Historiador
Colombiakrítica
Quien se casa quiere casa y costal para la plaza, el refrán bien dice de las alianzas matrimoniales fincadas en los pilares económicos, de los mínimos requeridos para conformar una familia. En las sociedades modernas equivale a las necesidades básicas para vivir: Alimentación, vivienda, trabajo digno, educación, salud. Pero más allá sobresalen las propias alianzas para afianzar o mejorar las posiciones económicas y los intercambios de individuos entre grupos sociales para asegurar una vida en paz lejos de la guerra. Esto lo enseña la antropología que describe la función matrimonial para abrir los clanes o grupos por medio de sus intercambios de personas y mercancías.
Esta funcionalidad económica y social de ampliar la sociedad a través de grupos con sus alianzas matrimoniales, será luego cubierta con rituales culturales en los que sobresalen valores como los de amor, honra y dignidad. La unión de una pareja será refrendada u oficiada entre los grupos de donde provienen los novios. La fórmula bastante conocida se resume en dos palabras: Honra y Dignidad. Con los anillos se honra, ellos representan la riqueza, la dote, son promesa de bienestar económico sin peligro de pasar penurias, carencias en la vida futura. La Dignidad es en sí la propia Alianza, el pacto realizado. Para la mujer es la garantía del lecho sagrado, será mujer de sólo un hombre en ritual aprobado y oficiado a los ojos de todos. Ella estará liberada de la deshonra, de tener acto sexual por fuera y antes de la alianza matrimonial. Esto es ritual bastante conocido y desplegado por las religiones, en especial las monoteístas.
Aunque el amor es referido desde los tiempos griegos y para nuestra cultura es el amor cortés el que entra como otra capa cultural alterno a las alianzas económicas del rito matrimonial. En una mirada panorámica se tiene que la cultura distingue por lo menos tres tipos de amor. El Filial como su nombre lo indica está referido a los miembros de la familia, de la parentela. El ágape o el amor de amigos, el amor desinteresado. Luego está el erótico, el amor pasional. El amor de Venus, venusino es sublime, supera al sólo interés pasional, y es muy promovido por las culturas religiosas. Por ejemplo, la cristiana aconseja la castidad, la santidad, de no poderse, recomiendan tener una sola esposa pero sólo con fines reproductivos, tener hijos piadosos para ser entregados al servicio de Dios. Se conoce bastante bien, la doble moral en la que desembocó estos ideales cristianos monógamos de encerrar el amor en la alcoba familiar. No es secreto de los miles que se deslizaban en lecho ajeno.
Acá vale la pena mencionar el «amor cortés», amour courtois, y en época de los trovadores se estilaba el fino amor (fin’amor) equivalentes al «amor puro», «amor verdadero». El amor cortés fue transformado «en un vehículo de «educación sentimental que influyó en los comportamientos reales», también considerada como una práctica enriquecedora y sofisticada, «una experiencia intermedia entre el deseo erótico y el espiritual, que aunque pueda parecer contradictorio, era vivido como «un amor a la vez ilícito y moralmente elevador, apasionado y disciplinado, humillante y exaltante, humano y trascendente».[wikipedia]
Es un amor idealizado y de cierta manera místico, es decir por fuera de las lógicas formales que no tienen en cuenta lo que pueden rebasar los propios sentidos, tiene por función más allá de la promoción de la mujer, tiene que ver, según Georges Duby, con un juego masculino para educar a los jóvenes en sus sentimientos y pulsiones a través de juegos militares y entrenamientos para educar los cuerpos. El amor cortés a través de sus galanteos seductores, desafía o compite con esos amores imposibles de clase.
Llegados a este punto, se enfatiza en la función matrimonial de alianza económica y social, que en estos tiempos capitalistas, reproduce fuerza laboral barata. Las alianzas y sus efectos se dejan ver de manera más visible en las querellas de familia entre esposos e hijos. Por ejemplo, en Medellín las autoridades de control reportaron para el corriente año, 12 mil querellas o violencias intrafamiliares, en general comprenden derechos vulnerados de asistencia alimentaria para hijos entre padres divorciados, abandono de adultos mayores en situaciones calamitosas, disputas herenciales, maltratos físicos, abusos sexuales a menores de edad.
Como quiera que sea, la alcoba familiar no es el nido de tortolitos juguetones y amorosos, ella se parece más bien al síndrome de la cama que arde, esto es, violencias que van de maltratos familiares hasta las violencias físicas que en extremo dan muerte a su pareja como en el síndrome referido, el cónyuge aprovecha el sueño profundo de su pareja, para descargar con toda energía el puñal mortal que liberará de iras reprimidas hacia su enemigo de alcoba, hacia su pareja.
De seguro las leyes que protegen los derechos de los individuos por encima de las alianzas conyugales, alientan las libertades individuales como bien lo fue y lo sigue siendo la instauración del divorcio que no es más que proclamar que el cuerpo es propio, de cada quien y no es bien ajeno. Esa es la proclama en cierta forma de la libertad sexual, nadie puede proclamar el derecho de explotación de otro cuerpo como en los tiempos de esclavitud. Pero los amores en matrimonio o uniones de parejas no dejan de ser alianzas económicas adobadas con la pasión del amor.
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