Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Robín Hood robaba a los ricos para dar a los pobres. Con un mal, considerado menor, creía hacer un  bien mayor, al distribuir la riqueza a los pobres. Raskolnikov, el protagonista de Crimen y Castigo, dio muerte a la vieja usurera para robarle sus riquezas para una noble causa según su raciocinio. En lo más profundo de su conciencia, creyó hacer justicia tomando una acumulación inoficiosa de la vieja miserable para ponerla en provecho de su pobreza. Éstos personajes ponen de relieve el tema de concentración de riqueza, que a decir de Karlos Marx, lo propio del capitalismo es que viene chorreando sangre por todos sus poros por su concentración y no  distribución.


Allí se encuentra, a grandes rasgos, el gran problema de la No Distribución de la Riqueza, tan necesaria para el tan anhelado Bienestar General del Estado Nación. Si la riqueza no circula, al margen se crean grandes masas de pobreza. Acá en Medellín, en Antioquia, Colombia, estamos rodeados de ladrones, no dos como cristo en la cruz, sino de muchos más, pero son pocos en comparación con la gran masa poblacional de sus casi tres millones de habitantes, de paso, vale recordar, en Colombia se aproximan a los cincuenta millones, y los ricos oscilan en tan sólo quinientos mil. 


Decíamos Medellín, Antioquia. El paisa no se vara ni se mea en una estaca, se quiere resaltar allí el empuje, el vigor, la fuerza necesaria para coger machete y tumbar monte, esto en los tiempos de la Colonia y en los inicios republicanos, se forjó el mito de la raza antioqueña como operador del regionalismo y de grandeza, todos se creyeron ricos así nadaran en la pobreza, pero esto bien funcionó para contener los llamados odios de clase, o mucho mejor, garantizar obediencia ciega e incuestionada al destino de miseria y pobreza en el que vivían y viven la mayoría de sus gentes. Hoy algo de ello perdura en el tiempo de larga duración. El mito del paisa verraco con arma en mano para tumbar lo que se le oponga a su empresa de ir hacia adelante.


Se recordará por la década de 1980 la izquierda beligerante decidió conformar la guerrilla urbana, en las comunas pobres se les ofreció dinero a los jóvenes para empuñar las armas en comandos urbanos. En resumidas cuentas, ésta lucha fue frenada por el bando de ultraderecha bajo la insignia de Muerte a Secuestradores (MAS). Allí la cara visible eran los narcotraficantes con el legendario Pablo Escobar Gaviria, detrás de él estaba el empresariado paisa, la aprestigiada clase dirigente, que con señalamiento disimulado de un dedo de la mano o un simple gesto, ordenaban a los pistoleros disparar al enemigo. El médico salubrista Héctor Abad así fue asesinado, una vieja camandulera se encargó de avisar sus  movimientos de rutina. Fue una época cruda donde las muertes se contaban por masacres. Así lograron contener a la insurgencia urbana y a la vez acallar líderes sociales.


Es de recordar que las milicias populares fueron un invento de la Farc, motivado por los éxitos militares en el sur apalancados en la economía cocalera, quebrando el principio leninista de la lucha armada en el campo y la política o democrática en las urbes.


Para evitar el reclutamiento por parte de la guerrilla de la abrumadora masa de jóvenes sin empleo, estos fueron organizados en los “combos” bajo un fuerte zócalo empresarial diseñado y gestionado por el narcotráfico bajo la denominación de “oficinas”, configurando una eficiente economía criminal con beneplácito de los organismos de seguridad que tuvieron la tarea ya no de combatir el crimen sino de regularlo con un doble objetivo: la contención de la resistencia social en beneficio del gran capital financiero.


Este proyecto de sociedad democrática ha sido denominado mafioso porque supo combinar a su favor la legalidad, ilegalidad e informalidad. Por la gran banca pasan los dineros de estos tres poderes sin que se sepa de quién es éste o aquel montón de billetes, ésta o aquella transacción, bien sabido es que el dinero no huele y para la Banca, ésto le tiene sin cuidado.


Las estadísticas suman trescientas bandas o combos criminales que se tienen repartida la ciudad cuadra por cuadra, barrio por barrio. Allí todo será gravado, allí se alista la prostitución y la distribución de drogas para propios y turistas venidos del interior del país y del extranjero. Un dato que no deja de ser curioso, los criminales en los barrios populares, de clase trabajadora y clase media, gravan, vacunan o cobran el cuarenta por ciento de transacciones por venta de casas o apartamentos, y una cantidad menor si se quiere hacer reformas al inmueble. Esto pasa a la vista de todos. Y no es para asombrarse, toda vez, como se ha dicho líneas arriba, la ciudad fue repartida en sus renglones económicos en la formalidad, informalidad e ilegalidad. También esto puede ayudar a entender porqué se dice que Antioquia es un laboratorio para el control social, de cómo se puede regular o prevenir un estallido Social. Desde luego que la muerte, el asesinato está en primera línea, el paramilitarismo y sus combos de ciudad están a la orden del día.


El Robín Hood hoy es a la inversa, está invertido, es el rico que le roba a los pobres para hacerse más rico él y los de su clase. Hoy la batalla es muy visible en el asalto al Presupuesto Público, a los dineros de los contribuyentes, con el recurso de las gentes quieren engordar sus empresas privadas, se enriquecen en desmedro del Bienestar General. Hoy la diligencia empresarial juega a la sombra de algún títere puesto como candidato a las alcaldías, gobernaciones y la presidencia de una Nación. Medellín tuvo el monopolio o hegemonía de gobierno empresarial, luego otro grupo económico de otra región, gobernaron en cuerpo ajeno. Se avecina una nueva contienda que se batallará al mejor estilo gánster, sin duda es un estilo mafioso. A nombre de la gran mayoría, vale decir que con el que se gane se pierde

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