Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


De la casa al trabajo, del trabajo a la casa, el morral, los sueños, los hijos, la familia, así se la pasan los empleados y trabajadores, días, años, décadas hasta su jubilación. Según sea el empleo y su estatus llevarán prendas aceptadas por las convenciones sociales, si es un alto o medio rango en la jerarquía de su empresa, su ropa será impecable y lo más probable será de marca aprestigiada y costosa, es una distinción de rango y de clase social a la que pertenece. 


Pero no son sólo estas divisiones, éstas segmentaciones sociales las que separan y circulan entre los individuos, también están las segmentaciones espaciales. Jerarquías sociales pero también espaciales, la oficina cómoda al final del pasillo, por ejemplo. Se vive en un barrio de clase alta o media según corresponda a la clase social, el apartamento o casa, el carro será de alta o gama media, y así con toda prenda lucida en el cuerpo develará el segmento de clase a la que pertenece.


Un trabajo, un salario, una pensión, un sueño de toda una vida de obrero o empleado, amar al dinero sobre todas las cosas enseña el credo mundial del capitalismo, el dios dinero, la bolsa o la vida, trabajar hasta el retiro forzoso porque no se sabe qué hacer con la vida, temor a quedarse en casa y que la mujer lo mande a comprar aguacates todos los días de la semana, a eso teme el miserable y parásito empleado, a eso se reduce su vida. Un segmento macro del trabajo y el otro micro de la doméstica familiar, del hogar. Macro y micro política en su coexistencia, capitalismo y su morada de alcoba familiar.


Prender el telediario para encender el facho que se lleva por dentro, el empleado que celebra las masacres paramilitares de campesinos, el despido de los huelguistas porque ven en ello su seguridad de empleado, de recibir su sueldo puntual, de ahorrar para comprar el carro último modelo que le permite mantener su estatus entre sus compañeros. Van al ritmo de los flujos de creencias y deseos imperantes, es toda una empresa de imitación, todo un flujo de propagación, deseos agenciados. 


Empleados del mínimo esfuerzo pero con pagas que superan los seis salarios mínimos, frecuente en los maestros colombianos de vieja data apoltronados en sus empleos, tan sólo un ejemplo. No importa que tantos controles imponga el patrón del nivel central o ministerial, las líneas de fuga se le escapan en su parasitismo. El centro de Poder se define más por lo que se le escapa, por su impotencia que por lo que retiene, que por lo que concentra. Son meras líneas fugaces de micro y macro política que acontecen mientras la vida nos vive, transcurre.

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