Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/
Los animales orinan su guarida en señal de notificar su uso, los humanos lo hacemos por la simple acumulación, el Tener nos lanza por los senderos de la vanagloria, triunfa el mayor propietario, no importa si se tiene que asesinar para logarlo. La meta: aumentar el caudal de Poder. El Hombre, he ahí: El Mayor Depredador. Para defender el suelo, la tierra, matamos a otros hombres y de paso destruimos el paisaje, creyendo que estamos haciendo La Historia. Nos disponemos a acabar con la Tierra entera. La explicación se encuentra en el momento mismo en que se erigió el antropocentrismo como amo y señor de este mundo, su derecho de explotación total sin entregar nada a cambio. En la antiquísima tradición campesina, se respetaban los ciclos naturales ritmados por los cambios estacionarios. Antes los sabios se inspiraban en el mundo Físico, después, alejados, se concentraron en lo Abstracto, sólo el discurso del ágora, el mundo de lo Social inflado, de las relaciones sociales, la Ciudad, metrólpois, es su mejor resultado. Triunfo total de los Derechos Humanos sobre los equilibrios naturalistas. La naturaleza entró en el olvido, dejó de conducirse como sujeto de derechos. ¡Adiós a la Madre Naturaleza!
Esta relación del hombre con la natura es la del parásito abusivo, el que se apodera, el que todo lo toma y nada entrega a cambio, definido así por Michel Serres en el Contrato Natural: “En su propia vida y por sus prácticas, el parásito confunde corrientemente el uso y el abuso; ejerce los derechos que se otorga perjudicando a su anfitrión, algunas veces sin obtener ningún beneficio para sí mismo, lo destruirá sin darse cuenta de ello. A sus ojos no tienen valor ni el uso ni el intercambio, pues se apropia de las cosas, las roba, una tras otra: las habita y las devora. Siempre abusivo el parásito.” El parasitismo se reduce al derecho de dominio y de propiedad. Página 66.
Abogar por un límite, un equilibrio que garantice una sostenibilidad entre el conjunto de seres y el mundo en el cual habitamos, no es un cántico lastimero por un mundo ya ido, es más bien un llamado a tener un principio de realidad, de justicia, para no empujar este planeta a la destrucción, pues la lógica del parásito es que se come todo sin entregar nada y sin ningún límite, sin darse cuenta que se consume todo al punto de comprometer su propia autodestrucción, pues nada deja, se lo toma todo a cambio de nada. El pacto, el Contrato Natural va en ese sentido, tener en cuenta el mundo físico, real, geográfico, la interdependencia, y no embriagarnos con la sola vanidad en la que nos envuelven los discursos egocéntricos.
Son los hombres de poder que posan la mejor sonrisa, arrogantes, los mayores responsables, en el supuesto de timonear cada país, ávidos de vanagloria en saberse los más poderosos, se arrodillan a los empresarios más regordetes, todos ellos parásitos habilidosos para robar sin entregar nada a cambio. Ebrios de falso poder, de consumismos, entregan sus mejores capacidades a todo eso que no conduce a nada, sólo a la vanidad del Tener, empeñados en extraer la última gota de petróleo para seguir recibiendo las venias de quienes le admiran y quieren seguir sus caminos de la mayor depredación. Se advierte que somos inimaginables sin las cosas que nos rodean, sin el mundo. Necesitamos una ética colectiva frente a la fragilidad del mundo. Axioma: toda victoria se convierte en derrota. El dominio dura corto plazo y luego se transforma en servidumbre.
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