Melancolía de la aporía

Por Laurent Sutter
Tomado de la Fisolofía Pop 42

Esa severidad era quizás lo que distinguía a la empresa de Deleuze
de otros intentos por considerar la intensidad como el terminus adquem del pensamiento -o sino del pensamiento, de la existencia en cuanto que tal-. Como lo mostró muy bien Tristan Garcia, la dopción del criterio de la intensidad en la cvaluación de lo que sucede cs la marca misma de la modernidad tal como nació, precisamente, con la invención de la clectricidad9. En La vida intensa, demostraba hasta qué punto dicho criterio se había vuelto avasallante y, sobre todo, hasta qué punto su omnipresencia volvía invisible la aporía a partir de la cual se desplegaba: la de su propia aniquilación. En cfecto, solo hay intensidad en un punto singular de la existencia por vez, un punto que sucede y que precede a otros, en una suerte de línea de fuga a lo largo de la cual lo que ha sido experimentado como intenso se pierde a favor de la intensidad nueva. Para decirlo de otro modo: la intensidad solo es tal la primera vez; a partir de la segunda, ya es un poco menos, hasta que el desgaste y el hábito anulan su relieve a favor de una intensidad nueva, sca real o esperada. La aporía de la intensidad consiste entonces en que nunca es lo suficientemente intensa: en la verticalidad de su experiencia como en la horizontalidad de su competencia con las otras intensidades posibles, conduce siempre a su contrario. Lo que es intenso ya no lo será: tal es la condición melancólica de la intensidad, su vínculo ineluctable con la pérdida, el desvanecimiento o la desaparición de sí misma, que desemboca en su conversión en un sentimiento de vacío. Según Garcia, la historia de la modernidad puede leerse como la historia de la profundización de ese sentimiento de vacío en la multiplicación de las tentativas de vivir y pensar la intensidad, es decir de tropezar contra su carácter local y finito. Pues considerar la intensidad como el criterio de evaluación de lo que es, inscribe lo que es en el interior de un paisaje gobernado por la hipótesis de lo infinitamente intenso -de una intensidad cal que se transforma en lo que Deleuze no obstante rechazaba: el éxtasis-. Para el moderno, lo que es intenso debe devenir extático, so pena de admitir que no es suficientemente intenso, y por lo tanto, no lo es para nada -como si la auténtica intensidad solo pudiera ser absoluta-

Citas
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41 Ibid., p. 130 y sigs.
42 Ibid., p. 113 y sigs.


39 Tristan Garcia, La vie intense. Une obsession moderne, Paris, Autrement, 2016,
p. 27 y sigs. [Hay ediclón electrónica en castellano: La vida intensa, Herder
Editorial, 2019).
40 Ibid., p. 61 y sigs.

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