Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com


Terror de las ciudades son los parques públicos. Los residentes les temen porque el gobierno una vez los entregan nunca más se acuerdan de ellos. Entonces vienen los problemas, las bandas criminales se los toman para sus actividades delincuenciales del micro tráfico,  extorsiones, robos… Un parque es sinónimo de plaza de vicio, guarida de pillos y atracadores. También son habitados por los consumidores de las drogas ilícitas, los típicos parásitos que todo consumen y nada dan a cambio, nada producen. Bajo sus efectos entran en trance, gritan, dejan rodar su música de sus carros a toda máquina, orinan, aquí y allá.

En Medellín los ejemplos los hay a granel: el parque plazoleta de la Nueva Villa del Aburra, en la urbanización abierta del Carlos E. Restrepo, el famoso parque del Periodista, en los parques Metropolitano, Berrío, San Antonio, Botero, Las Luces, incluso en el del exclusivo sector de El Poblado, todos, sin excepción alguna son guaridas para el hampa criminal, en cualquier hora del día roban, despliegan su micro tráfico de las drogas ilícitas, a cualquier hora ponen sus equipos a todo sonar. Y en donde hay residentes terminan perdiendo la batalla y vendiendo sus devaluadas propiedades por cualquier peso.

Si dios no construye la casa en vano se fatiga el obrero. De nada vale grandes obras de infra estructura, entregadas a diestra y siniestra, sin ninguna planeación, sólo con el propio afán usurero y de la vanidad política. Los parques son estructuras tiradas al azar, sin mayores cuidados, entonces sucede que la población criminal se los apropia para lo peor. Allí se mueven a la perfección las plazas de vicio, templos del narcotráfico para los delincuentes, zonas de prostitución y todo lo que conlleva una cultura que se nutre del dinero fácil. Aquí sucede el mismo contra sentido de lo citadino cuando van al campo, llevan las mismas malas prácticas de la ciudad a la ruralidad: bullarangas, bafles potentes, drogas y licor, el festín sin medida al que están acostumbrados. El agro es invadido, penetrado por la cultura bulliciosa. Lo rural es doblegado, sometido por lo peor de la cultura citadina. 

Esto mismo sucede con los parques, se proponen ambientales, pulmones verdes de aire limpio para la ciudad que contrarresten la mortífera polución pero resultan estropeados por el abandono estatal y la apropiación por parte del hampa criminal. Mientras la batalla esté perdida con el hampa y la cultura, se precisa de acondicionar las infraestructuras que regulen e instauren comportamientos, prácticas adecuadas, poco a poco los condicionamientos se van asimilando hasta incorporarse en nuestras vidas como prácticas cotidianas. Ejemplos se tienen con los parques botánicos en el país, con plazoletas de gobierno, se permite la estadía en ciertas horas y sin hampa. 

En otros parques del país se hace lo propio para preservar su espíritu de tranquilidad en la ciudad y productor de aire limpio. A donde fueres, haz lo que vieres. El mundo cada vez clama por espacios verdes que den un respiro en la contaminada y ajetreada ciudad, no podemos seguir en contravía de lo que aconseja la razón humana en cuanto a calidad de vida se refiere. La mayoría de sus residentes obran con la lógica de los turistas: no quieren saber nada de problemas. La ciudadanía movilizada, la participación en busca de soluciones está lejos. Mientras tanto viene a bien las recomendaciones de ley que indican impedir el acceso a las personas que van a hacer  su mal uso, así podemos ir creando la cultura de los parques ambientales

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