La felicidad todos la quieren, todos la buscan, pero ¿porqué tan huidiza, tan esquiva? Muchos dirán que el problema no está en quererla si no en que se desea mal, mucho, hasta lo inalcanzable y con ello sobreviene la frustración. En parte el deseo como búsqueda o carencia, pero también como múltiples devenires. Unos serán afortunados por sus éxitos alcanzados, otros por el contrario estarán agobiados, abrumados por sus desgracias cosechadas.
Fueron los epicúreos quienes recomendaron evitar los dolores causados por desear mal y procurarse de los placeres más simples y más puros, los naturales y necesarios a su decir. Sólo un vaso de agua y algunos higos son los necesarios para el bienestar, huir de la desmesura, de los excesos del glotón. Casi que preferir lo más mínimo rayando con lo casi nada, ir ligeros de maletas, la levedad se presenta como valor superior. Es necesario salir del medio que nos envuelve y nos encierra. Ir rápido con el fin de reunificar en un instante lo ilimitado que se exhibe ante nosotros y nos niega o disminuye... Con la rapidez del desplazamiento nos reafirmamos así mismos. (Dagognet)
De por sí la existencia conlleva una serie de miserias como la enfermedad y la vejez que disminuye la existencia, hay males evitables, otros no. Es la ataraxia, la ausencia del dolor, además de la medicina que les procura alivio, están los del espíritu que buscan en la meditación remediar angustias y tristezas.
Existencia quiere decir estar por fuera, el ser exteriorizado, el yo entregado al afuera, el espíritu sale para reflejarse en la obra realizada con la mano y la herramienta que la auxilia, el pintor, el escultor son algunos ejemplos. El existir es una dinámica de llenado y vacío, uno se procura de cosas deseadas, pero ese vacío es permanente, no se sacia. Y mejor es definir la vida como un movimiento perpetuo en sociedad, porque la quietud y el aislamiento matan.
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