El adentro y el afuera

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

"Estoy todo el tiempo adentro!...Vengo del campo y no me es fácil aceptar que una calle, con su piso,  sus muros por todos lados y su pequeño segmento de cielo, ¡pueda designar el afuera! Cuando llegué a París, le escribía a mi padre: “¡Estoy todo el tiempo adentro. Esta frase de Michel Serres dice bien del adentro que es la ciudad en contraste con el afuera campesino. La diferencia está en la indistinción del adentro y el afuera en la que se vive en el campo, de puertas siempre abiertas para no distinguir el adentro del afuera, bastan tan solo unos cuantos pasos para estar de un lado o del otro, y sobre todo, sin que si quiera se lo note. Otro tanto puede explicarse mejor con otras culturas como la de los esquimales con sus viviendas que no se sabe cuándo se está adentro y cuando se está afuera.  O con la de nuestros indígenas que construyen sus hábitats en un relacionamiento permanente con el afuera al punto también de su indiferenciación. Por eso cuando un aborigen está en la ciudad, se apostan en las calles y las aceras de manera muy familiar o natural, sólo llaman la atención de ciudadanos o autoridades que se extrañan o escandalizan denunciando abandono de los niños por la simple razón de estar afuera y no adentro... dentro de una casa, pero para los aborígenes, el afuera no es más que la extensión de su albergue, esto es su segunda piel que abriga y protege de las inclemencias del clima.

En mi ciudad Medellín y más luego su área Metropolitana, las casas de una planta y sus barrios enteros fueron reemplazados por conjuntos residenciales verticales en encerramientos, torres elevadas de hasta 26 niveles y de cuatro, seis u ocho apartamentos por piso. Las casas construidas antes de aquella super densidad, tenían cierta indistinción del adentro y el afuera. Un patio central permitía que entrara aireación y luz a las alcobas apostadas en sus alrededores. 

Hoy más que nunca en la ciudad, esto no sucede, las puertas permanecen cerradas, y tenerlas abiertas solo es cuestión de segundos, mientras se abren para poder entrar, para poder ingresar. En el campo las puertas estarán de alas abiertas todo el tiempo, en la ciudad permanecerán cerradas y sólo se abren por el tiempo necesario que dure abrir e ingresar, y tas, se cierran de manera inmediata. En el campo los espacios del adentro y el afuera casi son uno mismo. En la ciudad son bien diferenciados, la casa o apartamento es la vida privada y mucho mejor, es el resguardo distante del crimen organizado que campea por las calles. El afuera es peligroso e inseguro, es caos, ajetreo que estresa, pronto se quiere salir de allí para buscar descanso.

Recuerdo la transformación de casas por apartamentos en unidades cerradas. La inseguridad y la alta densidad fueron sus pretextos gubernamentales para justificar el vivir encerrados y el jugoso negocio de los constructores. Para nadie es desconocida la historia delincuencial que hostigaba a los habitantes de casas en barrios abiertos, eran obligados a pagar extorsiones a cambio de una supuesta seguridad. Los ciudadanos cansados y temerosos del pillaje, prefirieron, o mucho mejor, se confinaron en conjuntos residenciales, allí pagaban su seguridad a una empresa de vigilancia legalmente constituida bajo el concepto denominado Administración.

Vivir en  apartamentos protegidos por el encierro es, en la práctica, vivir todo el tiempo adentro. El afuera tan sólo es una sensación que se logra bien sea desde una ventana o balcón. Desde allí la vista puede alargarse según sea el paisaje que se tenga al frente, por lo general y debido a la alta densidad, los constructores levantan una torre al frente de la otra tapando el horizonte y así solo puede tenerse una sensación del afuera gracias a la escasa luz natural y a la aireación que logra filtrarse. Gracias a recibir la luz del día, aireación y poder extender la vista, se puede experimentar la sensación de un afuera. La puerta de acceso tanto al apartamento como al conjunto residencial, se les llama zonas comunes. Pero llama la atención que pese a ser lugares de paso obligado de todos los transeúntes, resulta que lo más común es que todos los que por allí transitan  son extraños unos de otros, escasamente puede darse un saludo con el que se pueda encontrar, y que a fuerza de tanto verse de manera ocasional, se sienten en la obligación de saludar. Pero no sucede más que eso, ni más ni menos, el mínimo relacionamiento necesario, pero lo más común es evitar cualquier acercamiento que pueda alterar la privacidad bien guardada en las cuatro paredes que conforman el apartamento de cada quien. Ser extraños parece haberse convertido en un alto valor personal para la vida privada de este mundo moderno.

Esta supuesta privacidad o la manera en que se vive y se configura el ser social, tiene ese componente dinámico de lo que puede denominarse la planetarización gracias a las comunicaciones que hacen del cuerpo presente sea universal. Hoy gracias a la internet y una videoconferencia, se puede tener el don de la ubicuidad, estar en muchas partes en un mismo momento. Esto es un adentro que viene o se constituye de un afuera y que nos es cómodo denominar como la dinámica de un universal y un local. Dice Serres que lo Universal no es más que la composición de partes locales que se han vuelto globales, los locales tienen un común denominador que es el núcleo común sobre el cual satelitan y se alimentan todas las localidades. Lo local universal aplica para las naciones y el globo planetario, el actual mundo de la virtualidad hace que el cuerpo y las comunicaciones sean de manera inmediata, instantánea, superando o borrando las barreras de un país a otro. Las fronteras nacionales se borran para dar paso a una ciudadanía mundial.

El adentro y el afuera puede asimilarse con el encierro y la libertad como en la fábula del perro con o sin collar, la diferencia estriba en que en el perro gordo con amo tiene la comida asegurada a cambio de su libertad, mientras que otro flaco vive esclavo de la cacería para poder llevar algún bocado a su boca. El precio del encierro es la seguridad alimentaria del perro bonachón, mientras que la libertad del otro se paga a costa de estar probando suerte de poder encontrar algún bocado qué llevar a su boca. Es, si se quiere, una libertad imaginaria. Y con respecto a la vida idílica, a la Arcadia campesina es engañosa y nos extravía, dice Dagonet en el Número y el Lugar: "Se idealiza mucho la vida del campesino: miserable, aislado e incluso sub alimentado. Las nostalgias del pasado mienten y distorsionan." Esto puede denominarse una cierta racionalidad administrativa que no es más que favorecer la concentración de la población y con ella facilitar una mejor distribución de los recursos con el equipamiento urbano y prestación de servicios. Hoy día a esta misma dinámica se le conoce como el ordenamiento social de la propiedad rural para así intentar pagar esa deuda tan atrasada con el campesino que vive de manera miserable por la escasez alimentaria y de otros servicios, abundantes y concentrados en la ciudad.


Posdata:

 Escrito  para el Curso 
Historia Avanzada de los Medios Técnicos
Profesor Luis Alfonso Paláu


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¿Por qué no aceptan a Quintero?

Por: Jorge Mejía Martínez
Analista Político

La oposición de quienes perdieron la alcaldía de Medellín, arrancó el mismo día de las elecciones, después se tradujo en una convocatoria en marcha de revocatoria de mandato, asumida por algunos de frente y tibiamente por otros, sin consideración de los soportes legales para un ejercicio de este tipo: la inconformidad social generalizada y el incumplimiento del programa de gobierno. Sólo rabia y amargura de los derrotados.

Además del sinsabor ante la pérdida de la alcaldía por parte de fuerzas poderosas como el uribismo, el federiquismo y el fajardismo, ante un inicialmente candidato desconocido pero atrevido, lo que no admiten, no aceptan la pertinencia de asumir el costo de arrebatarle a un poderoso sector empresarial de la ciudad el manejo y control de EPM, en los últimos años, puesta al servicio de intereses privados en menoscabo de los públicos.

Ese sector privado ha sido el gran financiador de las campañas políticas locales y el auspiciador, con sus cuotas políticas al frente de la alcaldía, la gerencia y la junta de EPM, de la puerta giratoria por donde transitaban sus representantes que iban y venían, siempre en defensa de los intereses privados del grupo.

Ello se tradujo en que EPM se convirtió en la tabla de salvación de empresas en quiebra como Conconcreto e Integral, y en que EPM asumiera en los últimos 10 años los costos y sobre costos de malas inversiones, en el país y por fuera, auspiciadas por esos voceros privados con presencia en las instancias de decisión de la empresa pública y la alcaldía.

La contingencia de Hidroituango, resultado de fallas humanas y técnicas, con altos sobrecostos, sin que hubiera alguna reacción seria por parte de la entidad sobre los responsables de la afectación del patrimonio de los medellinenses, es el colmo de la connivencia y la complicidad entre personas más interesadas en dejar las cosas como están y en hagámonos pasito, para provecho de los culpables.

Esa es la gran pela que Quintero se atrevió a asumir. No hay mejor defensa del patrimonio público que acabar con esa puerta giratoria. La lucha contra la pobreza y la desigualdad en Medellín, el gran reto superior, con muy precarios o nulos resultados hasta ahora, requiere deslindar esa frontera de lo público y lo privado.

Ante tamaña osadía de Quintero, los perdedores en octubre de 2019 de la alcaldía, muchos ligados al grupo empresarial, solo encuentran tema para alimentar la oposición en sí nombró a alguien o no, los títulos académicos homologados, las equivocaciones en las declaraciones de prensa, si es amigo o no de Luis Pérez, si afrontó con perfección las vicisitudes de un fenómeno impredecible e incierto como la pandemia, si la cama UCI número mil, si hay basuras en las calles etc. etc., insignificancias frente al gran reto de la defensa del patrimonio público, así haya que arrebatarlo a un poderoso grupo empresarial experto en financiar determinadas campañas políticas y usufructuar el poder.

Termino con lo siguiente: en gran parte Daniel Quintero está terminando lo que Fajardo no fue capaz de hacer: Desclientelizar cabalmente la administración local.

Fajardo avanzó en la depuración de la alcaldía al quitársela a algunos grupos políticos tradicionales de la ciudad, pero cayó en el otro extremo, entronizó el clientelismo empresarial, las cuotas más significativas de la administración municipal ya no eran de los grupos políticos, pero sí de los círculos económicos. ¿Cuál más nocivo?

La favorabilidad alta de Quintero en todas las encuestas, da cuenta de que eso es lo que quiere la ciudad, cada loro en su estaca.

Tomado de Minuto 30



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Los Perdedores

Mauricio Castaño H
Colombiakrítica
Historiador

Los perdedores, los fracasados han llamado mi atención. Pensarlos en su adversidad, en su mundo adverso, mirarlos quizá en un lugar indigno al que fueron destinados... arrinconados. Sé que son muchos y de muchas partes, de muchos lados, incluso los que pueden estar en la cuerda floja o en el filo de la navaja como suele decirse, pero son los estudiantes a los que quiero referirme. Algo conozco de ellos. No me son ajenos y sí muy familiares. He pasado parte de mi vida en la enseñanza formal e informal. Sé que el término fracasados o perdedores es chocante y repele a la institucionalidad. Pero mi intención va más allá de lo que algunos pueden apreciar como un gusto considerado o compasivo por estos seres marginales. 

Es otra perspectiva, otro el foco de donde se les quiere mirar más allá del mundo del éxito. Nuestra mirada está más bien del lado de lo que han pensado ciertos autores en ver allí otras lógicas diferentes a aquella monogamia del triunfalismo. Pienso en autores como Bataille con su estética del fracaso, en ver en los miserables la protesta silenciosa contra capitalismo, esos mismos que se las arreglan  para vivir con lo casi nada porque están por fuera del circuito de la producción. Los que viven alejados de la distribución y de las buenas maneras burguesas, establecidas como valores de verdad para que todo el mundo se enganche como soldados obedientes. Y son esos mismos que al ser alejados del circuito de la distribución, dice Bataille, lo único que les queda, entonces, es la destrucción.

Todos éstos marginales están en medio del azar y la necesidad. A ellos se les hace justicia cuando se los sitúa en lógicas distintas que colisionan con el orden establecido. Me vienen a la memoria algunas referencias. Dice Borges sobre los derrotados: "Yo sé (todos lo saben) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece..." O está otra sobre las lógicas distintas que poseen cada cultura y que en la superposición se trastocan, entonces  las convenciones que se creen son rectas son torcidas para otras: "El Goofus Bird es un pájaro que construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa a dónde va, sino dónde estuvo." Esto no es más que la imposibilidad de pensar lo impensado, son nuestras limitaciones de la cultura dice Michel Foucault: "En el asombro de esta taxinomia, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto." Nietzsche también nos es familiar en advertir sobre estas imposibilidades de ver lo diferente: "la represión y la ideología no constituyen el combate de las fuerzas, tan solo son el polvo levantado en la batalla (….) Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo.»

Esta elección por los marginales o los perdedores, este gusto no es más que un camino que vale como método. Y una meta, un viaje precisa de buenas compañías angelicales que nos alertan sobre desviaciones para centrar la mirada donde la pasábamos de largo. Digo angelical para decir mediador. El buen ángel, recordando a Serres, es el que permite la comunicación sin interferencias, deja que todo fluya para que emerja lo mejor. En contraposición está el ángel maldito, caído porque se guardó la información para sí. O para decirlo mejor, toda construcción es social, está fundada en las motivaciones y sueños en la que otros deciden acompañarnos. Pero queremos hacer una anotación que fustiga cierto método hecho verdad total y es tomado por la institucionalidad universitaria como una preforma que debe calcarse y aplicarse a todo objeto de estudio. Y tanta es la aberración que se ha llegado al extremo de crear metodológos y objetivólogos que dirán la última palabra por dónde debe caminarse, y muy en contravía de la sentencia que versa: "caminante no hay camino, se hace camino al caminar." Al respecto y para fustigar ese método imperial en el que prevalece la forma sobre el contenido, Dagognet cita a Bachelard: "Recordando la picante anotación de Gaston Bachelard que fustigaba los métodos: “ 'todo discurso sobre el método es un discurso de circunstancia”. ¿Cómo separar el paisaje y el camino que él lleva?' .... El método  se encuentra en la obra misma, en el proceder; ¿cómo extraerlo, sacarlo por fuera de su movimiento mismo, sin echarlo a perder o reducirlo a un formalismo perezoso?" Dagognet. p. 255s

Una cosa lleva a la otra. Esta expresión hace comprensible cómo un diseño, en especial de indicadores, desencadena en casacada una serie de prácticas pegadas a un mismo fin que desvían la esencia educativa. Demos dos ejemplos. El primero corresponde con el diseño del indicador universitario de publicaciones científicas producidas. A partir de allí todo gira a su alrededor, toda acción se tasa a partir de allí, que tanto se produce, que tanto se publica y sobre todo crea unas élites del conocimiento por un lado y por otro, en la marginalidad, una gran cantidad de frustrados, de fracasados que no acceden al éxito académico, son esos profesores que según la publicación referenciada padecen estrés en más del 82% (muy pertinente la publicación española ver link aquí). Esto es centro de toda la vida universitaria que supedita lo demás y para resumir diremos que el meollo del asunto está en qué la universidad fue absorbida como una pieza más del gran Mercado Industrial, y a partir de allí todo resulta envenenado: el estudiante es tratado como un Cliente cuyo destino es la sociedad de mercado. A partir de allí todo se deriva en lógica capitalista: profesores vinculados, provisionales, contratados por horas o cátedras, investigaciones que interesan al mercado, número de publicaciones en revistas especializadas. Y con ello corre la perversión de venderse al mejor postor y producir a toda costa, no importando los medios sino el fin, y de allí lo inescrupuloso o lo no ético de los profesores que se apropian o roban las producciones intelectuales de sus estudiantes para cumplir con sus metas a toda costa. Esto llevó a abandonar en cierta medida la función de la escuela que es movilizar saberes y enseñanzas de la sociedad ganadas a través del tiempo. Ya no se ven rastros de una moral amorosa de la enseñanza cuya función es la transferencia con la sóla satisfacción de estar haciendo el bien, es el principio de la transitividad del que hablaba Michel Serres, y en el cual todos ganan en este proceso de enseñanza aprendizaje, nadie queda privado en el circuito de la distribución.

Otro tanto y guardando las proporciones sucede en la educación secundaria. El estudiante es tratado como cliente cuyo gran destino es la empresa capitalista. A partir de allí se desprende todo el diseño escolar cuya figura central es la cabeza del director o rector. Acá una anotación central: apartir de la reforma educativa en la década del noventa, éste pasó de ser una figura Pedagógica a ser una figura meramente Administrativa que tan solo se preocupa por administrar cosas y gente en función de unos indicadores, en especial los de cobertura educativa pero sin importar la calidad. Esta figura actual no tienen nada que ver con la anterior que estaba investida del saber Pedagógico que orientaba y guiaba a sus coequiperos profesores y a su muchachada de los estudiantes. Hoy sólo la preocupación es responder a unos indicadores de cobertura y de ser eficientes en administrar las cosas que le fueron asignadas, que en esencia refiere a hacer mucho con poco, que en muchos casos se ha entendido con la tacañería en el mejor de los casos, en otras se va al extremo de la exclusión: creer que los estudiantes de la educación pública son unos perdedores que no tienen derecho a nada y más bien les cuelga la condena de llevar una vida miserable y desgraciada, esto es una especie de segracionismo o fascismo en el cual han confluido muchos profesores, encontrando así excusa y refugio para su mediocridad.

Esta disertación no tuvo otra intención que la de visibilizar esos marginales, esos fracasados producidos por un sistema que nos les halló un lugar digno, y por el contrario son arrinconados y privados de los bienes sociales que sin lugar a dudas son patrimonio de la humanidad, del mundo.


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