Nunca Fuimos Modernos

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


 Nunca fuimos modernos es el título de un ensayo de Bruno Latour. Pero ¿dónde está el quid del asunto? Es bien sabido que la modernidad era el vagón de moda al cuál había que subirse para no quedarse atrás. Y no sólo era eso, sino que había que extenderla, llevarla a todas partes en donde no estaba. Pero a todas estas que se entiende por modernidad, palabra de uso corriente que todo el mundo usa como decir buenos días, buenas noches. Todos dan por supuesto un significado consensuado que están refiriendo a lo mejor de lo mejor, lo último ya probado y conveniente por adquirir, el camino por transitar, so pena de quedarse atrás de lo que manda la moda.


La modernidad se tornó en empresa colonizadora y la más conocida fue de las conquistas de otros territorios, con cruz y espada llevaron el credo de la modernidad a pueblos que juzgaban atrasados, que no tenían ni ciencia ni cultura ni supuesto Dios verdadero. Eran pueblos considerados que ni tenían matrices lógicas para aprehender la realidad, carecían, según los colonos, de una dialógica, de un aparato científico y filosófico que produjera verdad. Ser y pensar diferente a la verdad establecida eran motivos suficientes para declarar salvaje o atrasados a pueblos diferentes, los consideraban sin acceso a la ciencia, a la cultura y a la religión que mandaba el ser moderno. Era el rasero con el cual se medía a propios y extraños, era la matriz lógica obligada, el imperialismo, la dictadura de los colonizadores que se creyeron modernos y por tanto imponer su credo.


La modernidad se erigió como una empresa que llevaba una civilización global en todos los campos de ciencia, cultura y religión, se imponía una matriz de cientificidad global para ser impuesta en cada localidad del globo terráqueo. Pero en nuestros días sabemos que lo global y lo local no se excluyen sino que se complementan, cada pueblo brinda cultura y técnicas que enriquecen al otro lado del océano. Cada territorio y cada población habitan su propio medio favorable y por tanto sus experiencias específicas. Así como naturaleza y cultura ni son oponibles sino más bien complementarias, no se sabe donde termina la una ni donde comienza la otra.


Pero más que poseer una verdad absoluta, una verdad cogida de la cola, de trascendencias, lo que se trata es de lo que se vive en el momento y en el medio donde se encuentre con sus condiciones particulares. Son las circunstancias, es de lo que se vive, de lo que pasa en el momento.  En sí, es un tema de redes, de intercambios, todo se juega en el medio, por donde se pasa, ir y venir, es un tema de mensajería, de intercambios sin perder cada uno la esencia, lo trascendente. Todo está en la Inmanencia, Inmanere quiere decir residir en. Lo global / local y lo natural / social son realidades que todo el tiempo se están intercambiando sin saberse donde termina la una y donde empieza la otra, son más bien flujos en constante movimiento, todo se juega en la intermediación, todo se juega en la membrana como en la piel en el cuerpo de un viviente que deja pasar en doble vía para constituir experiencias específicas, lo que vivo, lo que siento.


Pasar, mediación, estar en el medio, nunca nada definitivo, es decir ex-istir, estar por fuera, el ser que se va haciendo en la interacción con el medio favorable, con el entorno, siempre en el medio, en la mediación, todo se juega allí, en el pasar, en la mensajería, se parte del encuentro y no de la permanencia, el devenir es una bonita expresión para definirnos. No existe naturaleza ni cultura en estado puro, todo es mezcla, devenir. Los universales son más bien relativos, o mejor híbridos, diferencia y repetición, el eterno retorno que se repite de manera diferente, repetición y renovación. Todo se juega en la mediación, en el intercambio se muestra lo mejor. Lo local y lo global se complementan más que anularse. Nada está dicho de manera definitiva, todo es tránsito, todo es devenir, y de acuerdo nunca fuimos modernos

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