historiador
Colombiakrítica
La palabra religión viene del latín religare, lazo, que quiere decir volver a ligar, unir, enlazar. Es unir a los que antes estaban separados con el fin de formar una comunidad. La misma comunidad reposa sobre creencias y rituales que refieren y expresan maneras de vivir, prácticas que vivifican el estar juntos. Forjar, vivir en comunidad a través de rituales. Es la esencia del religare y su antítesis es el individualismo que preconiza la moral y quizá la ética que es del resorte de cada persona. Y más acá, la Justicia trata de equilibrar la balanza dando a cada uno lo que es debido. La motivación de ésta, es regular al individuo, si se quiere, desde una obligatoriedad, desde un hacer cumplir unos derechos y deberes que a cada quién corresponden y que obedecen a un pacto colectivo establecido y acordado por todos o por la gran mayoría. Y dos extremos derivan del religare: por un lado nos viene una religión sin la intermediación de un Dios como lo propuso Comte; o por otro, un Dios pero sin anclaje en lo real, tan sólo abstracción y contemplación, todo se centra en un mar de buenas intenciones en el hacer el bien pero que caen en el vacío, no tienen soporte en un real, ejemplo es la ciudad del Vaticano, solo es piedra y poco de carne bondadosa, es más bien ejercicio vanidoso de poder que corrompe, muy lejos de una vocación o de unas prácticas a las que convocan los rituales de estar en comunidad.
El religare, la religión, en esencia es comunidad vivificada, son prácticas, estilos de vida que favorecen el bienestar del colectivo, es la soberanía de un yo bondadoso que se reclama o se debe a un nosotros, al bienestar general. Por eso la vida se inspira en el hacer, en los hechos, en la efectuación, en la materialización de aquellos deseos o principios que velan el bien común y que refieren un hiperrealismo, comprensible por la trans substanciación de la química: el pan es mi carne, el vino es mi sangre, este cuerpo es Cristo, este cuerpo es toda la comunidad... Citemos tres ejemplos o ilustraciones claras y que son la esencia del ritual en los Evangelios de la religión católica, en San Marcos, a lo cual nos referimos y llevados de la mano de Dagognet al cual seguimos en este desarrollo expositivo en su capítulo sobre la Religión:
1. “Cuando presentes tu ofrenda en el altar, si allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano… Apresúrate a reconciliarte con tu adversario.”
2. “Habéis escuchado que se dijo «ojo por ojo, y diente por diente»… Pues ¡bien! Yo os digo de no resistir al malvado. Al contrario, si alguien te da una cachetada en tu mejilla derecha, ponle además la otra. Te quiere armar un tropel y tomar tu túnica, pues déjale también tu abrigo.”
3. “«Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Pues ¡bien! Yo os digo «Amad a vuestros enemigos… si amáis a los que os aman ¿qué recompensa tendréis? Y si reserváis vuestros saludos para vuestros hermanos ¿qué hacéis de extraordinario?».”
En suma, el religare, la religión es un pacto de fraternidad en ejercicio de las prácticas de vida, y que debe diferenciarse de las obligaciones o imposiciones que vienen de afuera como son las leyes. Dice Dagognet: "Para entenderla mejor desde su principio, debemos oponerla a la moral; ella forma su antítesis, en la medida en que preconiza el rechazo del individualismo; por este hecho se aleja de las bases fundadoras de la ética: la justicia (a cada uno lo que le es debido), la responsabilidad (es menester reparar lo que se ha destruido abusivamente), el derecho (la defensa, gracias a la ley), la felicidad (un arte de vivir), la propiedad (el patrimonio), el Estado (el interés general), la familia (el medio primero, dedicado a la educación), etc. Un teórico de la religión, Schleiermacher —Discurso sobre la religión (1799) —, debía insistir sobre la distancia entre la religión y la moral: 'La moral desarrolla, a partir de la naturaleza del hombre y de su relación con respecto al Universo, un sistema de deberes; ordena y prohíbe acciones con una autoridad ilimitada. Esto pues también, la religión no se debe arriesgar… Ella no debe hacer las veces de un recipiente con un código de leyes.'”
Insistimos en las prácticas, en nuestro medio decimos que el ejemplo arrastra, citemos a Dagognet: "Pronto va a resultar de esto una consecuencia que no ha sido suficientemente tomada en consideración: la religión no consiste en pensamientos piadosos o imploradores, sino que ella tiende ya a realizar el pacto de fraternidad, en la base de la Iglesia misma; no es suficiente con celebrar o con recomendarlo, conviene institucionalizar (la efectuación, la obligación de una liturgia y de ceremonias que fortifican el acto fundador). Sin el acompañamiento gestual, sin el juego corporal, la vida religiosa se pierde. El moralista no conoce la obligación de una asamblea de fieles y de los ritos que la consolidan. ¿Qué busca la religión? ¿Por qué mantenerla? Nadie duda que el hombre sea el enemigo del hombre (Homo homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre, según la frase de Hobbes). El querer-vivir del uno implica la disminución del otro. Y ya hemos visto que la moral trata de limitar este negativo: que cada uno pueda existir y encontrarse al abrigo, que pueda rodearse de lo indispensable ¡y sea incluso respetado en su autonomía!" Y por ello mismo no se puede concebir pueblo sin iglesia, sin espacio en dónde recordar los rituales que incitan a su efectuación para vivificar a la comunidad.
Una reiteración en pregunta: pero entonces ¿en qué se diferencia esta atadura en Derecho, en qué distingue esta obligación pactada en un contrato social y jurídico del religare, del lazo religioso? Incluso uno puede preguntarse ¿qué sentido tienen un pacto más allá del Contrato Social que incluye en términos generales el Estado Social de Derecho o el Estado Moderno o el Estado a secas? En otras palabras ¿Qué sentido tiene la existencia de la religión, el ser religioso en una sociedad que ha racionalizado y ha inventado o perfeccionado tanto dispositivo de control social?
Pues bien, nuestra respuesta tiene que ver con la necesidad que tiene el viviente humano de dar solución a eventos del espíritu, a gestos o procesos que demandan una eficacia simbólica. A esto también se le ha venido llamando ciencias del espíritu en tanto que lo subjetivo termina en última instancia objetivándose, por ejemplo, toda obra humana es la simbiosis, trans substanciación o el ensamble entre quien la realiza y la materia misma, en la obra misma está el espíritu impregnado de quién la ejecutó, de quién la llevó a cabo, llámase artista, artesano, ingeniero o cualquier hacedor que tenga un objeto entre sus manos y luego lo transforme para luego resultar un objeto subjetivado. El hombre es un ser social que requiere de acuerdos para mantenerse en agrupamientos. Y de ello dan cuenta los dispositivos que lo mantienen y le recuerdan de su pertenencia bien sea a una nación, a un clan, o a una determinada comunidad de la cual hace parte. El hombre es la única especie que requiere darle cuerda al reloj. Es el único que ha domesticado el tiempo y el espacio. Su conciencia de saberse que es finito, que su vida tiene un principio y un fin, saberse que su destino es la muerte, lo hace redoblar en esfuerzos no ya tan instintuales sino culturales para perpetuarse después de muerto en sus obras, tanto como el ego o la vanidad se lo permitan.
Recordamos a Serres que nos enseñó a René Girard y ver en él, ese antropólogo que develó que la violencia se propaga como un virus, como una pandemia y mucho más se aprende a través de la imitación, de la mímesis, ¿Para dónde va Vicente?... Para dónde va la gente. Los comportamientos se aprenden por imitación, todos quieren imitar al gran ídolo que una y otra vez, y mil veces más pasan de manera repetida por la televisión, entre ellos los asesinatos a cualquier hora del día, en el desayuno, almuerzo y cena. Con estos autores aprendimos la diferencia entre lo santo, lo generoso (la paz) y lo sagrado del politeísmo o fundamentalismo (el dogma, la guerra, los soldados de dios que serán recompensados por su sacrificio). Pero no olvidemos ese gran invento del cristianismo recordado por Girard: el Perdón, ese dispositivo que cierra el círculo de la violencia, que frena la bestia de la muerte y en su lugar nos reconcilia: quién se sienta libre de pecado que arroje la primera piedra… la mujer increpada es salvada de ser apedreada.
Agradecemos la motivación de éstas líneas a esos espíritus gregarios, Angelicales, mediadores, generosos que son capaces de darlo todo a cambio del bienestar colectivo, del bienestar de la comunidad, incluidos aquellos que no profesan dogmas de fe, sino más bien que su vida misma es un testimonio de bondad y de efectuación de hacer el bien a los otros. Nosotros mismos no reclamamos pertenencia a ningún credo o doctrina religiosa, pero nos seduce aquella generosidad desinteresada, aquel invento, aquel dispositivo religioso, aquel religare que vivifica a la comunidad con sus rituales en ese pacto de fraternidad.
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