Por Mauricio Castaño H
Historiador
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Esta Colombia politiquera retorna cada cuatro años. El Estado hasta donde sea necesario, el mercado hasta donde sea posible, dice el presidente Santos. Con ello quiere decir, en el lenguaje popular, ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre. La sentencia está dirigida al sistema capitalista que rinde culto al solo capital, a la sólo producción y su especulación, y nada que ver con la repartición de ganancias. Es cierto, al capitalismo agradecemos la libertad de la esclavitud del mundo feudal, del trabajo bestial al que eran sometidos los hombres, se redujo la jornada laboral a ocho horas, otras tantas para el esparcimiento y el descanso. Pero el pecado no paró, la maquinización y robotización dejan miles y miles de ganancias al patrón, y al otro lado miles y miles de desempleados que se sumergen en la miseria, en el hambre. La ganancia en el capitalismo incorporada a la producción no es asunto de conquista social, sólo el patrón se beneficia.
Pero no se puede prenderle una vela a dios y otra al diablo, los puntos medios aquí no aplican, como no lo fue en el paso del mundo feudal al capitalismo, son lógicas diferentes, no conciliables de señores feudos a los burgos, a los burgueses. Ahora el remedio que nos ofrecen es la tercera vía, un medio en la contradicción del sistema capitalista que parece llegar al tope de su desarrollo, incluso del absurdo, producir y producir desde la sinrazón, para luego meternos por los cuatro ojos cachivaches que nos asfixian, peligramos con que nos aplaste tanta basura producida, incluida la electrónica, nos sumen en esa lógica perversa de la obsolescencia programada.
Existen puntos de no retorno, con las tecnologías modernas de cómputo es difícil volver al antepasado de las máquinas de escribir que ante cualquier yerro tenías que repetir la escritura completa de una determinada página. Igual suele suceder con las conquistas sociales, es difícil encontrar sociedades completas que toleran un amo de los tiempos de la esclavitud. Si el capitalismo fue llevado por la propia sociedad con sus innovaciones a la producción maquínica y robótica y así liberó a los hombres de esas tediosas rutinas, la existencia ganará otros tiempos para una altísima existencia, esto es, una vida más libre y edificante.
Uno puede comprender los apegos de ciertos señores tacaños que su vida la cifran en el atesoramiento de fortunas para morir muy adinerados, y que eso los hace engañosamente felices, pero la libertad se puede ganar para otras tareas superiores a de embodegar riquezas. Es difícil transitar otros mundos de los desapegos, y más aún cuando todo está envenenado con el negocio de las armas, de las drogas ilicititas, en suma, de la Rentas Criminales que tanto y tan rápido multiplican las fortunas, eso sí, con mucho reguero de sangre. Recordemos esa palabra venida desde el mundo de los griegos que designaban esos deseos ilimitados por el tener, sin freno: la pleonexia.
Sin estar dispuestos a aceptar los cambios con todo lo amargo que ellos pueden ser, cualquier solución no es más que una hipocresía. Los problemas se suman o cambian de nombre. En este país la violencia ha tenido varios capítulos, uno de ellos es el paramilitarismo, en el cual la sociedad aún no sabe las verdades de sus horrores, de sus arquitectos dirigentes, y mucho menos se han sanado heridas. Por eso este retornar de cada período electoral parece una refrendación cada tanto de la estupidez y barbarie humanas, sin ninguna posibilidad de cuestionamiento en esta masa colectiva que no busca razones sino chivos expiatorios pasados una y otra vez por los mass media, buscan un culpable a quien atribuir todos nuestros males, y así sanar nuestras heridas. Mientras tanto los negocios siguen en las manos de los políticos y sus socios negociantes.
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