Por Mauricio Castaño H
Historiador, Colombiakritica.
Una experiencia mística es secreta, inefable, como el acto del amor o la creación del arte. En el arte y el amor, cuando son genuinos, tratamos de romper una barrera. Si lo logramos, alcanzamos una especie de experiencia mística. Estela Canto
Borges el maestro de la adjetivación y la brevedad, el místico, el Borges preso del infierno, y libre en sus últimos años de su vida, es la visión que se desplegará en estas breves líneas muy inspiradas en la Estela Canto de su Borges á Contraluz. Simplemente será provocación para leer su libro. Lo místico borgiano de seguro dará batería a su literatura. fue su convicción el que “todos somos entidades cerradas, sólo podemos adivinar a los otros y, por lo general, vemos en ellos lo que queremos ver.” y esta apreciación va muy de la mano de aquella idea que expresa que un hombre es todos los hombres, cada quien es una entidad cerrada, indescifrable, imposible conocerles.
Esta referencia destacará aspectos de Borges, conocidos pero en los cuales se quiere insistir, son ellos su admiración infinita y obediencia ciega a mamá Leonor, que lo hizo un ser particular. La pasión por los cuchilleros proveniente del valor y hombría de una época ya ida pero resonante en su madre que le influyó y se cree impuso, el matar era su concreción en su literatura y si no había sangre era por la decisión de enterrar vivas a las víctimas. De lo imaginario incesante puede decirse que creyó éste mundo siempre fue el reflejo de otro. Quizá su preferencia a ver nebuloso sin preocuparle la nitidez, razón por la que rechazaba los lentes. Para Estela Canto, sus limitaciones, sus dramas, su timidez, miedos, dolor y fracasos fueron potencia para su literatura universal. Pero ayudémonos en las notas, brevemente comentadas, del libro Borges a Contraluz de ésta autora.
La preferencia por los cuchilleros, las lanzas y los gauchos le viene por su madre Leonor, matrona, dominante sobre Borges. Canto recuerda que en el cuento la Intrusa, fue aquella quien sugirió el final truculento: dos hermanos comparten una misma mujer, uno se enamora, el otro siente celos por perder a su hermano, decide matarle y seguir en lo que estaban como si nada hubiera pasado. Acá lo sugerido por doña Leonor: «Termínalo de la manera más simple. Hay que poner: “¡A trabajar, hermano! Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté…, que se quede ahí con sus pilchas. Ya no hará más perjuicios.”» Borges termina el cuento así: «Se abrazaron casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla».
Dejemos el comentario de Estela: Esos cuchilleros eran para Leonor Acevedo la imagen de lo viril. Nada podía interponerse en la relación de los dos hermanos de La intrusa. Sobrecoge la brutalidad de las palabras finales de uno de ellos, porque «la intrusa» no ha sido eliminada por estorbar, sino por odio. «¡A trabajar, hermano! Después nos ayudarán los caranchos». El hermano mayor le recuerda al menor que sólo el trabajo existe; la mujer, esa «cosa», sólo sirve para alimentar a los horribles buitres de la pampa. Y el desprecio se extiende hasta la ropa de la difunta: «Déjala ahí con sus pilchas». Estela define está relación de madre e hijo como un pacto de sangre, irracional, nada se cuestiona, todo es mandato, todo es obediencia del dominado hacia la mandona: "Era una relación parecida a un pacto de sangre entre hombres, basado en códigos secretos y ni siquiera bien entendidos por las partes. No era una relación razonable: era un mandato." Pero de la desgracia emerge lo bello, de la dificultad y la dureza salen las fuerzas para superarles o transubstanciarlos: "A fin de cuentas, él nunca habría podido ser el Jorge Luis Borges que conoce el mundo sin la rudeza, la crueldad, la devoción, la atención total, la inquebrantable sed de poder de su madre". No comentaremos sobre su vida sexual tardía que es privada y de cada quién, sólo baste referir que cuando su padre lo quiso iniciar y pidió el favor a una prostituta, su rechazo se supone comprensible de no aceptar mujer compartida con su padre. Ella, estela, le ofreció su cuerpo antes que el espíritu ante el pedido de Borges enamorado: cásate conmigo. Tampoco aceptó.
Otro aspecto universal era el de humanidad, un hombre es todos los hombres, esa imposibilidad de definir a uno solo por su origen diverso, existe una hermandad universal que transpasan y superan los restringidos valores de parentela, de sangre o linaje familiar, todos estamos enlazados. Su sentido de humanidad: Según la estadística: "tenemos dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos… y la progresión geométrica llega al punto en que, para el año en que Colón desembarcó en América, cada uno de nosotros tiene un millón de antepasados en su linaje. Un hombre es el hijo de todos los hombres. La sangre de todos ha contribuido a formar un solo hombre. Y éste es un punto que se debe tener presente al analizar a Borges: el realismo de sus observaciones, incluso cuando parecen abstractas y hasta místicas."
Y del Borges ingenioso, creativo, genuino, fantástico, mágico producía un efecto casi hechizo o de embrujo en su público: "La gente no lo veía como se ve a un gran escritor, un hombre excepcional, sino con la veneración que inspira un iluminado. Era la recreación de una situación religiosa, ese antiguo, olvidado sentimiento entre un bardo y su público. La gente no iba a una conferencia: iba a misa." Y si esto es poco, miremos su lado agnóstico: "A Georgie no le interesaba el problema del Bien y del Mal, la lucha entre estas fuerzas. Él se proclamaba «agnóstico», es decir, «el que no sabe»."
En primeros renglones comentamos del cruel, el sin compasión, el insentimental (el adjetivo es de Borges), el sin miedo, que en sus plumazos estaba el valor viril, la admiración de los hombres al margen de la ley: Nunca comentó las guerras religiosas y, en caso de hacerlo, sólo hubiera atendido a algún detalle macabro: «Los herejes eran quemados para evitar el derramamiento de sangre», o bien: «Las mujeres herejes eran enterradas vivas en vez de ser ahorcadas, como sus hombres, para evitar los movimientos lúbricos que suscitaban en el público los cuerpos despatarrados que se contorsionaban colgados de la soga»
El se cree indigno del cielo y del infierno, este mundo es reflejo de otro, era ante todo un hombre fantástico, veía en las rayas del tigre un lenguaje cifrado y liberador para el presidiario ya olvidado de su encierro y ocupado en descifrar el mensaje de los dioses. Pero interesa más mostrar el cielo y El infierno: El cielo y El infierno estaban dentro de nosotros, "me creo indigno del cielo y del infierno." En el libro del cielo y del infierno refiere la siguiente anécdota :
"Por un amor desinteresado San Luis el Rey mandó a Ivo, obispo de Chartres, en embajada, y éste le refirió que en el camino encontró a una matrona grave y airosa, con una antorcha en una mano y un cántaro en la otra; y notando que su aspecto era melancólico, religioso y fantástico, le preguntó qué significaban esos símbolos y qué se proponía hacer con su fuego y su agua. Replicó: El agua es para apagar el Infierno; el fuego, para incendiar el Paraíso. Quiero que los hombres amen a Dios por el amor de Dios. J EREMY T AYLOR (1613-1667)
"Dos autores constantes en su pensamiento eran Swedenborg y Dante. En Swedenborg le atraía la idea de que este mundo es un reflejo del otro: el infierno y el cielo están entre nosotros, estamos rodeados de ángeles y arcángeles. Swedenborg creía haber oído voces; quizá Borges también. Aunque nunca lo dijo, salvo en la breve alusión al poema Israel." Este es nuestro Borges fantástico.
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