Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El hombre es una realidad productiva, social y religiosa. En sí, sagrada y profana. Y ante todo es el único ser que tiene consciencia de su propia muerte, sabe que va a morir, se sabe finito, es un ser discontinuo. Somos seres discontinuos en lo particular, nos reproducimos en la promesa de la continuidad, morimos pero otros nacen. Esta conciencia de la finitud produce un vacío existencial y toda búsqueda emprendida es para hallarnos a nosotros mismos en la ilusión de prolongarnos en algo o alguien para así hacerle un pequeño quite a la muerte en esa ingenua ilusión de continuarnos en otros.


Somos una realidad total, un hecho social total. El hecho social total está dotado a la vez de lo social y de lo religioso, mágico y económico, utilitario y sentimental, jurídico y moral. Somos seres sociales que por sus miedos y en el lenguaje, aliviamos las angustias con lo religioso y mágico dando respuestas a la finitud que nos amenaza.


El trabajo y el abandono de sí mismo


El hombre es un animal que trabaja, que renuncia a la exuberancia, al exceso sexual. Se conoce el mundo apartándose de sí mismo, el trabajo exige entrega, dedicación, un gran consumo de energía. El mundo del trabajo riñe con el mundo del goce y en general del ocio. Las normas, las reglas, las prohibiciones están allí para sustraernos, apartarnos de las distracciones que nos alejan de la producción, del trabajo. La razón manda, pero la obediencia no es ilimitada. Aunque toda prohibición está para ser transgredida, todo límite para se excedido, el anómico es un buen ejemplo. Pero existe un fondo del goce que no se puede extirpar. Por eso los dolores más profundos son los que no se manifiestan con gritos.


La Finitud y Conciencia de la muerte


El ser es finito, es discontinuo, la vida en singular tiene su fin, ese proceso de sabernos finitos ante la continuidad de la vida, produce una sensación de vacío, es el vértigo del abismo, morimos pero otros quedan después de mí, y así sucesivamente. En algunas experiencias se puede disfrutar de ese vértigo existencial, la muerte vertiginosa que fascina como en los que se sumen en el fondo de las drogas o de ciertos peligros, saben que existe ese fondo abismal de sumirse en la nada, pero mas sin embargo la fuerza del disfrute es mayor, tanto que si se precisa de matar y comer del muerto, se mata, el zángano tiene que proveerse de los recursos necesarios de sobrevivencia antes de morir. Por lo demás la angustia es materia prima del pecado, y éste de las Prohibiciones. Ese arar en el vacío es una respuesta a querer trascender en la infinitud, asegurar de cierta manera la supervivencia asociada a los sueños de inmortalidad, los sacrificios sagrados funcionan en esa lógica. Asegurar la supervivencia personal de la discontinuidad en el ser. 


Erotismo


El erotismo, el placer por el placer, así como las licencias de las fiestas, no van con el mundo de la producción y es contrario a las convenciones, a las normas, a las leyes sociales. En el erotismo por ejemplo su terreno es la violencia, la violación, la transgresión, dar rienda suelta o vivir ese estado puro de animalidad que nos compone sin las restricciones de las prohibiciones o frenos culturales que se instalan en el individuo, es lo más íntimo de violencia extrema que tiene el ser hasta el punto de desfallecer, poseer al ser amado en su plenitud total por el miedo a perderlo, incluso hasta matarlo, es la razón final del objeto del deseo, una entrega total sin contrapartida. La violencia no tiene lenguaje articulado para expresarse, el violento todo el tiempo está ocultando sus fechorías, todo el tiempo miente. «El ser amado es para el amante la transparencia del mundo», esto dice Bataille en su libro sobre el Erotismo el cual seguimos. 


Uno termina viendo el mundo con los ojos del otro a quien amo y con el cual me identifico en la plenitud, yo soy el otro, al punto de fundirnos en una sola realidad existencial, no puedo vivir sin el otro. Es la aprobación de la vida hasta en la muerte, cosa que no sucede en la mística sagrada de un cierto amor puro y divino, los éxtasis provienen de allí y son considerados puros, limpios. Mientras que en lo profano con lo erótico, la muerte está asociada, aliada con una idea libertina, el otro es objeto de placer, no importa si se llega a la muerte, es un sacrificio del puro éxtasis. Por ejemplo, en Sade la muerte se desvía hacia el otro.


El erotismo es el aspecto inmediato de la experiencia interior que se opone a la sexualidad animal. El hombre moviliza su vida interior a diferencia del animal con su naturaleza salvaje, bruta, sin ninguna elaboración simbólica o cultural. Y es el trabajo el que diferencia al hombre del animal, con la herramienta se producen formas y bienes culturales.


El tiempo humano se reparte en tiempo profano y sagrado. Tiempo de trabajo es el de las prohibiciones, el tiempo sagrado es el de las fiestas, es decir, el de la trasgresión de las prohibiciones, en el erotismo es el tiempo de la licencia sexual, de la soledad, porque es la búsqueda de sí mismo, soledad que ahoga, de gasto, de improductividad y que llama a la muerte. Lo sagrado es lo comunitario porque es entregarse, compartir con los otros, con los demás.


El trabajo y las Prohibiciones


La excreta sólo horroriza a los humanos. Pudor es el sentimiento de la obscenidad. Y la belleza, lo más bello, el objeto deseado, está para ser ensuciado, es la fuerza de la seducción. La vida es exuberante pérdida pero también está orientada al crecimiento, la reproducción por ejemplo, pero la vida se multiplica para ofrecerla a la muerte. Todo es del gusano. No importa que en nuestro propio afecto, nos prolonguemenos así mismos. Por eso una sociedad de zánganos harían que se desplomara la humanidad ante un relajamiento global sin imaginación y sin porvenir, la vida sin sabor y sin interés.


La vida es energía. Se produce y se gasta. El exceso se opone a la razón. La prohibición responde al trabajo, y éste a la producción. Con la actividad, con el trabajo, el hombre edificó el mundo racional, pero sigue subsistiendo en él un fondo de violencia. El trabajo exige una conducta razonable, todas las energías concentradas que no se la van con las fiestas, sino se frenan los impulsos no se puede llegar a trabajar. El mundo de las prohibiciones, el sistema de las cohibiciones hace posible el mundo de la razón y del trabajo. Los anómicos no tienen lugar en el mundo de la razón, de las prohibiciones. Sin prohibiciones no hay trabajo, no se podría frenar el caudal de violencia bruta, natural. Las prohibiciones detienen la violencia. La guerra es una organización colectiva de impulsos agresivos. Igual que el trabajo. En suma, las prohibiciones pretenden eliminar la violencia, controlarla, incluidos los impulsos sexuales. Y la guerra es una violencia organizada.


El amor es un impulso de mi muerte. La muerte es la experiencia de vacío sentido al desfallecer. Movimiento pródigo de la vida y el miedo a sus impulsos. Existe un fondo de violencia pura de animal, hay un matador posible, es la enseñanza que dejan las guerras inútiles. La guerra es el desencadenamiento global de los deseos de matar que rebasa en conjunto al ámbito de la religión.


El Sacrificio y la Sustitución


El sacrificio es el levantamiento de la prohibición de dar muerte. El sacrificio es considerado una ofrenda. El sacrificio busca sustitutos en el animal en lugar de los humanos. Hoy la simbólica cumple las veces de sustitución: la hostia es el cuerpo, y en la copa la sangre es el vino, un acto de antropofagia simbólica que ha perdido cualquier efecto escandalizador gracias a la sublimación.


Consciencia de la Muerte


Nosotros los humanos somos los únicos de los animales que sabemos que vamos a morir, tenemos consciencia de la muerte. Esto de sabernos finitos, seres discontinuos, nos produce horror. La vida es un proceso de engendrar a través de la reproducción pero también de aniquilar. La vida es exceso pero también de aniquilación de lo creado. Toda vida se ofrece a la muerte, es su destino final. Esto se croncretiza, lo más común en lo humano, En la cópula tanto uno como otro, están fuera de sí. Un matrimonio es el orden del caos, es el dominio de esa violencia primaria, natural. La unión es la convención de doma cultural que dos individuos hacen de manera voluntaria. La unión es una apuesta por la continuidad. El matrimonio es el marco de la sexualidad lícita. El hábito hace apagar la intensidad, el matrimonio implica costumbres.


El mundo de las Prohibiciones es el balanceo de la naturaleza y la cultura en el hombre, allí persiste un fondo de violencia que todo el tiempo intenta domarse.

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