Historiador
Colombiakrítica
Buen viento y buena mar. Todos quieren llegar a buen puerto, todos lo desean afanosamente. La educación es similar a un barco, unos que guían y los demás confían su suerte al capitán. Es cierto, en la definición de nuestro camino precisamos de un guía competente que sepa orientar, que no vaya a desviarnos, confiamos de su buen equipamiento y de su brújula bien calibrada. Y decimos desviarnos en su conjugación posesiva porque cada quien descubrirá su propio camino, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar,” esa responsabilidad sólo es de cada quién y de nadie más, el guía o pedagogo sólo ayuda, acompaña, y ese es el sentido etimológico del término pedagogía, un viaje en compañía.
Se precisa entonces del buen capitán y con él sus coequiperos para que conduzcan a buen puerto. Y llevado esto a la enseñanza la cuestión es similar, no cambia. Ese líder que conduce la educación deberá tener ante todo buen conocimiento, buena competencia y buen gusto por su profesión, que ame el enseñar, que guste de la gente, que aprecie vivir en comunidad, en la común unidad, que no sea egoísta ni anquilosado, que guste del compartir, que entienda el ser social que nos define y cuyo centro allí en el claustro es el estudiante. Y en específico se requiere de ese líder, que comprenda e imparta o mejor comparta las rutas encomendadas, y por supuesto que lleve sobre sus hombros esa carta de navegación trazada en el proyecto educativo. En suma, que comprenda y viva el mundo cambiante, que sea flexible, escuche a sus colaboradores, que siempre vea posibilidades de salir de atolladeros y no se hunda, no se ancle, no se atasque, que sea un líder hábil para vivir el conflicto de manera constructiva. De él se requiere que se reinvente permanentemente.
Esto dicho así preocupa porque pareciera que estamos arando sobre tierra poco fértil. Se constata de la mala calidad educativa y cuyos artífices responsables son precisamente los maestros, bien sea por su incompetencia o mala formación, pues se sabe que están allí muy a su pesar, su lugar era otro, pero por descarte terminaron en lugar equivocado, y son precisamente esas frustraciones con las que carga el estudiante que no tiene ni arte ni parte en esas desgracias. Recordamos con el Ministerio de Educación que el 50% de la deserción estudiantil corresponde al maltrato o bullying que hacen los maestros y los mismos estudiantes a los más vulnerables, a los más débiles, a los más excluidos. Recordamos también que el estudiante es un ser que demanda toda la atención y protección de sus maestros, y si éstos están en puerto extraviado no pueden dar de lo que no tienen. Recordemos también, para reforzar y enfatizar de la importancia de la vocación de servicio y de la comprensión de un contexto que agrede a la población infantil, que en Colombia según Medicina Legal cada 14 minutos se abusa sexualmente a un niño, y sólo de ellos se denuncia el 5 o 10%, el drama social es complejo, y con el cual debe contar la escuela, es una realidad para trabajar y no para sustraerse.
Todos queremos llegar a buen puerto. Todos deseamos buen viento y buena mar. Pero ¿Qué estamos haciendo para que así sea? Percibimos a la educación desfondada, su cuestionada calidad nos lo evidencia una y otra vez. ¿A qué se debe todo esto? ¿Hay posibilidades de remediarlo?
Preocupa mucho que el nuevo mundo de cambios tecnológicos y demandado por las competencias nuevas y diferentes a las del mundo ya ido, no está siendo aprehendidas por el cuerpo docente, ellos siguen con lo mismo a espaldas de la realidad, siguen formando ascensoristas, carteros todas estas profesiones desaparecidas y las que aún están apunto de estarlo. Ellos, los profes, sólo padecen lo que se avecina y parece no preocupar mucho mientras la paga no falte, los estudiantes sí que pagan el precio cuando chocan con esa realidad, cuando lo aprendido en la escuela no sirve en ese mundo real cambiante y en constante transformación que por lo demás no los perdona y los excluye por incompetentes, por no tener las habilidades necesarias para el desempeño requerido, nos referimos a los jóvenes claro está, que no están recibiendo lo que debería enseñarse. ¿Qué ciudadano se requiere hoy día? Pregunta aún sin responder. Diógenes repercute una vez más en la búsqueda a plena luz del día de ese hombre nuevo. Nuestra paradoja: No podemos vivir sin las tecnologías pero ellas no pueden vivir sin nosotros. Ellas, las tecnologías, están para hacernos más libres, para vivir más y mejor!
Referimos algunas habilidades o competencias para llegar a buen puerto. Las hay de tres tipos. Las llamadas competencias del siglo XXI que refieren a las cualidades que debe tener todo líder de nuestros tiempos modernos como de aprender a trabajar en equipo y de manera horizontal, nada de egos vanos que comanda el autoritarismo o la verticalidad, mejor construir en equipo con el convencimiento y con el conjuro de las voluntades generales.
El capitán o líder deberá albergar otras cualidades del mundo hoy virtual y necesidades de vivir en paz. El deberá, el capitán, velar por el cumplimiento del deber, que no haya fraude en la enseñanza, nada de docentes (ni de capitanes) vagos que malogran la educación de los jóvenes, del futuro de un país. Nuestro líder hará posible el sentido de comunidad, todos en clave del bien común, el estudiante es el centro de la educación, a él damos lo mejor de sí, y también por ello nos rodeamos de la comunidad tanto la educativa como la de sus alrededores, el afuera y el adentro en función de educar al hombre del mañana.
Decimos entonces lo particular de las competencias. Aprender a convivir con los demás requiere ser conscientes de lo diferentes que son los otros y por lo mismo que en esa diferencia nos enriquecemos, crecemos y nos liberamos del tedio de la amenaza de ser iguales, de la aburrición de ser lo mismo, lo otro diferente nos abre las posibilidades de mundos desconocidos. Requerimos entonces de vivir en la diferencia y cuando la dificultad advenga, se precisa de manejar las emociones, de aquellas que nublan la razón. Por ello viene a bien echar mano de la argumentación, puedo expresar puntos de visto incluso diferentes a los de los otros sin necesidad de violentar o pelearnos. Argumentar y comunicar para habilitar en la diferencia que nos caracteriza y los libera de lo mismo que resulta aburrido.
Ha de suponerse, como lo creemos, que el mundo hoy nos facilita vivir mejor, las tecnologías nos acerca lo lejano requerido, y entonces por qué los capitanes, muchos de ellos, se resisten, no la gestionan, no lo incluyen en sus urgencias pedagógicas y privan a sus chicos de conocerlas. Es un acto irresponsable y poco ético que desdice de sus funciones. Fuente de inspiración para estas líneas fueron el decreto 1075, y las cartillas reglamentarias que enseñan las competencias ciudadanas y las de las nuevas tecnologías, y por supuesto, las que tienen que ver con los liderazgos modernos.
Que el deseo de llegar a buen puerto no cese, pero en especial no olvidemos exigir que haya buen capitán y coequiperos, que sean competentes para no naufragar.
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