Hijos de Nuestro Tiempo

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica



El hombre es un ser inacabado que se rehace mediante la educación. Por eso ésta se concibe como un proceso abierto y permanente, nada está cerrado ni hecho de golpe y porrazo. Y por tanto la sociedad también lo es con todos y cada uno de los individuos que se sumergen en ella. De allí que la educación sea considerada como un dispositivo, como un anclaje cultural que deja su impronta en cada uno de los seres para que estén acordes con el tiempo que les ha tocado vivir… es una manera de permanecer vigentes.


Memoria Colectiva y Tradición


Vale decir que toda sociedad se sumerge en un proceso cultural que bien puede denominarse memoria colectiva, ésta permanece viva mediante las tradiciones que nos perpetúan en el tiempo y que tienen su anclaje zoológico y como tal nos hace similares como especie que somos pero diferentes los unos de los otros según sea la cultura que nos da  una identidad propia, a dónde fueres, haz lo que vieres, sugiero la sabiduría popular.


El tiempo nos vive en la Cultura que somos


El tiempo nos vive, somos hijos de nuestro tiempo, incluso el genio que se sale de la media no es más que un pez que nada a contracorriente por los cambios que son necesarios a su propio tiempo, a la misma sociedad en la que vive.


En la cultura, y en especial en la educación, es donde se cultivan los cimientos que dan vida a las etnias o a los procesos educativos que garantizan la vida de su grupo social. Pero acá vienen unas observaciones críticas a lo que por alguna razón terminó siendo dogma de fe en la educación, alejándose de su dinamismo.


En primer lugar, si el ser, si el hombre es inacabado, no hay razón para que la educación que lo vivifica no lo sea. Se olvida que la educación es un proceso inacabado y por tanto sus agentes educativos deberían serlo. Pero no, en la práctica son cerrados y dogmáticos con currículos inflexibles y descontextualizados. La repetición tonta de dogmas de fe es lo común en el ejercicio docente. Es ajeno a la formación crítica, a las competencias comunicativas, investigativas y científicas que promueven una sociedad Inteligente con ciudadanos de espíritus críticos e inventivos.


En suma, la educación es todo menos un proceso lineal. Todo está inacabado, en un hacerse constante y en contexto. Entre otras cosas es el conflicto, la tensión permanente la que caracteriza a los individuos de una sociedad, todos quieren confluir pero se desconoce el mar de las diferencias que nos identifican. Saber y poder son dos caras de una misma moneda, quien dice qué debe enseñarse, ejerce mandato, sólo un pequeño matiz que suaviza el peligro que ostenta al maestro como poseedor de una verdad: es el estudiante como posible interlocutor que con su formación crítica, reflexiva e inteligente puede conquistar el derecho a la palabra, incluso a contrariar a su maestro, mejorándolo, superándolo. Y es la vida misma, el registros biológico y cultural con sus cadenas operatorias que prestan su concurso a la vida misma en sus ramificaciones diversas y en los devenires culturales y de tradición.


Reiteramos, el saber, el conocimiento no es una momia con currículos inflexibles que se repite una y otra vez sin ningún cuestionamiento crítico. La vida y la educación por el contrario son procesos abiertos y dinámicos. El maestro es un acompañante, un guía en su designio pedagógico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario