Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/

El presente que vivimos nos lo imaginamos que desde siempre ha sido así, y con ello lo que nos ocurre es endosado a alguna fuerza exterior que hace justicia por algún posible desliz que hayamos tenido, el destino es un fuerte operador que nos regula o nos frena las inconformidades que podamos tener con la vida en apuros que nos ha tocado vivir. Sucede igual con el poder, lo creemos que existe desde siempre, desde la cuna nos enseñan una cierta normalidad o naturalidad en la división social de pobres y ricos.

Se nos enseña que los poderosos son intocables, que están hechos de acero, de material indestructible. Nunca se nos ha dicho que al amo también lo asiste el miedo a la muerte, a morir, vive con ese miedo, en cualquier momento de rebeldía la daga asesina le pone fin a su imperio a este hombre mortal. El poderoso teme que los fieles, su gran séquito en cualquier momento le retiren su obediencia que se convertirá en rebeldía. Soledad del poder. Recordemos a Canetti en Masa y Poder: “Como tipo paranoico de manda¬tario podría designarse al que mantiene alejado de sí el peligro por todos los medios (...) la conciencia de que se las tiene que ver con muchos que podrían atacarlo todos a la vez, mantiene vivo en él el miedo a ser cercado (...) El peligro por excelencia es naturalmente la muerte (...) Pero a los poderosos de la tierra les resulta menos fácil que a Dios. No viven eternamente; sus súbditos saben que también sus días tienen término, término que incluso se puede acelerar. Como cualquier otra cosa, el poder también tiene fin. Quien niega obediencia, presenta combate. Ningún gobernante está definitivamente seguro de la obediencia de su gente. Mientras se dejen matar por él puede dormir tranquilo. Pero en el momento que alguno se sustrae a su juicio, el gobernante corre peligro. El sentimiento de ese peligro está siempre vivo en el poderoso (...)”.

La ventaja que tienen los poderosos es la relación Uno - Múltiple: un amo explota a una inmensa mayoría. La masa produce pero un pequeño número decide y disfruta las ganancias. Es la figura del parásito que todo lo consume y nada da a cambio. Los intercambios precisan de espacios con esquemas rigurosos, el orden es bien confeccionado, como el rey que todo lo recibe y nada da. “¿Qué da el león a cambio de su alimento? ¿Nada? Para ser más exactos, ofrece un edicto, un escrito, un pasaporte, palabras y palabras. Paga su comida con bellas frases bien escritas. Y entonces estará en posición de parásito, de parásito universal. (…) por qué manda aquél cuya única función es la de comer y hablar. Acabamos de encontrar el lugar del político” Serres.

Completemos este respeto desmido e inoficioso hacia el poder con estas palabras de Borges que tanto nos gustan: ¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen.

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