Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com

Dime con quién andas y te diré quién eres. Entre la multitud vamos solos, esquivando el ladronzuelo, al drogo en desespero en cómo hacerse a su dosis, estamos alerta con el ladrón de cuello blanco que prepara la próxima estafa y quedarse con nuestros ahorros de toda la vida. En la selva de cemento el pez gordo se come al pez chico. Somos hijos del sálvese quien pueda, vamos en carrera loca buscando consumir la última novedad o basura tecnológica, la última moda nos tiene atrapados, hoy nuestro templo sagrado son los centros comerciales, vamos de un lado para otro, dando vueltas y más vueltas, escudriñando con la mirada donde develar el último producto anunciado en la pantalla chica. ¿Para dónde va Vicente? Para donde va la gente.

La calle, la acera, expresan la sociedad en su conjunto. Todos van y vienen, van de afán, sólo una vitrina llamativa roba la mirada ansiosa y contemplativa. Caminamos la ciudad de Medellín, sus parques son estacionamientos de toda una masa que buscan consumir el veneno de las drogas ilícitas, un mercado bien posicionado en un país que le tiene como su primer motor de la economía. El negocio de las rentas criminales produce mucho dinero y mucha muerte, esa es la ilicitud, todo se paga con plata, cárcel o muerte.  El oro seduce y corrompe, todos le rinden el culto, se peca y se reza, la madre, la esposa bendice a cada quien para que tenga suerte en los negocios, el cura extiende la mano al pillo y recibe con agrado los billetes.

En las calles se va y se viene en el peligro, en nuestras cajas verticales de apartamentos nos sentimos seguros y olvidamos el mundo, ya no me importa lo que pase allí afuera. Es la magia negra del capitalismo, produce individuos desarticulados, sociedades de seres aislados, huyendo unos de otros, pues mi vecino puede resultar el peor enemigo, un verdugo en solapa. Esta ciudad que los políticos venden como de la eterna primavera, es esa extensión del mundo del capital. Sí, la calle, el espacio público, los parques son alojamiento de esas gentes que están ansiosas, que buscan calma en la marihuana, en la coca. Los parques son obras de cemento abandonadas por la desidia estatal. En ellos se consumen drogas, se atraca, se mata, copulan, el hijo del emergente pone su radio pasa cintas a todo volumen, la vecindad sólo se incomoda, cada quien padece su propia desgracia del reino individual. Eso de parques ambientales, de ciudades verdes son tan sólo discursos demagogos de estricto marketing político.

Los gobernantes también están en la lógica de sacar el mayor  provecho, sus esbirros, sus funcionarios, sus empleados se pulen hasta creerse sus propias mentiras. Las gentes van y vienen, corren, sólo los detiene una atractiva vitrina. Los más ansiosos caen en las garras de las rentas criminales, bien sea para consumir o bien sea para servir de peones en la distribución, micro y macro tráfico que llaman a esto. Los cuerpos de policía juegan al gato y al ratón, apenas medio controlan para mostrar resultados que aprovecha el demagogo. De tal palo, tal astilla, cada cual tratando de salvar su propio pellejo, la comunidad se reduce a la alcoba familiar. Hasta el momento el capitalismo es triunfante, el demagogo político es su agente del reino individual.   

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