Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica
La vida comienza con un suspiro, con una nalgada al recién nacido, con ello se estimula a respirar, así se le trae a la vida, fuera del vientre maternal. La palabra respiración viene de spiritus, el aliento, el espíritu. Además animus y ánima son dos palabras próximas al concepto vida. Animación proviene animus, el cerebro en ejercicio, y anima derivará en alma, en referencia más al conjunto de la actividad corporal, a la armonía del funcionamiento de los órganos del cuerpo. El signo de la vida es la respiración y su ausencia es la muerte, con el último suspiro dejamos de existir, nos iremos para jamás volver. Vemos aquí una ligazón, una unión, un todo inseparable entre un sólido material como es el cuerpo mismo y un inmaterial, un incorpóreo como es la respiración. En los estoicos encontramos ésta manera de pensar el cuerpo y alma inseparables, para qué temer por la muerte, decían ellos, si cuando estamos, cuando vivimos, ella, la muerte no está, está ausente; y cuando está, nosotros ya no estamos.
Pero ¿qué fue lo que favoreció una tal separatividad, un tal divorcio entre el alma y el cuerpo? Conocemos de mano de las religiones la separación que favoreció un alma revestida de inmortalidad que venció, que burló la muerte, mientras que el cuerpo material se descompone, se pudre, está condenado a perecer, a la finitud, el alma sobrevive. El cuerpo es la cárcel del alma al decir aristotélico, aquel es impuro, ésta es limpia, impoluta. Esta separación fue una solución del miedo a la muerte misma, frente al desconocimiento de qué puede pasar después de estar muertos, pues nadie ha venido de regreso a contar sus experiencias del más allá.
Esto es una manera de como las culturas procesan y resuelven o
subjetivan estos miedos. Ya los primeros hombres hace más de treinta mil años dejaron sus huellas en pictogramas y en tumbas que prueban sus preocupaciones ante la muerte. Sus honras fúnebres evidencian un respeto no tanto por por el cuerpo mismo como por su alma que se desprende de éste, una separatividad que mantiene a los vivos en un limbo, en una incertidumbre por el muerto ya ido que puede regresar en formas indistintas como en sueños y cobrar venganza a quienes no han guardado un debido respeto. El cuerpo ya yerto no es dejado al azar, comporta rituales funerarios para un viaje del más allá.
Puede verse en estos derivados rituales que separan cuerpo y espíritu que tienen por función una eficacia simbólica de compactar la vida en comunidad, de afianzar y mantener vivo el espíritu comunitario. La cristiandad promueven sus valores mediante la recordación de la muerte, la sangre es representada en el vino, y el cuerpo en la hostia, los fieles al beberla y comerla, se convierten en una comunidad, la eficacia simbólica permite una identidad comunitaria. Los poblados se compactan en el ejercicio religioso, religión viene del verbo religar que quiere decir unir, unión, juntar. Éste al igual que otros rituales religiosos procuran además de la vida en comunidad, una asepsia de la vida, recomiendan vivir acorde a principios que conducen a salvar el alma, el cuerpo es perecedero. Por ejemplo, en los budistas su alma es flotante, andariega que busca otros cuerpos para reencarnarse, por ello sus fieles aceptan sus designios tomados como mandatos divinos que deben obedecer.
La tensión entre un cuerpo y un alma ha sido la constante desde los inicios de la humanidad, desde el momento mismo en que se tomó consciencia de la finitud, de lo finito que somos, que la muerte nos espera. Esta concepción separativista favoreció una concepción que se volcó a dar todo el interés por el alma, tanto que la mayoría de las religiones viven de estar echando sermones espirituales en desmedro del cuidado del cuerpo. No entramos en las discusiones de que el cura predica pero no aplica, pero si queremos llamar la atención en concepciones más integristas como las que iniciamos, como esa afirmación que la muerte fue vida vivida, o que la vida es muerte en marcha, incluso mucho mejor, se vive y se muerte a la vez, de manera simultánea, desde que se nace el cuerpo va en desgaste, pierde funciones a medida que más transcurre el tiempo. Otra concepción que nos parece favorable es lo ritual que convoca a vivificar el espíritu comunitario, la vida en comunidad que es esta aventura existencial, este designio biológico. Aunque alejados de lo ritual confeso que se hacen de vez en vez, de manera cíclica, nos alegran los valores y principios que promueven la vida en comunidad que se hacen para aprender, recordar, rememorar y aplicar. Esos rituales cíclicos que suceden de vez en vez para alimentar, se supone, cuerpo y espíritu.
Historiador
Colombia Kritica
La vida comienza con un suspiro, con una nalgada al recién nacido, con ello se estimula a respirar, así se le trae a la vida, fuera del vientre maternal. La palabra respiración viene de spiritus, el aliento, el espíritu. Además animus y ánima son dos palabras próximas al concepto vida. Animación proviene animus, el cerebro en ejercicio, y anima derivará en alma, en referencia más al conjunto de la actividad corporal, a la armonía del funcionamiento de los órganos del cuerpo. El signo de la vida es la respiración y su ausencia es la muerte, con el último suspiro dejamos de existir, nos iremos para jamás volver. Vemos aquí una ligazón, una unión, un todo inseparable entre un sólido material como es el cuerpo mismo y un inmaterial, un incorpóreo como es la respiración. En los estoicos encontramos ésta manera de pensar el cuerpo y alma inseparables, para qué temer por la muerte, decían ellos, si cuando estamos, cuando vivimos, ella, la muerte no está, está ausente; y cuando está, nosotros ya no estamos.
Pero ¿qué fue lo que favoreció una tal separatividad, un tal divorcio entre el alma y el cuerpo? Conocemos de mano de las religiones la separación que favoreció un alma revestida de inmortalidad que venció, que burló la muerte, mientras que el cuerpo material se descompone, se pudre, está condenado a perecer, a la finitud, el alma sobrevive. El cuerpo es la cárcel del alma al decir aristotélico, aquel es impuro, ésta es limpia, impoluta. Esta separación fue una solución del miedo a la muerte misma, frente al desconocimiento de qué puede pasar después de estar muertos, pues nadie ha venido de regreso a contar sus experiencias del más allá.
Esto es una manera de como las culturas procesan y resuelven o
subjetivan estos miedos. Ya los primeros hombres hace más de treinta mil años dejaron sus huellas en pictogramas y en tumbas que prueban sus preocupaciones ante la muerte. Sus honras fúnebres evidencian un respeto no tanto por por el cuerpo mismo como por su alma que se desprende de éste, una separatividad que mantiene a los vivos en un limbo, en una incertidumbre por el muerto ya ido que puede regresar en formas indistintas como en sueños y cobrar venganza a quienes no han guardado un debido respeto. El cuerpo ya yerto no es dejado al azar, comporta rituales funerarios para un viaje del más allá.
Puede verse en estos derivados rituales que separan cuerpo y espíritu que tienen por función una eficacia simbólica de compactar la vida en comunidad, de afianzar y mantener vivo el espíritu comunitario. La cristiandad promueven sus valores mediante la recordación de la muerte, la sangre es representada en el vino, y el cuerpo en la hostia, los fieles al beberla y comerla, se convierten en una comunidad, la eficacia simbólica permite una identidad comunitaria. Los poblados se compactan en el ejercicio religioso, religión viene del verbo religar que quiere decir unir, unión, juntar. Éste al igual que otros rituales religiosos procuran además de la vida en comunidad, una asepsia de la vida, recomiendan vivir acorde a principios que conducen a salvar el alma, el cuerpo es perecedero. Por ejemplo, en los budistas su alma es flotante, andariega que busca otros cuerpos para reencarnarse, por ello sus fieles aceptan sus designios tomados como mandatos divinos que deben obedecer.
La tensión entre un cuerpo y un alma ha sido la constante desde los inicios de la humanidad, desde el momento mismo en que se tomó consciencia de la finitud, de lo finito que somos, que la muerte nos espera. Esta concepción separativista favoreció una concepción que se volcó a dar todo el interés por el alma, tanto que la mayoría de las religiones viven de estar echando sermones espirituales en desmedro del cuidado del cuerpo. No entramos en las discusiones de que el cura predica pero no aplica, pero si queremos llamar la atención en concepciones más integristas como las que iniciamos, como esa afirmación que la muerte fue vida vivida, o que la vida es muerte en marcha, incluso mucho mejor, se vive y se muerte a la vez, de manera simultánea, desde que se nace el cuerpo va en desgaste, pierde funciones a medida que más transcurre el tiempo. Otra concepción que nos parece favorable es lo ritual que convoca a vivificar el espíritu comunitario, la vida en comunidad que es esta aventura existencial, este designio biológico. Aunque alejados de lo ritual confeso que se hacen de vez en vez, de manera cíclica, nos alegran los valores y principios que promueven la vida en comunidad que se hacen para aprender, recordar, rememorar y aplicar. Esos rituales cíclicos que suceden de vez en vez para alimentar, se supone, cuerpo y espíritu.
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