Lo Mío y lo Tuyo

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakritca

Los límites son exclusión. El primero que puso una cerca y dijo esto es mío, estuvo dispuesto a enemistarse, a derramar sangre, a batirse a muerte. Toda propiedad es un robo lo dijo Pierre-Joseph Proudhon. Es razonable el cuestionamiento en un planeta tan diverso en sus formas de vida y tan interdependiente para saberse sostenible si se quiere persistir en la vida. Pero el tema de la propiedad es de arraigo y de matriz cultural, social y económica. Se es persona por lo que se tiene, ¿cuánto tienes?, ¿cuánto vales? La interrelación personal es toda una radiografía, un escaneo. Buenos Días, buenas noches, cómo te llamas, ¿Pedro qué?... con los apellidos rastrean el origen de abolengo familiar, si ricos o pobres; con la pregunta ¿qué qué haces? ¿A qué te dedicas? rastrean el oficio, el empleo si es o no importante o bien pago. Entrados en confianza, se husmea por el lugar de residencia si tiene o no casa propia, su calidad y ubicación develan el estrato socioeconómico. El Tener define al Ser en una sociedad que tiene por centro la Propiedad. "Tener casa no es riqueza pero sí mucha pobreza," o la frase lapidaria que condena a quien no tiene lugar o montículo en este planeta: "No tiene en qué caer muerto."


El mundo humano de lo tuyo y lo mío, deja a los demás seres, cosas  y el planeta mismo por fuera de la ecuación, son tratados como simples recursos para desplegar esa matriz del tener, el hábitat entero convertido en mera fuente de dispensa sin importar su destrucción. El concepto Antropoceno llama la atención en la sostenibilidad planetaria si se quiere persistir en la vida, los recursos son finitos y escasean, el calentamiento global cobra vidas y nos puede calcinar, el agua puede escasear al punto de matarnos por una gota de agua para calmar la sed. La pacha mama se hace sentir con maremotos, temblores de tierra, cambios climáticos… no es ficción ni apocalipsis, la amenaza es real. No estamos cómodos con el relajado que dice comamos y bebamos que mañana morimos. Tampoco es un llamado a la miseria de vivir con mínimos, con un mero vaso de agua y una miga de pan. Solo queremos notar la matriz que nos parece envenena todo el planeta de creernos dueños de cada centímetro de tierra, de aplaudir a los opulentos hombres de éxito, terratenientes de robustas chequeras, de ponerlos como modelos de vida. Aconsejaba a los jóvenes, un presidente francés, ser multimillonarios.


Matriz cultural porque se ve en todas las familias y vecinos enemistarse o matarse entre ellos por defender su mojón, un montículo de tierra, por no dejarse quitar unos cuántos metros de tierra. Más allá la violencia tiene nombre de despojo de tierras y la disputa herencial en la alcoba familiar. Todos quieren ser ricos. La pobreza espanta. Lo venal remonta a la época colonial de reyes y justifica reclamaciones de títulos de tierra. Colombia es campeona en masacrar campesinos por quitarles la tierra, estamos cerca del millón de asesinatos. Es para recalcar que estamos vivos en medio de tantos muertos. Lejos estamos de San Francisco de Asís o Diógenes Laercio de renunciar a las pertenencias para espantar la raíz del mal que nos aqueja. Seguimos más bien siendo esos seres que se pasean como ratas de alcantarilla dando vueltas y vueltas en los centros comerciales vitrineando y exhibiendo paquetes de supuestas marcas aprestigiadas. Vano el motivo de esta prosa.


La existencia humana se define por los objetos que produce, el trabajo es razón de la existencia. La fábula de Fontaine bien dice que el trabajo mismo es el tesoro oculto en la tierra: removiendo aquí y allá, la tierra se hace fértil, y al final del año el premio de abundantes cosechas. Es la verdadera herencia que el sabio padre deja oculta a sus hijos: el trabajo. Sin éste, no hay frutos. No es la herencia ociosa y por ello mismo envenenada, todos quieren riqueza sin sudor.


Ejemplo de otro mundo son muchas culturas indígenas, sus tierras son colectivas y explotadas de manera sostenible. Se escucha a la pacha mama hablar con sus temblores de tierra reclamándose sujeto de derecho, clama por sus recursos finitos. Sobre el suelo es fácil trazar barreras, en el mar no, las aguas van y vienen, se mezclan en medio de las turbulencias. Incluso las subiendas llevan los islotes a otros lados revolcando los límites y a sus "propietarios." Esta lógica devela el mundo de una razón que arrastra consigo la sombra de la sin razón. es una lógica del reflejo de lo anverso, yo soy el otro que no reconozco, el que me niego a ser. Esto está aquí pero también está más allá, se van mirando, descubriendo capas, estratos que componen esa arqueología del ser y el no ser, de lo que alcanzo a mostrar y también de lo que oculto en la sombra que proyecto.


Si aceptamos mirar desde estás ambigüedades puede afirmarse que la herencia misma es una carga de afirmación y negación, es una capa cultural que todo el tiempo está ahí a nuestra mirada pero que también está oculta de tanto verse, lo más visto es lo más oculto, en el paisaje la mirada se pierde junto con los detalles. La muerte está allí presente. Lo peor de la condición humana emerge cuando menos se piensa sin que siquiera se note. Todo está allí revuelto. Una ventana se abre con el Antropoceno. Somos viajeros, estamos de paso. Somos hombres de humus, eres polvo y en polvo te convertirás. La generosidad es lenguaje por aprender. Duelo a Garrotazos o Riña es el título de la pintura de Goya que ilustra al principio de este escrito. Además de los dos batientes, está un tercero que se los está tragando sin que ellos se percaten, es la arena movediza, es la Tierra.

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