Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Somos dos mundos tan solos, tan aparte uno del otro. Puedo entender que en la reafirmación del individuo, del yo, cada quien se construye en lo torrencial, en esa contra corriente del otro que tenemos al lado pero que amenaza con absorberemos hasta robarnos de pies a cabeza, hasta dejarnos con el yo diluído. Es cierto que para reafirmarnos libramos una lucha con el más próximo que nos rodea. Se  comprende la necesaria búsqueda en la que cada quien se embarca para saber encontrar los caminos por dónde caminar, como las mariposas que al salir de su metamorfosis, requieren de la libertad para volar por esas cuatro puntas del pañuelo que es este mundo.


Pero esta búsqueda en la reafirmación individual, no puede confundirse con una guerra de todos contra todos según la consideración de que el hombre es un lobo para el hombre. El problema es más bien un proyecto fallido de sociedad empezando por la Escuela, siguiendo por lo Jurídico y terminando por lo Religioso. La escuela en compañía de la familia prepara al ser para entrar en sociedad, entregan competencias de valores sociales y laborales. Y como sociedad en general, la Ley procura la justa balanza, dirimi los conflictos permanentes que surgen en el relacionamiento entre los seres. Y la religión establece una brújula moral del buen obrar, una hermandad universal.


En otras palabras, esta tríada equivale a un ideal de sociedad fraternal. Pero sucede todo lo contrario, la escuela no es emancipadora, no prepara para la vida, no modela y no influye en la sociedad, más bien en ella entra lo peor de la calle, de la sociedad. Luego está la Nación que no unifica en un sentimiento patrio, y lo religioso está lejos de convocar a un sentimiento piadoso en la humanidad, ella está perdida en lo abstracto y al servicio de los poderosos.  Lo real en esta sociedad es lo inequitativo y envenenamiento por los conflictivos interindividuales, el hombre es un lobo para el hombre pero por obra y gracia de sí mismo.


Reiteramos, estos pilares esenciales sobre los cuales se sostiene la sociedad son frágiles: la Escuela no da verdaderos cimientos de formación, ella más bien está subordinada a la calle, a la sociedad y a lo peor del afuera. Y la Justicia sólo apacigua el conflicto, no apaga el incendio. La religión tampoco es fuente de inspirar una sociedad edificante. Ni educación, ni la Justicia ni la Religión son pilares para sostener el edificio social de proyecto de Estado que nos rodea.


El sufrimiento es lo común para la mayoría de los hombres privados de lo más necesario para su existencia, el frágil cede ante el más fuerte. El culto al individualismo ha triunfado, individualismo mortífero. En el mundo presente ha triunfado el proyecto del sálvese quien pueda, el más próximo me genera toda la desconfianza posible, el prójimo no es el más próximo de mis semejantes, sino mi enemigo a vigilar, la fraternidad es tan rara como escasa.

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