Historiador
Colombiakrítica
Las palabras sangran, fluyen a borbotones y detonan en la boca que habla. El lenguaje es posible en un empirismo en el que los órganos dictan su voz, entendible en ese marco que define a la vida como las fuerzas o las funciones que contrarrestan a la muerte. Nadie está a título individual en su propio cuerpo. En cada día, en cada momento y a sus espaldas, la muerte roe la vida, pero ésta no se queda quieta, lucha para imponerse. En cada momento, a medida que pasan los años, vamos perdiendo fuerzas, las funciones orgánicas se debilitan, se estropean. Y más allá, la muerte está inscrita en la genética de cada viviente, por lo demás, una razón para dar espacio, recursos y alimentos a otros seres que están por venir, que vienen después. Que nadie se horrorice con esa cosa tan normal y de diario como es la muerte.
Vida, economía y lenguaje, un tríada para una realidad, para una experiencia, una empiria. El nuevo empirismo podemos entenderlo como lo que uno solo puede sentir, experimentar pero que los demás no. No porque no puedan, sino porque toda experiencia es única. Y una experiencia repetida se convierte en ciertas habilidades, quienes tienen un cierto entrenamiento, por ejemplo, quien tiene destrezas en un determinado campo del saber.
Un entrenamiento es capaz de mostrar la potencia de lo que puede, de lo que es capaz un cuerpo. Un cuerpo es capaz de hacer cualquier cosa si está entrenado para hacerlo. Un cuerpo que está vivo está dotado de fuerzas que resisten. El cuerpo, la carne es capaz de mucho si se la moldea. En consecuencia, todo conocimiento es una forma de percepción. Recordamos acá que la vida es energía. Hay energía de alta potencia como el fuego; y de baja potencia como la grafía con sus formateos, los guiones televisivos que meten en los cerebritos esto o aquello que quieren replicar, poner a circular una noticia en el país, ellos, los agentes mediáticos, simulan ser dioses mensajeros, pero tan solo hacen pura tontería para idiotizar a la audiencia.
A manera de ejemplo una experiencia. Mi sentir con la muerte. De niño recuerdo no era un drama que paralizara, más bien era un acontecer pasajero del diario vivir, un muerto humano no se diferenciaba de un cadáver de una mosca o un ratón. El muerto era una cosa más entre muchas otros seres. Con el correr del tiempo, experimenté que los muchos muertos, alrededor de veinte de una misma familia, arrastrados y ahogados por una avalancha de un río, envolvió a todo un pueblo entero en una especie de fantasma con sabor a tragedia, ese hecho mismo de un río furioso que arrastró consigo casas y gente, conmocionó a la población y la envolvió en todo un cascarón religioso de miedo y sumisión, un Dios furioso que cobró venganza.
Esa misma sensación de tragedia sentida por la población, se irrigó en mí, fui contagiado. Fue una experiencia no ya desapercibida sino que infundaba miedo por ese más allá desconocido de la muerte. Pero la experiencia de la muerte como tal, de la presencia que se va y que uno extraña, vino a suceder con la adolescencia, incluso en la adultez con amigos muertos a muy temprana edad, bien fuera por el cáncer que no perdonó o por la violencia que cobró las locuras de la avezada juventud que a nada temía por que creía tener el mundo a sus pies.
Esas muertes dolieron y dejaron vacíos, pero la verdad, en el fondo del ser, todo se resumía en el miedo de morir, la muerte había tomado a los más cercanos, podía haber sido uno mismo, entonces se sentía haber ganado una partida, en sí se alegraba en el inconsciente de que el muerto fuera el otro y no uno. Otras muertes que duelen son los magnicidios o de líderes que arriesgaron su vida por un mejor mañana. Pero uno no se aleja de un cierto pesimismo y ve allí una especie de fascismo empeñado en podar la población humana, lo hacen para no tener que compartir los recursos necesarios para la existencia. Es otra clase de dolor, es un sentimiento público, una solidaridad de vida.
En resumidas cuentas, y volviendo al tema, toda experiencia, todo empirismo es posible gracias a los cinco sentidos. Los sentidos perciben, dan cuentan, reportan el mundo según sus percepciones. Todo acontecer de una vida es registrado por el filtro de sus cinco sentidos. Cada individuo recibe información del mundo, del entorno, del medio en el cual vive y con el cual interactúa resolviendo los problemas que se le presentan.
Cada viviente y según sea el medio favorable, configura una experiencia única, válida para su vida y su torno. Por lo demás, empirismo quiere decir experiencia, lo experimentado por cada individuo. Ésta experiencia orgánica y de sentidos no es delegable o sustituible a un único órgano, como decir, por ejemplo, que es en el cerebro donde se concentra y se emanan las sensaciones para así dar una razón única y valedera, algo así como un imperialismo de la Razón, una razón única válida para todos y en todo lugar. Nadie quita que el cerebro es un mediador, una central de reportes, pero cada percepción es diferente en cada cuerpo. Cada quien vive su propia experiencia, su propio empirismo.
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