Los Niños del Cielo

Por Mauricio Castaño 
Historiador
Colombia Krítica

En el año 2000 se motivaron las líneas que siguen y que hoy 18 de julio de 2021, veintiún años después, las publicamos en este blog, con las siguientes anotaciones. La primera es agradecer a León Darío Mejía Arango el rescatar este texto que ya hacía parte del completo olvido, en los tiempos presentes la memoria es muy frágil. La segunda nota es el contexto educativo en el que se escribió la reseña del film Los Niños del Cielo y que en la columna de ese entonces titulamos La Pobreza no es un Inconveniente para Ser Felices. Un grupo de maestros de secundaria enseñábamos en Medellín en el barrio Picacho, ubicado en una de las comunas más pobres y en donde el sicariato al servicio del narcotráfico era el modelo atractivo para los jóvenes porque era la oferta de empleo más a la mano y más efectiva que tenían en la ciudad más inequitativa o donde la pobreza se acentúa más que en Colombia y en América Latina según datos de la ONU. Esta oferta mafiosa y traqueta que se les ofrecía a los estudiantes y a los jóvenes, era una competencia muy fuerte con la que teníamos que vadear los docentes y directivas de tratar de retener a los estudiantes en la aulas. 

Rápidamente recuerdo una anécdota allá en el colegio del Picacho, su nombre tomado de uno de los siete cerros tutelares que lleva el mismo nombre: una tarde estábamos en plena clase cuando fuimos interrumpidos por unos ruidos de cañón de metralla o pistolas, nuestro miedo en cuestión de instantes pasó de gris a oscuro cuando vimos salir de los propios salones a estudiantes desfundando sus armas para batir a sus enemigos y para tomar sus mejores posiciones en los distintos recovecos y alturas de un edificio de dos plantas de amplios corredores que alojaba más de mil quinientos estudiantes. Creedme, yo sentí el doble de miedo cuando vi y me entero por primera vez que uno de esos pillos que desfundaba el arma bien escondida en su bragueta, era uno de esos malos estudiantes que yo exigía rendimiento académico y que por supuesto no me tenía en la buena, como ellos decían en su parlache. Los profesores de manera instintiva nos fuimos todos a la sala de profesores para resguardarnos de alguna bala perdida. Pedimos la presencia del rector sexagenario Ernesto Charri. Una vez allí y después de escuchar preocupaciones y miedos de los colegas, soltó una frase que me desconcertó y mi cuerpo quedó como congelado, esta fue su literal expresión "Hay que aprender a no angustiarse." La verdad es que todos quedamos mudos, es como si nos hubiera desenchufado el pensamiento o nuestra voluntad de raciocinio. Años después toda esta situación la encuentro muy familiar en el Poema Pedagógico, novela de Makarenko.

Entonces, decíamos, es en ese contexto en el que se escribió esa columna y que no tenía otro propósito que dar esperanza a estudiantes, padres y profesores, en especial estos últimos, darle un punto de apoyo, darle fuerza a esa cosa curiosa y propia llamada vocación del maestro que lo hace levantarse todos los días para tratar de dar lo mejor de sí; el decir curioso es porque la enseñanza con amor y pasión no está bañada ni impregnada de ningún bálsamo o dogma de fe, más bien es la creatividad la que inspira en todo momento. Y los espectadores descritos son los estudiantes de aquel colegio llevados a ver el film en el Colombo Americano de la ciudad de Medellín.

Acá el texto escrito en el año 2000, se conserva en la parte final testimonios que tomamos de estudiantes.


Titulo : Niños del cielo (también traducida como Niños del paraíso) realizada en 1997. Director: Majid Majidi (Teherán, 1959). País de Irán, protagonistas Ali y Sahra.
 Idioma persa. Traída a Colombia en 1999.

Pocas películas estremecen tanto nuestra propia realidad como los niños del cielo. Desde que nos sentamos frente a la pantalla es imposible escapar a la historia de dos niños que comparten un par de zapatos para ir a la escuela. Con un guión elemental que mantiene a los espectadores pegados a su silla durante hora y 25 minutos nos entregamos al encantamiento! Y de qué manera! Porque desde que se inicia el primer plano de unos zapatos rotos y una manos con dedos ágiles que danzan una aguja que los remiendan, las miradas no abandonan la pantalla. La sala se llena de silencio, y nos damos cuenta que no sólo es la vista la que está comprometida, también lo está todo el cuerpo, todos los sentidos. Cuando más se escucha un chasquido de dientes, los puños que se aprietan con fuerza, pieses que se estiran en solidaridad tratando de enderezar cualquier situación desfavorable al personaje, cuellos que se estiran, respiraciones truncadas o aceleradas y luego unas lágrimas son robadas a los jóvenes espectadores. Son múltiples sensaciones despertadas al punto de hacer doler la cabeza: toda la película se la pasó fue moviéndose, levantándose al punto de transferirme sus angustias. Fueron las palabras de un estudiante.

Pero... ¿Qué es lo que tiene esta película que encanta a los jóvenes y adultos? Agrada la simplicidad de la historia de dos niños que comparten un par de zapatos para ir a la escuela porque su padre no tiene dinero para comprar a cada uno un par. Encanta el amor fraternal, la inocencia y los exaltados valores de Alí y Sahra, la capacidad de sorprender con el amor y el respeto por estos dos niños protagonistas. Pero aunque experimentamos el encanto, sigue existiendo un hondo vacío, una tristeza que no puede explicar su procedencia... ¿Acaso no es el contraste de nuestra realidad misma  que nos agobia y nos enceguece? Es allí donde parece que se encuentra la explicación a ese malestar que deja la película y que nos deja inconformes.

En la hermosa trama de Ali y Sahra como niños protagonistas de la pelicula, la pobreza no es un inconveniente para ser felices.  La pobreza no es sinónimo de la no felicidad; todo lo contrario, predominan los valores de lo humano como la solidaridad (compartir el par zapatos, él en la mañana, ella en la tarde), la dignidad, porque aún en su pobreza, los protagonistas no son despojados de su dignidad  ni de su optimismo vital ni de su capacidad moral para asumir la existencia.

Aunque la película como toda obra de arte, no trae moralejas, no viene a menos recoger el siguiente testimonio, a manera de lección personal del estudiante Luis Carlos Caro Castrillón del grado 9 que vivió y sintió la película. Su énfasis fue puesto en la fuerza de voluntad, y de cierta manera de los valores vividos en familia, que deben acompañar a las personas en sus propósitos, todo el texto que sigue es del estudiante: "Estos dos niños dan a los colombianos una buena lección: hay muchas personas que dicen no estudiar porque no tienen manera de conseguir los mejores zapatos o las mejores ropas, como si fuera esto lo que aprendiera. Para una persona estudiar lo único que necesita es tener mucha fuerza de voluntad, y sobre todo muchas ganas de estudiar.

Como pudimos observar, en la pelicula los niños se intercambiaban (turnaban) los zapatos para poder cumplir con sus labores estudiantiles. En nuestro medio existen personas que son muy desagradecidas, que aún teniendo todas comodidades sale de sus casas supuestamente para el colegio, pero tal parece que el colegio se les pierde y pegan para otro lado.

Estas personas no deberían ocupar un cupo en los colegios y escuelas, se lo deberían dejar libre aquellos que en realidad sí estén interesados en aprender y llenarse de sabiduría, porque el estudio lo necesitamos para todo. Aún así, hay quienes dicen que esto no es cierto, y entonces no estudian ecuaciones, por emjemplo, dizque porque nunca la van a utilizar en su vida. Esto es totalmente falso, ya que uno nunca sabe el futuro que le espera, por este motivo debemos tomarle amor y cariño al estudio.


La gente piensa que los personajes del cine son sacados de una película y dicen: "esto es simplemente una película, pero no se han puesto 
a reflexionar o a preguntarle a sus padres a sus abuelos como fue que les tocó estudiar en sus épocas. Mis padres me cuentan que cuando ellos estaban estudiando, les tocaba levantarse muy lemprano a buscar leña y comida para los animales antes de irse a estudiar. Luego tenían que coger a pie una hora de camino para poder llegar a la escuela, aún con estos esfuerzos cumplían con responsabilidad y gusto sus labores estudiantiles. En ciertas cosas esto es comparable con la película.

Yo tuve un tiempo que no asistía al colegio. Pero cuando mi mamá me contó aquellas experiencias de cómo le tocó estudiar, inmediatamente pensé: Si estudió mi mamá con sacrificios, ¿porqué no voy a estudiar yo en estos tiempos que hay más facilidades y hay más tecnología. Esto se deberían poner a pensar las personas que no quieren estudiar. Si se salen de estudiar, se aburren en sus casas sin hacer nada y es así como miles de Jóvenes cogen el camino de las drogas y del vandalismo. El dinero no es inconveniente para estudiar, como ya lo había dicho antes, sólo es sino tener empeño y dedicación, ganas de aprender, fuerza de voluntad. No se deben desaprovechar las oportunidades que nos dan para estudiar, como tampoco nos debemos llenar de orgullo porque esto no conduce a ninguna parte." 


Colaboradores
Carlos Gallego. Nancy Lily Durango
Lina del Colombo Americano

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