La Filosofía Hoy

El Objeto y el sujeto
Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica
Sentido homenaje a Michel Serres este mes en Medellín y bajo la dirección del maestro Luis Alfonso Paláu quien dio su intervención final sobre la filosofía hoy. Sus palabras fueron claras y contundentes: fue el mismo Serres y Francois Dagognet quienes sacaron a la filosofía inmersa y presa del Sujeto y la entraron al campo del objeto, de las propias cosas, de las pobres cosas tan olvidadas y despreciadas, del mundo físico, de la materia, esa misma de la que interdependemos e incluso nos exteriorizarnos, dejamos huellas en todo lo que nos rodea.

Es la filosofía de estos dos hombres excepcionales un esfuerzo por instalar el objeto en la filosofía, su proceder es contrario a toda la tradición filosófica, desde Platón, Kant, por citar dos de los más sonados, ellos sólo hablan del sujeto por aquí y del sujeto por allá, lo demás, las cosas, el mundo físico, no importan, sólo un sujeto trascendente, ajeno y despreciativo del mundo físico, lo de ellos es un sujeto visitante de las profundidades, de aquellas en donde reinan las oscuridades, como en los socavones en donde para ver, se precisa de cierta luminosidad y aún así los detalles se escapan. 

Mientras que en aquella otra filosofía los objetos nos entregan el mundo, un grano de arena nos proporciona el universo si lo sabemos leer, en nuestra piel se refleja el adentro, un sonrojo en el rostro nos delata una situación incómoda, mientras callamos hablamos con la punta de los dedos, la piel nos entrega todo lo que somos, hasta decir que la enfermedad realmente es del espíritu, de nuestros problemas que encarnamos y nos atormentan, sólo nos enfermamos de una sola enfermedad y los remedios sólo engañan el cuerpo, esto todo es de Dagognet. Y por lo demás, los seres vivientes tienen conocimiento de la vida, saben dónde guiarse para encontrar de comer y hallar su posada, la garrapata puede esperar largos meses hasta sentir que pasa el bovino para dejarse caer encima y así poder alimentarse.

Decir Serres es decir mezcla de saberes, leer la propia historia de las cosas, cada roca tiene sus tallados que nos entrega un tiempo y un espacio, sobra la ociosa historia tradicional y de especialistas y la de todos los saberes partidos, todo está en todo, todo está integrado, dividir es tirarnos a la muerte, divide y reinarás, es producir cultos ignorantes y sabios incultos, el científico sólo leerá de distinto a su materia a tan sólo Condorito.

Con Serres tendremos: Distribucion, Interferencia, Traducción, Tercero instruido o El paso del Noreste. Es el filósofo que habla de las comunicaciones, fluidos, mestizaje del conocimiento, mezcla de saberes, conocer para inventar, no saber por saber sino para transformar, parecido al viajero es el investigador, el viaje mismo es toda una experiencia sin preocupar tanto la meta misma y más bien va enlazando nodos aquí y allá. Serres nos reta a innovar, a crear, a investigar como suele hacer el viajero, sin amarras, sin estar formateados y libre para dejarse sorprender por la aventura del viaje mismo.

Y la expresión de la filosofía hoy quiere decir los ecos de estos dos maestros en nuevas generaciones que nos traen sus reflexiones desarrollando las vertientes trazadas por éstos. En este mismo blog puede consultarse sus bibliografías como sus repercusiones, como sus ecos que nos dejan varios autores que desarrollan esta nueva perspectiva del objeto, historia de las técnicas y de la ciencias. Todo ello, lo cual está ante nuestros ojos para entregarnos a todos nosotros, a toda la humanidad, a todo el universo, a todos los seres, todo eso mezclado que hace parte de la vida. Estas breves líneas bien pudieron titularse El Objeto y El Sujeto.


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Un Pueblo Nuevo

Primera Parte

Dedicado a los lectores de Colombia krítica, ellos estimulan este pensar en red

Un pueblo nuevo requiere de nueva vestimenta y nueva espiritualidad.

Estar atado no deja de ser incómodo, a no ser por esa cosa de una fuerza de lo habitual que termine por incorporar todo aquello que nos molesta e incluso nos degrada pero que se encaja en nuestras vidas como algo normal y cotidiano, al punto de considerar todo dolor, toda tristeza como un paso o un camino por donde se debe pasar para finalmente hallar lo placentero, para hallar una felicidad buscada ¡No hay buenas tristezas! Al punto de querer anhelar a nuestros amos, de añorar a nuestros verdugos. En estos breves trazos queremos refenciar el libro titulado El Progresismo Fascista del autor Martín Jouer del año 2019. Allí se da un buen esfuerzo de presentar cómo opera la obra de Gilles Deleuze, Felix Gauttari y Karl Marx. Decimos cómo opera la obra, mostrarla cómo herramienta que permite usos, y para este caso el combate va dirigido hacia la servidumbre voluntaria, hacia todo aquello que hace de nosotros unos seres obedientes y que hace posible que todo aquello que degrada la existencia humana, pase sin pena ni gloria, incluso establezca una manera de ser en las personas que hace que amen sus propias cadenas, incluso que las pidan. el problema de los amos es que son los esclavos quines lo fabrican, son los que permiten su emergencia, igual pasa en nuestra sociedad actual.


Por ejemplo, en nuestra sociedad actual la inequidad pareciera que no tiene cuando acabarse, por el contrario, cada vez aumenta, cada vez son más los que son arrastrados a la miseria o que la bordean o que se aproximan a ella, las estadísticas son bien dicientes: el 1% por ciento son dueños de las riquezas del mundo y el 99% somos esa mayoría que tenemos que vérnosla para tratar de llevar un bocado de comida a nuestro cuerpo, darnos un techo y proveernos los demás servicios como los de salud entre otros. Y así nos pasamos la vida, nuestras existencia en círculos bobos de los cuales no tenemos forma de salirnos, no tenemos escapatoria a no ser que se haga algo diferente que rompa el círculo bobo o vicioso. Estas líneas quieren ser provocadoras o al menos que motiven un acercamiento a estos autores. Aquí algunos apuntes.

El acta de inicio de estas miserias humanas pueden hallarse desde que la acumulación, la producción, el excedente fue apropiado por tan sólo unos pocos dejando a los demás con lo mínimo o en aprietos o en carencias para proveerse lo mínimo necesario para sobrevivir. Es la acumulación el caballito de batalla, es la piedra en el zapato, es el trompo en la uña. Y para dar un ejemplo contrario citemos a ciertas sociedades indígenas cuya organización social estaba basada en la distribución para todos los miembros de su comunidad y no en la acumulación, aquello, el producir era para proveerse, para subsidiar su existencia como grupo, por eso es común la referencia de alta estima por sus rituales, por su ocio y todo aquello que los definía en su cultura, en su vida propia comunitaria.

Aquello nos tira una pregunta de cómo hacernos a una sociedad sin Estado,  es una aseveración interesante porque sería el punto de quiebre de nuestra servidumbre voluntaria, aquella misma que nos hace servir sin chistar al vampiro que nos chupa hasta la última gota de sangre. Insistimos en una pregunta que incomoda: ¿Por qué seguimos atados a la cuerda que nos aprieta y nos amenaza con ahorcarnos? Amamos las cadenas que nos atan en vez de romperlas, las abrazamos. ¿Por qué tal condición? El problema no está fuera de nosotros, no está en la sociedad ni en el Estado. El problema está en nosotros mismos, el problema está en el fascista que cada uno llevamos por dentro, amamos las cadenas que nos amarran, incluso amamos al fascista que hay en mí, yo mismo reproduzco la crueldad que ejercen sobre mí mis verdugos.

Echemos mano de otro concepto que opera, que es la arquitectura, nuestra composición de ese yo, de quien soy. Hacemos referencia al Deseo, pero no como carencia sino como una máquina de producción. Simplemente recordamos que si es visto como carencia, entonces  es asimilable a la falta, y una falta reclama de castigos y de jueces. He aquí al psicoanalista, el juez y carcelero de nuestro yo, de nuestro espíritu, de nuestro ser. Pero estos jueves, estos seres repudiables mutan con el gran formato del capitalismo, y es entonces que nos llenan nuestro cuerpo y nuestra consciencia de sus flujos, nos hacen desear por ellos, yo soy, yo quiere ser, yo pertenezco, por poner un ejemplo, a la familia burquesa, sueño con tener un carro, vestir a la moda, tener bella mujer, hijos, todos  sonrientes y listos para la foto. ¡El consumo como trampa y captura: viraliza la servidumbre voluntaria! Acá para señalar el problema más inquietante: ¿Cómo el deseo acaba deseando en contra de su propio interés, en contra de las propias necesidades conscientes?


Las Muchedumbres 


La Minoría le teme a las Muchedumbres. Y con razón, qué pasaría si se acabará la servidumbre voluntaria, si el estilo de vida de las personas se basaran en su propia ética, en su propio cuidado de sí al decir foucaultiano, sin jefes y sin temor a quien obedecer, solo en función de sí mismos y de sus equipos o pequeñas sociedades conformada por ellos mismos, pero sin jefes, sin nadie al frente, sin nadie al mando, sin burócratas, bien sean capitalistas, socialistas, comunistas, sindicalistas, recuerdemos que no hay peor tirano que el que llevamos por dentro, no hay peor cuya que la del propio zapato, no hay peor tirano que un sindicalista, encarna el demonio del patrón.


El Poder de Uno, de Uno Mismo

La revolución es la potencia colectiva de la diferencia. Por eso se celebra las pequeñas comunidades, las pequeñas luchas, mis devenires de aquello y de esto, aquí  quien comanda la existencia es la ética y estética como procesos de vivir nuestros procesos de subjetivación, nuestro propio yo sin amos, dejando que la imaginación brote por todos lados sin recurrir a los cortes o coartadas del castrador sicoanalista. Todos los sueños son posibles y no requieren de interpretaciones, de psicoanalistas, simplemente son formas de ser. El inconsciente es una producción abierta y no cerrada que favorece la riqueza humana e individual.  “Los problemas de la filosofía política no giran en torno al “Estado constitucional de derecho” (la Ley & el Orden). No hay “etapas”. La filosofía es potestad de cualquiera.”
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Anestesia para la Vida

Mauricio Castaño H.
Historiador
Colombiakrítica


En la manzana y su mordisco encontramos lo propio del hombre: La Desobediencia. Cuestionar todo lo que se nos propone como un posible hacer, por lo demás, donde hay poder hay resistencia. Sabido es que el bípedo humano tiene un aparato de confrontaciones llamado cerebro. En aquel primer acto de simbolismo cristiano no sólo encontramos la desobediencia sino que ésta misma está imbestida de envidia, de imitación, se quiere tener el mismo poder o las mismas facultades de aquel otro que se presume como superior, queremos ser como el otro al que admiro, al que quiero imitar. Cuando no se logra emular o superar el objeto de deseo, entonces la envidia frustrada estalla en violencia. Acá el deseo inmediato es el de la imitación, pero existe el que se corresponde con devenires, con flujos de deseos, con torbellinos que simplemente van copando una existencia, una manera de existir, como Alicia en el País de las Maravillas en donde la imaginación crea mundos posibles por irreales que parezcan.

También compete a la existencia humana no sólo el querer imitar sino también la angustia, ese miedo hacia el vacío espiritual o de sentirnos que tenemos que darle cuerda al reloj de la vida, ha de recordarse que lo propio de lo humano es la consciencia del tiempo, de saberse finito, de saberse que sus pasos avanzan hacia su destino final que es la muerte, por eso apuramos los pasos queriendo inmortalizarnos en alguna vanidad que puede ser el Poder... acumular poder para hacernos importantes y recordados por esos otros que rodean y celebran a su jefe, el poderoso que se inmortaliza sumando las servidumbres voluntarias de quienes precisan de los amos. 

Otras drogas además del Poder, está el dinero y el trabajo mismo, éstas más peligrosas que otras que consideramos inofensivas comparadas con aquellas, las que habitualmente conocemos como drogas: alcohol, tabaco, coca, morfina, marihuana. Decimos inofensivas porque no se puede comparar una matanza de millones de personas del poderoso Hitler con una raponada de una pulsera que pueda hacer un insignificante marihuanero, como tampoco se puede comparar al ladronzuelo hambriento con el opulentto terrateniente que masacra campesinos para quedarse con sus tierras, o la de los grandes capitalistas que usurpan los recursos de la naturaleza y hacen morir de hambre a millones de miserables que nada tienen.

Éste preámbulo, está antesala para develar la fragilidad de la existencia humana que se soporta en la angustia existencial y en su manera de remediarlo, de darle solución mediante las drogas. Si tenemos dolor existencial se procura entonces de suministrar anestesia que alivie nuestra angustia, por ello la tesis serresiana de que somos seres drogos o toxicómanos, vivimos en medio del desespero aliviando el miedo a morirnos y a tratar de que el reloj no se detenga o no vaya demasiado rápido y nos arroje en la tumba de la nada o del olvido.

Otra gran proposición sería la manera como la humanidad misma ha dado soluciones a esta condición humana de la gran angustia, de seres temerosos porque se acaba el tiempo y porque la muerte nos espera sin importar qué atajos escojamos. Por ejemplo, remontando la mirada observamos grandes sistemas de organización social predominantes y publicitados. Quién no ha escuchado de sistemas esclavistas, hombres dueños de otros hombres de pies a cabeza, de toda su energía, los podían disponer como cargueros humanos o para lo que fueran, tomarlos o dejarlos, en plaza pública eran exhibidos, ofertados y entregados el mejor postor. Eso en el sistema social esclavista. Luego conocemos el feudalismo, los señores dueños de la tierra, los pequeños feudos, la explotación de la tierra y las manos campesinas que la araban. El otro gran sistema social es el más conocido y el que aún tenemos que basa la explotación no ya en la tierra, en los feudos, sino en el mundo fabril, en las urbes están las fábricas con sus ejércitos de obreros, no ya de campesinos, no, allí son humanos que no tienen tierra, su mayor riqueza son sus brazos para alquilarlos a la fábrica.

Esta gran caricatura para mostrar los encuadramientos, las maneras en que los hombres son encuadrados u organizados, todo entroncamiento a la perfección con lo que venimos sugiriendo: un hombre angustiado y con miedo necesita de un entretenimiento, de un algo con lo que pueda llenar su tiempo, con lo que pueda llenar su existencia, y el trabajo sí que ocupa la vida y la llena de esperanza, tal y como lo conocemos en estos sistemas de organización social: todo el tiempo se está preparando la vida. Naces y se te dispone una escuela para que te apropies de unas competencias para la vida, tienes que ser útil, el trabajo significa la existencia, recibirás un salario con el cual vas materializando sueños que la cultura tiene en alta estima: te casarás, contraerás matrimonio, tendrás hijos, te sentirás realizado, comprarás un carro, te endeudará en una casa, en la vivienda ideal que publicitan los grandes constructores de las familias sonrientes de la felicidad plena.

En el capitalismo será muy importante la propiedad privada, acumular, el progreso es sinónimo de mayor acumulación, no importa lo absurdo que sea, no importa si no alcanzas a gastarte tu fortuna en vida tal y como le sucede al 1% de la población, extremadamente rica, y en el otro extremo el 99% que nada tiene y que por el contrario vive sorteando la miseria, la escasez. Incluso acá una pregunta es pertinente, qué pasa para que ésta desproporción, para que ésta inequidad se mantenga, qué pasa que ese 99% no de releva contra ese 1%?

Si el deseo de imitar al otro, si la angustia es constante en nuestra existencia humana, nada raro que estos sistemas sean la gran anestesia que nos alivie del sufrimiento, es comprensible que dediquemos todas nuestras existencias a las servidumbres voluntarias, de estar atados, encadenados a todo aquello que se nos presenta como normal y nos ofrece seguridades  así sólo sean imaginarias, paradigma de la vida, que se nos presenta como grandes logros: tener un trabajo, una familia que nos infla el ego, que nos enorgullece, mi hijo estudia tal o cual profesión, está en aquella empresa, es importante político que amasó grandiosa fortuna.  La mayoría soñadores en que algún día alcanzarán un mejor vivir sirviendo a los de arriba de la pirámide social. Todos vamos en carrera loca por alcanzar un algo de tener, recordemos que la propiedad privada es el templo del capitalismo, por ella nos batimos a muerte, nos peleamos contra quién de manera ventajosa corre los linderos sobre nuestra propiedad, o salimos de huídas del asesino o paramilitar o terrateniente que nos amenaza de muerte si no nos dejamos robar la propiedad.

La anestesia alivia el miedo que le tenemos a morir, de sabernos que el tiempo se nos acaba, que nos llegará el final, nos llegará la existencia de la nada. La anestesia nos alivia de la angustia de vivir. Pero una cosa sí es legítima, y es poder reclamar el tipo de vida que queremos llevar, si preferimos seguir como borregos con las servidumbres voluntarias que nos vuelven simples piezas de máquinas bien sea empresariales, de gobierno o de politiqueros baratos de esos antilibros, antiacedemia... Decíamos de lo legítimo que es seguir como borregos, obedientes sirviendo toda una vida o revelarnos y construir existencias más libres, más éticas, más estéticas, más dignas, en fin escoger nuestra propia droga, nuestra propia anestesia.


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Espíritu de Cambio

Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Cosa vana y fastidiosa es la politiquería. Por estos días un espíritu travieso recorre la villa y tiene espantados a los de siempre gobernar. Y a todas éstas nos preguntamos por lo que pasa en esta capilla, nos preguntamos por el  desprestigiado mundillo político y por esa mayoría a los cuales las cosas no les va nada bien y por el contrario todo tiende a ir de mal en peor. Nos preguntamos si algo ha de cambiar en el otro extremo o seguiremos eligiendo a los mismos amos, a esos
 pocos que han hecho y quieren seguir haciendo su agosto con el presupuesto público de más de 16 billones del cuatrenio, esos ladronzuelos que rapiñan contratos aquí y allá, esos mismos que nada les importa cómo esa mayoría se hunde en la escasez, recordar que Medellín es campeona de la inequidad en el país y en América Latina, y por poco arde en las llamas de la violencia, la más homicida de Colombia. Medellín de violencia en las calles, Medellín que sume a los jóvenes y a su barriada en el no futuro, el Medellín y sus calles repletas de informalidad y mendicidad, cada vez nos aproximamos más a ciudades miserables como Shangai.

Y si esto es así, por qué nada cambia, por qué ese 99% obra como anestesiado, se embuten las mentiras y los miedos que cada cuatro años hechan, no cuestionan esa maquinaria electoral y de marketing político que conducen los cerebritos o a las conciencias con un manipulado de clic de un Me Gusta o No Me Gusta. Y cosa curiosa que se hable de crisis política, hoy es vergüenza presentarse como candidato de algún Partido, todos quieren ducharse con Alianzas, fungen estar representando todas las tendencias. Por ejemplo, en esta Medellín se han presentado quince candidatos para disputarse el botín de la alcaldía, la denominada derecha con tres de ellos: uno que quiere ser continuidad de la actual administración, así se presenta, otro que es delfín político de sonado apellido del famoso Ramos, y el otro Juan que casi gana la alcaldía hace cuatro años, el mismo que lideró la campaña del No a la Paz, el mismo que develó a la prensa la estrategia política de ese entonces: decía que la estrategia política se basó en sacar a la gente a votar berraca mediante las mentiras echadas de que la guerrilla se iba a tomar el poder y nos convertirían en otra Venezuela pobre y miserable. La anotación vale por la metodología, hecha ya carrera en las campañas políticas de hacer dar miedo y rabia a través de mentiras ampliamente difundidas para garantizar votos a favor del candidato afecto y en contra de quien se quiere vencer, y ello funciona muy bien cuando se manipula o se tiene los tinglados de los medios de comunicación a su favor.

Arriba, en primeros renglones referimos a un espíritu que preocupa a los de siempre gobernar, es el joven que vino a refrescar la política, el mismo que salió de las barriadas de las comunas periféricas de Medellín, el mismo que se hizo a propio pulso, estudio con esfuerzos en universidad pública y con esfuerzo y perseverancia en el exterior, él mismo no es ajeno a las grandes inequidades de la ciudad. Y hoy es esperanza que quiere enrutar a Medellín. Ese espíritu es Daniel Quintero

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El Cuerpo sin Órganos

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El Cuerpo sin Órganos, sin una organización que lo ate, que lo mantenga aprisionado, sin ninguna sujeción a los dictámenes conductistas o psicológicos en donde todo lo reducen a una interpretación que suele ser la del Edipo, la del falo o de la vagina. Nada de eso, más bien se lucha contra esos encajonamientos y se de vía libre al deseo no como castración ni como carencia sino más bien como producción de flujos aquí y allá, la imaginación es cantera de esos flujos de deseos, de devenir, ora soy un lobo, ora Caperucita, y así en una infinidad de existencias que me atraviesan, que soy. Estas breves líneas quieren motivar la lectura de Deleuze. Nos inspiramos en el libro Mil Mesetas.

Así como el capitalismo tiene flujos de caja, así mismo nos devienen flujos de deseo no reducidos a carencias o a la tristeza de la interpretación del psiconalista en el diván. Por ejemplo, tomemos cómo la organización capitalista nos encuadra y nos determina y nos corta los flujos de deseos por los cuales quisiéramos devenir libres en todo aquello que se nos venga en gana. Sí, el capitalismo es una formación social que nos prepara toda la vida: al niño se lo envía a la escuela, al joven al ejército primero y luego a la fábrica, y a quien desobedezca será enviado a la cárcel o al manicomio. 

Esto era lo habitual, estos eran los santuarios del gran encierro, hoy son otros los espacios de la llamada sociedad de control. A manera de ejemplo, con la conquista española los indígenas fueron violentamente sometidos a nuevo régimen y a su nueva lógica. Los aborígenes fueron tomados a la fuerza, como esclavos, antes sus vidas se debían a sus cosmogonías, su ocio era de alta estima, su trabajo era para satisfacer la vida, por eso no había una fiebre desaforada por una acumulación en sí misma, eran todo lo contrario a la corona española que cifraron como fin en sí mismo la acumulación del oro.

Para ver estos dispositivos por los cuales somos apresados, tales como la forma Organización, el imperialismo de la significancia psicoanalítica y la construcción de la persona o del sujeto o subjetivación. Citemos a Deleuze: "Consideremos los tres grandes estratos que se relacionan con nosotros, es decir, aquellos que nos atan más directamente: el organismo, la significancia y la subjetivación. La superficie de organisina, el ángulo de significancia y de interpretación, el punto de sujetivacion o de sujeción. Serás organizado, serás un organismo, articularán tu cuerpo - de lo contrario serás un depravado- Serás sujeto y fijado como tal, sujeto de enunciación aplicado sobre un sujeto de enunciado - de lo contrario serás un vagavundo-. En Mil Mesetas p. 164

Somos fuerza de producción de deseo " el cuerpo sin órganos es el campo de inmanencia del deseo, el plan de consistencia propio del deseo (justo donde el deseo de define como proceso de producción, sin referencia a ninguna instancia externa, carencia que vendría a socavarlo, placer que vendría a colmarlo)" en Mil Mesetas p. 159. Allí nada hay que interpretar, nada de psicoanálisis buscadores de su hoyo vaginal o del falo. Nada del deseo como carencia vuelto axioma o ley común. El deseo es una máquina productora de flujos… por ejemplo, el masoquista utiliza el sufrimiento para darse un placer ininterrumpido. Volvamos a citar a Deleuze: "En resumen, el masoquista utiliza el sufrimiento como un medio para constituir un cuerpo sin órganos y aislar un plan de consistencia del deseo. (...). Veamos ahora el caso del masoquista que no ha pasado por el psicoanálisis: 'PROGRAMA… Embriagar la noche, y atar las manos fuertemente, bien a la cadena del freno, bien al gran corsé, nada más salir del baño. Poner todo el arnés sin pérdida de tiempo, las tiendas y las empulgueras, atar las empulgueras al arnés. Encerrar la verga en un estuche de metal. Tirará de las riendas dos horas durante el día, por la noche a voluntad del amo. Reclusión durante tres o cuatro días, con las manos siempre atadas, las riendas tensas y distendidas. El amo nunca se acercará a su caballo sin su fusta, y hará uso de ella cada vez. Sí la impaciencia o la rebelión del animal se manifestase, se tensarían las riendas fuertemente, el amo cogería las bridas y dará una severa corrección al animal.' 160

Construirse un cuerpo sin órganos es hacerse a una ética y una estética propias que nos permite liberarnos, hacer nuestra propia liberación de esas fuerzas que nos quieren con ataduras. Estos renglones quieren ser una invitación de indagación deleuziana. 


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GoogleDemocracy

Por mauricio castaño h
Historiador
Colombiakrítica



Serie Black Mirror
En la caja hay rostros, son los políticos que debatirán en la televisión, los lideran dos chicos periodistas, las preguntas están formateadas, elaboradas con antelación por los redactores. Un minuto vale una eternidad, una imagen vale más que mil palabras, todos lo entienden así, todos están envueltos, todos están llevados por el río de los mass media. Entonces las palabras a decir son bien cuidadas, calculadas, ojalá ensayadas frente  al espejo con anterioridad y con la teatralidad que aconseja certeza, no tanto en lo que viene por decir, en la palabra destinada a pronunciarse, no, ello no importa tanto como la imagen que se proyectará y quedará guardada en el cerebrito del espectador, del futuro votante. Allí todo se conjugará  desde una entonación hasta los gestos del rostro que gesticula así, el mirar de los ojos así o asá, las manos  que señalan al público con el  dedo  índice como si se fuera a clavarse en su pecho, el cuerpo que posará así. En fin, toda esa semiótica teatral de la política que irá a calzar con los ojos que le ven, que le han visto.

 No hay mucho por decir, los lineamientos de país ya están bien demarcados desde hace buen tiempo. Por eso hay quienes repiten con acento marcado la dureza de la palabra Seguridad con ejército y policías, es decir las tropas serán enviadas a combate, a combatir a los enemigos; también la otra palabra es Modernización, se echarán vías aquí y allá para conectar territorios, se echará cemento y más cemento, echar plata a la industria cementera… hay quienes se reclaman alternativos y denuncian las maquinarias políticas, todos dicen atacar la corrupción y la inequidad, pero si el poder es el Poder de los grupos de poder, ellos en últimas decidirán a  quienes quieran poner, y quienes no se ajustan a la ecuación serán borrados, no se les volverá abrir el micrófono ni saldrán en la pantalla chica.


Pero bueno, volvamos a la imagen. Es una imagen lo que importa proyectar, las palabras son accesorios como la camisa escogida y que proyecta lo que quiero vender. Por supuesto, las ideas, el pensamiento también son accesorios, hacen parte o complementan la figura que se quiere mostrar. Por ello no importa, no interesa la pregunta por quién tuvo las mejores ideas, quién ganó el debate... no, nada de eso cuenta. Lo que cuenta es la imagen, y ella se sostiene, la fundamenta o se fabrica desde todo aquello virtual que se determina con un Me Gusta o No Me Gusta. Es la googledemocracia la que determina la ganancia o la pérdida, lo que determina es el gusto Google o mucho mejor, quién sea el mejor postor para costearse estos gigantes de la publicidad que hacen virar a un u otro lado, hacen la tendencia de las redes sociales, según sea la paga, entones se segmenta a la población y se les tira flujos de información o mucho mejor desinformación que sirva para quebrar o animar al elector por ésta o aquella preferencia. Ha sucedido con el Brexit, en Las elecciones de Estados Unidos, en Colombia, se gana con Google y Facebook que saben cómo gestionar los Me Gusta o No Me Gusta, sabe tramitar o gestionar los odios y los miedos y así estamos en sus manos, tan manipulables como el títere. Vemos que estos gigantes en tecnología y fortuna son la nueva Google democracia.


Miro esa caja en donde están los políticos y sólo veo imágenes, incluso he quitado el volumen para poder entenderlos mejor. Mañana reportarán quién obtuvo más adeptos en la redes sociales, es decir, por quién metió la mano el señor de los miedos y de la ira, el señor Google, lo demás es accesorio, los rostros, las palabras balbuceadas, los gestos corporales, los improperios, las amabilidades, las falsas modestias. Lo importante es la imágen construida en las masas de votantes de la Google Democrecy. No os preocupeis, quédate relajado en el sofá.


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El Gran Inquisidor

Por

FEDOR DOSTOIEWSKI

Han pasado ya quince siglos desde que Cristo dijo: "No tardaré en volver. El día y la hora, nadie, ni el propio Hijo, las sabe". Tales fueron sus palabras al desparecer, y la Humanidad le espera siempre con la misma fe, o acaso con fe más ardiente aún que hace quince siglos. Pero el Diablo no duerme; la duda comienza a corromper a la Humanidad, a deslizarse en la tradición de los milagros. En el Norte de Germania ha nacido una herejía terrible, que, precisamente, niega los milagros. Los fieles, sin embargo, creen con más fe en ellos. Se espera a Cristo, se quiere sufrir y morir como Él... Y he aquí que la Humanidad ha rogado tanto por espacio de tantos siglos, ha gritado tanto "¡Señor, dignaos, aparecérosnos!", que Él ha querido, en su misericordia inagotable, bajar a la tierra.

Y he aquí que ha querido mostrarse, al menos un instante, a la multitud desgraciada, al pueblo sumido en el pecado, pero que le ama con amor de niño. El lugar de la acción es Sevilla; la época, la de la Inquisición, la de los cotidianos soberbios autos de fe, de terribles heresiarcas, ad majorem Dei gloriam.

No se trata de la venida prometida para la consumación de los siglos, de la aparición súbita de Cristo en todo el brillo de su gloria y su divinidad, "como un relámpago que brilla del Ocaso al Oriente". No, hoy sólo ha querido hacerles a sus hijos una visita, y ha escogido el lugar y la hora en que llamean las hogueras. Ha vuelto a tomar la forma humana que revistió, hace quince siglos, por espacio de treinta años.

Aparece entre las cenizas de las hogueras, donde la víspera, el cardenal gran inquisidor, en presencia del rey, los magnates, los caballeros, los altos dignatarios de la Iglesia, las más encantadoras damas de la corte, el pueblo en masa, quemó a cien herejes. Cristo avanza hacia la multitud, callado, modesto, sin tratar de llamar la atención, pero todos le reconocen.

El pueblo, impelido por un irresistible impulso, se agolpa a su paso y le sigue. Él, lento, una sonrisa de piedad en los labios, continúa avanzando. El amor abrasa su alma; de sus ojos fluyen la Luz, la Ciencia, la Fuerza, en rayos ardientes, que inflaman de amor a los hombres. Él les tiende los brazos, les bendice. De Él, de sus ropas, emana una virtud curativa. Un viejo, ciego de nacimiento, sale a su encuentro y grita: "¡Señor, cúrame para que pueda verte!" Una escama se desprende de sus ojos, y ve. El pueblo derrama lágrimas de alegría y besa la tierra que Él pisa. Los niños tiran flores a sus pies y cantan Hosanna, y el pueblo exclama: "¡Es Él! ¡Tiene que ser Él! ¡No puede ser otro que Él!"

Cristo se detiene en el atrio de la catedral. Se oyen lamentos; unos jóvenes llevan en hombros a un pequeño ataúd blanco, abierto, en el que reposa, sobre flores, el cuerpo de una niña de diecisiete años, hija de un personaje de la ciudad.

–¡Él resucitará a tu hija! –le grita el pueblo a la desconsolada madre.

El sacerdote que ha salido a recibir el ataúd mira, con asombro, al desconocido y frunce el ceño.

Pero la madre profiere:

–¡Si eres Tú, resucita a mi hija!

Y se posterna ante Él. Se detiene el cortejo, los jóvenes dejan el ataúd sobre las losas. Él lo contempla, compasivo, y de nuevo pronuncia el Talipha kumi (Levántate, muchacha).

La muerta se incorpora, abre los ojos, se sonríe, mira sorprendida en torno suyo, sin soltar el ramo de rosas blancas que su madre había colocado entre sus manos. El pueblo, lleno de estupor, clama, llora.

En el mismo momento en que se detiene el cortejo, aparece en la plaza el cardenal gran inquisidor. Es un viejo de noventa años, alto, erguido, de una ascética delgadez. En sus ojos hundidos fulgura una llama que los años no han apagado. Ahora no luce los aparatosos ropajes de la víspera; el magnífico traje con que asistió a la cremación de los enemigos de la Iglesia ha sido reemplazado por un tosco hábito de fraile.

Sus siniestros colaboradores y los esbirros del Santo Oficio le siguen a respetuosa distancia. El cortejo fúnebre detenido, la muchedumbre agolpada ante la catedral le inquietan, y espía desde lejos. Lo ve todo: el ataúd a los pies del desconocido, la resurrección de la muerta... Sus espesas cejas blancas se fruncen, se aviva, fatídico, el brillo de sus ojos, <él comprende>.

–¡Prendedle!– les ordena a sus esbirros, señalando a Cristo.

Y es tal su poder, tal la medrosa sumisión del pueblo ante él, que la multitud se aparta, al punto, silenciosa, y los esbirros prenden a Cristo y se lo llevan. Como un solo hombre, el pueblo se inclina al paso del anciano y recibe su bendición. Los esbirros conducen al preso a la cárcel del Santo Oficio y le encierran en una angosta y oscura celda. Muere el día, y una noche de luna una noche española, cálida y olorosa a limoneros y laureles, le sucede. De pronto, en las tinieblas se abre la férrea puerta del calabozo y penetra el gran inquisidor en persona solo, alumbrándose con una linterna. La puerta se cierra tras él. El anciano <dominico> se detiene a pocos pasos del umbral y, sin hablar palabra, contempla, durante cerca de dos minutos, al preso. Luego, avanza lentamente, deja la linterna sobre la mesa y pregunta:

–¿Eres Tú, en efecto?

Pero, sin esperar la respuesta prosigue

–No hables, calla. ¿Qué podías decirme? Demasiado lo sé. No tienes derecho a añadir ni una sola palabra a lo que ya dijiste. ¿Porqué has venido a molestarnos? … Bien sabes que tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber si eres Él o sólo su apariencia; sea quien seas, mañana te condenaré; perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda... Y el anciano, mudo y pensativo sigue mirando al preso, acechando la expresión de su rostro, serena y suave. –El Espíritu terrible e inteligente – añade, tras una larga pausa –, el Espíritu de la negación y de la nada, te habló en el desierto, y la Escrituras atestiguan que te "tentó". No puede concebirse nada más profundo que lo que se te dijo e aquellas tres preguntas o, para emplear el lenguaje de la Escritura, en aquellas tres "tentaciones". ¡Si ha habido algún milagro auténtico, evidente, ha sido el de las tres tentaciones! ¡El hecho de que tales preguntas hayan podido brotar de unos labios, es ya, por sí solo, un milagro! Supongamos que hubieran sido borradas del libro, que hubiera que inventarlas, que forjárselas de nuevo. Supongamos que, con ese objeto, se reuniesen todos los sabios de la tierra, los hombres de Estado, los príncipes de la Iglesia, los filósofos, los poetas, y que se les dijese: "Inventad tres preguntas que no sólo correspondan a la grandeza del momento, sino que contengan, en su triple interrogación, toda la historia de la Humanidad futura", ¿crees que esa asamblea de todas las grandes inteligencias terrestres podría forjarse algo tan alto, tan formidable como las tres preguntas del inteligente y poderoso Espíritu? Esas tres preguntas, por sí solas, demuestran que quien te habló aquel día no era un espíritu humano, contingente, sino el Espíritu Eterno, Absoluto. Toda la historia ulterior de la Humanidad está predicha y condensada en ellas; son las tres formas en que se concretan todas las contradicciones de la historia de nuestra especie. Esto, entonces, aún no era evidente, el porvenir era aún desconocido; pero han pasado quince siglos y vemos que todo estaba previsto en la Triple Interrogación, que es nuestra historia. ¿Quién tenía razón, di? ¿Tú o quien te interrogó?...

Si no el texto, el sentido de la primera pregunta es el siguiente: "Quieres presentarte al mundo con las manos vacías, anunciándoles a los hombres una libertad que su tontería y su maldad naturales no lo permiten comprender, una liberad espantosa, ¡pues para el hombre y para la sociedad no ha habido nunca nada tan espantoso como la libertad!, cuando, si convirtieses en panes todas esas piedras peladas esparcidas ante tu vista, verías a la Humanidad correr, en pos de ti, como un rebaño, agradecida, sumisa, temerosa tan sólo de que tu mano depusiera su ademán taumatúrgico y los panes se tornasen piedras." Pero tú no quisiste privar al hombre de su libertad y repeliste la tentación; te horrorizaba la idea de comprar con panes la obediencia de la Humanidad, y contestaste que "no so1o de pan vive el hombre", sin saber que el espíritu de la tierra, reclamando el pan de la tierra, había de alzarse contra ti, combatirte y vencerte, y que todos le seguirían, gritando: "¡Nos ha dado el fuego del cielo!" Pasarán siglos y la Humanidad proclamará, por boca de sus sabios, que no hay crímenes y, por consiguiente, no hay pecado; que so1o hay hambrientos. "Dales pan si quieres que sean virtuosos." Esa será la divisa de los que se alzarán contra ti, el lema que inscribirán en su bandera; y tu templo será derribado y, en su lugar, se erigirá una nueva Torre de Babel, no más firme que la primera, el esfuerzo de cuya erección y mil años de sufrimientos podías haberles ahorrado a los hombres. Pues volverán a nosotros, al cabo de mil años de trabajo y dolor, y nos buscarán en los subterráneos, en las catacumbas donde estaremos escondidos – huyendo aún de la persecución, del martirio –, para gritarnos: "¡Pan! ¡Los que nos habían prometido el fuego del cielo no nos lo han dado!" Y nosotros acabaremos su Babel, dándoles pan, lo único de que tendrán necesidad. Y se lo daremos en tu nombre. Sabemos mentir. Sin nosotros, se morirían de hambre. Su ciencia no les mantendría. Mientras gocen de libertad les faltará el pan; pero acabarán por poner su libertad a nuestros pies, clamando: "¡Cadenas y pan!" Comprenderán que la libertad no es compatible con una justa repartición del pan terrestre entre todos los hombres, dado que nunca – ¡nunca! – sabrán repartírselo. Se convencerán también de que son indignos de la libertad; débiles, viciosos, necios, indómitos. Tú les prometiste el pan del cielo. ¿Crees que puede ofrecerse ese pan, en vez del de la tierra, siendo la raza humana lo vil, lo incorregiblemente vil que es? Con tu pan del cielo podrás atraer y seducir a miles de almas, a docenas de miles, pero ¿y los millones y las decenas de millones no bastante fuertes para preferir el pan del cielo al pan de la tierra? ¿Acaso eres tan sólo el Dios de los grandes? Los demás, esos granos de arena del mar; los demás, que son débiles, pero que te aman, ¿no son a tus ojos sino viles instrumentos en manos de los grandes?... Nosotros amamos a esos pobres seres, que acabarán, a pesar de su condición viciosa y rebelde, por dejarse dominar. Nos admirarán, seremos sus dioses, una vez sobre nuestros hombros la carga de su libertad, una vez que hayamos aceptado el cetro que – ¡tanto será el miedo que la libertad acabará por inspirarles! – nos ofrecerán. Y reinaremos en tu nombre, sin dejarte acercar a nosotros. Esta impostura, esta necesaria mentira, constituirá nuestra cruz.

Como ves, la primera de las tres preguntas encerraba el secreto del mundo. ¡Y tú la desdeñaste! Ponías la libertad por encima de todo, cuando, si hubieras consentido en tornar panes las piedras del desierto, hubieras satisfecho el eterno y unánime deseo de la Humanidad; le hubieras dado un amo. El más vivo afán del hombre libre es encontrar un ser ante quien inclinarse. Pero quiere inclinarse ante una fuerza incontestable, que pueda reunir a todos los hombres en una comunión de respeto; quiere que el objeto de su culto lo sea de un culto universal; quiere una religión común. Y esa necesidad de la comunidad en la adoración es, desde el principio de los siglos, el mayor tormento individual y colectivo del género humano. Por realizar esa quimera, los hombres se exterminan. Cada pueblo se ha creado un dios y le ha dicho a su vecino: "¡Adora a mi dios o te mato!" Y así ocurrirá hasta el fin del mundo; los dioses podrán desaparecer de la tierra, mas la Humanidad hará de nuevo por los ídolos lo que ha hecho por los dioses. Tú no ignorabas ese secreto fundamental de la naturaleza humana y, no obstante, rechazaste la única bandera que te hubiera asegurado la sumisión de todos los hombres: la bandera del pan terrestre; la rechazaste en nombre del pan celestial y de la libertad, y en nombre de la libertad seguiste obrando hasta tu muerte. No hay, te repito, un afán más vivo en el hombre que encontrar en quien delegar la libertad de que nace dotada tan miserable criatura. Sin embargo, para obtener la ofrenda de la libertad de los hombres, hay que darles la paz de la conciencia. El hombre se hubiera inclinado ante ti si le hubieras dado pan, porque el pan es una cosa incontestable; pero si, al mismo tiempo, otro se hubiera adueñado de la conciencia humana, el hombre hubiera dejado tu pan para seguirle. En eso, tenías razón; el secreto de la existencia humana consiste en la razón, en el motivo de la vida. Si el hombre no acierta a explicarse por qué debe vivir preferirá morir a continuar esta existencia sin objeto conocido, aunque disponga de una inmensa provisión de pan. Pero ¿de qué te sirvió el conocer esa verdad? En vez de coartar la libertad humana, le quitaste diques, olvidando, sin duda, que a la libertad de elegir entre el bien y el mal el hombre prefiere la paz, aunque sea la de la muerte. Nada tan caro para el hombre como el libre albedrío, y nada, también, que le haga sufrir tanto. Y, en vez de formar tu doctrina de principios sólidos que pudieran pacificar definitivamente la conciencia humana, la formaste de cuanto hay de extraordinario, vago, conjetural, de cuanto traspasa los límites de las fuerzas del hombre, a quien, ¡tú que diste la vida por él!, diríase que no amabas. Al quitarle diques a su libertad, introdujiste en el alma humana nuevos elementos de dolor. Querías ser amado con un libre amor, libremente seguido. Abolida la dura ley antigua, el hombre debía, sin trabas, sin más guía que tu ejemplo, elegir entre el bien y el mal. ¿,No se te alcanzaba que acabarías por desacatar incluso tu ejemplo y tu verdad, abrumado bajo la terrible carga de la libre elección, y que gritaría: "Si Él hubiera poseído la verdad, no hubiera dejado a sus hijos sumidos en una perplejidad tan horrible, envueltos en tales tinieblas?" Tú mismo preparaste tu ruina: no culpes a nadie. Si hubieras escuchado lo que se te proponía... Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para siempre la conciencia de esos seres débiles e indómitos – haciéndoles felices – : el milagro, el misterio y la autoridad. Y tú no quisiste valerte de ninguna. El Espíritu terrible te llevó a la almena del templo y te dijo: "¿Quieres saber si eres el Hijo de Dios? Déjate caer abajo, porque escrito está <en el texto de los Evangelios> que ‘los ángeles tomarte han en sus manos’."  <Si saltas verificas, aportas la prueba objetiva, material, visible a todos de que tu eres claramente Su hijo, que impajaritablemente eres el Elegido, el Anunciado. Nada de dudas>. Tú rechazaste la proposición, no te dejaste caer. Demostraste con ello el sublime orgullo de un dios; ¡pero los hombres, esos seres débiles, impotentes, no son dioses! Sabías que, sólo con intentar precipitarte, hubieras perdido la fe en tu Padre, y el gran Tentador hubiera visto, regocijadísimo, estrellarse tu cuerpo en la tierra que habías venido a salvar. Mas, dime, ¿hay muchos seres semejantes a ti? ¿Pudiste pensar un solo instante que los hombres serían capaces de comprender tu resistencia a aquella tentación? La naturaleza humana no es bastante fuerte para prescindir del milagro y contentarse con la libre elección del corazón, en esos instantes terribles en que las preguntas vitales exigen una respuesta. Sabías que tu heroico silencio sería perpetuado en los libros y resonaría en lo más remoto de los tiempos, en los más apartados rincones del mundo. Y esperabas que el hombre te imitaría y prescindiría de los milagros, como un dios, siendo así que, en su necesidad de milagros, los inventa y se inclina ante los prodigios de los magos y los encantamientos de los hechiceros, aunque sea hereje o ateo.

Cuando te dijeron, por mofa: "¡Baja de la cruz y creeremos en ti!", no bajaste. Entonces, tampoco quisiste someter al hombre con el milagro, porque lo que deseaba de él era una creencia libre, no violentada por el prestigio de lo maravilloso; un amor espontáneo, no los transportes serviles de un esclavo aterrorizado. En esta ocasión, como en todas, obraste inspirándote en una idea del hombre demasiado elevada: ¡es esclavo, aunque haya sido creado rebelde! Han pasado quince siglos: ve y juzga. ¿A quién has elevado hasta ti? El hombre, créeme, es más débil y más vil de lo que tú pensabas. ¿Puede, acaso, hacer lo que tú hiciste? Le estimas demasiado y sientes por él demasiado poca piedad; le has exigido demasiado, tú que le amas más que a ti mismo. Debías estimarle menos y exigirle menos. Es débil y cobarde. El que hoy se subleve en todas partes contra nuestra autoridad y se enorgullezca de ello, no significa nada. Sus bravatas son hijas de una vanidad de escolar. Los hombres son siempre unos chiquillos: se sublevan contra el profesor y le echan del aula; pero la revuelta tendrá un término y les costará cara a los revoltosos. No importa que derriben templos y ensangrienten la tierra: tarde o temprano, comprenderán la inutilidad de una rebelión que no son capaces de sostener. Verterán estúpidas lágrimas; pero, al cabo, comprenderán que el que les ha creado rebeldes les ha hecho objeto de una burla y lo gritarán, desesperados. Y esta blasfemia acrecerá su miseria, pues la naturaleza humana, demasiado mezquina para soportar la blasfemia, se encarga ella misma de castigarla.

La inquietud, la duda, la desgracia: he aquí el lote de los hombres por quienes diste tu sangre. Tu profeta dice que, en su visión simbólica, vio a todos los partícipes de la primera resurrección y que eran doce mil por cada generación. Su número no es corto, si se considera que supone una naturaleza más que humana el llevar tu cruz, el vivir largos años en el desierto, alimentándose de raíces y langostas; y puedes, en verdad, enorgullecerte de esos hijos de la libertad, del libre amor, estar satisfechos del voluntario y magnífico sacrificio de sí mismos, hecho en tu nombre. Pero no olvides que se trata só1o de algunos miles y, más que de hombres, de dioses. ¿Y el resto de la Humanidad? ¿Qué culpa tienen los demás, los débiles humanos, de no poseer la fuerza sobrenatural de los fuertes? ¿Qué culpa tiene el alma  frágil de no poder soportar el peso de algunos dones terribles? ¿Acaso viniste tan sólo por los elegidos? Si es así, lo importante no es la libertad ni el amor, sino el misterio, el impenetrable misterio. Y nosotros tenemos derecho a predicarles a los hombres que deben someterse a él sin razonar, aun contra los dictados de su conciencia. Y eso es lo que hemos hecho. Hemos corregido tu obra; la hemos basado en el "milagro", el "misterio" y la "autoridad". Y los hombres se han congratulado de verse de nuevo conducidos como un rebaño y libres, por fin, del don funesto que tantos sufrimientos les ha causado. Di, ¿hemos hecho bien? ¿Se nos puede acusar de no amar a la Humanidad? ¿No somos nosotros los únicos que tenemos conciencia de su flaqueza; nosotros que, en atención a su fragilidad, la hemos autorizado hasta para pecar, con tal que nos pida permiso? ¿Por qué callas? ¿Por qué te limitas a mirarme con tus dulces y penetrantes ojos? ¡No te amo y no quiero tu amor; prefiero tu cólera! ¿Y para qué ocultarte nada? Sé a quién le hablo. Conoces lo que voy a decirte, lo leo en tus ojos... Quizá quieras oír precisamente de mi boca nuestro secreto. Oye, pues: no estamos contigo, estamos con Él... ; nuestro secreto es ése. Hace mucho tiempo – ¡ocho siglos! – que no estamos contigo, sino con Él. Hace ocho siglos que recibimos de Él el don que tú, cuando te tentó por tercera vez mostrándote todos los reinos de la tierra, rechazaste indignado; nosotros aceptamos y, dueños de Roma y la espada de César, nos declaramos los amos del mundo. Sin embargo, nuestra conquista no ha acabado aún, está todavía en su etapa inicial, falta mucho para verla concluida; la tierra ha de sufrir aún durante mucho tiempo; pero nosotros conseguiremos nuestro objeto, seremos el César y, entonces, nos preocuparemos de la felicidad universal. Tú también pudiste haber tomado la espada de César; ¿por qué rechazaste tal don? Aceptándole, hubieras satisfecho todos los anhelos de los hombres sobre la tierra, les hubieras dado un amo, un depositario de su conciencia y, a la vez, un ser en torno a quien unirse, formando un inmenso hormiguero, ya que la necesidad de la unión universal es otro de los tres supremos tormentos de la Humanidad. La Humanidad siempre ha tendido a la unidad mundial. Cuanto más grandes y gloriosos, más sienten los pueblos ese anhelo. Los grandes conquistadores, los Tamerlan, los Gengis Kan que recorren la tierra como un huracán devastador, obedecen, de un modo inconsciente, a esa necesidad. Tomando la púrpura de César, hubieras fundado el imperio universal, que hubiera sido la paz del mundo. Pues, ¿quién debe reinar sobre los hombres sino el que es dueño de sus conciencias y tiene su pan en las manos?

Tomamos la espada de César y, al hacerlo, rompimos contigo y nos unimos a Él. Aún habrá siglos de libertinaje intelectual, de pedantería y de antropofagia –los hombres, luego de erigir, sin nosotros, su Torre de Babel, se entregarán a la antropofagia–; pero la bestia acabará por arrastrarse hasta nuestros pies, los lamerá y los regará con lágrimas de sangre. Y nosotros nos sentaremos sobre la bestia y levantaremos una copa en la que se leerá la palabra "Misterio". Y entonces, sólo entonces, empezará para los hombres el reinado de la paz y de la dicha. Tú temes de tus elegidos, pero son una minoría: nosotros les daremos el reino y la calma a todos. Y aun de esa minoría, aun de entre esos "fuertes" llamados a ser de los elegidos, ¡cuántos han acabado y acabarán por cansarse de esperar, cuántos han empleado y emplearán contra ti las fuerzas de su espíritu y el ardor de su corazón en uso de la libertad de que te son deudores! Nosotros les daremos a todos la felicidad, concluiremos con las revueltas y matanzas originadas por la libertad. Les convenceremos de que no serán verdaderamente libres, sino cuando nos hayan confiado su libertad. ¿Mentiremos? ¡No! Y bien sabrán ellos que no les engañamos, cansados de las dudas y de los terrores que la libertad lleva consigo. La independencia, el libre pensamiento y la ciencia llegarán a sumirles en tales tinieblas, a espantarlos con tales prodigios, a cansarlos con tales exigencias, que los menos suaves y dóciles se suicidarán; otros, también indóciles, pero débiles y violentos, se asesinarán, y otros –los más–, rebaño de cobardes y de miserables, gritarán a nuestros pies: "¡Sí, tenéis razón! Sólo vosotros poseéis su secreto y volvemos a vosotros! ¡Salvadnos de nosotros mismos!"

No se les ocultará que el pan –obtenido con su propio trabajo, sin milagro alguno– que reciben de nosotros se lo tomamos antes nosotros a ellos para repartírselo, y que no convertimos las piedras en panes. Pero, en verdad, más que el pan en sí, lo que les satisfará es que nosotros se lo demos. Pues verán que, si no convertimos las piedras en panes, tampoco los panes se convierten, vuelto el hombre a nosotros, en piedras. ¡Comprenderán, al cabo, el valor de la sumisión! Y mientras no lo comprendan, padecerán. ¿Quién, dime, quién ha puesto más de su parte para que dejen de padecer? ¿Quién ha dividido el rebaño y le ha dispersado por extraviados andurriales? Las ovejas se reunirán de nuevo, el rebaño volverá a la obediencia y ya nada le dividirá ni lo dispersará. <Hay que ser muy duro, inhumano, inconsciente como para rehusarle al pueblo el gozo inmenso, irremplazable de estar todos sometidos al mismo amo.  ¿Existe acaso alguna otra manera de estar verdaderamente juntos que no sea en la sumisión, en la adoración comunes?  Tal es la lección “demasiado humana”: es solamente en la obediencia que uno se reúne, que uno se parece, que uno ya no se siente solo.  La obediencia constituye la comunidad. La desobediencia divide. No existe otro medio de saberse y sentirse unidos que el doblegarse bajo el mismo yugo, bajo el mismo jefe: suavidad infinita calorcito acolchado del rebaño que se aprieta contras un pastor único.  Parece que ignoras a qué punto ser libres los hace desesperadamente solos>. Nosotros, entonces, les daremos a los hombres una felicidad en armonía con su débil naturaleza, una felicidad compuesta de pan y humildad. Sí, les predicaremos la humildad – no, como Tú, el orgullo. Les probaremos que son débiles niños, pero que la felicidad de los niños tiene particulares encantos. Se tornarán tímidos, no nos perderán nunca de vista y se estrecharán contra nosotros como polluelos que buscan el abrigo del ala materna. Nos temerán y nos admirarán. Les enorgullecerá el pensar la energía y el genio que habremos necesitado para domar a tanto rebelde. Les asustará nuestra cólera, y sus ojos, como los de los niños y los de las mujeres, serán fuentes de lágrimas. ¡Pero conque facilidad, a un gesto nuestro, pasarán del llanto a la risa, a la suave alegría de los niños! Les obligaremos, ¿qué duda cabe?, a trabajar; pero los organizaremos, para sus horas de ocio, una vida semejante a los juegos de los niños, mezcla de canciones, coros inocentes y danzas. Hasta les permitiremos pecar – ¡su naturaleza es tan flaca!–. Y, como les permitiremos pecar, nos amarán con un amor sencillo, infantil. Les diremos que todo pecado cometido con nuestro permiso será perdonado, y lo haremos por amor, pues, de sus pecados, el castigo será para nosotros y el placer para ellos. Y nos adorarán como a bienhechores. Nos lo dirán todo y, según su grado de obediencia, les permitiremos o les prohibiremos vivir con sus mujeres o sus amantes y les consentiremos o no les consentiremos tener hijos. Y nos obedecerán, muy contentos. Nos someterán los más penosos secretos de su conciencia, y nosotros decidiremos en todo y por todo; y ellos acatarán, alegres, nuestras sentencias, pues les ahorrarán el cruel trabajo de elegir y de determinarse libremente.

<Aquí estamos ante este Xto. altanero, idealista, elitista, que rechazó claramente las tentaciones del Diablo.  Prefirió “ofrecerle” a la humanidad la libertad, ese regalo envenenado, carga mortal, don doloroso.

Y llegamos acá al corazón de la lección del texto, que resuena todavía como una provocación.  Me estoy refiriendo a ese lazo entre los tres episodios de tentación. Cristo se niega a constituirse en Señor de Justicia en el reparto de los bienes, en Maestro de una Verdad garantizada a todos y objetivamente verificada, en Amo de Potencia subyugadora y aglutinante.  En resumen: Cristo no quiere producir obediencia, exige que cada uno ejerza su libertad en la que cree ver sostenerse la dignidad humana.

Nadie quiere esta libertad, pues ella no es otra cosa que un vértigo insostenible, un insoportable fardo.  Es apabullante llevar en la conciencia la carga de sus decisiones, sentir pesar en sus espaldas el peso de sus juicios, decirse que cada uno en la soledad de su conciencia tiene que escoger, que sólo puede contar consigo, y que debe responder en caso de fracaso o desvío.  ¿Se le podrá pedir razonablemente a la multitud ignorante y cobarde, al pueblo embrutecido e inocente que lleve esa carga? Esta exigencia es desconsiderada, este elitismo es irresponsable y vano. Cristo pide demasiado.  A tal punto que uno se pregunta si sabe con quién está tratando… con la humanidad.

Y acá es el paso al límite.>.

Todos los millones de seres humanos serán así, felices, salvo unos cien mil, salvo nosotros, los depositarios del secreto. Porque nosotros seremos desgraciados. Los felices se contarán por miles de millones, y habrá cien mil mártires del conocimiento, exclusivo y maldito, del bien y del mal. Morirán en paz, pronunciando tu nombre, y, más allá de la tumba, sólo verán la oscuridad de la muerte. Sin embargo, nos lo callaremos; embaucaremos a los hombres, por su bien, con la promesa de una eterna recompensa en el cielo, a sabiendas de que, si hay otro mundo, no ha sido, de seguro, creado para ellos. Se vaticina que volverás, rodeado de tus elegidos, y que vencerás; tus héroes sólo podrán envanecerse de haberse salvado a sí mismos, mientras que nosotros habremos salvado al mundo entero.  <Nos hemos echado al hombro la carga de su libertad. Y ellos la han depositado a nuestros pies con premura, alivio, gratitud. Se han remitido a nosotros para decir la verdad, para decretar las reglas de justicia, para designar un objeto común de adoración. Sabían que bastaba simplemente con aceptar obedecer, sometiéndose, para conocer la suavidad y la comodidad de no ser ya responsable (ya regresaremos sobre este nudo que liga obediencia y no-responsabilidad)>.

Se dice que la fornicadora, sentada sobre la bestia y con la "copa del misterio" en las manos, será afrentada y que los débiles se sublevarán por vez postrera, desgarrarán su púrpura y desnudarán su cuerpo impuro. Pero yo me levantaré entonces y te mostraré los miles de millones de seres felices que no han conocido el pecado. Y nosotros que, por su bien, habremos asumido el peso de sus culpas, nos alzaremos ante ti, diciendo: "¡Júzganos, si puedes y te atreves!" No te temo. Yo también he estado en el desierto; yo también me he alimentado de langostas y raíces; yo también he bendecido la libertad que les diste a los hombres y he soñado con ser del número de los fuertes. Pero he renunciado a ese sueño, he renunciado a tu locura para sumarme al grupo de los que corrigen tu obra. He dejado a los orgullosos para acudir en socorro de los humildes.  <Nosotros, hombres de Iglesia, hemos traicionado tu mensaje por amor por ellos, por piedad por los humildes, porque los sabíamos incapaces, impotentes, frágiles, y porque sabíamos que ellos pedían sobre todo la seguridad de saber que se decidía por ellos. Amar verdaderamente es proteger más bien que exigir lo imposible. Amar verdaderamente es privar de libertad a aquellos que decididamente son incapaces para ello>

Lo que te digo se realizará; nuestro imperio será un hecho.

Y te repito que mañana, a una señal mía, verás a un rebaño sumiso echar leña a la hoguera donde te haré morir, por haber venido a perturbarnos. ¿Quién más digno que Tú de la hoguera? Mañana te quemaré. Dixi.

El inquisidor calla. Espera unos instantes la respuesta del preso. Aquel silencio le turba. El preso le ha oído, sin dejar de mirarle a los ojos, con una mirada fija y dulce, decidido evidentemente a no contestar nada. El anciano hubiera querido oír de sus labios una palabra, aunque hubiera sido la más amarga, la más terrible. Y he aquí que el preso se le acerca en silencio y da un beso en sus labios exangües de nonagenario. ¡A eso se reduce su respuesta! El anciano se estremece, sus labios tiemblan; se dirige a la puerta, la abre y dice: "¡Vete y no vuelvas nunca... , nunca! Y le deja salir a las tinieblas de la ciudad. El preso se aleja.

De acá en adelante sigue primer capítulo del libro DESOBEDECER. Frédéric Gros  Paris: Albin Michel/Flammarion, 2017
Traducción de Luis Alfonso Paláu 

Cuanto enigma en este último beso.

¿Beso de perdón?  Has amado la humanidad con excesivo orgullo, te has equicocado creyendo que, paras amar a los hombres había que retirarles toda fuente de angustia.
¿Beso de gratitud?  Gracias por haberle ofrecido a la humanidad la salvación de la no-responsabilidad.

O bien ¿es un beso rebelde, irónico y mordaz?
Habrá que verlo, pero voy a empezar por esta provocación; ¿será que esta libertad si es tan deseable?  O más bien no; ¿es ella a ese punto real, verdadera, auténticamente deseada?

La segunda posibilidad es considerarlo un simple marcador histórico, la marca de una ruptura.  En su Diario de pensamiento, con fecha mayo de 1967, Hanna Arendt vuelve a copiar una frase de Peter Ustinov que leyó en el número 7 de febrero del New Yorker: “Durante siglos los hombres han sido castigados por haber desobedecido.  Por primera vez en Núremberg hombres han sido castigados por haber obedecido.  Las repercusiones de este precedente comienzan apenas a hacerse sentir” .

Esta afirmación, tajante, designa con razón un basculamiento histórico –del que Arendt había dado testimonio forjando para ello su concepto de “banalidad del mal”– lo que yo querría llamar aquí “la demolición de las monstruosidades”.

Al comienzo estaría la posición que consiste en colocar la desobediencia del lado de las formas de la rusticidad salvaje, de la bestialidad incontrolable.  Desobedecer es manifestar una parte en sí de animalidad estúpida y ruda.  Michel Foucault, en su curso de 1975 en el Colegio de Francia, indica que el pueblo de los “anormales” – la psiquiatría construyó esa categoría a todo lo largo del siglo XIX con el fin de poderse presentar como una vasta empresa de higiene política y moral – está en parte formado por “incorregibles” , individuos incapaces de plegarse a las normas del colectivo, de aceptar las reglas sociales, de respetar las leyes públicas.  Se trata de escolares turbulentos, perezosos, que no alcanzan a seguir las consignas, malos obreros que chapuzan, rechinan, pícaros recalcitrantes, detenidos que pasan y vuelven a pasar por los muros de la prisión.  El individuo incorregible es aquel ante el cual los aparatos disciplinarios (la escuela, la iglesia, la fábrica…) declaran su impotencia.  Habrá que vigilarlo, castigarlo, habrá que imponerle sanciones, someterlo a ejercicios, pero él sigue siendo incapaz de progreso, inepto para reformar su naturaleza y superar sus instintos.

La “incorregibilidad” proviene de un fondo de animalidad rebelde.  Aceptar la mediación de las leyes, resistir a las inclinaciones de su instinto primario, hacer lo que otro exige que hagamos, es acceder al nivel de la humanidad “normal”.  Desobedecer, es dejarse caer por la pendiente de la salvajada, ceder a las facilidades del instinto anárquico.  Si es el animal en nosotros el que nos hace desobedecer, entonces obedecer es afirmar nuestra humanidad.

Podemos retomar aquí la distinción que planteaba Kant en sus Reflexiones sobre la educación entre “instrucción” y “disciplina” .  En el marco pedagógico, la instrucción es el aprendizaje de la autonomía, adquisición de un juicio crítico, dominio razonado de los conocimientos elementales, y no solamente ingurgitación pasiva de las informaciones que uno luego debe ser capaz de recitar como un loro.  Pero para llegar a dicho estado es necesario un primer momento de docilidad ciega que Kant llama “disciplina”.  Es ese momento el que “transforma la animalidad en humanidad” ; es sobre la base de una obediencia ciega que uno se vuelve hombre.  Y Kant insiste en que ese momento provisional es “negativo” –es obligación, forzamiento, doma (“Se amaestran perros, caballos y se puede amaestrar también hombres.” )– pero sin embargo capital.  Confiere unos cimientos sobre los cuales se podrá construir la autonomía.  Y sobre todo, estos deben echarse lo más pronto posible:

La disciplina somete al hombre a las leyes de la humanidad, y empieza a hacerle sentir la coacción de las leyes. Pero esto tiene que ocurrir tempranamente. Así es como inicialmente se manda los niños a la escuela no ya con la intención de que aprendan allí algo, sino para que se vayan acostumbrando a sentarse quietos y a observar puntualmente lo que se les ha prescripto 
El enunciado detona.  ¿Sobre todo para qué sirve la escuela?  En ella se aprende a obedecer.

No tratemos de levantarle un expediente a Kant como si él hubiera exaltado una obediencia fanática y tonta; es él el que previene: “hay que observar principalmente que la disciplina no sea esclavizadora” , y su texto sobre la Ilustración comporta otra lección .  Pero me gustaría aquí precisamente hacer valer dos o tres cosas un poco turbadoras.

Ante todo es la idea de que la obediencia sin condición abre la vía al proceso de humanización.  Sólo ella permitiría arrancarnos de las “inclinaciones naturales” rebeldes, domeñar instintos forzosamente anarquistas, asfixiar un fondo de salvajada a la que le repugna toda regularidad; “salvajismo es independencia de las leyes.” .  Hay que comenzar a aprender a obedecer sin reflexionar, y el hombre es ese animal “que necesita un señor” .  Luego se distingue evidentemente obediencia voluntaria (que supone el reconocimiento de la superioridad del amo) y la obediencia absoluta (sin condiciones, automática ).  La obediencia voluntaria hace jugar un elemento de actividad, de libertad, de adhesión.  Pero Kant, sin dejar de subrayar la importancia de estas obediencia racional, insiste una vez más sobre la necesidad de una obediencia ciega, produciendo un argumento políticamente perturbador:

Esta obediencia voluntaria es muy importante; pero la obediencia absoluta es también sumamente necesaria, pues prepara al niño para que cumpla con las leyes con las que en lo futuro ha de cumplir como ciudadano, aun cuando no le agraden .
La obediencia ciega prepara al futuro sujeto político a que acepte leyes con las que no estaría de acuerdo.  Lo educa en la resignación política.

Entre las anotaciones de Kant sobre la educación y el estudio por parte de Foucault de los “incorregibles”, lo que hace su camino es la idea de que la obediencia transporta de las tinieblas de la ignorancia a las claridades del saber, de las pulsiones primitivas a las mediaciones razonables, de la bestia tosca al hombre civilizado.  Pasaje de la docilidad espontánea, inmediata, salvaje, a la interiorización de las reglas de vida en común, al estado civilizado.

La desobediencia constituiría nuestro primer estado, quizás nuestra “naturaleza” misma si por ella se entiende lo que nos aproxima a las bestias y a los lobos.  Inmediatamente seríamos refractarios a la regla.  La primera modernidad lee esta desobediencia primitiva como el reino ilimitado de las pasiones egoístas, la dominación de los instintos en bruto, la imperiosa inmediatez del deseo narcisístico.  Y a ellos hay que oponerles las mediaciones pacientes de la razón y las reglas sociales de interés común a las que se consagra la parte de la crianza.  Se trata de dominar en nosotros al animal.  La obediencia disciplinar es aquella por la que se afirma en nosotros el principio de humanidad.  Desde que se trata de oponer el hombre civilizado al salvajismo (supuesto), la obediencia es pensada como lo que nos humaniza, y la desobediencia es monstruosa.

La experiencia del siglo XX, la de los regímenes totalitarios y de los grandes genocidios, inquietó, perturbó, o más bien fragmentó, rompió, esta evidencia cultural masiva que ligaba de manera apretada la capacidad de obedecer y la afirmación de humanidad.  Tomemos de lejos solamente  el ejemplo de Eichmann, coordinador frío, impecable, de la máquina de muerte que arrastró la destrucción de seis millones de judíos de Europa, y quien en la silla de los acusados de la corte de Jerusalén, no comprende que se pueda estar considerando la posibilidad de su condena: “No puedo ser considerado responsable, pues no veo por qué me puedan castigar por haber firmado en conformidad con las órdenes recibidas” .  O mencionemos al siniestro Duch que dirigía con celo, aplicación, incluso abnegación, el centro S21 en el que miles de camboyanos fueron torturados para conseguir confesiones delirantes, antes de ser eliminados; incluso su nombre significa en camboyano: el dócil alumno.

La escapatoria, la evitación, la desobediencia, la negativa… solo esto hubiera podido volver humanos a los administradores impecables del crimen y del horror.  Para defenderse ellos nos oponen el que han cultivado esas virtudes que les predicaron en las escuelas y en el seno de las familias decentes: docilidad, aplicación, exactitud, sentido de la utilidad, lealtad, fiabilidad, meticulosidad.

Se podía contar con ellos para que el trabajo fuera hecho, incluso bien hecho.  Pero ¿cuál trabajo?

La experiencia totalitaria del siglo XX nos sensibilizó a una monstruosidad inédita: la del funcionario celoso, la del ejecutante impecable.  Monstruos de obediencia.  Hablo acá de la “segunda modernidad”, porque la razón que regula su conducta ya no es la de los derechos y de los valores, de lo universal y del sentido.  Es la razón técnica, eficaz, productiva, útil.  La razón de la industria y de las masas, la de la administración y la de las oficinas.  La razón gerencial, la fría racionalidad, anónima, gélida, impersonal, del cálculo y del orden.  No se trata ya de la antigua utopía: escuchar y seguir la voz de la razón universal más bien que permanecer en la servidumbre de los instintos primitivos.  No, acá se trata de convertirse en autómata.

En el horizonte de esta segunda modernidad, la oposición ya no es la del hombre al animal, sino la del hombre y la máquina.
Y de súbito es la desobediencia la que humaniza.
Dos comienzos pues: 1/ una provocación (el discurso del Inquisidor en Dostoievski: la libertad es un vértigo, un fardo del que buscamos ante todo deslastrarnos); 2/ un marcador histórico (la demolición de las monstruosidades).  Pero me gustaría proponer una última cosa, esta vez un hilo metodológico, como una perspectiva para construir nuestro pensamiento, lo que acá llamo “la ética del político”.  Como se ha dicho, no vamos a proponer un estudio histórico de la desobediencia que se concentraría en secuencias determinadas con el fin de sacar a luz las dinámicas de las revueltas a propósito de tal o cual acto de rebelión, y tratar de entrever leyes generales.  No propongo tampoco una reflexión de sociología política sobre la estructuración de las formas de desobediencia en su diversidad histórica y social.  Y mucho menos un estudio trascendental sobre el fundamento filosófico del acto de desobediencia, su legitimidad final, su racionalidad intrínseca.
Quiero plantear el problema de la desobediencia desde la perspectiva de una ética del político.  Hablo acá de ética y no de moral.

Fue Maquiavelo quien definió y estructuró la relación entre moral y política.  Después de todo, el escándalo que hace estallar el Príncipe en sus últimos capítulos, es porque hace valer que el que quiera conservar el poder está obligado a utilizar métodos que hacen resquebrar y temblar una conciencia moral un poco escrupulosa.  El libro de Maquiavelo hace que explote la tradición de la literatura medieval de los Espejos de los príncipes que hacía el retrato del monarca ideal y declinaba el catálogo de las virtudes que debía tener el buen dirigente.  Pero los imperativos de la acción política (producción de resultados, velocidad, eficacia, tener en cuenta la opinión pública, mediatización, electoralismo) ponen en peligro los valores de justicia, sinceridad, lealtad, transparencia, etc.  Cuando un hombre político habla de moral sigue haciendo política.  Las virtudes le vienen bien al aparataje, a la postura, al afiche.  Y la política no es otra cosa que el arte de permanecer en el poder.

Hablando de ética del político, quiero colocarme en otro ángulo, el del sujeto político.  Lo que llamo aquí ética  es la manera como cada uno se reporta a sí mismo, construye consigo una cierta “relación” desde la cual se autoriza a cumplir tal cosa, hacer esto antes que aquello.  La ética del sujeto es la manera como cada uno se construye y trabaja.  Para hacer las cosas más claras voy a tomar, siguiendo a Foucault, el ejemplo de la fidelidad conyugal .
En el Uso de los Placeres & el Cuidado de sí , Foucault estudia la sexualidad de los antiguos bajo el ángulo de lo que él llama una ética de los placeres.  De manera muy general, se trata ante todo para él de cuestionar clichés, la idea por ejemplo de que los paganos habrían tenido una sexualidad mucho más libre que la nuestra, más desplegada, menos censurada, más polimorfa, más solar.  Uno se imagina fácilmente que la antigüedad, la antigua Grecia en particular, habría vivido una edad de oro de la sexualidad que terminaron por cancelar, primero la doctrina cristiana de la carne, y luego la afirmación de una moral burguesa pudibunda, arrinconada, que algunos refieren al desarrollo del capitalismo industrial, a la obsesión por la utilidad y por la productividad.  Pero para Foucault no habrá que esperar los sermones cristianos o la moral burguesa para escuchar decir que el libertinaje sexual presenta riesgos; que la fidelidad conyugal es muy recomendable; que el amor por los muchachos es un juego peligroso…. Platón, los pitagóricos, los estoicos ya transmiten esta lección, al punto que es de sus textos donde los Padres cristianos van a sacar los preceptos más severos.

¿Pero habrá que decir por ello que la sexualidad siempre ha estado estructurada por la prohibición?  No, sino más bien que los amores homosexuales, la sexualidad desbocada, las relaciones extra-conyugales, todo esto siempre ha sido un problema, sin por tanto necesariamente ser objeto de una prohibición.

Voy a presentar un ejemplo: ¿por qué hay que permanecer fiel?  Se puede responder en primera instancia: porque se considera que es necesario tener una relación “viril” consigo mismo.  Cuando uno es un señor de casa responsable, pero también un ciudadano participante en la vida de la ciudad y en el gobierno de los otros, uno debe mostrarle a los otros que es capaz de dominarse.  La fidelidad es testigo de mantener activa una relación política consigo mismo.  O también claramente: se rechaza el adulterio porque la relación conyugal exige una atención, una confianza, una solicitud recíprocas; tal es la lectura estoica en el momento romano, es decir el momento de lo que Paul Veyne llama la invención de la pareja (una “idea nueva” ).  A nombre de lo que le debo a mi pareja, a nombre de la estabilidad de la pareja, yo no quiero ser picaflor.  Pero uno también puede decirse: la sexualidad es una mancha indeleble.  Estigma del pecado original, pero necesaria para aumentar el pueblo de Dios, su única forma aceptable es la de una sexualidad que apunte a su función reproductora, enmarcada por el matrimonio.  En este caso, la infidelidad queda simplemente proscrita.  Finalmente, también se puede considerar que la fidelidad es una norma social que hay que respetar para poder aparecer como “normal”.  Se ve pues que es posible adoptar un mismo comportamiento (en este caso la fidelidad conyugal) a partir de estilos éticos diferentes.

Pues bien, de la misma manera, se puede plantear la pregunta: ¿a partir de qué relación con uno mismo se respeta o se trasgrede la ley pública?  ¿Cuales son las formas éticas generales de la obediencia y de la desobediencia?  ¿Cómo distinguir entre sumisión, subordinación, conformismo, consentimiento, obligación?  ¿O también: rebelión, resistencia, transgresión, desobediencia civil, disidencia cívica?  ¿Describiendo al “sumiso”, al “conformista”, no quiero finalmente hacer retratos psicológicos?  Pero la ciencia psicológica establece los determinismos (fisiológicos, medioambientales, familiares, etc.) del sujeto.  La ética es una antipsicología, y las diferentes formas que presentaré son variaciones de estilo.  Obedecer, desobedecer, es dar forma a su libertad.



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Desobedecer

Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Poder y Resistencia. Si hay poder hay resistencia. Lo propio del hombre es desobedecer y cuestionar todo lo que se le propone como un posible hacer, su cerebro es un aparato de confrontaciones incesantes. Basta con cuestionar o impugnar una regla para saber que algo anda mal, una regla es regla cuando arregla de lo contrario es frágil y quebradiza. A falta del ciego obedecer, se precisa de la violencia dictatorial que doblega lo disidente, que aplasta todo pensar diferente. 

Pero en nuestros tiempos modernos los regímenes totalitarios son sustituidos por doctrinas psicológicas y redes sociales del gran mercado que anestesian aquella rebeldía humana, la suavizan y le dan vuelta de tornillo, y la vuelven contra sí, y es así como los pobres se avergüenzan de sí mismos y entonces simpatizan con su verdugo y sus lujos en un conformismo generalizado. La política es trivialidad en donde solo importa la cara más sonriente y la inteligencia vale un carajo. Y entonces las inequidades del planeta, las serias discusiones sobre el cambio climático son necedades de las que nadie quiere saber así se sepa que la naturaleza ya no recomienza y el siglo xxi es el del agotamiento. Hoy nadie se indigna con su miseria, muy ocupados están pedaleando su tren de vida con sus vagones de deudas aquí y allá, la vida es estar pagando deudas. Vivimos con nuestras pagas salariales para estar pagando una deuda tras otra y así el ciclo de la vida vive presa en forma de servidumbres voluntarias del gran sistema financiero. Los salarios no son para vivir sino para pagar deudas.

Pero no todo está perdido. Hemos aprendido que la desobediencia es una alternativa. Hemos aprendido con Michel Foucault que no existe opresión definitiva que nos pueda doblegar hasta dejarnos moribundos, los Estados no son los únicos aparatos sociales que se tienen, han existido sociedades sin Estado, existe historia por fuera de los reyes como la de los hombres infames que colisionan con el poder. Existe una historia de las discontinuidades que rompen por fin con ese apresamiento de la historia como finalidad y como evolución en donde solo quedaba aceptar la binariedad de unos pocos privilegiados que todo lo tienen y la gran mayoría que naufraga en la inequidad.

Michel Foucault nos enseñó otra historia distinta a la de grandes temporalidades y apologías de reyes y en general de los vencedores, esa de largas duraciones, y sobre todo liberó la historia de la metáfora evolución, concepto de la biología que sugiere que los hechos tienen una progresión, que van de lo menos a lo más hasta llegar a un estado o estadio óptimo, que en las disciplinas sociales se ha tomado que el capitalismo y su fase final del imperialismo es el paraíso deseado, es la llegada natural o evolutiva de los sistemas sociales, se percibe allí también una finalidad, todo tiene un fin en donde debe llegarse, una predestinación.

Otras alternativas son posibles. Foucault nos vislumbró una ética y una estética de la existencia independientes de poderes que le quieren aprisionar, es posible construir propias libertades, es posible construir un Gobierno de Sí. Gracias a estas filosofías puede desafiarse los poderes asfixiantes de la vida. Otros autores que han pensado estas liberaciones son Gilles Deleuze con la filosofía del Derecho y Laurent de Sutter, … David Graeber y su libro En Deuda, Desobedecer de Gros Frederic.

Hoy nadie protesta, nadie se indigna, se está en un conformismo generalizado. Nuestras inconformidades son tramitadas en Google y Facebook con base a los clics dados en me gusta o no me gusta, se calcula que cuando una persona haya cumplido la edad de 18 años, estas empresas tienen sobre una persona 72.000 datos para ofrecer al mercado, es a partir de estas tabulaciones segmentadas que se aprovechan para hacer un marketing a favor o en contra de, según sean los intereses a defender, ejemplos son las manipulaciones en contiendas electorales como el Brexit, o la elección de presidentes en todo el mundo, Estados Unidos y Colombia han sido beneficiados con estas manipulaciones, las mentiras y los miedos usados para canalizar odios de las gentes a favor de un candidato y en contra de otro.

Estas cortas palabras tuvieron el propósito de dar contenido a una esperanza llamada batalla o desobediencia, develar esas doctrinas que anestesian la indignación. Mostrar ese sin sentido ético de esa acumulación exorbitante ridícula de esa pequeña Elite riquísima, símbolo del egoísmo demente y cínico, ese 1% contra un 99 por ciento miserable, siendo el sistema financiero el mayor especulador. Y con el agraveante de la paradoja dicha por Primo Levi que los hombres ordinarios son los más peligrosos que los monstruos. O Dostoievski diría: "El más vivo afán del hombre libre es encontrar un ser ante quien inclinarse."

Nota: Este escrito debe mucho a los encuentros del Pensamiento Francés que tienen lugar en la Alianza Francesa bajo la dirección del profesor Luis Alfonso Paláu


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Buen viento y buena mar

Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Buen viento y buena mar. Todos quieren llegar a buen puerto, todos lo desean afanosamente. La educación es similar a un barco, unos que guían y los demás confían su suerte al capitán. Es cierto, en la definición de nuestro camino precisamos de un guía competente que sepa orientar, que no vaya a desviarnos, confiamos de su buen equipamiento y de su brújula bien calibrada. Y decimos desviarnos en su conjugación posesiva porque cada quien descubrirá su propio camino, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar,” esa responsabilidad sólo es de cada quién y de nadie más, el guía o pedagogo sólo ayuda, acompaña, y ese es el sentido etimológico del término pedagogía, un viaje en compañía.

Se precisa entonces del buen capitán y con él sus coequiperos para que conduzcan a buen puerto. Y llevado esto a la enseñanza la cuestión es similar, no cambia. Ese líder que conduce la educación deberá tener ante todo buen conocimiento, buena competencia y buen gusto por su profesión, que ame el enseñar, que guste de la gente, que aprecie vivir en comunidad, en la común unidad, que no sea egoísta ni anquilosado, que guste del compartir, que entienda el ser social que nos define y cuyo centro allí en el claustro es el estudiante. Y en específico se requiere de ese líder, que comprenda e imparta o mejor comparta las rutas encomendadas, y por supuesto que lleve sobre sus hombros esa carta de navegación trazada en el proyecto educativo. En suma, que comprenda y viva el mundo cambiante, que sea flexible, escuche a sus colaboradores, que siempre vea posibilidades de salir de atolladeros y no se hunda, no se ancle, no se atasque, que sea un líder hábil para vivir el conflicto de manera constructiva. De él se requiere que se reinvente permanentemente.

Esto dicho así preocupa porque pareciera que estamos arando sobre tierra poco fértil. Se constata de la mala calidad educativa y cuyos artífices responsables son precisamente los maestros, bien sea por su incompetencia o mala formación, pues se sabe que están allí muy a su pesar, su lugar era otro, pero por descarte terminaron en lugar equivocado, y son precisamente esas frustraciones con las que carga el estudiante que no tiene ni arte ni parte en esas desgracias. Recordamos con el Ministerio de Educación que el 50% de la deserción estudiantil corresponde al maltrato o bullying que hacen los maestros y los mismos estudiantes a los más vulnerables, a los más débiles, a los más excluidos. Recordamos también que el estudiante es un ser que demanda toda la atención y protección de sus maestros, y si éstos están en puerto extraviado no pueden dar de lo que no tienen. Recordemos también, para reforzar y enfatizar de la importancia de la vocación de servicio y de la comprensión de un contexto que agrede a la población infantil, que en Colombia según Medicina Legal cada 14 minutos se abusa sexualmente a un niño, y sólo de ellos se denuncia el 5 o 10%, el drama social es complejo, y con el cual debe contar la escuela, es una realidad para trabajar y no para sustraerse.

Todos queremos llegar a buen puerto. Todos deseamos buen viento y buena mar. Pero ¿Qué estamos haciendo para que así sea? Percibimos a la educación desfondada, su cuestionada calidad nos lo evidencia una y otra vez. ¿A qué se debe todo esto? ¿Hay posibilidades de remediarlo?

Preocupa mucho que el nuevo mundo de cambios tecnológicos y demandado por las competencias nuevas y diferentes a las del mundo ya ido, no está siendo aprehendidas por el cuerpo docente, ellos siguen con lo mismo a espaldas de la realidad, siguen formando ascensoristas, carteros todas estas profesiones desaparecidas y las que aún están apunto de estarlo. Ellos, los profes, sólo padecen lo que se avecina y parece no preocupar mucho mientras la paga no falte, los estudiantes sí que pagan el precio cuando chocan con esa realidad, cuando lo aprendido en la escuela no sirve en ese mundo real cambiante y en constante transformación que por lo demás no los perdona y los excluye por incompetentes, por no tener las habilidades necesarias para el desempeño requerido, nos referimos a los jóvenes claro está, que no están recibiendo lo que debería enseñarse. ¿Qué ciudadano se requiere hoy día? Pregunta aún sin responder. Diógenes repercute una vez más en la búsqueda a plena luz del día de ese hombre nuevo. Nuestra paradoja: No podemos vivir sin las tecnologías pero ellas no pueden vivir sin nosotros. Ellas, las tecnologías, están para hacernos más libres, para vivir más y mejor!

Referimos algunas habilidades o competencias para llegar a buen puerto. Las hay de tres tipos. Las llamadas competencias del siglo XXI que refieren a las cualidades que debe tener todo líder de nuestros tiempos modernos como de aprender a trabajar en equipo y de manera horizontal, nada de egos vanos que comanda el autoritarismo o la verticalidad, mejor construir en equipo con el convencimiento y con el conjuro de las voluntades generales.

El capitán o líder deberá albergar otras cualidades del mundo hoy virtual y necesidades de vivir en paz. El deberá, el capitán, velar por el cumplimiento del deber, que no haya fraude en la enseñanza, nada de docentes (ni de capitanes) vagos que malogran la educación de los jóvenes, del futuro de un país. Nuestro líder hará posible el sentido de comunidad, todos en clave del bien común, el estudiante es el centro de la educación, a él damos lo mejor de sí, y también por ello nos rodeamos de la comunidad tanto la educativa como la de sus alrededores, el afuera y el adentro en función de educar al hombre del mañana.

Decimos entonces lo particular de las competencias. Aprender a convivir con los demás requiere ser conscientes de lo diferentes que son los otros y por lo mismo que en esa diferencia nos enriquecemos, crecemos y nos liberamos del tedio de la amenaza de ser iguales, de la aburrición de ser lo mismo, lo otro diferente nos abre las posibilidades de mundos desconocidos. Requerimos entonces de vivir en la diferencia y cuando la dificultad advenga, se precisa de manejar las emociones, de aquellas que nublan la razón. Por ello viene a bien echar mano de la argumentación, puedo expresar puntos de visto incluso diferentes a los de los otros sin necesidad de violentar o pelearnos. Argumentar y comunicar para habilitar en la diferencia que nos caracteriza y los libera de lo mismo que resulta aburrido.

Ha de suponerse, como lo creemos, que el mundo hoy nos facilita vivir mejor, las tecnologías nos acerca lo lejano requerido, y entonces por qué los capitanes, muchos de ellos, se resisten, no la gestionan, no lo incluyen en sus urgencias pedagógicas y privan a sus chicos de conocerlas. Es un acto irresponsable y poco ético que desdice de sus funciones. Fuente de inspiración para estas líneas fueron el decreto 1075, y las cartillas reglamentarias que enseñan las competencias ciudadanas y las de las nuevas tecnologías, y por supuesto, las que tienen que ver con los liderazgos modernos.

Que el deseo de llegar a buen puerto no cese, pero en especial no olvidemos exigir que haya buen capitán y coequiperos, que sean competentes para no naufragar.


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