Entre lo Mejor y lo Peor

Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Tanto huir, tanto esquivar para terminar conviviendo con nuestro enemigo. Estaba ahí, cerca de nosotros. ¡Que no cunda el pánico! Lo que no nos mata, nos hace más fuertes, así reza la sabiduría vitalista. Seré fiel a los hechos que me refirieron. La fiebre estaba en 38 grados en tarde, noche, hasta el amanecer del día domingo. Los protocolos covid recomiendan prevención en aislamiento. Y lo mejor, consultar a los médicos para evitar posibles contagios en caso de que los hubiera. 

Así se hizo. Se acudió a un hospital público, reconocido por su seriedad y competencia médica. Con los pies puestos allí, se pasa por la portería, luego a un puesto de enfermería, de allí se remite a otro en el que se atiende este tipo de urgencias. En ninguno de estos parajes se notó esas exigencias asépticas en manos, pies o la toma de temperatura tal como lo mandan los protocolos. Más bien el mundo seguía siendo mundo desde que lo es. Y todos, vivos o no, convivimos con todos, es ley de la vida. El Covid es un huésped más en nuestra casa cuerpo que cada uno somos. Allí, en esta unidad hospitalaria, la barca de Noé parecía bien equipada sin reparar por alguna existencia diferente. El viaje inspira calma y buen puerto.

Por fin se llega al destino. Se está frente a una médica treintañera. Sentada, tranquila, ordenando algún que otro papel en su escritorio. Detrás suyo una señora que auxilia en la limpieza de sacudir o quitar polvo. Ambas con tapabocas ordinarios o desechables, nada de escudos faciales ni nada de trajes que parezcan de extraterrestres. Entrada en materia, la médica de siempre proyectar tranquilidad, nada que ver con las imaginadas salas de urgencias en desespero y combativas de millonésimas de micropartículas de virales. Las bocas siguen en su hablar, los ojos en su parpadeo. 

Palabras más, palabras menos, en respuesta a la solicitud de hacerse la prueba covid, la médica, sin señas de alarma y de haber abandonado sus pensamientos que la ocupaban desde hacía largo rato, atina a decir que la tal prueba sólo podrá practicarse después de 72 horas y con síntomas que así lo ameriten como altas fiebres, vómito, pérdida del gusto, del apetito… este virus es otra gripe más -dice-,  Y continúa: el virus ya está entre nosotros, está esparcido por todo lado, por todos los rincones, en el aire que respiramos... hay que aprender a convivir con él. Ya todos, en su gran mayoría, lo tenemos, en unos se manifiesta, en otros no. Y por esas mismas razones, el tal cerco epidemiológico ya no aplica, ya no se usa, es reverenda pendejada.

Estás razones, más la actitud proyectada de la médica, todo esto enmarcado en ese ambiente institucional desde porteros, recepcionistas, enfermeras, todo esto, decimos, opera como una especie de placebo que contrarresta tanto miedo, tanto pánico, tanto pavor segregado allá afuera en la calle, y en especial por esas medidas gubernamentales de restricción con sus toques de queda, ley seca, pico y cédula, y una que otra intervención demagógica. La verdad que esas palabras de la galena refrescaron y revitalizaron a quien tuvo un cierto miedo y, se supo después, de su falsa alarma de contagio. Y que en todo ese ambiente de excesiva exageración que no es más que un miedo paralizante  por una gripe más, un virus más ganado en esta vida de caldo bacterial. Recuerdo que pocos meses de iniciada está pandemia, un amigo refirió un pariente en Estados Unidos que trabaja como enfermera y que fue infectada por el Covid, y que en su empresa hospitalaria la mandaron a quedarse en casa por unos días mientras pasaba el malestar. Pasaron los días y de nuevo se reintegró al trabajo como lo han hecho miles y miles de personas, todo vuelve a la normalidad, el mundo continúa siendo mundo. 

Si se mira desde el ángulo del lucro, no puede dejarse de lado que esta misma pandemia ha servido a los operadores de salud, en especial los privados, como excusa para dejar de prestar su servicio. Y el miedo es un recurso estratégico que bien sirve a incrementar las ganancias. Y es así como se tiene que los protocolos de bioseguridad, en la mayoría de las ocasiones, sirven para justificar la mínima o la no prestación del servicio. Una persona puede pasarse semanas y hasta meses buscando una cita o la programación de una cirugía, fuera de ser dispendiosa a la hora tratar de establecer cualquier comunicación telefónica o en muchas ocasiones, resulta infructuosa, la justificación de la entidad prestadora del servicio informará por grabaciones o mensajes de texto en el celular que están congestionados. De seguro muchas otras cosas diferentes al covid, nos están matando. Acá tenemos de todo, de lo mejor y lo peor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario