Por Mauricio Castaño H
Historiador Universidad Nacional de Colombia
Colombiakrítica
Lo absurdo emerge sin reparos. Recién iniciada la alerta de la pandemia en Colombia, los mandatarios nacional, regionales y locales se alinearon de un todo y por todo a las políticas de su tratamiento imperantes en los principales países de Europa esencialmente. Y lo hicieron sin tener mayores fundamentos científicos, sólo lugares comunes y algo así por entrar en la onda del control social, de la biopolítica, de controlar los cuerpos, de controlar los ciudadanos con la facilidad que da el terror y el chantaje, de meter miedo con un virus que a decir de algunas exageraciones era casi exponencial, no se sabe a qué cálculos humanos le cabe tal ocurrencia, eso exponencial era algo monstruoso a las imaginaciones ingenuas, pues en la práctica era algo así que la población mundial, la de cada país amenazaba con su extinción.Este episodio liderado por los mandatarios deja un sinsabor de improvisación e ignorancia sobre el virus, o mínimo se prestaron a los juegos de las grandes multinacionales farmacéuticas que hoy disputan quien se queda con el monopolio de su antídoto, con la vacuna. Recuerdo las intervenciones televisivas de algunos mandatarios con cara de serios predicando el apocalipsis, predicando la verdad que tenían agarrada de la cola según ellos, con voces y posturas ensayadas, algunas veces ponían cara de curas salvadores y medio dramáticos, otras del gobernante firme en sus decisiones que no dudará en hacer recaer todo el peso de la ley sobre aquellos infractores que pasen por alto las entonces medidas de cuarentena, esto no es charlando, este virus es el demonio propio, decían no sé si charlatanes aunque creo más bien ignorantes gobernantes.
Y acá viene a bien traer un concepto de la confianza analizado por el filósofo francés Alexandre Lacroix (en Magazine Philophie Nº 142, septiembre de 2020 traducción de Luis Alfonso Paláu). El grado de desconfianza aumentado con el mal manejo de la crisis. Y claro, es entendible que la desconfianza se deteriore por parte de los ciudadanos hacia sus mandatarios por la simple razón de que no fueron honestos en el tratamiento de la crisis pandémica. Cómo más puede llamarse a alguien que no tiene información, que ignora sus principales causas como sus posibles soluciones y solo se le ocurre echar mano de medidas autoritarias que incomodan y reprimen al ciudadano. A decir de nuestro autor, los gobernantes desaprovecharon una bonita oportunidad de acercarse al ciudadano con humildad y sinceridad y expresar que estaban frente a una situación compleja y que no se tenía de información certera y que por lo tanto acudían a su ayuda para que entre todos encontrar la mejor solución posible. Nada de esto sucedió y la improvisación fue ley.
Metieron susto a la ciudadanía y el saldo claro está: los grandes ganadores es la industria farmacéutica tienen asegurado el negocio con toda la población sensibilizada. Y de carambola, dicho arriba, los gobernantes probaron lo fácil que es encerrar a la población, volverla prisionera en su propia casa, la mal llamada cuarentena fue el experimento. Y todo este cuestionar porque no se explica que de la noche a la mañana, sin inmunidad de rebaño ganada, levantan las medidas para que toda la gente salga a la calle, es contradictorio si ha de tenerse en cuenta todo el pánico generado casi al grado tal de la paranoia. Pero bueno, otros son los intereses a beneficiar, y no hay otra explicación que la presión ejercida por los gremios económicos.
Y en medio de todo esto está una ciudadanía incrédula, maltratada pero sobre todo con un nivel de desconfianza por las nubes hacia todo lo estatal, hacia todo aquello que sea gobierno y gobernantes. Mientras tanto, en las calles tendremos miles de microempresarios quebrados, miles de familias empobrecidas, la delincuencia disparada en las ciudades, los informales acrecentados así como la mendicidad. Y un saldo de desconfianza aumentada.
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