Mauricio Castaño H
 Historiador Universidad Nacional 
Colombiakrítica 
En el azar y la necesidad: La Invención. Lo contrario es el ocaso del pensar, su resequedad.  Una nueva raza ha advenido: los expertos metodológicos, los objetivólogos (excusas por la palabreja). Por estos tiempos ha llegado a las universidades el imperialismo del formateo, los especialistas en metodologías, que se imponen sobre el contenido, le quieren matar, lo quieren muerto, lo están matando, lo mataron. Con lista en mano tachan: esto sí, aquello no, la pregunta de investigación cumple... no cumple, y así en lo sucesivo con lo demás de objetivos concordantes, fundamentos, marcos teóricos. Razón tiene Michel Serrres cuando afirma que la categoría mata el pensamiento en tanto lo encierra, lo vuelve preso para emerger lo aburrido, lo reseco, lo estúpido y repetitivo.

La estupidez no es un error ni una sarta de errores, es una forma de ser, anota Deleuze. Pobres de los metodólogos, porque de ellos no será el reino de la invención. He allí, en todo esto, un negocio: La Certificación. La anotación es del historiador Iván Castrillón. A la gran mayoría de las universidades les interesa mucho el graduar, el certificar sin importar la promoción del pensamiento, de contenidos.  Por fortuna existe lo contrario, poco pero existe, sólo muy pocas universidades promueven la investigación y pertenecen a las grandes ligas del mundo, por citar algunas: Harvard, Stanford, la Sorbona...

Es ejemplo ilustrativo de formateo masivo la televisión. Esta no promueve el pensar, por el contrario, impone el propio interés de los grandes poderosos para ganar obediencia, hacer esclavos. Esto es el imperialismo de la forma y el ocaso del contenido. Formatear el pensamiento a favor de, puesto al servicio de los grandes intereses. Sin pensamiento adviene la idiotez. Serres distinguía las tecnologías adelantadas de las atrasadas: las adelantadas son todas aquellas (aparatos, dispositivos, etc) que te obligaban a tirar el cuerpo hacia adelante. Las atrasadas por el contrario obligan a tirarlo hacia atrás, por ejemplo, la televisión, en el sofá o en la cama el cuerpo está tendido hacia atrás, está consumiendo el cerebro, lo está formateado, recibiendo órdenes de qué consumir, cómo comportarse. Por eso la recomendación de liberarse de la estupidez yendo rápido, muy rápido y apagar la caja de tv, y mejor hacer otra cosa que active el pensar.

No soy un hombre, soy dinamita, así definió Nietzsche su ser, su prosa fluida y turbulenta, móvil, nunca quieta, creativa, inventiva. Rebeldía necesaria para saltar por encima de las rigideces de los formatos que encuadran el pensamiento, que lo formatean. El azar y la necesidad conducen por lo inédito. Se precisa ir en serendipidad, el inventar exige estar libre de amarras. El método es no tener método. La velocidad, se dice es femenina, suave y discreta ella y la duda le es más común a las verdades absolutas. Y la intuición me vale más que lo ecléctico. Lo petrificado hiede a cadáver. 

Será la libertad, la creatividad, la confianza en los seres que son afectos, todo ello, será la roca firme sobre la cual se edificará, se construirá lo aventurado. Construir es una bonita palabra, sugiere movimiento, aprestarse sin formas preestablecidas. Por lo demás, saber es sabor, saborear, degustar. Ha de comprenderse que el viajar conduce a descubrir sabores. Conocer es saber y es viajar, y a éste le viene a bien sus extravíos. Todo esto es condición de posibilidad para emerger, para salvar el pensar.

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