Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El cuerpo es el lugar del yo. Cada cuerpo se provee de una alma. Un cuerpo es el Adentro pero también es el Afuera, ambos lo esculpen. Es el mediador entre el Yo y el mundo. El cuerpo es un lienzo sobre el cual una cultura hace sus trazos. El cuerpo de un individuo también tiene su forma de particularizarse en su libertad y creatividad. Un cuerpo siempre ha de estar en ese balanceo del yo interior y del mundo exterior. Un cuerpo es un campo de fuerzas manifiestas en su voluntad de poder y voluntad de potencia. Y no es para menos a sabiendas que la vida son las fuerzas que contrarrestan a la muerte.


El cuerpo es arcilla que se deja moldear por su propio medio interior o biológico y por la cultura. El antropólogo Marcel Mauss así lo enseñó al hablar de las técnicas del cuerpo, no todos caminamos ni dormimos iguales, en la guerra se aprende a dormir de pié recostado sobre las piedras o en el barranco. En el caminar, cada cultura imprime sus propios ritmos y afanes a su propio cuerpo. El mirar por largo tiempo y de frente al otro sólo fue posible con el advenimiento del transporte masivo que nos obligó a permanecer inmóviles por largo tiempo frente al otro. En una silla se está sentado a medias, listo para partir, para seguir el caminar.


Las formas educan, acostumbran. La costumbre es ley, la sociedad impone una compostura, facilita la vida en la civilización. Todo cuerpo tiende a exponerse, la urbanidad obliga a replegarse, restringirse. Tapar los bostezos con la mano, no hablar con la boca llena o mientras se come, sonar las narices con discreción, cuidar los malos olores que emanan de nuestro cuerpo, evitar contactos demasiado estrechos, la contigüidad, lo demasiado estrecho favorece lo promiscuo, lo instintual. La vida colectiva, la vida en sociedad se impone. La izquierda para adelantar, la derecha para el paso regular. En sí, es la cortesía, es la etiqueta, no se trata tanto de obligaciones molestas como de dejar un espacio a los otros que nos rodean, limitar nuestra bestia instintual, el freno pulsional. Si nos expandimos demasiado, limitamos la vida de los otros. El cuerpo sociocultural tiene sus costos.


Todo en nosotros habla. Los ojos parpadean más de lo acostumbrado antes de soltar el secreto. Cuando callamos nuestros dedos inquietos nos develan lo nerviosos que estamos. Nietzsche filosofaba a martillazos para poner a hablar a las cosas, en el aforismo está el relámpago, el trueno de los pensamientos que salen sin adorno alguno, sin maquillaje, sin tanto rodeo que amortigua el golpe bruto de nuestros dardos lanzados.


No modulamos palabra alguna pero nunca estamos en silencio, con nuestros pensamientos estamos hablando con nosotros mismos, en ocasiones no nos controlamos y pensamos en voz alta. La boca que mastica pero que habla y besa con sus labios. Con hablar tanta cháchara lanzamos una cortina de humo para ocultar lo que no queremos develar. Recordar a Cantinflas, su hablar constante e incoherente para nunca decir nada pero que a la vez dice todo en sus valores sociales cuestionados.


La vida es lucha que contrarresta las fuerzas de la muerte. Un cuerpo oscila en el adentro y en el afuera, privado de todo contacto y de todo movimiento, se pierde, se empobrece, se deteriora. Y entra en demencia si se priva, repetimos, de todo contacto y de toda estimulación psicosocial. La demencia es separación, dementia Ex separatione. "Los niños salvajes son muestra de la pobreza de su cuerpo, su inercia, que llega hasta la insensibilidad al calor y al dolor, la analgesia cutánea." Dagognet en Múltiple y Uno. El cuerpo y la sociedad se determinan mutuamente. El cuerpo recibe sensibilidad y responde con su motricidad. Lo sensorio motriz es la base del desarrollo de un cuerpo.


Los otros me ven y a la vez en sus miradas yo mismo me veo, los otros, en su reflejo, en sus impresiones, me reflejan. Los ojos son las ventanas del alma. El cuerpo nunca actúa solo, él se debe a su entorno, a su cultura que lo ha moldeado, el caminar tan distinto de una cultura a otra, incluso entre ciudad y campo, allí se va de prisa, el tiempo apremia, en cambio en el campo el paisaje quieto pareciera transferir la calma y la quietud. Lo interior y lo exterior hacen parte todo el tiempo de nuestro cuerpo, el adentro y el afuera, mientras más quiero ocultarme más me muestro con las barreras construidas que me delatan. El espíritu se hace a un cuerpo que moldeamos, lo decoramos a nuestro gusto según las posibilidades que permiten la cultura en la que se desenvuelve. 


El decir, el habla están inmersos en cada cultura, no es lo que dices, sino el tonito que incomoda, se lo dice con frecuencia para sopesar las actitudes y gestos que traicionan o desdicen lo dicho. Es la razón por la cual se dice que la lengua que habla es una pantalla. Nuestro más íntimo yo, nuestro inconsciente se sitúa en el exterior, a cielo abierto. La mejor manera de esconder, es exhibirse. Los predicadores fanáticos balbucean, son actores, emiten ritmos y sensaciones al punto del hechizo, de una experiencia sensorial. "Todo habla. Pero muy pocos saben escuchar, de tal suerte que el hombre vierte de alguna manera sus confesiones en el vacío; despilfarra sus verdades como el sol dilapida su luz. Desafortunadamente el espacio no tiene orejas." (Dagognet .71). Yo soy el otro, pero también soy el entorno en el que me desenvuelvo, yo soy el adentro y el afuera.
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