Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica


La regla es regla cuando arregla. En Colombia empezó a regir la Resolución 0668 para restringir el uso de las bolsas plásticas para así sumarse con el sentir mundial de los cuidados al medio ambiente, de evitar mayor contaminación en el planeta. Nos preguntamos por la acogida de tal disposición, a sabiendas de esa preexistencia que caracteriza al ser colombiano frente a las normas: hecha la ley, hecha la trampa. En primer lugar la medida da en el clavo, toca lo que a todos duele: el bolsillo. En los supermercados la reacción es inmediata y negativa cuando se informa que si se quiere usar bolsas se cobrarán, entonces la respuesta es un No rotundo, y de inmediato salen estrategias de decirse por unas pocas bolsas y empacar lo que más se pueda o llevar algunos talegos desde casa. Antes esto no sucedía y por el contrario el uso discriminado predominaba, el derroche, algo así como lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta.

La lógica que motiva el cumplimiento de la norma es cuidar el bolsillo y de soslayo, por allá en una capa prescindible está el llamado medio ambiente. La dinámica para modificar una mala práctica por una deseada es la obligatoriedad y no el libre albedrío de la persona, y si la norma no encuentra mayor resistencia es porque además de la razón económica, se tiene en cuenta, así sea en el inconsciente, el discurso tan difundido y tan repetido de los cuidados medio ambientales. La obligatoriedad con afectación económica al bolsillo propio más un discurso repetido por décadas, hacen que la norma no encuentre mayores resistencias y conlleve a instaurar una buena práctica, a una toma de consciencia por la llamada sostenibilidad ambiental, a un uso racional de la bolsa plástica.
La psicología de masas enseña de la posibilidad que existe para manipular a las personas en tanto que el yo está diluido o no existe más que en la identidad de un colectivo, de un grupo social, así el individuo no es más que la expresión del grupo al cual pertenece, pero ello no quita que la inconformidad esté anulada o apagada, basta con que un solo individuo impugne una norma para percatarse de que algo anda mal, el derecho a la Rebelión, de beneficiar lo diferente y evitar los peligros de las sociedades totalitarias, el dato es de Canguilhem, éste también afirma que una norma se establece además de ese consenso por unas estrategias que precisan de su difusión y fijación: las normas sociales requieren ser representadas, aprendidas, rememoradas, aplicadas. Las normas sociales son dinámicas, en constante revisión y basta que un solo individuo las impugne para saber que algo anda mal.

De los países Latinoamericanos se dice que no son tan normativos, no interiorizan fácilmente las normas, las leyes instauradas por los Estados Modernos, las explicaciones dadas tienen que ver con el tipo de culturas originarias de lo aborigen que se contraponen a las occidentales. Son racionalidades diferentes, las culturas Maya, Azteca, entre otras. Son racionalidades diferentes, por ejemplo, para la cultura indígena el ocio, el tiempo libre era de alta estima, mientras que para el europeo lo laborioso y acumulativo de la producción era su elección, estas diferencias fueron valoradas por parte del conquistador como inclinaciones o disposición hacia a la pereza, en fin, son maneras diferentes de asumir la existencia.
La norma referenciada es sencilla, impacta una sostenibilidad planetaria. Pero insistimos en esa lógica de obligatoriedad que toca el bolsillo y que lleva a instaurar una buena práctica, esta dinámica no está motivada desde lo más profundo del fuero interno del yo. Esa misma dinámica nos lleva a pensar de la complejidad específica de nuestra sociedad que es floja para acogerse a la norma, un ejemplo palpable es el orden del crimen. En Medellín por ejemplo, las bandas criminales dominan el territorio, siendo el legado de Pablo Escobar su máxima expresión. En las calles de esta ciudad se ve la informalidad conviviendo con la formalidad, lo legal de la mano con lo ilegal (recién capturan al secretario de seguridad de Medellín Gustavo Villegas por supuestos nexos con los criminales de la Oficina de Envigado).

La razón de vivir, de esa existencia que se pelea día a día en cómo mantenerse de pié con de pronto lo más mínimo para no morir, es lo que dicta las reglas de los individuos. Hemos querido resaltar esa norma que obliga para bien a instaurar unas buenas prácticas de racionalidad con el uso y de preservar los recursos para el cuidado planetario, ojalá así sucediera con el respeto por la vida, pero esta sigue siendo un buen botín, una buena estrategia para el chantaje cuando se infunde miedo y amenaza de muerte. ¿ Cuándo se instaurará el valor del respeto por la vida? Difícil de responder. Por el momento a conformarse con una buena práctica ambiental.


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