Historiador
Colombiakrítica
El trabajo es la realización del hombre, en el hacer nos exteriorizamos, en la obra realizada entregamos nuestro interior, lo más íntimo que hay en mí, dime qué haces y te diré quién eres, razón ontológica. Hoy, en nuestros días, se presume todo lo contrario, en el mundo presente el valor del dinero se toma como fin en lugar de medio de intercambio, una gran mayoría de personas quieren ser ricas, famosas y excéntricas, todo lo quieren resolver con plata, cuánto tienes, cuánto vales es el principio prima. Por ejemplo, en las casas de famosos, sus vecinos se quejan del ruido de la música a alto volumen durante toda la noche hasta el amanecer, ante el llamado al orden de la policía y las autoridades competentes, contestan que bien pueden multar cuantas veces quieran que luego ellos madrugan a pagarlas.
El dinero está por encima de todo. Para muestra un botón, para ejemplificar, sólo mencionar los famosos o llamados influencer que facturan miles de millones al mes, mil millones, por ejemplo, gana un joven de éstos en Colombia, según consulta en la red. Otro tanto y a mayor escala, sucede con los ricos, la Plutocracia de Estados Unidos: «La joya de la corona de lo que la revista globalista británica The Economist denominó presidencia imperialista (sic), es un mandatario multimillonario (se estima que Trump pesa 6 mil 800 millones de dólares), financiado y respaldado política e ideológicamente por las personas más ricas del mundo: Elon Musk, adepto al saludo nazi y propietario de la automotriz Tesla, la empresa espacial Space X y la red social X (Twitter), con un patrimonio neto reportado de 433 mil millones de dólares; Jeff Bezos, de Amazon y Blue Origin (239 mil millones); Mark Zuckerberg, de Meta (211 mil millones); Larry Ellison, de Oracle (206 mil millones); la israelí-estadunidense Miriam Adelson, heredera del imperio de casinos Las Vegas Sands y megadonante republicana (32 mil millones); el magnate de los medios Rupert Murdoch (22 mil millones); Brian Armstrong, de Coinbase (12 mil millones); Peter Thiel y Alex Karp, ambos de Palantir (10 mil millones y 4 mil millones, respectivamente); Tim Cook, de Apple, y Sam Altman, de Open AI (ambos con 2 mil millones), y Sundar Pichai, de Alphabet, matriz de Google (mil 100 millones)».
Ante tanto flujo de dinero se entra en la duda si es producto de lavado del narcotráfico, de las rentas ilícitas. La noción de riqueza tan diferente a la de hace algunas décadas en cabeza de industriales o finqueros con sumas de dineros no exorbitantes y que bien podían decir que todo era producto del trabajo duro, todo era ganado con el sudor de su frente, como suele decirse. Hoy los nuevos ricos, por ejemplo, los hombres de las redes de la internet pueden volverse personas forradas en dinero de la noche a la mañana con tan sólo decir una estupidez que cause gracia a las ingenuas masas de internautas.
Ante ésta riqueza piramidal, cada vez los ricos son menos y los pobres más, recuerdo a Susan Georges en su informe Lugano y ante la crisis de la bolsa de New York, decía que los ricos empobrecidos de la noche a la mañana, tenían que conformarse con el sueño de los pobres: tener un empleo. Una vez más la riqueza está por encima del trabajo mismo ridiculizado una y otra vez.
En suma, Vuestra Majestad: El Dinero. La riqueza hoy es distinta a la de hace algunas décadas, por ejemplo, en nuestros tiempos se habla no del metal precioso del oro como representante o generador de fortuna, se habla más bien de la información que fluye por las redes sociales, por la nube informática, el oro digital. Los grandes ricos no son los grandes ganaderos, finqueros, los hacedores de grandes fortunas son quienes están detrás de una cámara y un micrófono produciendo contenidos para entretener a la gran audiencia, al gran público. Cada click dado en un dispositivo es dinero para los dueños de esas grandes plataformas y para quienes producen los llamados contenidos.
El gran problema es que el dinero para el gran público se ha convertido en un fin en sí mismo y no en un medio, en un símbolo que posibilita el intercambio de productos, por lo demás, sin éstos no hay riqueza, en sí, es el trabajo en sí mismo la mayor riqueza, sin éste no hay producción. Recuerdo la fábula de La Fontaine: Un padre en su lecho de muerte mandó a llamar a todos sus hijos para dar instrucciones sobre su herencia, ante todos reunidos a su alrededor le dice que ha dejado un gran tesoro enterrado en la tierra de su propiedad, para encontrarlo tendrán que buscar bien profundo aquí y allá. Muere el padre y los hijos escarban la tierra todo el año y no encuentran ningún tesoro nada más que los buenos frutos de la cosecha. Luego se ha de entender que el tesoro es la misma tierra, que si se remueve dará buenos frutos. He allí el tesoro: el trabajo mismo.
No sucede así en nuestra época. El trabajo mismo es menospreciado y se ve en la riqueza misma, en el gran cúmulo de dinero el gran objetivo, la gran meta de la vida. Vale también recordar a Diógenes Laercio que renunció a sus comodidades en protesta de una sociedad sin rumbo, éste filósofo, cuenta la leyenda, que se le veía a plena luz del día con una linterna gritando ante las multitudes: Busco un hombre, busco un hombre. Pero ¿a qué se refería si estaba rodeado de multitudes? La referencia está hecha a un nuevo hombre, a una nueva sociedad con polo a tierra, con principio de realidad fuera de los mundos del mero deseo irreal. El culto al dinero es similar a los tiempos antiguos con la adoración al becerro de oro.
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