The Guardian' denuncia que 6.500 trabajadores murieron en las obras de Qatar 2022
El Estadio Icónico de Lusail, a unos 20 km al norte de Doha, acogerá la final del Mundial 2022. © Comité Supremo de Entrega y Legado de Qatar / vía AFP
Desde que el Mundial de Fútbol 2022 se asignó a Qatar en 2010, 6.500 trabajadores inmigrantes habrían muerto en las obras de construcción, reveló el periódico británico 'The Guardian'. La FIFA minimizó la cifra y dijo que "la frecuencia de accidentes en las obras del Mundial fue baja en comparación con otros grandes proyectos" alrededor del mundo.
La cifra debería ser motivo de preocupación para el mundo del fútbol y la FIFA en particular. Según el periódico británico 'The Guardian', más de 6.500 trabajadores provenientes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka habrían muerto en Qatar desde que el pequeño Estado del Golfo consiguió la organización del Mundial 2022, hace diez años.
¿Doce muertes cada semana?
Para determinar esta cifra de doce trabajadores muertos a la semana, The Guardian se basa en las estadísticas facilitadas por los gobiernos de estos países, principales proveedores de mano de obra a Qatar. Y el número total de muertes estaría subestimado porque no se han recogido datos de otros países, como Filipinas o Kenia, que tienen muchos nacionales trabajando en Qatar.
Desde 2010, Qatar se ha embarcado en un enorme programa de construcción con carreteras, aeropuertos, transporte público, hoteles y estadios para acoger el Mundial de Fútbol 2022. The Guardian estima que es "probable" que la mayoría de estas muertes estén relacionadas con estas obras.
"La tasa de mortalidad en estas comunidades está dentro de lo esperado por el tamaño de la población y la demografía. Sin embargo, cada muerte es una tragedia, y no se escatiman esfuerzos para tratar de evitarlas en nuestro país", dijo el portavoz del gobierno de Qatar.
Sólo 37 de los 6.500 trabajadores habrían muerto en las obras de los estadios del Mundial. De ellos, 34 no son considerados como accidentes de trabajo por el comité organizador local. Unas cifras cuestionadas por varios expertos. "Hay una verdadera falta de claridad y transparencia en torno a estas muertes", dijo Amnistía Internacional.
Según una investigación encargada por la Organización Internacional del Trabajo de las Naciones Unidas, los trabajadores se enfrentan a un importante estrés térmico cuando trabajan al aire libre durante al menos cuatro meses al año.
La FIFA minimiza la controversia
"Detrás de las estadísticas hay innumerables historias de familias devastadas que se encontraron sin su principal sostén, luchando por una indemnización y confundidas sobre las circunstancias de la muerte de su ser querido", escribe el periódico.
La FIFA respondió recordando las "muy estrictas medidas de salud y seguridad" establecidas en los sitios. El organismo futbolístico mundial también asegura que "la frecuencia de accidentes en las obras del Mundial de la FIFA fue baja en comparación con otros grandes proyectos de construcción en todo el mundo".
En Qatar, el 69% de las muertes de inmigrantes indios, nepaleses y bengalíes son clasificadas como naturales por las autoridades del país. Esta tasa se eleva al 80% sólo en el caso de los indios, por los que se informa regularmente de "insuficiencia cardíaca o respiratoria aguda". Se calcula que un total de dos millones de inmigrantes fueron a trabajar a Qatar, en las distintas obras de construcción del Mundial.
Desde 2010, Qatar ha sido objeto de varias polémicas, incluyendo sospechas de sobornos en relación a la atribución del torneo. En enero de 2021, la asociación anticorrupción Anticor se constituyó como parte civil en la investigación sobre sus condiciones de atribución y el papel que podría haber jugado el francés Michel Platini.
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Football
¿Deberían los espectadores boicotear la Copa del mundo de fútbol 2022? Veamos que responden los filósofos
Batiste Morisson, publicado el 10 de octubre de 2022
A Estrasburgo y Lille, esta semana se sumaron Paris, Marseilla, Burdeos, Nancy & Reims a la lista de las ciudades que no dispondrán de fan-zones, ni de pantallas gigantes para difundir la próxima Copa del monde de fútbol, que se realizará en Qatar. Decisiones importantes que relanzan, y esta vez en la cancha del espectador, una pregunta que ha estado en suspenso desde hace muchos meses: ¿tenemos el deber de boicotear esta competencia cuyo balance social y medioambiental resultó más que inquietante?
El rigorismo kantiano: boicotear para no ser cómplice
Conocida por su exigencia, la ética kantiana está desarrollada en los Fundamentos de la metafísica de las costumbres (1785). El filósofo alemán la resume en la forma que llamó un imperativo categórico: una regla incondicional, cuya observancia debe ser garantizada cualesquiera sean las circunstancias. Si el ofrece muchas versiones a lo largo de toda su obra, seguramente que la siguiente es la más interesante para reflexionar en el boicot: «Actuar de tal manera que se trate a la humanidad tanto en tu persona como en la del otro, nunca solamente como un medio sino siempre al mismo tiempo como un fin». Una frase qui nos invita a considerar todo ser humano como un fin en sí mismo, y no solamente como un instrumento, cualquiera sea la situación en la que nos encontremos. En tanto que ser razonable, el hombre es una persona; sa valor es inestimable y no puede pues ser tratado como un objeto.
Esta dignidad inalienable del hombre, Qatar parece habérsela negado a los 6.500 obreros que fueron usados como instrumentos, poniendo en peligro sus vidas –miles la perdieron, en condiciones de trabajo inaceptables–, para construir ocho estadios monumentales. Si es cierto que Kant habría enfáticamente condenado una tal iniciativa, ¿llegaría a inculpa igualmente al espectador del mundial, que de ninguna manera ha participado en su realización? Puede que sí. Después de todo, mirar los partidos, es participar, quiéraselo o no en la financiación del acontecimiento. Para convencerse de ello, es suficiente con constatar que la mitad de los partidos serán difundidos por cadenas que pagan, y recordar que las publicidades de los encuentros de la segunda vuelta son cobradas teniendo en cuenta el número de espectadores contabilizados en la primera vuelta de encuentros…
Pero se dirá que un espectador más o uno menos, ¿en qué cambia eso los ingresos de Qatar? Esta objeción no es válida para Kant, que piensa menos en las consecuencias de nuestras acciones que en su conformidad con el deber – que implica que no se puede apoyar ningún proyecto que niegue la dignidad humana. Defensor de una moral rigorista, el filósofo habría sin duda preconizado boicotear los partidos por la televisión… e incluso en streaming, pues la intención del acto, no sus efectos, los que deciden sobre su moralidad.
La moral sentimental de Hume: boicotear por “benevolencia”
A la inversa de Kant, David Hume no cree que la conducta moral esté determinada por nuestra razón – facultad puramente teórica, e incapaz de hacernos actuar. Lo que motiva la acción moral es más bien la sensibilidad, es decir nuestra capacidad de experimentar compasión o aversión ante ciertas acciones y situaciones. Esta tesis la desarrolla en el Tratado de la naturaleza humana (II, 1, 1739-40): el pensador escosés explica allí que lo que empuja a los hombres a la acción moral es la «simpatía», definida como la facultad de percibir «los sentimientos de los otros». Todos los vivos son capaces de una tal simpatía (comprendida, en un sentido más moderno, como empatía), que se experimenta no solamente con respecto a sus parientes, sino también por todos los hombres, sin condición de proximidad. Entendida de esta manera, se llamará entonces «benevolencia».
Mientras estamos embargados por este sentimiento, «notable en la naturaleza humana, a la vez en sí mismo y en sus consecuencias», deberíamos experimentar una repulsión instintiva con respecto a los partidos de la Copa del mundo. El sufrimiento de los obreros muertos en los lugares de trabajo, y el de la comunidad LGBTI+ actualmente perseguida por un régimen discriminatorio –si es transmisible– tiene en efecto con qué disuadirnos. Aunque esto no cambie en nada el desenvolvimiento del mundial y el estado de los derechos humanos de los qataríes, nuestra sensibilidad, y a fortiori nuestra «benevolencia», podrían quitarnos todo deseo de ponernos a ver la competencia.
El argumento de Hume es interesante, pero reversible. Si existe una comunicabilidad de los sentimientos humanos, no estamos seguros que podamos resistir ante el entusiasmo de algunos de nuestros prójimos, reunidos ante el televisora… ¿Se impondrá este sentimiento sobre la aversión sentida por compasión con respecto a las víctimas del proyecto qatarí? En todo caso la pregunta bien vale la pena hacérsela.
El consecuencialismo de Bentham: ¿para qué vamos a boicotear?
Principal defensor de lo que se puede llamar una ética consecuencialista, Jeremy Benthame se interesa ante todo en los efectos de nuestras acciones sobre el conjunto de la sociedad. Contra toda una tradición en filosofía moral que se interesa en las intenciones y no en las consecuencias, él escribe que «la moral es el arte de maximizar la felicidad común». En la Deontología o ciencia de la moral, una obra publicada a título póstumo en 1834, el filósofo desarrolla esta concepción del bien. Explica que lo que hace que una acción sea considerada como buena o mala, es su «tendencia a acrecentar o a disminuir la suma de felicidad pública».
No hay ninguna duda de que Bentham habría condenado el proyecto, decidido en 2010, el de realizar una Copa del mundo en un país desértico como Qatar. Verdadera aberración ecológica, el proyecto disminuirá don toda seguridad «la felicidad pública» al participar en el calentamiento global, cuyos efectos se manifiestan ya por todas partes en el mundo. Dicho esto, tal vez no sería tan seguro que Bentham se hubiera opuesto a que asistiéramos a los partidos, pues el mal ya estaría hecho. ¿Para que boicotear? No estamos seguros que una persona menos ante el televisor vaya a cambiar en algo la situación. Siguiendo la lógica que desarrolla en sus obras, es posible que esta fuera la respuesta de Bentham si se le interrogase sobre el tema.
Quizás hasta iría más lejos. Negándonos a ver el mundial y dedicados a vociferar contra los que no quieren privarse de velo, ¿no estaremos disminuyendo el «alborozo público» por estar difundiendo pasiones tristesl? Si nos atenemos a la ética benthamiana, boicotear la Copa del mundo ¡podrían incluso tener algo de inmoral!
El minimalismo de Ruwen Ogien: evitemos simplemente hacer el mal
Ruwen Ogien (1947-2017), filósofo francés conocido por su «ética mínima», rompe con los principios de las morales más exigentes. No se trata para él de proponer una concepción de la vida buena unívoca y universal, y de reconocer la noción kantiana de deber con respecto a sí mismo. Se asume, en El pánico moral (Grasset, 2004), como el defensor de un principio único: no dañar a los otros.
Seguramente que él no habría calificado de inmoral el mirar la Copa mundo, puesto que difícilmente uno puede causar daño de esta manera. Por el contrario, como Bentham, sí se habría opuesto a la realización del proyecto qatarí, qui plantea serios problemas sociales y humanos.
¿Será que una tal ética puede ser profesada actualmente? Está permitido dudar. La idea de una «intervención limitada a los casos de afección flagrante causada a otro» parece tener algo de insuficiente. ¿No ha conducido ella a los dirigentes del mundo entero a tolerar que esta gran-misa deportiva se desenvuelva en un Estado tan poco respetuoso de los derechos humanos? Le podríamos objetar a Ogien que con la ética mínima se acrecienta el riesgo de una forma de anestesia moral, que puede llevarnos a proyectos finalmente dramáticos en el plano humano.
Estas cuatro éticas ciertamente discutibles, no formulan una respuesta unívoca a la cuestión del boicot de este evento deportivo; sin embargo exhiben las implicaciones morales y filosóficas de un debate que actualmente de desenvuelve acaloradamente. Nos corresponde profundizar estas reflexiones, y hacer nuestra una de las éticas expuestas, de aquí al comienzo de la competencia en solo algunas semanas…
Traducido por L.-A. Paláu C., Envigado, co, octubre 15/2022
Adenda
Por su parte, Dinamarca también adoptó una firme postura en contra del Mundial de Fútbol Qatar 2022. En este sentido, la marca que viste al seleccionado danés lanzó una camiseta negra en señal de luto. "Esta camiseta lleva consigo un mensaje. No queremos ser visibles durante un torneo que les ha costado la vida a miles de personas. Apoyamos a la selección danesa en todo momento, pero eso no es lo mismo que apoyar a Qatar como nación anfitriona", sentenció en Twitter la empresa Hummel.
La Federación danesa de fútbol y Hummel, la marca que viste a la selección, anunciaron que lucirán sus escudos prácticamente invisibles en las camisetas, un gesto de repulsa a la celebración de la Copa del Mundo en dicho país.
Ahora la federación danesa ha ido un paso más allá, añadiendo nuevas medidas para boicotear el Mundial en Qatar. Los jugadores saben que no estarán acompañados por sus familiares durante su participación en el torneo, ya que desde la federación quieren que la actividad en el país árabe sea la mínima. "No queremos contribuir a generar ganancias para Catar", dijo Jakob Hoyer, gerente de comunicaciones de la Unión Danesa de Fútbol, al periódico 'Ekstra Bladet'.
"Así que hemos reducido al máximo nuestras actividades de viaje. En anteriores (finales de la Copa del Mundo), las esposas y novias de los jugadores han viajado con la directiva, pero como dije, hemos cancelado esos viajes para estas finales", continuó diciendo.
Brazalete de Hummel-Dinamarca contra la discriminación en Qatar.
Incluso el diario 'Le Quotidien' de París, anunció que no realizará ninguna publicación relacionada con Qatar 2022, una forma de protestar contra los "ataques intolerables a la dignidad, a las libertades humanas, a las minorías y al planeta".
Les Beatles en 1963. © UIG/SeMstudio/Fot/AKG
Entretien
Cuando Pierre Bayard imagina un mundo sin Shakespeare, Proust o los Beatles
Pierre Bayard, afirmaciones recogidas por Batiste Morisson, publicado el 14 de octubre de 2022
Prosiguiendo su exploración de los mundos posibles, el especialista en literatura Pierre Bayard, en Et si les Beatles n’étaient pas nés? (Minuit, 2022), muestra que las obras maestras aplastan todo a su paso. Entrevista en forma de reparación.
(...)
Proust transformó nuestra manera de leer al crear un nuevo “canon literario”. Hizo así que se hundieran en el olvido muchos autores que antes habían sido venerados; ¿lo apesadumbra?
Cito en mi libro un artículo maravilloso de Borges, en el que afirma que un gran escritor como Kafka crea a sus precursores. Nos indica así que un cierto número de autores de los siglos precedentes no tenían nada de kafkianos antes de Kafka, pero que este, por su irradiación, les transforma después de todo su obra haciéndola consonar con la suya. Se me ocurrió como a él la hipótesis de que los autores de obras maestras –en todo caso consideradas como tales– no sólo ejercen una influencia sobre los autores que siguen, sino también sobre los que los preceden. Proust es un buen ejemplo, cuyo éxito tiene que ver para mí con que inventa lo que llamo, a partir del filósofo de las ciencias Thomas Kuhn, un paradigma, es decir un conjunto de cuestiones planteadas al mundo (focalización sobre el tiempo, atención prestada al Yo, se deja de lado la intriga…) y una escritura para decirlas, que van a terminar por encontrarse, por lo demás luego de un cierto tiempo –Proust no siempre ocupó el lugar que es el suyo en la actualidad–, con las preocupaciones de una época, marcada por el psicoanálisis y la mirada sobre sí mismo. Pero el triunfo de ese paradigma –que no necesariamente es eterno– condujo a poner de relieve a algunos autores como Flaubert y a echar a otros a las sombras, a esos que no respondían a los mismos criterios de selección. En los mundos paralelos donde el paradigma dominante es el del gusto por el relato de aventuras, escritores como Alexandre Dumas o Julio Verne ocupan el primer plano. Y en aquellos en los que el paradigma dominante es histórico, es Anatole France, el que ocupa un sitio más importante que Proust en los manuales de literatura hasta los años sesenta. Ni siquiera nos damos cuenta de la manera como Proust convierte hoy a otros autores en ilegibles, incluso anteriores a él, pues no hay nada más difícil que deshacerse del paradigma dominante en una cierta época, que a Proust como superior a Anatole France. Para eso habría que realizar esa épojè (ἐποχή) de la que hablan los fenomenólogos, esa puesta entre paréntesis del juicio, que nos permitiría por ejemplo comprender por qué el dramaturgo Ben Jonson fue durante muchos siglos considerado como más importante que Shakespeare.
En recuerdo de mi profesora Marie-Antoinette Tonnelat que escribió una historia de la teoría de la relatividad mostrando como dicha teoría reorganiza recurrentemente la historia de la física. tr. por Luis-Alfonso Paláu, octubre 15/2022
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