Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com
El Eterno Retorno de la política colombiana es la monotonía. Se le llama democracia a la imposición que hacen las élites económicas y políticas de unos pocos candidatos de su bolsillo. Tan sólo uno o dos tienen opciones reales de llegar a ser presidentes de Colombia, para contar con esa fortuna se requiere ser ungido con el bálsamo de la chequera oficial y privada, y esta a su vez aceita la denominada maquinaria política o clientelista, esto es contar con las mayorías de los mansos congresistas y caciques o gamonales regionales, a todos ellos los caracteriza que son partícipes del botín oficial, de la torta burocrática. En suma, es así como se organiza el ajedrez político.
El delfín elegido con todos sus astros a favor es German Vargas Lleras, ocho años promoviéndose como alto funcionario de gobierno, inaugurando obras aquí y allá con la chequera oficial, tiene en su haber a la mayoría de los caciques regionales. Los otros candidatos tan sólo están para simular el remedo de democracia, es el caso de los candidatos de derecha Iván Duque y Martha Lucía Ramírez que sirven a aquella causa, disputan un segundo puesto a la vicepresidencia y buenos lugares a la hora de la repartición burocrática. A renglón seguido está Fajardo, cercano al expresidente Uribe y de la nómina de los empresarios antioqueños, se presenta como alternativa, pero es para distraer y confundir la atención de una franja de votantes de opinión, su función es restarle votos al líder de izquierda Gustavo Petro.
Es de anotar que esta propuesta conserva todos los privilegios económicos, políticos y jurídicos de la Derecha en el poder y ahora más que nunca con el objetivo de lo que han llamado volver trizas el acuerdo del reciente proceso de paz. Por esta misma razón quienes defienden esa paz no tienen opciones reales de competir por la simple razón que contrarían los intereses de las élites más retrógradas del país, es el caso de Humberto de la Calle, Clara López y Gustavo Petro. Para poner en contexto, en Colombia no se ha podido hacer una reforma agraria desde los años de 1960, todos los intentos han sido fallidos porque los grandes terratenientes lo han impedido, por eso nuestros campesinos son pobres, el campo carece de bienes y servicios que posibilitarían condiciones dignas para sus moradores. Los grandes empresarios siguen defendiendo la agricultura de gran formato y por su puesto esa gran economía ilegal de la coca impuesta desde los años de 1980 que ha enriquecido aún más a estas élites.
Es el panorama aburrido de la política colombiana, nada de emoción y sí mucho de aburrición. Los alfiles congresistas, cada uno desde su recodo de partido político, tienen por reto disputar su mejor puesto en la chequera oficial. La actual correlación de fuerzas está así: los partidos de la U con 21 senadores y cámara 37, y sigue así respectivamente: Centro Democrático con 20 y 19, Conservadores con 18 y 27, Liberales con 17 y 39, Cambio Radical con 9 y 16, Opción Ciudadana 5 y 6, Verdes 5 y 6 y el Polo con 5 y 3, indígenas 2. Es el eterno retorno de la retrógrada política colombiana que no da más que tristeza.
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