Por Mauricio Castaño H
Historiador
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Por ser la política cada vez cosa de mercado, del marketing, de los intereses particulares, cada vez se aleja más de su significado que le dio origen en su antigüedad griega, ocuparse del bienestar público, del bienestar común. Hoy las personas que van a la arena política hacen parte de la defensa del mundo del negocio, del mundo empresarial, del enriquecimiento a como dé lugar, y si aparecen con otras caretas fungiendo liderazgo de pueblo, sólo son maniqueísmos que ocultan a un depredador inescrupuloso, que como hienas salvajes van hambreadas a disputar carroñas, a usurpar la mejor tajada del tesoro público.
Las altas inversiones que hacen en el deformado sistema democrático para lograr un escaño no son gratuitas, sólo son migajas que luego recuperan en las ejecuciones de los dineros públicos. Los cálculos en pesos colombianos superan en más de diez veces a los permitidos por la ley. Se calcula que una curul al Congreso puede costar entre 2.000 y 5.000 millones de pesos, mientras que el dinero permitido para un candidato es de solo 301 millones. ¿Quiénes se permiten hacer el negocio de la política? Los audaces, los artistas del engaño, los seres inescrupulosos que en la compraventa de los votos posan de mansos corderos, lucen la mejor sonrisa pero que una vez electos son fieras devoradoras, temibles para las masas que ingenuas buscan cercanías. Ejemplos hay por doquier: el embaucador partido del movimiento cristiano MIRA, recién se le destapó sus grandes negocios con la mafia criminal en más de 14 países bajo la fachada espiritual religiosa, se les acusa de lavar activos y de tener vínculos con la temible banda de ultraderecha de los Urabeños. O en el inmediato pasado la mayoría del gabinete del alcalde Samuel Moreno con sus compinches ladrones empresariales de la familia Nule. Estamos hablando entonces de los que se dejan pillar o de los que les falló el negocio o de los que tropezaron con otros más depredadores. ¿En quién confiar?
Hombres de buena voluntad, si topas con cualquier protuberancia de Poder, no dudéis, arrojarla a la papelera. La concentración de poder alimenta lo peor de la condición humana. En vez de pedir un voto para acumular poder, hacer lo contrario, cederlo, desconcentrarlo, permitir que cada comunidad sea autogestionaria. Desconfiad entonces de esos ídolos que prometen y prometen salvación. La concentración de Poder embriaga, corrompe. Acaso no has experimentado que buscas y buscas al político elegido y nunca te concede la cita; se esconde con pendejas excusas de las supuestas miles ocupaciones, pero él está allá en su escondite con putas bebiendo whisky o con sus secuaces fraguando sucios negocios de lucro personal, en negociazos con los recursos públicos.
Mientras los sistemas sean complejizados, más difíciles son de controlar. Los burócratas emiten circular tras circular para enredar, para crear confusión. En río revuelto todo mundo pesca. Divide y reinarás. Ejemplos son los inservibles sistemas de Salud, Pensiones, sólo sirven para engordar a sus dueños empresarios. O de las pésimas obras de infraestructura, los contratistas se han apropiado de los dineros. Todos quieren cobrarse favores, todos quieren riqueza fácil y rápida. Viene a bien la descentralización, hacer sistemas simples, menos complejos, en comunidades pequeñas los controles son posibles. Más que dejarse seducir por falsas sonrisas que quieren conquistar un voto con la excesiva publicidad por lo demás contaminante. Es mejor abrir caminos de autogestión al estilo de algunas comunidades indígenas, que frenan esos deseos ilimitados de tener y tener, la Pleonexia le llamaron los griegos.
Pese a estos aires decepcionantes, existen algunas pocas motivaciones que devuelven algo de esperanza. El actual presidente candidato colombiano habla de la paz como finalidad de la seguridad o de los aspirantes a las legislaturas que han dado muestra de su lucha frontal contra las fuerzas oscuras que persisten en la guerra, en afianzar sus grupos de ultraderecha, en apropiarse por la violencia de las tierras de los campesinos para abrir sus corredores estratégicos para los tráficos ilícitos.
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