Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Un día nuevo. Un cuerpo que camina. Un ritmo lo impulsa hacia adelante, por donde se pueda ver el camino, nuestros ojos así orientan. Y se avanza con los pies o con lo que nos lleve más rápido. Siempre adelante desde que salimos expulsados por el vientre materno. La expulsión es una primera experiencia con el afuera, luego ponerse de pié y el caminar solitos se aprende golpe tras golpe. Un horizonte estará como reto. No importa qué tanta fuerza o debilidad se tenga, algo nos tira para no quedarnos quietos. El movimiento y estar juntos es ley, porque tanto la quietud como el aislamiento matan. Por lo demás cuando se dice que no hay motivación, se hace referencia a la falta de movimiento, sin fuerzas para seguir, es decir abatido, vencido. Yo soy el otro. En los otros me resignifico. En la manada transcurre mi vida, no importa si es presencial o virtual. Nada raro. Nada extraño. Todo esto es tan de la vida. Nacer es empezar a morir pero mientras tanto luchar contra las adversidades para ganar el pan. Es la chispa biológica impresa en cada ser, en cada viviente. 

La vida es lucha, el más fuerte sobrevive. Las manadas van tras la presa. En la escasez la lucha es a muerte. Vencen los más fuertes. En las bandadas humanas aunque haya comida para todos y tan sólo migas de pan para los más débiles, los más fuertes y más poderosos lucharán por tener y acumular más. Sus guaridas serán fuertes mientras no haya otros más fuertes que los releven (Aunque la solidaridad es tan de la vida, tan común). En la sociedad y más aún en la política, se palpa bien la lucha por apropiarse del ponqué común. Tampoco es nada extraño. El Estado nació contra los feudos y en favor de los Burgos, de los hombres nacientes de ciudad, impulsores de la industria, de los nuevos hombres de riqueza basada en el capital y no el la tierra, capitalismo y no fuedalismo, las fábricas y los obreros. Atrás quedarán el campesino y sus terruños, campesinos y el campo. El feudo, la tierra, serán cosa del pasado o por lo menos anacrónicos, rezagos.


No caeremos en el falso dilema de la lucha de clases de ricos contra pobres. Existen otros formateos. Más bien el énfasis será en los devenires múltiples como el recordado mayo del 68, paz y amor, hippies y la marihuana denotaban un nuevo sujeto por fuera de la llamada familia burgués: un papá que irá a la fábrica y traerá comida para alimentar a sus hijos y esposa. Y la historia se repite con sus hijos en una especie de eterno retorno de una sociedad de la servidumbre voluntaria. Todos tenemos tan introyectados estos valores que ni siquiera se ocurre su cuestionamiento. 


Pero habrá que esperar esos nuevos devenires de grupos, de manadas para empezar a notar los pequeños cambios gestados: los jóvenes que retardan la paternidad para dar prioridad a sus estudios profesionales, luego pensarán en si hay mejores disfrutes diferentes a tener prole, reproducirse. Y entonces viajar por el mundo es un gusto más placentero. O dedicar tiempo a un hobby o a una pasión artística. En fin, tantas cosas por decidir y tan diferentes a empeñar toda una vida matrimonial a la crianza de unos hijos para seguir el incómodo chantaje de sostener a verdugo sin rostro. El lema elegido es algo así: vivir para conquistar la libertad, desatar las cadenas que nos impiden nuestra libertad.

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