Juan Durán Ortiz
Economista
Había una vez una ciudad. Esta ciudad estaba llena de ciudadanos honestos que estaban orgullosos de ella. Por lo tanto, los ciudadanos pagaban a tiempo los impuestos a su alcaldía y eran también muy cumplidos pagando mensualmente los servicios públicos a la compañía que los ofrecía, que también era propiedad de la alcaldía.
La alcaldía por su parte gastaba más del 75% de sus ingresos en proyectos de infraestructura. La compañía de servicios públicos también gastaba más del 65% de sus ingresos en el mismo tipo de proyectos. Todos estos proyectos eran construidos siempre por menos de 15 grandes empresas.
De este modo, casi todo el dinero que pagaban los ciudadanos a su alcaldía iba a parar a solo 15 empresas que año tras año eras cada vez más ricas. Como resultado, esta hermosa ciudad era una de las más inequitativas del mundo.
Las compañías constructoras más ricas querían incluso más dinero. Para obtenerlo construían edificios baratos en zonas ricas poniendo en riesgo la vida de los ciudadanos, lavaban dinero negociando propiedades con narcotraficantes, construían falsas viviendas de interés social y viviendas de interés prioritario para obtener incluso más beneficios del Estado, y vendían proyectos falsos a los ciudadanos para volverse incluso más ricos.
Esta ciudad de hecho existe. Los medios masivos y los políticos financiados por las mismas compañías constructoras la venden como la ciudad más innovadora del mundo, como la más educada de Colombia, y como la más transparente de la región. Por supuesto no existe ningún indicador que soporte estas afirmaciones. Esta ciudad es Medellín.
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