Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakritica

La felicidad tan antigua como el hombre mismo, todos la quieren pero nada tan esquivo como ella misma. Cuando se la cree tener, tan pronto se va, es tan efímera, tan huidiza, tan ilusa que en la brevedad, apenas sí la percibimos. ¿Deseamos mal? ¿Por qué es tan difícil tenerla? ¿alcanzarla? Desde luego que cada quien quiere hacerla a su medida y según la cultura en la que esté inmerso, pero lo cierto es que vida hay una sola y todos queremos pasarla bien, nadie quiere atravesar un valle de lágrimas. En esta vía nadie discute que en la satisfacción de las necesidades básicas del humano vivir tiene mucho que ver con el bienestar de la existencia. Comer, estar abrigado, tener un techo para estar en el regocijo del espíritu, tener salud, conocer, saber más y mejor; estar con buenos amigos y en una sociedad tranquila. Son los mínimos sobre los cuales se asienta el bienestar que todo ser debe tener, es lo más parecido para una cierta felicidad. 


Este supuesto de la felicidad cimentada en los pilares básicos de la existencia, se alejan mucho de lo que se ve en la sociedad. Las carencias son el pan de cada día, seres tristes, quebrados en su dignidad por que no tienen lo mínimo para sí y para los suyos. Pero si se alza la mirada hacia el horizonte, no se ve esperanza alguna, por el contrario, todo está desolado. Los mass media, todos los días, noche y día, muelen otro mundo diferente al de estos hombres tristes a punta de derrumbarse. El dis-curso es no seguir el curso de esta dura realidad que permita enderezarla, lo que promueven son mundos diferentes, más bien artificiales: en la televisión la gente exitosa todo el tiempo ríe, cada día al levantarse decide ser feliz, y la felicidad está en éste o aquel producto, es una sociedad del gran capital que todo el tiempo llama a consumir. Pero en el trasfondo lo que se está movilizando es un sedante que adormece la dureza y la miseria en la que se está revolcando la gran masa de la población. 


El sedante consiste en introyectar en las personas, que todo depende de su propia voluntad, si te va bien o mal sólo eres tú el responsable, no busques por fuera de tí. Tampoco existe una sociedad dónde refugiarte. Este mundo en el que vivimos, el globo terráqueo, está poblado sólo de individuos, yoes, no existe un nosotros, no existe sociedad, colectivos, comunidad o algo que se le parezca. Estos sedantes quieren hacernos creer que sólo basta con una voluntad del individuo para ser felices. Ese discurso alienante que dice que todo está dentro de tí, dentro de una fuerza interior de cada individuo para alcanzar su máximo bienestar: todo está en tí, no busques nada por fuera, el fracaso o el éxito está en tus manos, en tu fuerza interior. La finalidad es hacer individuos dóciles conformes con su miseria, anular su capacidad de juicio crítico. 


Ese discurso sedante tiene por propósito frenar a la persona para que no vaya a buscar causas en otras partes diferentes que no sea en tu yo interior. Desde luego que estos paliativos anulan la capacidad crítica de las personas, son seres dóciles que arrastran sus desgracias sin protestar, sin buscar responsables. Esto favorece a los hombres del Poder, sin nadie que les interpele del por qué el mundo está patas arriba. Sólo miren la sociedad en general para constatar la privatización, la privación de lo que antes eran servicios públicos como los de salud, educación, sistemas de pensiones, políticas de vivienda.


Estos sedantes que adormecen la capacidad crítica del individuo y que lo hacen ver cómo el único responsable de las desgracias de su vida, puede verse en la Película en Búsqueda de la Felicidad (en Netflix), la cual es himno y matriz ideológica en facultades de educación, en libros de autoayuda que segregan estás pócimas para adormecer la crítica sobre las responsabilidades de la inequidad que les competen a los grupos de poder político y económico. Sobre el particular también se ha hecho un buen libro que cuestiona esta forma miserable de adormecer a las gentes, su título es  Happycracia. Solo diremos de él que desenmascara ésta doctrina capitalista irrigada en universidades, en especial en los departamentos de psicología que promueven con libros de autoayuda.


Consiste este sedante de voluntad inquebrantable, en no perder la fe, no culpar a nadie, no importa cuán humillantes sean las experiencias por las que se tenga que pasar. El personaje de la película es tirado a la calle con su hijo porque no pagan arriendo, duermen en los baños del metro, luego hacen largas filas para lograr una cama en un albergue; el miserable tiene que ir a pie corriendo porque no tiene pasajes para ir en autobús; sin monedas para poder comer bien… todo es miseria, que por humillante que sea no logra quebrar la voluntad de seguir adelante, de conseguir la meta, todo está en querer, si fracasas es por culpa propia, ningún tercero habrá a quién responsabilizar, ni si quiera la sociedad, sólo, recordar el principio: sólo existe el Individuo, no la sociedad, sólo existes tú, sólo tú, individuo, tú tienes la culpa si te va bien o te va mal. 


La felicidad vuelta sedante que buscar que el individuo no vea sociedad alguna sino así mismo, y más aún que todo depende de su voluntad que tan fuerte sea. Todo esto llegó al colmo de una pretendida ciencia enseñada en universidades. El término acuñado es la Happycracia, todo el mundo en busca de la felicidad. Referimos de nuevo el libro que crítica esta charlatanería escrito por Edgar Cabanas y Eva Illouz su título HAPPYCRACIA: Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas. Otro buen libro crítico de las estrategias del Capitalismo es la Corrosión del Carácter escrito por Richard Sennet. Allí también se muestra como nos privan de conjugar el peligroso verbo nosotros, no existe la Sociedad, sólo el individuo a quién se le cercena su capacidad crítica que será sustituida por mensajes que suavizan los feroces golpes que el poder asesta a la masa obrera. Por lo demás, La ultraderecha también ha encontrado el recurso del neofacismo para esquivar reformas jalonadas por el Estado Social de Derecho, sale más económico disparar que otorgar derechos.


Adenda:

Acá el comentario del historiador Iván Castrillón:


"Este culto al individuo en menoscabo de lo colectivo se corresponde a un momento particular del capitalismo: el neoliberalismo. Que para el caso colombiano se reforzó con los valores de la solemnidad al individuo y a vivir de manera desenfrenada el presente, sin futuro, que introdujo el narcotráfico. Todo en sintonía con la destrucción del mundo fabril y su fuerte cultura colectiva, obrera, que se asoció a los café como la Bastilla ‒leer la Colmena Camilo José Cela‒, lugares de encuentro, de comunidad en el tránsito antes de llegar al hogar.


En suma, no solo fue una estrategía de mercadotecnia orientada al prestigio del consumo y las inalcanzables formas de ser “mayoritario” sino también la destrucción o reconfiguración de los espacios de encuentro que reforzaban lo colectivo como fue la significativa dinámica de los templos con sus diversos rituales, las grandes plazas de mercado para el intercambio, encuentro de lo rural con lo urbano. Las plazas públicas para las concentraciones políticas para interactuar cara a cara, todo canalizado por los espacios del orden de la disciplina y su panóptico que han dado paso a nuevas formas de convivencia, medidas por el formateo digital, como el denominado capitalismo de vigilancia."


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