Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com/
Lo macro es escaso o más bien inexistente. Existen las micropolíticas, las segmentarizaciones. Las oficinas de los jefes son proporcionalmente grandes de acuerdo a su importancia, a su rango. En el municipio de Medellín, por ejemplo, los espacios los miden por unas cuadrículas de por lo menos dos metros. A un Secretario de Despacho le corresponde ocho cuadros, a un Subsecretario cinco, quien le sigue, un Líder de Programa cuatro, al de Proyecto dos, y a ese funcionario raso Uno, en donde escasamente cabe un escritorio, donde apenas si puede moverse. La importancia del cargo va acompañada del tamaño del espacio, entre más grande, más son los confort recibidos: sala de juntas, sala de estar, baño privado. Y entre más importante sea el jefe, más allá, en el fondo, con varios filtros, se encuentra el acceso a la oficina del gran jefe.
Anexo con estas esferas de importancia se desprenden las ínfulas de poder, tan variadas como lo es la cultura. Son bien raros esos jefes amables y democráticos, pero en especial que dan buen trato a sus coequiperos. Su mayoría son déspotas, tiranos, hacen sentir su poder, gozan con las humillaciones que hacen sentir a los subalternos. Sienten un placer excitante cuando alguien les pide clemencia, cuando hacen poner al límite ese pedazo de dignidad humana. A esta especie de jefes los asiste un aire de superioridad, lo que les habilita en despotismo, en fachismo. Como los machos alfa, imponen su fuerza, someten a quienes quiere tener cerca, o mantienen a distancia a quienes representan amenazas. El motor de su existencia que los anima es una especie de orgullo que los eleva por encima de los demás.
Los mandos medios o el burócrata medio, de bajo perfil, hace sentir su pequeño terruño de poder obstaculizando el más mínimo trámite a quien es más débil que él, aquel de más bajo rango o a ese ciudadano de a pié que requiere de sus servicios. Similar a como lo describió Kafka en el Castillo, el burócrata hace notar su pequeño espacio de poder escondiendo información o torpedeando su flujo, práctica bien común, así sea inoficiosa en tanto la información puede ser ya pública como consta en las actas levantadas de determinadas reuniones. Por su parte, la Secretaria del jefe hace lo posible mantenerlo alejado de quienes ella considera, según su criterio, no son merecedores de su presencia. O si en sus manos está, dilatan cualquier papel firmado, para vengarse de cualquier disgusto caprichoso que le hayan hecho pasar. Es allí donde reside su pequeña parcela de poder.
Los devenires minoritarios son una alternativa para hacer frente a esos brotes que aún persisten de suficiencia de poder absoluto. El devenir expresa cada particularidad, cada colectivo, si se quiere, vive sus propias miserias o sus triunfos, sus propias luchas. Se reivindican en sus particularidades, padecen sus angustias y no la que otros poderes despóticos, les imponen. Donde haya cualquier protuberancia de poder, existirá la amenaza de aplastar otras existencias que se establecen como micro. Bienvenida esas defensas de devenires minoritarios, incluidos los movimientos políticos que se reclaman representarlos.
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