Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica
Tantos años buscando y el criminal estaba ahí, delante, detrás, dentro, merodeando, habitando, desafiando a la incauta presa y al listo togado en el propio Palacio de Justicia. Los días, los meses y los años pasan, pasaron y el bandido, paseándose a la vista de todos, respirando ante las propias narices del juez. Incluso el pillo mismo se revestía con la toga. La escena sucedió en Medellín, allá mismo donde se tasa el bien y el mal, en los juzgados. La noticia sorprendió a todos: una banda criminal desmantelada, tres hombres y dos mujeres, una de ellas alta y pelirroja, y ama de casa ella, fungía de juez. Otro, uno de ellos, servidor público estaba dentro de los que delinquían. Su obrar: convencían a su presa bajo promesa de grandes ganancias en remates de propiedades, comprar o prestar con jugosos intereses en futuras hipotecas a terceros.
Si la palabra tuviera riesgo de ser desgastada y devaluada frente a algún incrédulo, entonces proporcionaban a la vista hechos simulados reales de Audiencias en el propio Palacio de Justicia. La presa era rodeada por una banda de hienas carroñeras vigilantes de sus mínimos movimientos. Entonces el teatro comenzaba, la falsa juez daba inicio a los remates, en el público las pujas, el martillo sentencia su golpe definitivo, la propiedad fue rematada, un nuevo propietario. La seguridad fue revestida de confianza, el inversionista tenía todos los gestos para cerrar el prometedor negocio. Los hechos ocurrieron una y otra vez desde el 2011 hasta el día, mes y año corriente de 2017. Veinticinco víctimas y dos mil setecientos millones de pesos en estafa. Se cree que desde mucho antes se operaba y hacían desistir a las víctimas de no denunciar, pues si lo hacían, ellos mismos habían incurrido en delito por cohecho, pues aceptaron sobornar a la justicia, a una juez para que favoreciera un determinado ilícito de remate.
Suele decirse que la confianza mató a seguridad. Es también cosa común afirmar que los pillos van dos pasos más adelante de la justica, cuando estos iban, aquellos ya venían. Una pregunta surge ¿Por qué hay crímenes tan perfectos? Y la respuesta quedaría coja si en esa teatralidad no se percatara del adentro y del afuera en el que opera el mundo de la complicidad. En el mundo del crimen esa malla, esa frontera, esos linderos que separan lo legal de lo ilegal son muy delgados, casi que indiferenciados. En la estafa descrita había un funcionario judicial en la banda criminal, era el enlace fundamental que hacía posible que la línea entre lo legal y lo ilegal fuera difusa, fuera permeada, y entonces la simulación, el proceso mimético se consume para el acecho criminal. El adentro se contamina por el afuera.
La estrategia de la ilegalidad de moverse dentro de la legalidad hace que pase sin que siquiera se note, hace que hasta el más listo baje la guardia y caiga en los tentáculos del hampa, toda una ficción hecha realidad, como en esa película de la estafa en arte titulada Al Mejor Postor diriga por Giuseppe Tomatore, todo pasa sin que se note. Recordemos la gran estafa de Estraval, los maleantes crearon confianza contra la seguridad con el tema de las libranzas, captaron millonarias sumas de dinero, se conoce que a las víctimas reconocidas les adeudan alrededor de 500 mil millones de pesos. Su modos operandi mantiene la misma lógica pero mejorada. Montaron numerosas empresas fachadas, muchas de ellas cooperativas, tenían una red de pregoneros, una red de funcionarios que iban tras posible presa y la enganchaban con prometedoras ganancias para sus inversiones. Año tras año pasaba y pasaban y sin tan siquiera ser percibidos, su camuflaje era perfecto. Desde el 2012 hay evidencias de las irregularidades de la empresa pero que no pasó a mayores, sólo hasta el 2016 que vino el escándalo en el momento en que los acreedores denunciaron incumplimientos en los pagos pactados.
Estos pillos son bastante listos, todo lo tienen fríamente calculado, no sólo calculan el robo sino también después de ser descubiertos cómo burlar a la justicia. En el caso específico de Estraval, usan la conocida estrategias de dilatar en el tiempo con el fin de desesperar a las víctimas y éstas den el brazo a torcer, entonces ya ablandadas por la larga querella y por abogados maliciosos que trabajan en doble vía, llevan a la víctima desmoralizada a aceptar pactos desfavorables. Por ello recomiendan a los afectados no caer en esa trampa, no aceptar los denominados planes de desmonte, y más bien preferir la vía Penal en donde lo institucional como la Fiscalía y la Super persiguen dineros y propiedades de los pillos, dentro y fuera del país, en un tiempo justo en el que se logre recuperar la totalidad raptada. Este también permite en castigo merecido y la no reincidencia, pues sin burla a la justica y a las víctimas, y sin revictimizar, el pillo lo piensa dos veces en volver a sus fechorías, en planear segundos golpes.
La seguridad y el miedo son las armas del pillo. Para cometer el delito el ladrón genera confianza, suprime la sospecha, sus compinches, sus colaboradores se mueven sigilosamente para atrapar la presa que está expectante ante la teatralidad escenificada de la estafa.
Historiador
Colombia Kritica
Tantos años buscando y el criminal estaba ahí, delante, detrás, dentro, merodeando, habitando, desafiando a la incauta presa y al listo togado en el propio Palacio de Justicia. Los días, los meses y los años pasan, pasaron y el bandido, paseándose a la vista de todos, respirando ante las propias narices del juez. Incluso el pillo mismo se revestía con la toga. La escena sucedió en Medellín, allá mismo donde se tasa el bien y el mal, en los juzgados. La noticia sorprendió a todos: una banda criminal desmantelada, tres hombres y dos mujeres, una de ellas alta y pelirroja, y ama de casa ella, fungía de juez. Otro, uno de ellos, servidor público estaba dentro de los que delinquían. Su obrar: convencían a su presa bajo promesa de grandes ganancias en remates de propiedades, comprar o prestar con jugosos intereses en futuras hipotecas a terceros.
Si la palabra tuviera riesgo de ser desgastada y devaluada frente a algún incrédulo, entonces proporcionaban a la vista hechos simulados reales de Audiencias en el propio Palacio de Justicia. La presa era rodeada por una banda de hienas carroñeras vigilantes de sus mínimos movimientos. Entonces el teatro comenzaba, la falsa juez daba inicio a los remates, en el público las pujas, el martillo sentencia su golpe definitivo, la propiedad fue rematada, un nuevo propietario. La seguridad fue revestida de confianza, el inversionista tenía todos los gestos para cerrar el prometedor negocio. Los hechos ocurrieron una y otra vez desde el 2011 hasta el día, mes y año corriente de 2017. Veinticinco víctimas y dos mil setecientos millones de pesos en estafa. Se cree que desde mucho antes se operaba y hacían desistir a las víctimas de no denunciar, pues si lo hacían, ellos mismos habían incurrido en delito por cohecho, pues aceptaron sobornar a la justicia, a una juez para que favoreciera un determinado ilícito de remate.
Suele decirse que la confianza mató a seguridad. Es también cosa común afirmar que los pillos van dos pasos más adelante de la justica, cuando estos iban, aquellos ya venían. Una pregunta surge ¿Por qué hay crímenes tan perfectos? Y la respuesta quedaría coja si en esa teatralidad no se percatara del adentro y del afuera en el que opera el mundo de la complicidad. En el mundo del crimen esa malla, esa frontera, esos linderos que separan lo legal de lo ilegal son muy delgados, casi que indiferenciados. En la estafa descrita había un funcionario judicial en la banda criminal, era el enlace fundamental que hacía posible que la línea entre lo legal y lo ilegal fuera difusa, fuera permeada, y entonces la simulación, el proceso mimético se consume para el acecho criminal. El adentro se contamina por el afuera.
La estrategia de la ilegalidad de moverse dentro de la legalidad hace que pase sin que siquiera se note, hace que hasta el más listo baje la guardia y caiga en los tentáculos del hampa, toda una ficción hecha realidad, como en esa película de la estafa en arte titulada Al Mejor Postor diriga por Giuseppe Tomatore, todo pasa sin que se note. Recordemos la gran estafa de Estraval, los maleantes crearon confianza contra la seguridad con el tema de las libranzas, captaron millonarias sumas de dinero, se conoce que a las víctimas reconocidas les adeudan alrededor de 500 mil millones de pesos. Su modos operandi mantiene la misma lógica pero mejorada. Montaron numerosas empresas fachadas, muchas de ellas cooperativas, tenían una red de pregoneros, una red de funcionarios que iban tras posible presa y la enganchaban con prometedoras ganancias para sus inversiones. Año tras año pasaba y pasaban y sin tan siquiera ser percibidos, su camuflaje era perfecto. Desde el 2012 hay evidencias de las irregularidades de la empresa pero que no pasó a mayores, sólo hasta el 2016 que vino el escándalo en el momento en que los acreedores denunciaron incumplimientos en los pagos pactados.
Estos pillos son bastante listos, todo lo tienen fríamente calculado, no sólo calculan el robo sino también después de ser descubiertos cómo burlar a la justicia. En el caso específico de Estraval, usan la conocida estrategias de dilatar en el tiempo con el fin de desesperar a las víctimas y éstas den el brazo a torcer, entonces ya ablandadas por la larga querella y por abogados maliciosos que trabajan en doble vía, llevan a la víctima desmoralizada a aceptar pactos desfavorables. Por ello recomiendan a los afectados no caer en esa trampa, no aceptar los denominados planes de desmonte, y más bien preferir la vía Penal en donde lo institucional como la Fiscalía y la Super persiguen dineros y propiedades de los pillos, dentro y fuera del país, en un tiempo justo en el que se logre recuperar la totalidad raptada. Este también permite en castigo merecido y la no reincidencia, pues sin burla a la justica y a las víctimas, y sin revictimizar, el pillo lo piensa dos veces en volver a sus fechorías, en planear segundos golpes.
La seguridad y el miedo son las armas del pillo. Para cometer el delito el ladrón genera confianza, suprime la sospecha, sus compinches, sus colaboradores se mueven sigilosamente para atrapar la presa que está expectante ante la teatralidad escenificada de la estafa.
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