Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/
En la escena la mujer reclama a su cónyuge por no traer comida, por no cumplir con las responsabilidades materiales en el hogar. La respuesta que recibe son golpes, agresiones, violencia del macho hacia la mujer. La hija adolescente entra en vano a defender a su madre, la fuerza del padre la doblega y la deja impotente en el piso. Luego se pone de pié y va directo a la calle, desolada, topa en el camino con pillos, con el mundo del hampa. Empiezan ofreciéndole el consumo de marihuana, gancho en el cual queda atrapada en las redes criminales. El drama termina en que los sicarios quieren obligarla a matar a un señor que pasa por la calle, es su padre, ella rehúsa, uno de ellos toma el arma y cumple con la orden del jefe, además hiere en escarmiento a la adolescente. Es una dramaturgia barrial que refleja su realidad.
Existe una relación directa entre la violencia intrafamiliar y las bandas criminales, frente a la miseria y el maltrato en casa, la delincuencia se convierte en una oferta de empleo que mitiga de manera inmediata el problema de la subsistencia. Y ello a su vez, fortalece al hampa ante las poblaciones miserables, al convertirse en su única oferta de empleo. Ayuda mucho a ello, esos cimientos culturales de admiración a los pillos, esos hombres sin miedo y con grandes cantidades de dinero, con buen confort y lujos a doquier. Es un mundo atractivo para jóvenes que han aprendido del capitalismo que uno viene al mundo es a conseguir dinero, a salir adelante.
Hace poco escuche en un programa televisivo a uno de los concejales de la ciudad de Medellín, que la sociedad estaba conformada por grandes bandas criminales, mencionaba a los Constructores de vivienda, los cuales se valían de trampas para capar impuestos y así embolsillarse grandes sumas de dinero; o el sector Salud, que opera con las lógicas de grandes mafias, se roban el dinero de los contribuyentes, a cambio de nada o de un pésimo servicio para los indefensos usuarios; o del saqueo hecho a Interbolsa, una mafia que se tomó la organización para triangular transacciones, para finalmente lavar dinero del narcotráfico. Horroroso eso de que el director se subió el sueldo en $169 millones de pesos, y para que no haya dudas de la cleptomanía, se vendió así mismo, dos carros de la empresa que dirigía por un valor aproximado a los 150 millones, el cual nunca pagó. Y, a todas éstas, al ver toda esa manada de ladrones que se reparten la torta, sugería el concejal, los pillos también quieren llevar su parte en el festín, así sea poco en comparación con aquellos grandes capos.
Así las cosas, la violencia, la mafia, es la que organiza la economía de Estado; la Familia y la Escuela, la padecen. Frente a un ladrón o un matón, aparece otro más fuerte, o más vivo, más avivato como estila decirse en nuestra cultura. Un viejo principio antropológico enseñaba que cuando la sociedad entra en crisis se suspenden las reglas y normas. Entonces la sociedad es atacada por una especie de epidemia, por un CÁNCER que hace metástasis y resulta suspendida en un vacío, en un caos; sin normas y leyes qué obedecer, con la gravedad de que son los débiles quienes suelen ser los más vulnerados.
Ese cuadro de ciudad y de país, este conglomerado humano deja muy poca esperanza, al menos a mediano plazo, en que esto se componga. Hasta hace poco se evidenció que más del 50% Congreso de la República de Colombia, estaba tomado por el paramilitarismo o por grupos de narcotraficantes y asesinos. Pero lo cierto es que es tan sólo el iceberg de la sociedad, apalancada en la violencia como metodología de obtener dinero fácil, a eso se reduce la moral o la ética cristiana o empresarial de este país, anestesiado por ese principio del capitalismo de salir adelante a como dé lugar, importa es progresar, no importa si hay que pasar por encima de los demás. Aún no parece que haya ojos para ver la escena que nutre el mundo criminal.
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