Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/

El ojo por ojo, el diente por diente, es la manera más usual de resolver los conflictos en nuestra sociedad, es la cultura que profesamos, a diario consumimos grandes porciones de violencia en la pantalla chica y en los medios masivos de comunicación  es pan de cada día. La sangre es garantía de alto rating. Para contrarrestar estos sentimientos primarios, la civilización humana ha inventado la justicia como el recurso más civilizado de resolver las diferencias y así romper el círculo vicioso de la violencia.


La justicia es la forma más elaborada y civilizada de la venganza. Pero hay que hacer notar que la justicia no es solamente la idea general que se ha incrustado, que ha quedado en la sociedad: se hace justicia si se materializa, si se sacia la sed de venganza, no quedamos contentos hasta haber aplastado a mi verdugo, hasta ver a mi enemigo en los estrados judiciales, que le caiga todo el peso de la ley, desearíamos cárcel de por vida, y ojalá, si existe, la pena de muerte. Son rezagos de la venganza primitiva que permanece en las conciencias colectivas. 


Pero vale recordar que justicia no sólo es ese castigo de privación de la libertad o de la pena de muerte como la existente en algunos países. Justicia también contempla hechos tales como las de obtener la verdad por parte de la víctima sobre un hecho desafortunado que haya sucedido, ser reparado por los daños causados, o la consabida fórmula de Verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, etc. Lo que interesa es reparar el daño y garantizar que el victimario haya hecho un verdadero acto de contrición, de arrepentimiento, que haya seguridad de que es una persona arrepentida y que no reincidirá. Lo importante es reintegrar a la sociedad a quien se ha descarriado.
 

La cárcel, si se quiere, es un recurso de última instancia, es vox populi, ella no resocializa, ella profundiza más bien en la maldad, es la escuela del crimen, allí, en el encierro, se perfeccionan técnicas para delinquir en el afuera. Por eso es mejor asegurar esos actos transparentes que salen del fuero interno de la persona arrepentida para restablecerlo en la sociedad. Los preceptos morales han resumido bien esta idea del arrepentimiento y del perdón: “Si alguien te abofetea la mejilla derecha, déjale que te abofetee la izquierda” Salomón... Ó “habéis oído que se dijo: debes amar a tu prójimo y odiar a tus enemigos, y yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y rogad por los que os persiguen. O la nueva alianza: “si vienes a presentar tu ofrenda a Dios al altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra tí, deja ahí tu ofrenda ante el altar y ve primero a hacer las paces con tu hermano; después regresa y presenta tu ofrenda a Dios.” El mensaje es el de mantener una cofraternidad.

La historia está llena de episodios ilustrativos sobre la manera como los grupos humanos se las arreglan para conservar las distancias y así evitar peligros que comprometan la propia existencia humana. En especial pululan los ejemplos relacionados con el poder. En cualquier época y en cualquier grupo de poder que se piense, encontramos la constante del ejercicio de la violencia o la guerra para reducir amenazas. Las formas de tortura son numerosísimas con las cuales se valen los victoriosos para someter y extraer información de quien a caído en sus garras. Piénsese en relatos como los Gengis Kan, Los Borgia, El Padrino, o series cinematográficas como Homeland, Black List, todas ellas recrean las variantes que emplea el poder para dominar con crueldad. 


Cuando un enemigo es apresado le extraen información bajo torturas de manera gradual, se intensifica si el capturada se rehusa hablar: sacan las uñas con finas tenazas, martillan dedos, quiebran una mano, un pie, dan un balazo en una zona que cause dolor como en los testículos, o en otra en donde amenazan con dejarlos paralíticos. Y si el cuerpo de la víctima resiste, entonces se valen de sus seres más queridos como hijos, esposa, padres, hermanos y hasta sus propias mascotas. Son técnicas muy refinadas que terminan doblegando al sometido. 


El dejar con vida o quitarla sigue siendo un tema del valor que represente la víctima. Cuando le permiten vivir, por lo general es un mensaje de escarmiento que quieren enviar a sus rivales, cuando cometen asesinato es porque es más útil así, se liberan de futuras amenazas, incluso el mismo cadáver es aprovechado para inculpar otros enemigos que quieran sacarse del camino. La violencia ha desarrollado técnicas sofisticadas para infringir sufrimiento y con ello hacerse respetar como grupo de poder por quienes la ejercen. El ejercicio de la violencia del terror es un recurso que produce altos dividendos al mundo del crimen.


La violencia es un método cruel de ejercer el poder. Diciente es la expresión: la guerra es la continuación de la política por otros medios. La política en sí es la negociación sin acudir a la violencia. No importa qué tanto odio se escurra, normal en este bípedo humano, lo importante es no causar daño, esto en teoría, pero la verdad es que el ejercicio de la política lleva de manera explícita el uso de la violencia a través de sus aparatos armados como ejércitos y policía o de inteligencia. Los Estados conllevan el uso legítimo de la fuerza cuando ven amenazada su soberanía o sus instituciones. Un hilo muy delgado separa lo legítimo de lo que no lo es. 


Puede servir de ejemplo en Colombia las disposiciones legales denominadas para la época Estatuto de Seguridad Nacional para contener las protestas sociales pero en especial reducir la amenaza, según los entonces gobernantes, de la toma del poder por las guerrillas de izquierda o comunistas. Fue la década de los ochenta y para dar una idea piénsese en el asesinato y desaparición de aproximadamente seis mil militantes del partido político Unión Patriótica. Y mucho hombre y mujer que fuera de izquierda o sospechoso de serlo, fueron torturados o muertos. Es de anotar que Colombia no ha tenido golpes de Estado a diferencia de otros de Latinoamérica, muchos analistas coinciden en explicar tal cosa en que sus dirigentes han sabido ejercer de manera cruel y meticulosa la violencia.

Pese a todo esta tragedia humana que somos, estamos destinados a vivir en sociedad. El estar juntos nos hace fuertes mientras que el aislamiento nos mata. El origen de la palabra Política viene del griego polis y hace referencia a la agrupación humana por excelencia que es la ciudad, la forma de la vida humana que tomó fuerza son los grandes conglomerados humanos, los poblados, pues la vida se hace más fácil entre muchos por la distribución de las tareas y por la posibilidad de intercambio de lo producido, así, del esfuerzo de todos, la vida se hace más sencilla y en pleno disfrute de la variedad producida por el colectivo. Sinónimo de ciudad en nuestros días es la capacidad de garantizar diversos servicios que dan mayor bienestar y calidad de vida. 


En la ciudad se concentran los mejores servicios de salud, esparcimiento, educación, vivienda... todo lo contrario es el campo, por su aislamiento aquellos servicios son deficientes cuando no nulos, los campesinos en la práctica están condenadas a la miseria, al abandono de Dios y del Estado. Estas palabras ponen de relieve la preferencia de la humanidad por los grandes conglomerados humanos, nos concita la advertencia instintual de estar juntos o demasiados juntos hace que estalle la violencia. Estar muy próximos nos pone en alerta del peligro que puede representar quienes se nos acerca, es una lógica biológica para cualquier animal viviente, por ello la distancia se impone para evitar cualquier amenaza que pueda sobrevenir. 


Estas líneas de reflexión pretenden decir que esta obra humana, esta tragedia humana se ha mantenido en ese filo de la navaja. Los griegos por las evidencias que nos han dejado, desarrollaron la técnica o la forma de cómo entenderse los humanos en sus variadas y naturales diferencias, es un gesto de bondad el tramitar las diferencias humanas sin necesidad de acudir a métodos violentos, sin necesidad del exterminio físico.

Tabién se tiene que el poder está dentro de las drogas más peligrosas. Aun así mientras estamos en su jurisdicción, conviene propender por los mecanismos de resolución pacífica de los conflictos, detener la espiral de violencia. Cualquier acto humano que haya causado dolor espera el arrepentimiento y luego su perdón. Un hombre arrepentido es mejor que uno en el resentimiento. Alentamos a quienes se esfuerzan por construir paz en Colombia.

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