Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica
Pantopo, Un travieso, un caminante, un viajero, lo necesario para deberle su escritura al caminar, las ideas vienen del caminar, pasa por todas partes abriendo y descubriendo los senderos de la imaginación. A Michel Serres lo sentimos en la travesía de los saberes, ese que pasa de las ciencias duras como de las matemáticas a las ciencias blandas, esa de los signos, y su pasar es para mejorarlas y para liberarlas de la historia mentirosa o sesgada, de la historia de los vencedores, entonces nos enseña una historia bajo modelos de percolación, tamizaje o de ciertos modelos científicos que dan una mayor proximidad a la objetividad pretendida. Y es en ese momento mismo que nos invita a construir el relato, ese relato guiado por cada quien según su abrojo, entre más atrevido mucho mejor, es en la creación libre y en la creatividad como en la literatura donde mejor se encuentran los cuadros que reflejan el espíritu, el alma, las subjetividades que aparecen y desaparecen, que se esconden pero se muestran mientras más queremos ocultarlas, mientras callamos hablamos con la punta de los dedos. El gran relato se rastreará en el lenguaje y sus formas elaboradas como el mito y el habla misma. A Michel Serres lo conocemos en español gracias a la traducción inédita que ha hecho Luis Alfonso Paláu de sus más de ochenta libros, artículos y entrevistas.
Aquel travieso y mamagallista e incapaz de dar consejos a nadie, nos muestra o advierte en las Morales Traviesas,* del peligro de la mímesis, de la imitación, de la repetición, de tomar partido por lo mismo, de la burla, del linchamiento, por ello aconseja la broma cariñosa, suave y cuidadosa del matoneo. Deseamos, imitamos al otro que se nos presenta como modelo a seguir, pero cuando no podemos emularlo y se adviene la frustración, entonces odiamos, la envidia se vuelve motor que impulsa al daño, recordar a los hermanos Caín y Abel, aquel da muerte a este por sentir que lo aventajaba, la disputa por lo mío y lo tuyo, la propiedad como veneno o como guerra. Y he allí la fundación de esa causa primera del ciclo de la violencia, el tener nos pone en el deseo ilimitado, nos pone a guerrearnos. Asimilable también en la dinámica del Don, con el Potlatch se moviliza una dinámica de transacción o comercial de querer aplastar al otro, entre más regalos dé, más humillo al otro. En la ausencia o escasez de originalidad se sustituye con repetición, con la imitación, el deseo envidioso que conduce a la muerte. La violencia viene de la repetición, del remedador, de la redundancia, de lo mismo, de la imitación, de desear lo del otro, nos viene del piso biológico y nos hermana como nuestros primates más próximos. El hombre un sofisticado animal, su piso biológico lo mantiene ligado, aferrado a las pulsiones, a la libido de odio y muerte
¿Qué solución existe para liberarse de esta guerra a muerte? A grandes males, grandes soluciones. Romper el ciclo de la violencia con la sólo transacción en donde sólo se involucra a tan sólo dos, el vendedor y el comprador, el que da y el que recibe, entonces la solución se haya en un tercero y el principio de la transitividad y no ya de la ganancia. Ilustra bien el siguiente ejemplo: Una maestra es preguntada por un niño ¿por qué ella se esmera tanto en cuidar a todos los niños?, a lo que ella responde que la misma pregunta fue hecha por ella misma cuando era niña a su maestro a la que él respondió que lo hacía porque otro la había hecho lo propio con él, y que ella misma lo iba a hacer cuando fuera mayor con otros chicos. Aquí yace el principio de la transitividad libre y limpio de cualquier mercadería, sólo el bien moviliza, y por qué no, la humildad, esa cuya compasión conduce siempre a hacer el bien.
Pertinente recordar al Diógenes deambulando de día con una lámpara en busca de un hombre, el hombre nuevo, ese hombre para hacer aquel nuevo contrato social, se busca un hombre inventivo que no se vaya por lo fácil de la repetición, por el camino de la imbecilidad que reproducen las mass media, la televisión y la publicidad. Y he allí el peligro de nuestros niños con una escuela desfondada que insta a nuestros niños a la creatividad, a la invención pero sumergidos en los códigos de la repetición, en la estupidez, aplastados por la redundancia. Y aquí una recordación del propio Serres, hoy en el aula sólo se ofrece de un 5 a 10% de contenidos, lo restante lo tienen sus estudiantes en sus smarphone, antes de las tics la proporción de transmisión de contenidos era de un 80%.
Homoneja a Michel Serres 1930 – 2019. Hubiéramos querido titular este escrito Estructura de las Sociedades en tanto que el autor las ha sabido mostrar bien en su complejidad y multiplicidad. También porque caracteriza a ese bípedo por lo desobediente desde la indeterminación genética simbolizado en aquello mitológico de la manzana de Eva y Adán, además porque ello es condición para la creación, para la innovación que libera de la repetición, de la imitación, de desear lo otro, de liberarnos de la envidia que produce el linchamiento, el chivo expiatorio, la violencia sacrificial. Y como no agregar que «Con lo digital no se tiene el cerebro vacío, se lo tiene libre», lo virtual es próximo de lo virtuoso, la humildad, condición para que cese la violencia fuera de la embriaguez del poder.
Por último recordamos a Serres en su gratitud de buen comensal:
"Abandonaré la vida como me he levando mil veces de la mesa. Habré percibido un ruido en la puerta, interrumpirá el festín, lo reconoceré. No sé si suene una campana, o si resonará una voz; no sé si un ventarrón hará la señal. Sólo sé que comprenderé.
Será preciso que me dé vuelta un momento. Antes de seguir aquel llamado, buscar con mis ojos al anfitrión, y él sonreirá, ser cortés, no abandonar los lugares sin haber dado las gracias a quien me ha invitado." Michel Serres. El Parásito."
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