuerzo del laboreo. El Ser de la existencia ya no tiene el esfuerzo como realización personal, sus fuerzas están dedicadas a tener una riqueza anhelada cada vez más ilimitada, el anhelo del más y más, no existe la noción de la justa medida. El motor del consumo alimenta este deseo, lo último en la moda, los hombres experimentan la sensación de la ostentación, en una carrera loca de querer ser más que los otros. Tener y tener, es la consigna.

Se devalúa el valor del trabajo y se sobrevalora el tener como fin en sí mismo. La consecuencia directa, es que la mayor motivación y el fin último está en el tener más y más, sin justas medidas, el tener a como dé lugar, no importa los medios utilizados, lo importante es llegar al fin. Es una transvaloración o inversión de los valores que antes procuró por una altísima existencia. Sus consecuencias son mortales.

Se me ocurre un ejemplo. Dentro de las cosas vanas, de chismes y mejurges bursátiles, de la vida cotidiana, transmitidos en los diversos medios, se encuentra, no puede faltar, un crimen. Registró la prensa nacional colombiana, en medio de todo este cóctel de sangre que se sirve a diario, que la muerte de un desplazado y reclamante de su tierra, el septuagenario David de Jesús Góez, fue muerto a tiros por un sicario, bajo las órdenes del (ex) paramilitar y afamado narcotraficante Daniel Rendón Herrera, alias 'don Mario.'

Este victimario acusó a aquel de haberlo vendido a las autoridades, de haber delatado su escondite o madriguera. Pero el rollo, no para ahí, dice la Fiscalía, según periódico Eltiempo.com, que quien llevó al matadero a este hombre entrado en años, fue una compañera de causa común de reclamación de tierras, y que jugó traición para sacar mayor provecho negociando con los asesinos su pronta entrega de su tierra reclamada, sin los dispendiosos trámites jurídicos en el país de las leyes.

La voracidad del tener trenza un mar de intereses en los que se juega la vida por fuera de la norma. Desde la Roma Antigua, a toda fundación la precede un crimen fundador. La lección es bien aprendida y defendida a muerte, defender la tierrita a costa de poner en juego nuestras propias vidas, y si son ajenas mucho mejor, nada nos importa. Los godos terratenientes del país, consideran que devolver las tierras quitadas es someter al país a una guerra civil. Es la lógica inversa de Robin Hood, quitarles a los pobres para darles a los ricos. Por lo demás un paréntesis, 207 billones de pesos ha costado la guerra al Estado colombiano, tres veces el presupuesto de la ciudad más grande de Colombia como lo es Bogotá.

Viene a bien recordar la moral, los fabulistas tuvieron la labor misional de enseñar preceptos morales que cuidaban del bienestar humano, del respeto por los semejantes. Enseñaron virtudes que edificaron la existencia. ¿En qué momento nos deslizamos hacia nuestra propia destrucción? Estos altos en el camino para reflexionarnos, intentar explicarnos como hemos llegado a lo que somos.

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La Invención del Sexo


Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica

La sexualidad sigue causando problemas, y máxime aun cuando se trata del matrimonio entre seres del mismo sexo. En muchos países en donde se agita esta bandera de la diversidad sexual, a la par suenan las voces en pro o en contra. El argumento principal que pone los pelos de punta, es la propuesta de extender los actuales derechos del matrimonio heterosexual a las por lo menos nueve millones de homosexuales en Colombia. 

El rotundo No, viene motivado por el incremento de los costos en los rubros de salud y pensión, pues como es cosa sabida, ello es un negocio, en donde los empresarios cada vez más tacaños, envían a sus emisarios políticos para que detengan el discurso del igualitarismo, emanado del Estado Social de Derecho. Insisten en seguir negando la erótica, para encerrarla en la economía de la alcoba familiar, con un sexo regulado y ojalá con fines reproductivos, lo necesario como para no despilfarrar las energías que el obrero debe emplear en la fábrica.

Y para que las cosas no suenen feas, no suenen a vulgar negocio, se adorna con un tal debate moral, en donde esgrimen principios naturales, de una tal disposición de la madre naturaleza y de Sagradas Escrituras, en que el hombre y la mujer es la única combinación posible, desconociendo así, los diversos modelos en que hoy se reagrupan los individuos para constituirse como parejas en el amor. Estos envalentonados machos, quieren pasar por alto la deshonra a quienes supuestamente quieren congratular. 

Olvidan los vejámenes a los que han sometido a nuestras mujeres, en nuestro país Colombia. Sólo por allá en los años de 1957, se permitió el voto a la mujer. Aunque antes, durante y después, se le siguió considerando que la fémina no tenía capacidad para la toma de decisiones, debería permanecer relegada y sometida a su hombre, como una máquina de reproducción de la especie, obediente y rezandera, en concordancia con el modelo de la Virgen María. Recuerdo, como ejemplo de sometimiento, una fotografía aparecida por los años de 1948, que mostraba una vagina asegurada con un candado de marca Yale, seguridad para el esposo celoso.

Y si nos vamos mucho antes, necesario es recordar el discurso matriz de Aristóteles cuando niega a la mujer en sí, pues ella no era más que un remedo malogrado de la especie masculina, ella no era más que un hombre invertido por aquello de si sus órganos genitales internos se ponían hacia afuera, entonces, eh ahí: el hombre. Pero también se ha constatado que la invención de los sexos tal y como los conocemos del mundo moderno, deben su existencia a partir del siglo XVII. Antes sólo se reconocía al macho reproductor y de autoridad absoluta, el goce erótico en matrimonio, es más bien temprano.

En cuanto al tema de la Naturaleza, nada más natural que la homosexualidad, se observa como los perros entre machos se copulan, o los micos, y así en lo sucesivo con otras especies. Y  es así, que el concepto Natura, viene de la misma familia de cultura, Cultivos, como cuando en los campos se cultiva, se transforma el medio natural con la intervención humana, para devenir Cultura. No existe ninguna naturaleza virgen o pura, toda ella soporta o padece una hibridación, una intervención de la mano humana. Nada de naturalezas puritanas que determinan principios que devienen en comportamientos humanos.

Hemos dicho que la familia es particularmente calurosa y estable, es el vínculo más estrecho y cercano que existe en la sociedad, a diferencia de esos otros lejanos como el barrio, la ciudad o el mismo país. Es la familia la célula por excelencia, y ella se define por ese amor, por esos vínculos virtuosos. Hoy enriquecida en sus diversos modelos de familia monoparental, matriarcal, monógama, polígama, heterosexual, homosexual. Viene a bien forzar el reconocimiento de esta realidad de familia extendida, renovada, que sea cobijada, incluida por esos derechos que le dan cuidado y protección. Ese recurso de la democracia de salir a la calle a protestar, todo ello, la vivifica.


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El Consentimiento


Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica


Célula de la sociedad es la familia. Al gobierno resta cuidarla y protegerla, en la salud, y en la pensión cuando sobreviene la vejez. A los gobiernos resta no dejar que se convierta en un vulgar negocio para enriquecer a unos pocos a costa de una mayoría pobre, es tremenda locura. Decimos locura porque atacar la familia es apuñalar a la sociedad misma. Por ello esta reflexión del consentimiento como una manera de abogar por la defensa del núcleo de la sociedad.


Dícese del consentimiento de quien expresa su libre voluntad, la cual conlleva una vinculación jurídica. La unión marital que concierne a tan sólo a dos, que deviene una familia, una reagrupación social que puede extenderse con la llegada de los hijos. A diferencia de las demás agrupaciones como lo son el barrio, la ciudad o las diversas asociaciones, es la familia particularmente calurosa y estable por el sólo hecho de ser reducida.

Cualidad tal que facilita su funcionamiento, porque el Uno se preocupa por el Otro, pues el vínculo tiene que ver con la afectividad, el auxilio, el socorro, la solidaridad, la asistencia en caso de que uno de los dos caiga en desgracia. En suma, lo que caracteriza la unión marital es una especie de un algo espiritual de la pareja unida, y no la sola utilidad o proximidad. "Solos vamos más rápidos, juntos más lejos."

La familia se hereda en el caso de los hijos. Ellos no tienen la posibilidad de escoger libremente a su familia, la padecen. Pero la familia no es perenne, ella se puede disolver con el divorcio. Pero en los gustos y amores hay cabida para mucho. Hay quienes sostienen sobre las uniones que están como predestinadas desde el cielo, que luego son confirmadas por el destino aquí en la tierra. Quizá es una fuerza de amor o de un cumplido bondadoso. Pero lo cierto es que se han encontrado amores desde y hasta siempre.

Un ejemplo que se nos viene a mano es el del economista y filósofo André Gorz, quien compartió su vida durante 58 años con su amada, que por temor a quedar sólo el uno del otro, decidieron poner fin a su existencia. En uno de los apartes de la carta dejada, antes del suicidio de la pareja, esto escribió.

«Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos, y todavía guardas la gracia deseable de la hermosura. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco he vuelto a enamorarme de ti y llevo en mi seno, de nuevo, un vacío devorador que sólo colma tu cuerpo apretado contra el mío. Por las noches veo a veces la silueta de un hombre sobre una carretera vacía que atraviesa un paisaje desierto. El hombre camina tras un coche fúnebre, y el coche fúnebre te lleva a ti. No quiero asistir a tu incineración, no quiero que me envíen un bocal con tus cenizas. Oigo la voz de Kathleen Ferrier que canta «Die welt ist leer, Ich will nicht leben mehr», y me despierto. Acecho tu aliento, mi mano te roza. A los dos nos gustaría no tener que sobrevivir al otro. Y nos dijimos que si, por imposible que parezca, tenemos una segunda vida, querremos vivirla juntos».

Vemos en las familias colombianas toda una disposición por ser pilares vitales de la sociedad, el Estado debería protegerla como reza en nuestras leyes fundamentales. Por lo pronto no debemos trasladarle cargas que no le competen, cada vez el Estado la vuelve más miserable. Está destruyendo la célula de la sociedad.

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El Gran Negocio de la Guerra


Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica

Nuestro Ser colombiano no deja de ser problemático. Si tomamos el eje estructurante de la economía de nuestra historia más reciente del siglo veinte, tenemos la producción textilera, relevada por la bonanza cafetera, y a su vez ésta por el renglón de la economía del narcotráfico en toda su nefasta diversificación conocida como economía ilegal. En la revista Dinero, especializada en negocios, aseveran que de lograrse la paz con las Farc, no sería suficiente para acabar la guerra en este país. Tres renglones de lo que podemos llamar Paraeconomía seguirían: Paramilitarismo, Minería Ilegal y Narcotráfico. 

La minería ilegal de medio país, es la fuente de financiación de 10.200 Paramilitares con presencia en 347 municipios o de su nueva denominación Bandas Criminales o Bacrim. Sus ganancias anuales son de US$60 millones de dólares. Producto del Narcotráfico son US$ 2 billones, en una extensión del territorio de 25.000 hectáreas de estas siembras ilegales distribuidas así: “región central (15.000 hectáreas); Meta y Guaviare (8.000 hectáreas); Putumayo y Caquetá (7.000) y la Orinoquia (3.000 hectáreas).” El otro tema bien complejo son las más de 15 millones de Minas antipersonales sembradas, con 9.397 víctimas. Y para remover cada una estas trampas, vale entre 211 y 725 euros. 

Sumergida en este marco de economía ilegal, yace la sociedad que no puede sustraerse a esta realidad que trastoca los valores de las personas. Quien esté entrado en años, recordará la época de la industria textilera cómo un gran grueso de la población, era motivada o regida por unos principios que bien expresaba el mundo obrero. Ellos soñaban con tener un buen empleo en una fábrica, una familia en buenas condiciones, estilaban decir salir adelante, con el producto de su trabajo y su esfuerzo, tener una buena casa, brindar a sus hijos una carrera profesional, símbolo de progreso, pues la idea era que el hijo realizara lo que sus padres no habían podido hacer. En suma, ser obrero de una fábrica y tener una familia expresan unos valores de vida de esfuerzo y dedicación. Unos valores ya idos, ya corroídos por esa paraeconomía. Richard Senett ha estudiado este fenómeno en su libro la Corrosión del Carácter.

Esta economía ilegal y de muerte, este Hacer, determina en gran
medida la configuración del Ser y del Pensar, y a su vez, como una epidemia, se riega, se irriga en la sociedad en donde ser honrado y honesto, No Paga. Hoy nuestros jóvenes sólo piensan en cómo tener dinero fácil y rápido, para vivir al máximo los disfrutes del consumo a los que están convocando permanente los medios publicitarios. Saramago radiografió este problema en su libro La Caverna, en el cual los modernos Centros Comerciales, Templos del Comercio, son las nuevas cavernas de la época en donde los chicos se van como ratas de alcantarilla, a dar vueltas y vueltas,  olisqueando las mercancías. Y no sobra reiterar que este deseo desenfrenado, inescrupuloso, esta pleonexia o deseo desmedido, sin ninguna medida como llamaron los griegos, es terreno abonado o carnada para ir a la caza de nuevos mercenarios para estos ejércitos de la economía ilegal. 

En esta transvaloración, es pertinente recordar la novela La Virgen de los Sicarios del escritor colombiano Fernando Vallejo. La economía ilegal y del narcotráfico, se proveerán, se asociarán, tomarán como aliada a la Patrona Virginal y Santa María Auxiliadora. A ella piden los rezos para no fallar con el próximo muerto, en el próximo asesinato, en el próximo negocio, cometido por el ángel guardián del sicario, que va regando bala por todas las esquinas de Medellín, develando, llevando la buena nueva, los nuevos valores criminales por los cuales se regirá la sociedad. 

Sin lugar a dudas, para salir de este infierno, para proponer nuevos valores, una nueva sociedad, se tendrá que pensar en su soporte, en el zócalo económico ilegal que dicta unos antivalores de destrucción y muerte. Recordemos también la fijación de las reglas que comporta cualquier sociedad, tienen que ver con un canal que las armonice mediante procesos de Representación, Aprendizaje, Aplicación y Rememoración. En otras palabras, el diseño de una sociedad en la prevalencia de valores edificantes, pasa por el marco económico que determina, dinamiza y estructura los miembros de una sociedad. Y por lo que se ve en el horizonte, es un sueño lejano, nuestros gobernantes y dirigencia económica poco o nada les importa. El lenguaje de la paz, la reconciliación, el perdón, del desaprendizaje del odio y la violencia, sigue siendo para ellos mera charlatanería. Andan ocupados en el gran negocio de la guerra.


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La Corrosión del Carácter


Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Krítica


En Colombia tienen corroído el carácter más de dos millones quinientos mil desempleados, siendo la cifra más alta de América Latina, según datos disponibles en Bloomberg para 11 naciones del continente. Aquí al desempleado lo tenemos prácticamente tirado en el pavimento. La Corrosión del Carácter es una de las consecuencias directas que sufren las personas en la transformación del Capitalismo Moderno. El Carácter, es entendido como el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y a nuestras relaciones con los demás, rebasando la significación moderna de la personalidad, término referido a los deseos y sentimientos que sólo suceden dentro de nosotros mismos. Y por el contrario, el carácter refiere tanto a movimientos internos (deseos) de la persona como a los externos en los cuales se interactúa con sus congéneres, tal como nos lo define Richard Sennet en su obra que da el título al presente artículo.

La corrosión del Carácter, la encontramos en hombres desempleados con mirada baja, despojados de su dignidad, dudosos en las conversaciones que sostienen con otros que están en mejores condiciones. Su Yo, está diluido casi en la nada, sin identidad alguna. Viven una metamorfosis particular. Empiezan a justificar sus fracasos buscando responsables. En su catarsis culpan a los patronos de su desgracia personal, luego son sus propios compañeros los responsabilizados, y finalmente se repliegan sobre sí mismos erigiéndose como únicos autores de su desgracia personal.

Es lo que suele suceder con las personas que bien han perdido un empleo que bien viven, cambiando su sitio de trabajo como auténticos nómadas de empresa en empresa. Sus vidas llevan notorios deterioros económicos, apenas si tienen para garantizar su comida y la de su grupo familiar en el mejor de los casos, en otros es la solidaridad de otros grupos familiares los que los acogen evitando que el hambre los hiera de muerte. También, es característico que muchos, una gran mayoría, no cuentan con unos ahorros que les permita hacerse a una vivienda propia o para asegurar una mejor educación para sus hijos que la que ellos mismos tuvieron.

La persona desempleada va por el mundo como una especie de leproso al que todo mundo le quiere hacer el quite, quizás porque es una especie de espejo en el que los individuos repelen en verse algún día reflejados. Su mundo interior está destrozado, sin fuerzas para emprender nuevas conquistas.

El capitalismo moderno corroe el carácter, desajusta la personalidad de un individuo y rompe los vínculos de su comunidad. El capitalismo hace pasar sus principios o valores propios y mejor aún los propios fracasos de su sistema como si fueran de las personas o de los trabajadores.

Es bastante común ver en varios discursos empresariales recomendar La Flexibilidad, El Riesgo, estar Abiertos al Cambio, estar A la Deriva, no depender o permanecer en empleos fijos durante largo años. Nos ponen como reto evitar La Rutina y El Fracaso, inevitables en este falso espíritu aventurero que nos quieren vender.

Inculcan a sus trabajadores que el cambio para el triunfo está en ellos mismos y no en sus jefes, a quienes deben ver de manera horizontal, como un compañero más, por ello no es raro ver a los directivos sin corbata, mezclados entre los trabajadores rasos sonrientes y compartiendo en el mismo comedor comunitario. Si en la vida personal entra el infortunio, no se busca por fuera de sí, sino dentro de la persona misma. Todo lo malo que pueda suceder a la persona tiene un único responsable: Él Mismo.

Colombia tiene un porcentaje de dos dígitos en desempleo, el 12%, el más alto de América Latina, y la informalidad ronda el 59%. Y el resultado para las empresas son de altos dividendos económicos y para los trabajadores altos grados de ansiedad y pauperización. La economía va bien, el país va mal, sentenciaba en su momento un importante industrial. apellidado Echeverry, ya muerto él. Las empresas no sólo les va bien por sus ganancias netas sino que además tiene una variedad de exenciones de impuestos por parte del Gobierno pensados como estímulos para la inversión, hoy ellos mismos le llaman Sisbén o subsidio para ricos, es un Robin Hood a la inversa, roban a los pobres para dar a los ricos. Y como contraste, se está lejos de menguar la masa de desempleados, que no tiene garantizado un mínimo vital, que recibe un mal servicio de salud y le fue aumentado en 5 años la edad de jubilación; es una paradoja en el mundo del capitalismo: se es muy viejo a los 25 años para emplearse pero joven para jubilarse a los 62. 

Mientras tanto «La gente no sabe qué le reportarán los riesgos, ni qué caminos seguir.» Hablando claramente la flexibilidad que nos quieren vender como virtud para todos, no es más que un término para suavizar la opresión que ejerce el capitalismo sobre la gran masa de desposeídos. El discurso es una anestesia pedagógica aplicada a la masa de futuros empleados como a desempleados. ¿Cómo aspirar a tener relaciones duraderas en nuestra vida, si todo es a corto plazo? ¿Cómo evitar que más personas diluyan su yo y queden desorbitados al borde de la miseria o la locura? El lector, motivador de estas reflexiones, ¡tiene la palabra!

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El Crimen del Aguacatal

Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombia Krítica

Hoy nos asiste la curiosidad histórica por un crimen, por su actor y por la escena en donde sucedió. Los datos que suministraremos pertenecen al libro que da el título a éste escrito, y cuyo autor, Francisco de Paula Muñoz, fue un cronista del tiempo en que sucedieron los hechos. Confesamos al eventual lector, la motivación que provocaron las presentes líneas. Nos movió más la curiosidad, que los análisis secos y aburridos que solemos hacer los historiadores, y por ello, precisamos, que la coincidencia del apellido Escovar (sic), del criminal frío, Daniel, de 20 años, con la del capo extinto de nuestro tiempo, Pablo Escobar Gaviria, no viene por el seguimiento de las vanidosas genealogías, sino por el hecho de que uno de los libros (con cuidadosas anotaciones de su puño y letra) le fue encontrado al capo abatido, fue precisamente el que estamos refiriendo. He allí, nuestra motivación ociosa del crimen, vigente y más fervoroso en nuestro tiempo.

El horrendo crimen, sucedió muy a la madrugada de un martes 2 de diciembre del año 1873. Un vecino del lugar Aguacatal (Envigado) y de la familia Escobar (seguiremos la ortografía de hoy), se percata de un quiebre de la rutina que suelen llevar una sociedad parroquiana. La mañana ha avanzado en sus horas y las puertas de aquel hogar, aún no se abren. La alarma crece por unos gemidos, escuchados muy de madrugada, y no tenidos en cuenta, pensando que eran algún lamento por una enfermedad leve, de esas que cualquiera suele tener sin amenazar grave peligro. Éste parroquiano, Manuel, se acerca a la vivienda para constatar alguna anormalidad, escucha que desde el interior de la vivienda, salen unos lloriqueos de infantes y algo de sangre se ve.

Los curiosos crecen a granel, y pronto las autoridades fueron alertadas. Forzando la puerta, entran. Tres niños hay sobrevivientes. Uno de ellos, un menor de un año, es hallado intacto debajo de la cuna. Otro «mulatico» mayor seis meses que aquel, había perdido mucha sangre a causa de una herida en la parte posterior de la cabeza, estaba junto, muy junto, al cadáver de su madre; fue difícil separarlo. El mayor de 4 años, con una contusión en el brazo izquierdo, estaba muy allá, en el rincón de una pieza. Otros, seis adultos, yacen extendidos sobre gran charca de sangre. Todos muertos están.

Ha de entenderse que toda la aldea, todos los moradores, muy conmovidos estuvieron, por el feroz crimen asestado a seis miembros de una misma familia. Se sacude no sólo la paz de ultratumba de los verdeados campos, sino los supuestos altos valores morales y de grandeza de raza, de los que se ufanaba la sociedad antioqueña. Toda ésta conmoción social, en la práctica, se vuelve una presión, que reclama explicación a las instituciones que administran la moral y la justicia, principalmente, ésta última. La justicia obrará, en su papel de fabricar los castigos ejemplares para contener futuros malhechores, desafiantes del orden y de las «sanas costumbres».

Viene entonces un largo juicio para dar con los culpables, en el cual la sociedad se dividió, entre los que toman partido por la tesis de que la obra es de un demente (Los Loquistas) y quienes sólo dicen que el crimen fue calculado por persona cuerda (antiloquistas). Las evidencias, encontrarán un gran sospechoso, frío, que ríe en los juicios cuando se le imputan cargos, como orgulloso del crimen, desafiante y arrogante ante la justicia.

Toda esta tensión jurídica y social, tuvo su desenlace: el crimen fue cometido por un miembro de la familia, primo de una de las víctimas. El enemigo estaba en casa, en su propio lecho. Su motivación fue el robo. Hecho que el mismo Daniel reconoció y defendió como de única autoría suya, «honra exclusiva del crimen», que nadie más había participado como se creyó, una especie de honor asesino. Esto fue lo que reconoció: que durmió con Sinforiano en la misma cama; que se levantó, tomó el hacha y mató en el orden siguiente: primero a Sinforiano, y luego a Melitón, Virginia, doña Juana, Teresa, finalmente a Marucha. Su propósito: llevarse el dinero y las alhajas. (Ahorraremos escenas que pueden rayar con el morbo… en éste corto escrito.)

Este «hachero asesino», sonriente, sin remordimientos ni quiebres morales, usador del hacha como principal instrumento para propiciar muerte, que horrorizaba a la sociedad con tan sólo escuchar su nombre, recibió gran condena. Otros, de más bajo perfil, de machetes y garrotes, recibirían también su escarmiento legal. Condenas que no doblegaron, en tanto no hubo arrepentimiento en su fuero interno, más bien, como se dijo líneas arriba, lo que hubo fue una especie de reivindicación del feroz crimen. En su confesión final, justifica su accionar por el sólo robo, lo demás son simples medios para lograr un fin: tener dinero y joyas, por encima del ser, del ser de los otros.

Aunque tal conclusión va en contravía de la sentencia del cronista, que de seguro, con el afán de limpiar el pecado paisa, que enlutó, horrorizó y develó la fuerza por el tener sobre el ser de unos muchos parroquianos, justificó en la página 368: “el crimen ha sido, es y será siempre de todos los climas, de todas las zonas, de todas las regiones y de todos los países, mientras el hombre sea hombre; es decir, mientras lo asedien las tentaciones, lo azucen los apetitos, lo impulsen las necesidades, lo extravíen las pasiones y lo dominen los instintos”.

Coincidimos sí, en que la sanción realmente no surte mayor o ningún efecto en el criminal, ladrón o malhechor. El escarnio público, ora sea la horca, ora la cárcel, ora la condena, ora el suplicio, hoy las escuelas de tortura, son más bien escenas de un espectáculo, como en “Vigilar y Castigar”, en donde los actores afianzan su papel, y los espectadores se solidarizan o compadecen según sea el carácter y pelambre del criminal. Finalmente, Colombia, para decir un país, ejemplifica la conclusión, en sus cárceles se perfecciona el crimen, de allí se delinque lo inimaginable. Pablo Escobar Gaviria, literalmente fritó en aceite y en una inmensa paila a los Galeano, antes sus compinches. Hoy, constantemente los presos son movidos a otras cárceles del territorio nacional, o en extremo, son extraditados a EE.UU., como forma de entorpecerles sus estructuras mafiosas. Demostración de inutilidad.

Esta  curiosidad, que luego se tornó, prácticamente, en un intento por develar un modelo de sociedad que simula «sanas costumbres», con «el hacha que mis mayores dejaron por herencia», antes querida porque con sus acentos resuena, en tala de bosques y en la deforestación, luego, vimos con el hachero asesino, usada para asestar golpes a sus víctimas. Modelo que hoy, usted o yo, inocentemente y exonerados de culpas, podemos estar perpetuando.

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Los Marchantes de Paz


Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com

Vi salir alegres a los marchantes por la paz. En todo el territorio colombiano, salieron a las calles multitudes de seres serenos, un millón doscientos cuentan los medios de comunicación.  Rabiando, se quedaron los hombres que no tienen paz, los que con sus alaridos, vomitan ráfagas de odio invitando a la guerra. En cambio, los marchantes, refrendaron el propósito, el deseo, el mandato constitucional por intentar alcanzar la paz. Sólo alguien que esté por fuera del uso de razón, se le ocurre jugar a Mambrú, persistiendo con la tradición de guerra que nos arrastra.

La historia más reciente suma sesentaicinco años de conflicto y setecientos mil muertos; su fecha emblemática, en conmemoración a las víctimas y escogida por los marchantes, fue el 9 de abril de 1948 con  el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. De mucho antes, mientras, durante y después de fundarse nuestra república Colombia en 1819, tenemos sus constantes guerras civiles. Y mucho más atrás, esas guerras de exterminio hacia nuestros ancestros indígenas desde 1492, con la llegada de los conquistadores españoles. Nuestros espíritus han estado perturbados, Entonces ¿Qué razones se tienen para no buscar la paz? ¿Para no poner fin a esta tradición de muerte?

En estas seis últimas décadas que nos ha tocado vivir con el conflicto, hemos aprendido mucho del dolor y de los traumatismos que devastan a las víctimas. No sólo sufren por el asesinato, pérdida, secuestro o desaparición de sus seres amados, sino que sufren destierro, violencia, desapego de su terruño, de todo su hábitat, de todo su pequeño universo construido durante toda una vida. Pero  lo que no nos mata, nos hace más fuertes, ley biológica con sus consecuencias sociales en lo que atañe a la resiliencia. 

Colombia es el único país en el mundo que acomete una Reparación Integral a las víctimas en medio del conflicto. Se echa bala pero también se intenta la paz, aprender haciendo, porque si no es ya, entonces ¿cuando empezamos? No hay excusas que valgan para no hacerlo. En guerra nos gastamos más del siete por ciento del Producto Interno Bruto, y de insistir en ella, se acrecienta en por lo menos al once por ciento.

En su etimología, la palabra víctima es sinónima de vicario, vice, es decir el segundo, el que sustituye, el sustituto, el que está en reemplazo de alguien que es el principal. Una víctima es un chivo expiatorio, es un culpable buscado o encontrado, sobre el cual recaen todas las culpas achacadas por una masa enfurecida, que reclama ferozmente venganza. Frenar esta furia ha sido propio de las técnicas simbólicas de la mitología religiosa, que catalizan o encausan esa violencia desatada por medio de sacrificios o cultos, aliviando o desviando así los deseos de cobrar justicia por las propias manos. Ejemplifica el pasaje bíblico cuando iban a apedrear a la prostituta, y sólo pudo frenarse el linchamiento al preguntar ¿quién está libre de pecado? Todos guardaron silencio. En este caso se dio salvamento a una posible víctima. En suma, lo más importante, la víctima siempre es inocente en tanto que paga por algo que no debe, y tan sólo sacia la sed de venganza desenfrenada por la masa.

Viene la pregunta por el origen fundador del odio, que insiste en la muerte de unos para su regocijo de otros, en pelearse como perros y gatos. Hoy no tenemos una tecnología social que frene la violencia, como en tiempos pasados lo hizo la religión. Tenemos sociedades de paz y amor como los esquimales que nos llevan a pensar en la posibilidad de desaprender o desactivar la violencia, de insistir en el espíritu de paz. No en vano se habla en que el verdadero perdón sale del alma, de un sentimiento genuino de quien ha padecido la violencia, de la víctima. Los Horizontes de la Reconciliación y el perdón son los indicados para salir de la devastadora guerra; es el sentido intencionado que se le debe dar a un clamor que es nacional desde cualquier espacio de participación fuerte y no fragmentado; pensando en las complejidades de lo rural pero también en las tendencias del conflicto intraurbano. El gobierno nacional está jugado. Los marchantes empezaron a abrir trocha para cerrar el Círculo de la violencia.


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¡No estaba escrito que la ecología fuera un partido!

Bruno Latour

Sociólogo, antropólogo, filósofo y director científico del Instituto de Estudios Políticos de París, Bruno Latour es un intelectual con una mirada ácida y provocadora de la sociedad, la globalización y el medio ambiente.

Por Miguel Mora

¿Ha servido para algo el activismo ecológico? ¿Han forjado los verdes una política común? ¿Escuchan los políticos a los científicos cuando alertan sobre el cambio climático? ¿Puede la Tierra soportar más agresiones? El sociólogo, antropólogo y filósofo francés Bruno Latour (nacido en Beaune, 1947) lleva más de 20 años reflexionando sobre estos asuntos, y su pronóstico es desolador. A su juicio, la llegada de los ecologistas a la política ha sido un fracaso porque los verdes han renunciado al debate inteligente, los políticos se limitan a aplicar viejas recetas sin darse cuenta de que la revolución se ha producido ya y fue una catástrofe: ocurrió en 1947, cuando la población mundial superó el número que garantizaba el acceso a los recursos. Según Latour, es urgente poner en marcha una nueva forma de hacer ecología política, basada en una constitución que comprometa a gobernantes, científicos y ciudadanos a garantizar el futuro de la Tierra. Esta idea es una de las propuestas de su libro Políticas de la naturaleza. Por una democracia de las ciencias, publicado en Francia en 1999 y que ahora edita en español RBA.

Latour, aire de sabio despistado, recibe a El País Semanal en su caótico y enorme despacho del Instituto de Estudios Políticos de París, del que es director científico y director adjunto desde 2007.

PREGUNTA: Este libro se publicó en Francia hace ya 14 años. ¿Sigue suscribiendo lo que escribió?

RESPUESTA: Casi todo, sí. Pero las cosas no han mejorado. He seguido trabajando en lo mismo, pero con otro tono. Hoy debo ser el único que se ocupa de estas cuestiones, de una filosofía política que exige una verdadera política ecologista. Lo que no ha funcionado es que pensé que iba a ser un libro fundador para los ecologistas. ¡ha sido un fracaso total! Los ecologistas han desaparecido.

En Francia al menos hay verdes en el Gobierno.

Sí, pero tienen una visión muy estrecha de la ecología, no reflexionan ni sobre la economía ni sobre la sociedad. La ecología está limitada a las cuestiones de la naturaleza, cuando en realidad no tiene nada que ver con eso. Hay que elegir entre naturaleza y política. Desgraciadamente, se ha intentado hacer una política ecologista que no ha producido nada bueno porque se ha basado en la lucha tradicional, que tenía como objetivo torpedear la política o, mejor, someterla; en cierto modo, los verdes actúan como un tribunal que trata de definir una especie de soberanía.

¿De superioridad moral o natural?

Sí, pero sobre todo de estupidez. Evidentemente, el tomar la naturaleza como un fin no han hecho más que debilitar la posición de los ecologistas, que nunca han sido capaces de hacer política; en fin, auténtica política en el sentido de la tradición socialista, en la que se hubieran debido inspirar. No han hecho el trabajo que el socialismo primero, el marxismo después y luego la socialdemocracia hicieron. No ha habido, para nada, un trabajo de invención intelectual, de exploración; han preferido el escaparate. Puede que no hubiera otra solución, pues no estaba escrito que la ecología se fuera a convertir en un partido.

¿Entonces el ecologismo es hoy una especie de activismo sin conexión científica?

Ha habido movimientos interesantes gracias a una casuística muy concreta, importante en lo que concierne a los animales, las plantas, los dientes de los elefantes, el agua, los ríos, etcétera. Han mostrado además gran energía en las cuestiones locales, pero sin afrontar las cuestiones de la política, de la vida en común. Por eso el ecologismo sigue siendo marginal, justo en un momento en que las cuestiones ecológicas se han convertido en un asunto de todos. Y se da una paradoja: la ecología se ocupa de temas minúsculos relacionados con la naturaleza y la sociedad mientras que la cuestión de la Tierra, la presencia de la Tierra en la política, se hace cada vez más apremiante. Esa urgencia, que ya era acuciante hace 10 o 15 años, lo es mucho más ahora.

¿Quizá ha faltado formar una Internacional Verde?

No se ha hecho porque los ecologistas pensaban que la Tierra iba a unificar todos estos movimientos. Han surgido un montón de redes, basadas en casos concretos, como Greenpeace.  Hay asociaciones, pero nada a nivel político. La internacional sigue siendo la geopolítica clásica de los Estados nación. No ha habido reflexión sobre la nueva situación. Existe una ecología profunda, deep ecology, en Francia prácticamente inexistente, que ha tenido un papel importante en Alemania, en los países escandinavos y en Norteamérica. Pero está muy poco politizada.

Estamos ante un fracaso político y ante una mayor conciencia de los científicos. ¿Y los ciudadanos?

Paradójicamente, esa dolorosa pelea sobre el clima nos ha permitido progresar. En cierto modo, la querella ha tenido un papel importante en una comprensión renovada por parte del público, de la realidad científica. El problema es que intentamos insertar las cuestiones ecológicas en el viejo modelo ciencia y política. Desde este punto de vista, incluso los científicos más avanzados siguen intentando poner estas cuestiones dentro del marco de esa situación superada que intento criticar. Este es el tema del libro, y en ese sentido sigue de actualidad.

En Francia hay una identificación entre ecologismo y territorio.  José Bové, por ejemplo, es un proteccionista a ultranza. Es rara esta evolución de la ecología hacia el nacionalismo, ¿no?

Sí, pero al mismo tiempo es útil e interesante replantearse lo que es el territorio, el terruño, por usar la palabra antioqueña. Los ecologistas siempre se han mostrado indecisos sobre el carácter progresista o reaccionario de su apego a la tierra, porque la expresión puede significar cosas muy distintas. Pero es importante, porque es una de las dimensiones de la cuestión ecológica, tanto de la progresista como de la arcaica. Ese era uno de los objetivos fundamentales del libro, saber si hemos sido realmente modernos alguna vez. Hay aspectos regresivos en el apego al terruño, y a la vez hay otros muy importantes sobre la definición de los límites, de los entornos en los cuales vivimos, que son decisivos para el porvenir. Una vez más, los verdes han omitido trabajar esa cuestión. Pero el problema de la orientación, de la diferencia entre el apego reaccionario o progresista a la tierra, es fundamental. Si vemos movimientos como Slow Food, nos preguntamos si están adelantados o retrasados, porque tienen aspectos regresivos. Pero si se piensa en el tema de los circuitos de distribución, ¿por qué las lasañas inglesas tendrían que estar hechas con caballo rumano y transitar por 25 intermediarios? No es una tontería: si tomamos caballo francés, rumano o turco, las cuestiones de pertenencia y de límites se convierten en cuestiones progresistas.

Su libro llama a superar los esquemas de izquierda y derecha. Pero no parece que eso haya cambiado mucho.

El debate afronta un gran problema. Hay una inversión de las relaciones entre el marco geográfico y la política: el marco ha cambiado mucho más que la política. Las grandes negociaciones internacionales manifiestan esa inercia de la organización económica, legal y política, mientras que el marco, lo que antes llamábamos la Tierra, la geografía, cambia a velocidad asombrosa. Esa mutación es difícil de comprender por la gente acostumbrada a la historia de antes, en la cual había humanos que se peleaban, como en el siglo XX: hombres haciéndose la guerra dentro de un marco geográfico estable desde la última glaciación. Es una razón demasiado filosófica. Así que preferimos pensar que tenemos tiempo, que todo está en su sitio, que la economía es así, que el derecho internacional es así, etcétera. Pero incluso los términos para señalar las aceleraciones rápidas han cambiado, volcándose hacia la naturaleza y los glaciares. El tiempo que vivimos es el del antropoceno, y las cosas ya no son como antes. Lo que ha cambiado desde que escribí el libro es que en aquel momento no teníamos la noción del antropoceno. Fue una invención muy útil de Crutzen, un climatólogo, pero no existía entonces, me habría ayudado mucho.

¿Y qué fue de su propuesta de aprobar una constitución ecológica?

Intenté construir una asociación de parlamentarios y lanzar una constitución para que las cuestiones de la energía empezaran a ser tratadas de otro modo. Intentaba abrir un debate, que naturalmente no ha tenido lugar. El debate sobre la Constitución empezó bien, se consideró una gran invención de la democracia europea. El problema es que ya no se trata de la cuestión de la representación de los humanos, sino que ese debate atañe a los innumerables seres que viven en la Tierra. Me parecía necesario en aquel momento, y ahora más incluso, hacer un debate constitucional. ¿Cómo sería un Parlamento dedicado a la política ecológica? Tendrá que crearse, pero no reflexionamos lo suficiente sobre las cuestiones de fondo.

¿Las grandes conferencias medioambientales resuelven algo?

El problema es que la geopolítica organizada en torno a una nación, con sus propios intereses y nivel de agregación, está mal adaptada a las cuestiones ecológicas, que son transnacionales. Todo el mundo sabe eso, los avances no pueden plasmarse ya a base de mapas, no jugamos en territorios clásicos. Así, desde Copenhague 2009 hay una desafección por las grandes cumbres, no solo porque no se consigue decidir nada, sino también porque nos damos cuenta de que el nivel de decisión y agregación política no es el correcto. De hecho, las ciudades, las regiones, las naciones, las provincias, toman a menudo más iniciativas que los Estados.

Francia es uno de los países más nuclearizados del mundo. Los ecologistas braman. ¿Le parece bien?

Los ecologistas se han obstinado en la cuestión nuclear, pero nadie ha venido a explicarnos por qué lo nuclear es antiecológico, mientras mucha gente seria considera que el átomo es una de las soluciones, a largo plazo no, pero a corto plazo sí. De nuevo estamos ante la ausencia total de reflexión política por parte de los ecologistas, que militan contra la nuclear sin explicar por qué. Por consiguiente, no hemos avanzado un centímetro. De hecho, en este momento hay un gran debate público sobre la transición energética, y los verdes siguen siendo incapaces de comprender nada, incluso de discutir, porque han moralizado la cuestión nuclear. Cuando se hace ética, no hay que hacer política, hay que hacer religión.

¿Está realmente en cuestión la supervivencia de la especie?

La especie humana se las apañará. Nadie piensa que vaya a desaparecer, ¿pero la civilización? No se sabe lo que es una Tierra a seis u ocho grados, no lo hemos conocido. Hay que remontarse centenares de millones de años. El problema no se abordaba con la misma urgencia cuando escribí el libro en 1999, se hablaba aún de las generaciones futuras. Ahora hablamos de nuestros hijos. No hay una sola empresa que haga un cálculo más allá de 2050, es el horizonte más corto que ha habido nunca. La mutación de la historia es increíblemente rápida. Ahora se trata de acontecimientos naturales, mucho más rápidos que los humanos. Es inimaginable para la gente formada en el siglo XX, una novedad total.

¿Es la globalización? ¿O más que eso?

Tiene relación con la globalización, pero no por la extensión de las conexiones entre los humanos. Se trata de la llegada de un mundo desagradable que impide la globalización real: es un conflicto entre globos. Nos hemos globalizado, y eso resulta tranquilizador porque todo está conectado y hace de la Tierra un planeta pequeño. Pero que un gran pueblo sea aplastado al chocar con otra cosa tranquiliza menos.

¿Y el malestar que sentimos, la indignación, tiene que ver con ese miedo?

Ese catastrofismo siempre ha existido; siempre ha habido momentos de apocalipsis, de literatura de la catástrofe; pero al mismo tiempo existe un sentimiento nuevo: no se trata del apocalipsis de los humanos, sino del final de los recursos, en un sentido, creo, literal.

¿Nos hemos zampado el planeta?

La gente que analiza el antropoceno dibuja esquemas de este tipo (muestra un famoso gráfico de población y recursos). Esto se llama “la gran aceleración”, ocurrió en 1947. La revolución ya ha tenido lugar, y es una de las causas de esa nueva ansiedad. La gente sigue hablando de la revolución, desesperándose porque no llega, pero ya está aquí. Es un acontecimiento pasado y de consecuencias catastróficas. Eso también nubla la mente de progresistas y reaccionarios. ¿Qué significa vivir en una época en la cual la revolución ha ocurrido ya y cuyos resultados son catastróficos?

¿No querrá decir que la austeridad es la solución?

Ya existe el concepto del decrecimiento feliz, no sé si lo tienen en España. ¡Sí! Ustedes están muy adelantados sobre decrecimiento.

Estamos en plena vanguardia, pero del infeliz.

Es uno de los grandes temas del momento, la crisis económica es decrecimiento no deseado, desigualmente repartido; y hay algo más: austeridad no es necesariamente la palabra, sino ascetismo. Sería la visión religiosa, o espiritual, de la austeridad. Eso se mezcla con las nuevas visiones geológicas de los límites que debemos imponernos?

¿Habla del regreso al campo o de reconstruir el planeta?

No me refiero a volver al campo, sino a otra Tierra.

¿La tecnología es la única brújula?

La tecnología se encuentra en esa misma situación. Existe una solución muy importante de la geoingeniería, que considera que la situación es reversible, que se pueden recrear artificialmente unas condiciones favorables tras haberlas destruido sin saberlo. Así ha surgido un inmenso movimiento de geoingeniería en todas partes. Ya que es la energía de la Tierra, podemos mandar naves espaciales, modificar la acidez de las aguas del mar, etcétera. Hacer algo que contrarreste lo que se hizo mal. Si hemos podido modificar la Tierra, podemos modificarla en el otro sentido, lo que es un argumento peligroso, porque la podemos destrozar por segunda vez.

¿No se regenerará sola?

Sí, ¡pero sin humanos! Se regenerará sola mientras no haya humanos. Puede deshacerse de nosotros, es una de las hipótesis, volviéndose invivible, pero eso no sería muy positivo. La era de los límites puede llegar hasta la extinción.

¿Acabaremos fatal?

La historia no está repleta de ejemplos favorables. No se sabe. No hay nada en la naturaleza humana que favorezca la reflexión, por lo cual la solución solo puede ser mala.

Algunos temen que acabaremos devorados por los chinos.

Los chinos tienen más problemas que nosotros y corren el peligro de comerse a sí mismos por el suelo, el agua y el aire. No nos amenazan, desaparecerán antes que nosotros.

Se dice que nuestros problemas provienen de la mediocridad intelectual de Alemania y Francia, que esa es la razón principal de la decadencia actual. ¿Qué piensa?

Es una estupidez. Ocurren muchas más cosas intelectualmente en Europa que en EE UU., infinitamente más. Por ejemplo, en arte, en filosofía, en ciencias, en urbanismo. Es insensato decir cosas así, pero es que es un viejo cretino, una especie de cosa de extrema izquierda, fruto del agotamiento de la extrema izquierda, de su decadencia final, de la cual es el síntoma. Por otra parte, es un chico muy majo. La extrema izquierda se ha equivocado tanto sobre el mundo que al final todos estos viejos de extrema izquierda no tienen otra cosa que hacer salvo vomitar sobre el mundo, como hace Alain Badiou en Francia.

¿Prefiere a Marine Le Pen?

No soy político, no puedo responder a esta pregunta, no me interesa.

¿No le gusta hablar de política?

Sí hablo de política, he escrito un libro sobre política, ¡que yo sepa!, Las políticas de la naturaleza.

¿No le interesa la política de todos los días?

La de todos los días sí, pero no la de los partidos, son agitaciones superficiales, sobre todo en Francia, donde ya no hay verdaderamente política.

Critica a la extrema izquierda, ¿y nada a la extrema derecha?

Se agita, intenta agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tiene mucha importancia. No es ahí donde las cosas están en juego.

¿Cree que es residual?

No, no es residual, puede desarrollarse y provocar daños, tanto como la extrema izquierda; el no pensar siempre provoca daños, pero no es eso lo que va a solucionar los problemas de la Tierra, la economía, las ciudades, el transporte y la tecnología.

¿Qué escenario prevé para 2050? ¿Qué Tierra, qué humanidad?

Ese no es mi trabajo, mi trabajo consiste en prepararnos para las guerras. Las guerras ecológicas van a ser muy importantes y tenemos que preparar nuestros ejércitos de un modo intelectual y humano. Ese es mi trabajo.

¿Habrá guerras violentas por el clima?

La definición misma de guerra va a cambiar, estamos en una situación en la cual no podemos ganar contra la Tierra, es una guerra asimétrica: si ganamos, perdemos, y si perdemos, ganamos. Así pues, esta situación crea obligaciones a multitud de gente y antes que nada a los intelectuales.

¿La batalla principal es esa?

Si no tenemos mundo, no podemos hacer gran cosa, ni siquiera la revolución. Cuando se lee a Marx, uno se queda impresionado por lo que dice sobre los humanos. En esta época, la cuestión de la ciencia y del margen geográfico, más la presencia de miles de millones de personas, conforma un escenario crucial. Antes teníamos otros problemas, pero este no.

¿Así que se trata de ser o no ser?

En cada informe científico, las previsiones son peores, el plan más pesimista siempre aparece. Hay que tener en cuenta eso. Son previsiones extremas, pero de momento son las únicas válidas. No se trata de una guerra mundial, sino de una acumulación de guerras mundiales. Es parecido al invierno nuclear de la guerra fría, una situación de cataclismo, pero con algunas ventajas: es más radical, pero más lento, tenemos mucha capacidad de invención, 9.000 millones de personas y muchas mentes inteligentes. Pero también es un reto. Por tanto, es una cuestión de alta política y no de naturaleza. La política viene primero.

¿Tiene la sensación de estar solo?

Lo que era complicado en este libro era crear el vínculo entre ciencia y política, y no puedo decir que haya convencido a mucha gente. Si además se hace el vínculo entre la religión y las artes, es más difícil. Gente como Sloterdijk sería muy capaz de comprenderlo. Sin embargo, muchos intelectuales siguen en el siglo XX. Permanecen en un contexto, en un ideal revolucionario, de decepción. Están decepcionados con los humanos.

¿Cree que los humanos se dejarán ayudar?

Primero hay que ayudar a la Tierra. En el antropoceno ya no se puede hacer la distinción entre los humanos y la Tierra.

¿Y sus estudiantes están listos para la lucha?

En mi escuela soy el único en dar clases sobre cuestiones donde no entra la política en el sentido clásico. Hay un curso o dos sobre cuestiones ecológicas. Es culpa mía, no he trabajado lo suficiente como para cambiar las cosas. Llevamos mucho retraso.

El antropólogo iconoclasta

Bruno Latour nació en la Borgoña, donde surgen los vinos más caros del planeta. Su padre era viticultor. De ahí sus peculiares análisis sobre el terruño y la tradición. Cursó Antropología y Sociología. Su formación es tan variopinta como los centros donde ha impartido clase, desde la Escuela de Minas de París hasta la London School of Economics y la cátedra de Historia de Harvard.

Escritor incansable, es autor de una treintena de libros de ensayo, todos los últimos editados por Harvard, por los que circulan la tierra, la sociedad, la guerra, la energía, la ciencia, la tecnología, la modernidad y los medios de comunicación.

Su último proyecto está conectado con el llamado medialab, un espacio donde desarrollar conexiones entre las tecnologías digitales, la sociología y los estudios científicos.


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Ismael y Dulcelina

Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com
Ismael Simijaca y Dulcelina Pineda de Malagón, fueron dos campesinos que vivían en la extrema pobreza. Para el año de 1995, él tenía 64 años y ella 81. Moraban en el municipio de Moniquirá en la región de Boyacá, en Colombia; allí tenían una hectárea de tierra, enclavada en medio de dos predios, y sobre los cuales había un improvisado camino o servidumbre, del cual se servían los dos ancianos para transitar. Araban con sus propias manos de manera rudimentaria, cultivan café, cítricos, además poseían algunas aves de corral y un burro para las labores de carga.
 
Sucedió que uno de los ricos señores, dueño de uno de los predios, Elver García Camacho, impidió el paso por su predio a estos dos campesinos. «Procedió entonces a instalar en el camino puertas cerradas con candado, y cercó con alambre de púas el terreno, obligando a los ancianos a arrastrarse por debajo del alambrado y a cargar al hombro los productos de su finca, con cuya venta se procuran el diario sustento. Sostiene el accionado, que el paso del burro de los peticionarios puede erosionar el terreno sobre el cual se encuentra su casa, poniéndola en peligro.» (Sentencia T-036/95. Los siguientes entrecomillados son citados de acá).
 
Ellos, los dos quebrantados ancianos, puestos en apuros por no lograr transitar de manera libre y de arrastrarse por debajo de los alambres de púas, halando consigo los bultos que antes su bestia cargaba, clamaron protección del Estado, interpusieron una Acción de Tutela, gran recurso Constitucional que tiene cualquier ciudadano para reclamar sus derechos. Ellos pidieron: «nos permita el paso a nuestro predio con un animal de carga y en condiciones (en las) que no se ponga en peligro nuestra integridad física y no se atente contra nuestra dignidad humana (a la que) tenemos derecho como personas.»
 
Y la Corte Constitucional conceptuó: «En estas circunstancias, la actuación en que incurrió Elver García al cerrar el camino, obligando a los patentes a arrastrarse bajo el alambrado y a cargar lo que sus cansadas espaldas pueden soportar, sobrepasa el ámbito del derecho real de servidumbre y deviene en una violación del derecho fundamental a la dignidad humana, en un desconocimiento del deber de solidaridad exigible a todo individuo en un Estado Social de Derecho, y obliga al juez de tutela a hacer efectiva la especial protección que otorga nuestra Carta Política a las personas de la tercera edad.»
 
Vemos en esta apelación jurídica y filosófica de permitir el tránsito a los desvaídos ancianos por un camino que se convierte en vía pública, el paso del deber Ser al Es, es decir, una materialización de los conceptos de dignidad y solidaridad humana, estampados en la Constitución Nacional de 1991 en el artículo primero: «Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general».
 
De seguro hay en nuestra tierra muchos hombres egoístas que pasan por encima de la dignidad de los otros, pero también habrá un espíritu libertario que nos salvará de arrastrarnos por el suelo y de convertirnos en bestias humanas. ¡Homenaje a Ismael y Dulcelina!

Finalmen añado una reflexión sobre el concepto víctima, del cual ellos lo fueron.  La palabra víctima en su etimología, es sinónima de vicario, es decir el segundo, el que sustituye, una especie de escudero. De allí que René Rigard hable del chivo expiatorio, el que lava las culpas por otros cometidos. En suma, la Víctima por aquello de la sustitución es siempre inocente, por eso se habla de restablecerle todos sus derechos perdidos. 

La función que tenía la víctima en las sociedades, era detener la violencia a través de encontrar un culpable al cual se le achacaba todo, sobre el cual se le descargaba toda la ira de los ofendidos. Recordemos el pasaje bíblico cuando iban a apedrear a la prostituta, y sólo pudo frenarse el linchamiento al preguntar ¿quién esta libre de pecado? No quedaba más que el Perdón. En nuestros días esa función social de la religión para detener la violencia de los grupos humanos ya es cosa del pasado, pero lo peor es que no existe otra tecnología humana que haya hecho tal relevo. 

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Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com


La película chilena titulada NO del año 2012, dirigida por Pablo Larraín Matte, recrea el plebiscito chileno que decidía entre Si se continuaba con la dictadura de Augusto Pinochet o si por el contario se convocaba a elecciones presidenciales. Lo novedoso del film está en mostrar el diseño de una campaña creativa con el claro propósito de romper con el régimen de terror, ganar en ese pequeño momento de apertura democrática para convocar a elecciones presidenciales. 

Se pensará que los más llamados a tejer la filigrana de la campaña son los militantes, intelectuales o sectores de la izquierda, pero no es así. Son precisamente estos sectores los más reaccionarios, despistados y fuera de contexto. Ellos sólo piensan en reeditar los espacios dados en la pantalla chica, en tono de denuncia de los asesinatos y desapariciones, muy desintonizados de una voluntad general, de una percepción ciudadana, cuyas preocupaciones son cómo salir adelante con la vida, cómo recibir el beneficio del progreso del mundo moderno. 

Es un joven profesional en marketing publicitario, inteligente, pragmático, de ideas frescas, quien busca un enfoque de campaña basado en esas percepciones de las gentes comunes y corrientes. En esa búsqueda, se le pregunta a una señora porqué quiere votar por el SI, por la continuidad del dictador, ella responde sin rodeos: ve el progreso de su país, tiene trabajo, su hijo está estudiando, en resumen, había esperanza y seguridad en el mundo presente y futuro de la familia. Se percibe que ese régimen fascista había logrado apropiarse de los sueños de la gente, el discurso de la democracia lo hizo suyo. 

Un diagnóstico que precisa del ser creativo para disputar, desde ese terreno, esa pequeña justa democrática, y no desde el facilismo de las retóricas izquierdistas: la denuncia. El lenguaje construido es el de la esperanza, el de la felicidad, con alusiones rápidas y de fondo de los horrores y las pérdidas democráticas durante la dictadura. Es así como se llega a la premisa de Chile piensa en su futuro, y la estrategia trazada será con humor y poquísimos discursos. Entonces, salió el jingle “Chile, la Alegría ya viene.”

Y es allí donde se encuentra lo que nos interesa resaltar. Sabemos que el origen de la izquierda es precisamente la promesa del mundo de ultratumba, su modelo, su diseño es calcado de las fuentes religiosas, la esperanza de un goce después de la muerte, no en estada vida, en el valle de lágrimas, sino en el paraíso alcanzado después de la muerte. Especie de zócalo, principio de lo infinito, obstáculo epistemológico, que asiste y absorbe todo el ser, toda la mentalidad del ser de izquierda. Este mundo real les fastidia, les produce hartera, amargura, los hace hombres pesados y aburridos, despreciativos del mundo creativo. Recordemos que la Revolución Rusa fue posible porque contó con un basamento o zócalo, con el abono de las dogmáticas religiosas existentes. Este hecho fue estudiado por Arnold Toynbee en sus Estudios de Historia.

En Colombia existe un texto titulado Qué pasó camarada de Nicolás Buenaventura. Allí narra de forma graciosa lo inconsecuente de los comunistas y hombres de izquierdas. Sus espíritus eran de mercaderes, alguno de ellos que se destacaban entre sus células o pequeños grupos en donde discutían y planificaban las estrategias de agitación política, propuso a sus compañeros, le ayudaran a construir en un terreno de su propiedad, un local para las reuniones. Una vez construido, los convence de que éste sea destinado para la vivienda de su familia, y se construya sobre aquel, un segundo piso para el salón prometido. Construida la segunda palnta, viene otro argumento, destinar la segunda construcción para una vivienda de alquiler, así este hombre podía liberarse de la opresión de ser obrero y dedicarse por completo a la revolución. Nuevamente los convence, y así en lo sucesivo, hasta alcanzar una gran edificación y la sede para el proselitismo nunca se vio.

O qué decir del imaginario de las guerrillas colombianas, que se veían aplaudidos por todas las gentes cuando entraran a las ciudades a tomarse el Poder, porque las condiciones, según ellos, estaban dadas y el pueblo los anhelaba para un cambio de sociedad que prometía ser mejor al que vivían. Pero todo era puro imaginario, pura descontextualización, desconectados del querer de las gentes. La sociedad es cambiante, las gentes quieren un buen vivir, y por tanto, los debates pasan por allí, por alcanzar progresos reales, que se traduzcan en bienestar de los ciudadanos. 

El film en mención, es un llamado de atención a las fuerzas políticas, en especial, quienes se reclaman portadoras de una buena nueva, de un bienestar colectivo para que se conecten con las gentes, con sus electores en este buen invento que se llama democracia, que se construye cada día, con creatividad, y no de golpe y porrazo.


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Bernard Stiegler: El Trabajo Contributivo


Bernard Stiegler: «Entramos en la era del trabajo contributivo»
Elsa Fayner | Periodista
Traducción. Luis Alfonso Paláu C

Fab’ lab’, imprimantes 3D... «El consumismo vivió», asesta el filósofo para quien, motivados por nuestros solos centros de interés, nosotros vamos a cambiar de modo de trabajo.

Las oficinas de Bernard Stiegler están frente al Centro Pompidou, bajo los techos de París. Por su célèbre vecino, el filósofo fundó el Instituto de investigación y de innovación (IRI), con el fin de “anticipar las mutaciones de la oferta y del consumo cultural permitidas por las nuevas tecnologías digitales”.

Pero en el espíritu del docente-autor-jefe de empresa, todo está ligado: cultura, consumo, técnica, trabajo, política. Para él, el modelo consumista feneció, como el del progreso permanente. Todo se automatiza. El interés económico ya no puede ser el único que se persiga. Hay que rehabilitar el saber, el conocimiento, la creatividad. ¿Cómo? Desarrollando una “economía de la contribución”, que revolucione la manera de trabajar.

Rue89: ¿Qué es lo que lo lleva a interesarse en el mundo del trabajo?

Bernard Stiegler: Fui obrero, pasé por el sindicalismo. Pero también he tenido las llaves de grandes boutiques como el INA <Instituto Nacional del Audiovisual>, el Ircam <Instituto de investigaciones de la música contemporánea>, el Instituto de investigación y coordinación acústica/música, y ahora el IRI, Instituto de investigación y de innovación del Centro Pompidou.

De manera más fundamental me intereso en la técnica, y la técnica conduce al trabajo. El mundo del trabajo, es siempre más o menos técnico, un mundo técnico que puede ser más o menos pobre, o más o menos rico.

¿Y qué es lo que lo sorprende hoy en el mundo del trabajo?

He observado a las gentes en esos diferentes establecimientos. Y lo que me ha golpeado, luego de un momento, es descubrir que eran fervorosos adeptos del logicial libre, de los programas libres. Al punto de preferir trabajar en casa, dispuestos a ser menos pagos, que en grandes empresas, pero empresas que trabajan con programas propietarios. Los he encontrado más motivados por su trabajo que por su salario. Descubrí este tipo de economía allí.

La utilización de programas libres ¿induce relaciones de trabajo diferentes?

Eso depende verdaderamente de los modelos. Tomemos el ejemplo del Ircam. En la época en que yo dirigía el Instituto, este desarrollaba ocho programas difundidos por el mundo entero. Hacíamos evolucionar esos logiciales reuniendo para ello todos los años comunidades de contribuidores que venían del mundo entero. Podían ser desarrolladores, compositores, montadores de sonido de cine, etc. Ellos aportaban proposiciones, molinetes logiciales, que desarrollaban en “open source”. Esto quiere decir que todo el
mundo los puede utilizar, venir a recuperarlos, mejorarlos. Es un dinamismo inaudito.

Con este funcionamiento contributivo ¿la jerarquía tiende a desaparecer?

No, no. El “bottom up” puro no existe. Lo que así se llama consiste en hacer que vengan todas las informaciones y las decisiones del terreno, de los participantes, más bien que tener a algunos decididores que impongan organizaciones. Yo pienso que esto no es possible. Siempre es necesario que alguien decida.
Muy grandes empresas que recurren a lo contributivo, en los EE. UU. y en Alemania, están organizadas sobre este modelo. Pienso en las empresas de programas libres, como Redhat, pero igualmente en modelo híbridos, como Google, que se sitúa entre el consumismo y lo contributivo, o como Facebook, para no mencionar a Wikipedia. Cada una de estas empresas tiene su organización. Pero siempre hay un jefe, y una jerarquía.

Es el mecanismo de toma de decisión el que es diferente. El decididor, es el que mejor juzga, es el que mejor anima a las comunidades de sabedores. Pero no hay gente que tenga un papel de ejecutantes. Todo el mundo tiene voz en la junta sobre todos lo que concierne a los contenidos, todo el mundo está implicado en estas toma de decisiones. Incluso los propios clientes pueden participar.

¿Trabajadores free lance y clientes pueden participar? Explíqueme…

La Fnac, muy en sus comienzos, funcionaba con un modelo contributivo. Todos los vendedores de la Fnac eran aficionados: músicos, fotógrafos, etc. La Fnac de alguna manera los patrocinaba, haciéndolos trabajar allí. Todos los aficionados iban a la Fnac. Para intercambiar con los vendedores. Yo iba allá, era aficionado al jazz. Y ocurría que por las noches llegué a tocar con vendedores. 

La Fnac destruyó eso hace 25 años. Fue un gravísimo error. Este es el modelo que hoy busca la gente. Asalariados, clientes, aficionados, todo el mundo aporta sus ideas. Asalariados, free lance, clientes, todos se volverán contribuidores de la empresa.

¿Se acabaron los consumidores?

No, se habla de contribuidores también acá. Pienso que el consumismo ya vivió. Es un modelo económico que se volvió tóxico para la gente y para el entorno. Vivimos la entrada en un nuevo modo de trabajo; la era del trabajo contributivo donde el contribuidor no es ni simplemente un productor, ni simplemente un consumidor.

¿Cómo funciona este modelo contributivo concretamente? ¿Tiene Ud. un ejemplo para ponernos?

En una época enseñé a diseñadores y estilistas de la escuela de Artes decorativas de París. Desarrollamos un modelo de empresa de modo contributivo. Habíamos concebido, de manera teórica, una empresa de modas en la que no había ya consumidores.

Había contribuidores, que hacían parte de un club. Tenían una tarjeta de miembro, y acciones de la empresa. No para tener ventajas chatarra, sino para tener el derecho de pronunciarse sobre las escogencias: de reclutamiento, de colección, etc. Tenían el derecho de presentar ideas. De decir cómo ellos, por ejemplo, administrarían esta colección. Los verdaderos aficionados a la moda inventan cosas. Juegan. Su opinión cuenta.

¿Es el reino de los aficionados?

Si. El contribuidor de mañana no es un bricoler del domingo. Es un aficionado, en el viejo sentido del término. Es alguien ante todo motivado por sus centros de interés más bien que por razones económicas. Por lo demás puede desarrollar una experticia más grande que los motivados por razones económicas.

Es un cambio radical ¿como ponerlo a operar?

Es un nuevo modelo de trabajo. Hablo de “desproletarización”. No se aporta solamente su fuerza de trabajo, sino su saber. Es una plusvalía enorme. Es necesario no olvidar que la automatización va a generalizarse y a volver el empleo cada vez menos necesario. Vea no más las cajas automáticas en los supermercados, los autómatas en los peajes, pero igualmente los robots programados que hacen el aseo en Widipedia. Yo sostengo que esto es una buena cosa. Con una condición: que se valoriza la posibilidad que tienen las gentes de desarrollar sus capacidades sociales, su saber, su trabajo en elsentido fuerte del término, antes que su solo empleo. Es la condición necesaria para reconstruir un modelo viable.

¿Pero hay que remunerar a esos contribuidores? Si sí ¿cómo?

Si, hay que remunerarlos. No diría exactamente que es necesario remunerar a los aficionados con el modelo de los intermitentes, pero que para ello hay soluciones. Concerniente al montante de la remuneración, podría ver aquí una formula con una parte salarial y una parte bajo la forma de un interesamiento contributivo. Se pueden imaginar vainas como estas. Todo esto tiene que ver con una valorización de lo que se llaman las externalidades positivas. En cuanto a la realización concreta de tales medidas, esto debería ser el objeto de innovaciones sociales, de experimentaciones, de trabajos de especialistas (en lo que yo no soy) y de negociaciones.

¿Es transponible este modelo contributivo a todos los sectores de la actividad?

Más o menos. Se declina de formas variadas. En el campo energético, por ejemplo, lo contributivo es muy muy importante. Hay muchos tipos de contribuidores. Primero los individuos. Yo por ejemplo, tengo un Molino. Yo puedo también colocar 300 m2 de fotovoltaico en mis techos. Puedo revender 3-4 veces mi consumo. Pero no lo hago porque las condiciones de seguridad para hacerlo son tales que se requerirían inversiones de mucho dinero. 

Lo mismo ocurre con los fab’ lab’, esos talleres en los cuales cada quien puede venir a trabajar sus objetos. Son laboratorios locales que hacen accesible a todos la invención poniendo a su disposición herramientas de fabricación digital. Como la impresora 3D. El verdadero debate es: cómo hacer de suerte que las gentes salgan de una actitud de consumidores. Vivimos actualmente en una fase de transición, donde para el gobierno de hoy su reto es en Francia llegar a dibujar un camino crítico para nuestra sociedad; un camino en el que se invente un verdadero crecimiento fundamentado en el desarrollo de saberes, y donde se supere el modelo consumista.

Traducción. Luis Alfonso Paláu C., para el grupo de trabajo Devenires estéticos del Instituto
Metropolitano de Medellín. Abril 3 de 2013.

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