Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/


Si trajéramos en nuestros días a un médico o un ingeniero de siglos pasados y los pusiéramos a cada uno en sus puestos de trabajo del mundo actual, aquel en el quirófano a éste en la fábrica, se tendría que no sabrían qué hacer, su mundo y sus saberes son ya del pasado, otros instrumentos, otras prácticas hacen sus profesiones, sus cambios han sido totales. Pero si se hace el mismo procedimiento con los profesores de siglos XVI, XVII, XVIII, por poner tan sólo un ejemplo, al ser puestos en un aula actual con estudiantes, la sorpresa sería que su desempeño sería igual o mejor que la de un docente actual. Se desprende que el mundo para la pedagogía, para la educación no ha cambiado en nada, está a espaldas de las grandes transformaciones, uno de ellos es la virtualidad que posibilita la internet y su gran cúmulo de saberes al alcance de todos. Sabido es que ciertos cambios, ciertas transformaciones, ciertas revoluciones toman su tiempo para ser asimilados en la sociedad, un fuerza inercial la mantiene inmutable.

Mientras tanto el pesado aparato educativo contrasta con la levedad y la gran energía de la juventud, unos cuántos rebeldes logran desafiar sus lógicas y se marchan a sus casas o a sus talleres para dar rienda suelta al mundo de la invención: sucedió con los creadores de Facebook y la internet, entre otros. Nuestras instituciones educativas están de espaldas a las nuevas realidades, hoy vivimos más los saberes desde las nueves las redes sociales, consumimos y compartimos desde un dispositivo móvil o tablet grandes cantidades de información almacenadas en la internet, mientras que en rezago los demagogos siguen construyendo grandes y pesadas edificaciones escolares para un saber que ya se comparte y se distribuye por aquellos medios sin la necesidad del cuerpo presente. Insistimos ya no requerimos de grandes moles de cementos, de grandes instituciones educativas, el cuerpo hace presencia en todas partes desde su virtualidad. El filósofo Serres recordaba el reclamo de sus estudiantes de la universidad de Stanford porque se sentían estafados en grandes sumas de dinero pagando un saber de un profesor que estaba más y mejor en la gran enciclopedia de la internet. 

El maestro sigue repitiendo saberes obsoletos que se encuentran mejor y más completos en nuestro gran cerebro virtual. Su drama está en que compite en desventaja con estos medios masivos de transporte de información, la televisión y las tecnologías de la computación. La educación tradicional está reventada. En su interior reina el descreimiento, los llamados directivos carecen de nuevas competencias pedagógicas, sólo los asiste el sueño del parásito burócrata: devengar salarios altos hasta alcanzar pensionarse. Cómo buen parásito todo lo consume y no da nada a cambio, los jóvenes están a la deriva.

Por fortuna los jóvenes tienen este nuevo mundo virtual abierto, paralelas a la institución educativas, algunas empresas lideran nuevas formas de enseñanza, aprovechan aquel mundo y avanzan en nuevas formas de enseñanza, las llamadas rutas de emprendimiento o parques que hacen la veces de museos interactivas en campos del cosmos, acuático, etc. Vale también mencionar toda la oferta online de cursos y estudios formales. El mundo ha cambiado desde hace rato, el aparato educativo se resiste ¿hasta dónde la dirigencia va estar en contravía?


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