Por Mauricio Castaño H
Historiador

Nos preguntamos sobre los procesos de liberación de furias, odios y tensiones que sienten los ciudadanos de las calamitosas situaciones a las que se ven sometidos por los Estados modernos por la corrupción de sus gobernantes que se traduce en pésimos servicios de Salud, Empleo, Educación, Alimentación, en fin, todo aquello que un ser cualquiera requiere para estar bien, para vivir dignamente. El sentimiento popular en su música de despecho, por ejemplo, destila toda esa amargura de la pesadez de la vida que les ha tocado vivir, es una concentración de odio que se procesa en forma de festividad popular, para no mencionar procesos míticos o culturales. Se puede develar en dónde está la magia o el secreto de porqué pueblos tan sufridos y miserables, son registrados por connotadas firmas encuestadoras como las gentes más felices del planeta.

En los estudios de los elementos del poder, Elías Canetti en su clásico libro de Masa y Poder, nos permite comprender esos procesos mediante los cuales se revierte la furia del pueblo en un alguien que aún no es rey pero que pronto lo será. Al rey muerto, se le lamenta durante seis días, pero antes de elegirse su reemplazo, la masa libera en un proceso de reversión todos sus rencores, hostilidades y furias hacia quien será el nuevo rey, éste soporta las descargas de odio que no pudieron dársele en vida a quien entonces era el poderoso e intocable rey. Esta situación de violencia y de acoso es soportada con tranquilidad por el futuro rey, pues sabe que es pasajera. "El nuevo gobierno comienza por la situación que todo poderoso más teme: como un cerco de súbditos alzados que se le vienen peligrosamente encima. Pero el permanece sereno, porque sabe que esta hostilidad está desplazada, se la presenta y no va dirigida contra su persona. No obstante todo debe quedar en su memoria como penoso comienzo de su gobierno, como advertencia de lo que podría suceder en cualquier momento. Todo rey asume aquí su cargo en medio de una revolución. Es la revolución atrasada contra un rey ya difunto, y el recién elegido como futuro reemplazante de él es solo su objeto aparente.” 

Es como si todos los pueblos precisaran una especie de dioses terrenales. El mismo autor nos describe las particularidades que asisten a los monarcas. Al rey le cobija la unicidad. El pueblo puede tener varios dioses, pero solo tiene un rey. Su preciosidad: Se le encuentra bien vestido y bien protegido por la guardia. Este grado de importancia impone un aislamiento, una conservación de la distancia, el pueblo debe estar alejado de él, muy pocos pueden acercársele. Todos sus gestos dignos de admiración, son imitados por su séquito y súbditos, si tose, todos tosen, si ríe, llora, todos harán lo mismo, de no hacerlo es someterse a su disgusto que puede resultar pagándose con la vida misma, entre otras cosas, se consideraba que las muertes daban vigor al rey. Para un rey basta su humor para decidir la muerte de los otros, la exhibición de estela de cadáveres es símbolo de su poderío y de escarmiento.

El sultán de Delhi, Muhammad Tughlak, en su empeño por hacer desocupar la ciudad, y a quienes se negaron, entre ellos un tullido y un ciego. “Se los condujo ante él; ordenó que se expulsara al tullido disparándolo de una catapulta y que al ciego se lo arrastrara desde Delhi hasta Daulatabad; era un viaje de cuarenta días. Por el camino se hizo pedazos y todo lo que de él llegó a Daulatabad fue una pierna. Tras esto todo el mundo abandonó la ciudad, dejando atrás muebles y propiedad… el sultán subió una noche al techo de su palacio y miró toda Delhi, donde no se veía fuego, ni humo, ni luz alguna, y dijo: Ahora mi corazón esté sereno y mi cólera apaciguada.” En Canetti obra citada.

Nuestros Estados modernas no distan de la furia y de los crímenes que operan para contenerla, cuando ni los sentimientos populares, ni las manifestaciones de cultura no bastan para mitigar la inconformidad por sus vidas miserables que les ha tocado vivir a causa de unos gobernantes corruptos y serviles al gran capital. Hoy existe suficiente producción de alimentos, para mencionar un ejemplo, como para no permitir que a nadie muera de inanición, pero se carece de la decisión política para la distribución de alimentos en el planeta. El poder se sigue nutriendo de la vanidad y de la sensación de vigor que da la muerte. Por fortuna, las masas tienen vida propia, y en muchas ocasiones salen a la calle a protestar, así sea con expresiones de odio revertido.

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