Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


El Ser es extenso y complejo. La herramienta forjó al hombre. Es el trabajo la existencia misma. Pero en nuestros tiempos robotizados se amenaza desplazar la fuerza de trabajo, las manos y cerebros son sustituidos con más eficiencia y precisión por la máquina robótica. Para el hombre es un salto vertiginoso, de la noche a la mañana fue despojado de su razón de ser del trabajo, del homo laborioso, del homo faber. Pero ese peligro que pareciera ser un salto al vacío, puede verse como la liberación de trabajos rutinarios y tediosos para el homo sapiens, para el homo logos. Nos hemos salvado del destino de ser hormigas con sus automatismos incuestionados.


Pero decirlo es muy fácil, hacerlo es difícil.  En la vida real no es tan sencillo deshabituar un cuerpo, reconvertir toda una vida de hombres dedicada al trabajo, es como si el trabajo mismo nos hubiera lisiado, poco a poco se fue dando un adiestramiento para desembocar en lo que algunos expertos llaman la Servidumbre Voluntaria, esto no es más que la capacidad que tiene el Poder para domesticar a los hombres. Pero resulta que acá también es complejo porque no somos gorilas de fácil adiestramiento. El concepto de trabajo es un monstruo de sentido a decir de Jean Claude Beaune, nos referimos al inspirador libro titulado El Autómata y la Máquina… acá una invitación a leerlo.


Pero vale insistir una vez más en la complejidad de este Ser del trabajo. Ya la imagen de la jaula de hierro se ha desplazado al trabajo deslocalizado, en casa o en la cafetería, en el co working, desde la virtualidad, la gran jaula es ya todo el mundo abierto, el mundo es un pañuelo, en sus cuatro puntas nos comunicamos aquí y ahora a cualquiera de los continentes. La premisa puesta de moda está en la expresión: nómadas digitales. Ya no es un pedazo de carne que acciona la máquina, que le da pedal o simplemente la observa para evitar atascos en la cadena de producción. Esta expresión de nómadas digitales suaviza en algo lo que otrora eran los vagabundos, esa población de individuos flotantes, pero la verdad es muy similar al vagabundo de ciudad. 


Sálvese quién puede


Por más que se quiera suavizar o disimular una lógica despiadada del capitalismo en su pauperización laboral, esto no deja de seguir siendo una lógica de salto al vacío, una lógica de guerra del sálvese quién pueda. La desgracia del otro es consuelo del amigo. Pues ante una vida en picada sólo queda el consuelo de encontrar uno más jodido, más pobre o más miserable que uno mismo, se dice que mal de muchos, consuelo tontos. "De paso por la ratonera, las aceras abundan de desempleados casi en la indigencia que adoran a su patrón, a su verdugo, lo recuerdan con amor y nostalgia." (Beaune).


Todo esto es un tejido social roto, y más allá, es la corrosión del carácter que según Sennet es el desplome, es la desintegración de un Yo porque no tiene donde anclarse, un adentro y un afuera desarticulados, nuestros tiempos y espacios desconfigurados. "No es pobre un hombre porque no tenga nada sino porque no trabaja." Algunos harán la pantalla de simular que trabajan para disfrazar su vagancia. La voluntad de trabajar define al hombre sano, los demás están en incapacidad o son unos incapaces, incompetentes, y como en Kafka, no buscar culpables por fuera de ti, todo está dentro de mí, el único culpable soy yo, eres tú mismo.


El Ser y el hacer


Necesitamos dar cuerda al reloj. Desesperamos ante nada qué hacer, no estar en el circuito de la producción, estar desempleado es un lanzamiento al vacío. Por el contrario, aprender a trabajar, saber un arte u oficio, es la posibilidad de ubicarse en este mundo, de lo contrario, se está des-situado, deslocalizado, desubicado, alienado, desterritorializado, esto es, un ser flotante. La jaula de hierro con sus barrotes y muros es un lugar seguro para un yo confeccionado a lo largo de la historia, es el tiempo y espacio que nos vive, que nos configura. Son tres espacios esenciales que nos acogen: la familia, la escuela y la fábrica, y en torno a ellos está el Estado que los enmarca. Son las seguridades que tiene un individuo en una sociedad, el collar es el precio pagado por el perro por tener techo y comida asegurados. Pero "Vamos hacia una sociedad donde el trabajo será casi inútil."


Aunque el ejército de desempleados es la bodega del empresariado para chantajear cuando se lo quiera al trabajador, le recuerda que afuera hay miles esperando a quien reemplazar. Pero no se puede acercar mucho a la candela porque se puede quemar, tanto desempleado tiene todo su cuerpo habitado de rabias y resentimientos a la espera de que algún día puedan ser descargados. El proletariado decepcionado contra algo tendrá que descargar su rabia. Y nada mejor que el verdugo para descargar su ira. A esos peligros de revuelta social, temen los hombres adinerados, no hay seguridad que valga, no importa que tan alejados se esté de la chusma y que tan amurallada esté su refugio, todo es susceptible del derrumbamiento. El patrón no está tranquilo frente a un proletariado encolerizado y que sabe por qué lo está, es un cazador furtivo que correrá tras su presa y que no descansará hasta devorarla. El pueblo no es estúpido, incluso si es miserable. El hombre no es un gorila domesticado.


El viejo


El viejo no se escapa de la gran jaula del capitalismo mundo. Para empezar, tiene una larga vida en qué pensar. La cosmética está a la mano para esquivar la vejez, esconder arrugas, peluca o cabello trasplantado, todo esto ayuda a fabricar una máscara agradable a la vista, se construye un otro yo, su doble, pero en realidad lo resultante es el doble de un payaso.


El mercado tiene mucho que ofrecer, por eso se debe procurar que el viejo no se derrumbe demasiado pronto, aún le queda mucho tiempo por consumir, no importa si no tiene dinero, ahí está la banca que le presta, y si no quiere pagar, allí también están los polizones que irán por él, la cárcel es una amenaza latente y no se le niega a nadie. (Beuane).


Pero ese tiempo extra de libertad que le hacen creer que tiene el pobre viejo, resulta peor que si estuviera esclavizado. Todo tiempo libre, al igual que cualquier trabajo penoso, pareciera ser peor que la misma ausencia de trabajo. Un ser sin trabajo es asimilado a un ser sin consistencia, es como si estuviera muerto, es un alienado muy cerca, muy próximo de lo inútil.


Este pensar en voz alta, tan sólo es una simulación de proyección hacia un futuro incierto y caótico,  uno trata de ondear, otear el horizonte tratando de despejar el camino buscando un horizonte quizá huidizo pero anhelado. En todo caso es posible ver en el homo logos dejar que la mano del homo ludens dibuje la silueta de un nuevo rostro.


Nota:


Se debe pensar otros debates en torno a la crisis del trabajo en el orden disciplinario como lo propone Sennett y lo difuso que se vuelve en el desarrollo de la sociedad de control o el capitalismo de vigilancia. De ahí varias cuestiones: ¿Es el homo faber lo que está en entredicho?, o es ¿la organización del trabajo en el horizonte del modo de producción capitalista bajo la expresión de la Economía Mundo? ¿Discutimos sobre la producción o sobre la distribución de la riqueza? y al orden del día el tema de la Renta Básica. Acaso ¿las máquinas serán conscientes y en consecuencia tendrán acceso a los denominados D. H. de sexta generación? y así un amplio etcétera, Por eso se plantea agregar una nueva capa al devenir de la Paideia, ya no solo educarnos para la convivencia política en la perspectiva de la Polis, ni educarnos para vender nuestra fuerza de trabajo pues no podemos renunciar a aprender a pensar con los diez dedos ni a innovar en el mundo de la abstracción. Sobre esas dos capas deberíamos explorar el diseño y construcción de una enseñanza para la vida desde múltiples focos entre los cuales anotemos las implicaciones de la investigación epigenética. (Iván Castrillón).


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