La Epidemia del Ruido y Tabaquismo

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Cada quien puede hacer de su vida privada lo que se le venga en gana… pero hasta cierto punto... Mis derechos van hasta donde empiezan los de los otros. Nadie discute de la necesidad de ser nosotros mismos, de buscar y vivir una identidad anhelada, todos soñamos con nuestra isla de intimidad para hacer nuestros retiros y descansar de un día ajetreado o simplemente enajenarse de la dura realidad, dar paz y solaz a nuestro espíritu, incluso tratar de encontrar, allá en el extremo, un reposo absoluto, buscar, incluso, nuestra propia muerte, el Derecho a Morir en nuestras propias manos, el suicidio, por ejemplo. 


Todo eso es cierto. Pero no se puede olvidar que el Ser es social, somos lo que somos gracias a la sociedad, no existen islas de individuos, nuestra naturaleza se funda en el ser social. Y esto quiere decir que las acciones que realizo traen consecuencias para los otros, por tanto se está en la obligación de cuidar que mis acciones no perturben, no ocasionen daños a terceros. Vale a notar de paso las consecuencias registradas en la prensa de violencias de toda clase, incluso muertes ocasionadas por reclamos ante el ruido o el humo, es el pan de cada día, en especial fines de semana.


Todo esto a raíz de lo que puede llamarse la epidemia del ruido y del tabaquismo que perturban más allá de nuestras cuatro paredes, afectando a mis vecinos. Bien es cierto, reiteramos, que cada quien puede hacer de su propia vida lo que se le venga en gana, pero lo que si no puede permitirse es que sus decisiones y acciones afecten a otros. De un tiempo para acá y en especial con ciertos modos de vivir lith de eterna rumba y desfogue, de vida idílica emulando a ricos y famosos, cantantes, modelos. Esta perturbación de la vida privada se ha incrementado con los extranjeros que tienen a Colombia como un destino turístico de sexo, drogas y rumba ofertadas en las conocidas plataformas de Renta Corta para vivienda.


Reiteramos, el ruido y el humo salido de las cuatro paredes perturban la intimidad de los vecinos que no tienen porque someterse a una dictadura de un yo ególatra y enfermizo. No creo que la gente sea estúpida, más bien es la vanidad, una excentricidad pendeja, el deseo de exhibirse de una mala manera, darse a conocer, reafirmarse de una manera negativa. No hay razón para persistir en ser mal vecino, hoy existen soluciones variadas a la mano: cigarro electrónico, rumba silenciosa con diademas o audífonos fieles al sonido, espacios insonorizados sobre todo en discotecas que no quieren pasar los niveles de decibelios permitidos. 


Las autoridades tienen mucho por hacer, por el momento se cuenta con Ley de Propiedad Horizontal 675 de 2001 en su artículo 74: establece en su artículo 74 la prohibición de olores, partículas u otros elementos que trasciendan al exterior y que afecten los niveles tolerables para la convivencia. “Las señales visuales, de ruido, olor, partículas y cualquier otro elemento que, generados en inmuebles privados o públicos, trascienden el exterior, no podrán superar los niveles tolerables para la convivencia y la funcionalidad requerida en las Unidades Inmobiliarias Cerradas. En este caso, el administrador está en la obligación de hacer cumplir la Ley Antitabaco en la propiedad.”


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Metamorfosis

 Por
Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Un paso a la vez. Soy larva, soy oruga, soy crisálida, ahora soy mariposa. Metamorfosis quiere decir más allá de la forma, sus variaciones nos recuerdan los procesos de cambios a los que estamos sujetos: niños, jóvenes, adultos y ahora seniles. El tiempo que pasa pero que a la vez queda, tiempos acumulados, tiempos idos, que retornan y regresan, van y vienen. Un día nuevo, un nuevo amanecer es una nueva batalla por dar, ir hacia adelante, en zigzag, quizás retroceder un poco, coger fuerzas, afianzar impulsos esquivos.


De niños la familia es pilar para romper el cascarón, queremos salir a buscar nuestros propios caminos, la edad adulta significa ganar independencia, el individuo se reafirma caminando a contracorriente, uno se reafirma en la negación de los propios modelos parentales, por ejemplo. Crecer es ganar independencia hasta poder fundar la propia familia que nos identificará incluso hasta la tumba, busco a otro en el cual me reafirmo, no importa si se pasa de uno a otro, ensayo y error no es rareza hasta encontrar la media naranja como suele decirse. 


El encontrarse así mismo es el motor vital que nos impulsa a seguir hacia adelante, a sacar de adentro, de lo más hondo de nuestra existencia, ex- istir quiere decir afuera, ese algo que nos da cierta plenitud, nuestro sentido de la vida pasa por esas pasiones que logramos identificar y lucharlas, las mismas que nos mantienen con vida, sin ellas la vida fallece, está seca, vacía, vamos de aquí para allá dando tumbos, dándonos contra las paredes hasta encontrar ese algo huidizo.


El ser es social nos vivifica, en la soledad nos perdemos. La vida es mejor en compañía así sea con nuestros propios fantasmas, no importa que al final, en el acto final de la muerte estemos solos, aunque sería mucho mejor decir: en ese acto final nos entregamos a la transformación, a la metamorfosis, todo es del gusano, seremos humus, tierra, del polvo vienes y al polvo te convertirás. Pero sobre todo, la vida es movimiento, es motivación, algo porqué luchar. Todo tiene que ver con todo, la hormiga que cruza mi andar puede ser el resurgir de mi más próximo, de mi prójimo, incluso del ser que ya es nada, es decir, es metamorfosis.


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Vida, Trabajo y Lenguaje

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


La vida y sus pliegues que nos viven. Nadie está a título personal en su propio cuerpo: la vida, la economía y el lenguaje. La vida con sus órganos y sus funciones nos impone sus reglas para habitar la salud o la enfermedad. Ganar el pan con el sudor de la frente, se requiere trabajar para satisfacer necesidades y deseos no sin sortear conflictos con los semejantes, los recursos no son suficientes para lograr un bienestar general. Se requiere trabajar para escapar a la inminencia de la muerte. Y de allí los intercambios que oxigenan la vida y la economía. 


El hombre, por supuesto, es lenguaje, expresa la lengua viva, es portador de las costumbres de la cultura que le ha tocado vivir, somos hijos de nuestro propio tiempo, y más allá, como suele decirse, somos uno solo de muchos millones de años con las singularidades de la cultura local. El lenguaje nos encarna para sacar o esconder lo de adentro que nos aprisiona. El grito es ahogo de algo que nos atraganta, la literatura es la voz, las palabras que sangran en la carne que duele, Artaud, Batialle nos los enseñaron. Las palabras no son más que sedimentos de la cultura, de una época, de un tiempo vivido. Y mucho mejor, la dispersión, el caos nos define bien, la vida con su sombra detrás, la muerte que camina a la par. Estamos atados a la finitud, la muerte que roe la vida sin remedio alguno. La vida es corta y los días tan largos.


Vida, trabajo, lenguaje son pliegues de la existencia humana. Sistema, estructura, devenir, dispersión, somos el momento inédito develado con los otros y las cosas. Por lo demás, las cosas valen según las relaciones que tenemos con ellas. El hombre se revela en sus pliegues no sin los esfuerzos por ocultarse, incluso en la suerte de borrarse como la figura que desaparece en el espejo sin dejar rastro.



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