Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Vivir es moverse hacia adentro y hacia afuera, nada está en quietud, hasta en la propia muerte todo se mueve en su descomposición, en su metamorfosis. Todo lo de adentro sale, se exterioriza, siento, experimento vergüenza, mi cuerpo se frunce, siento tensión en ciertos músculos, el rojizo rostro me devela ante al otro que tengo al frente. Una radiografía nos pone al descubierto lo más adentro que nuestra carne cubre, oculta. 


Por lo demás, la pura idea del platonismo será matriz de larga data para declarar la guerra a todo aquello que se pretenda ser imagen, ser copia, ser reflejo, ser doble. Fue y es el purismo de la sola idea que se reclama lo verdadero del Ser, lo demás, consideran ellos, el platonismo, es falsedad. Pero acá, de la mano de Dagognet en Filosofía de la Imagen, decimos lo contrario, la imagen devela al ser en lo más profundo de esta vida que se escapa en el continuo movimiento.


Es en el espejo en donde nos volvemos extraños, no nos reconocemos, allá, en él, en el espejo, sentimos que nuestro ser es diferente, no soy el mismo, no hay fiel copia de mi yo, de mi ser, es otro bien distinto, diferente, quizá el ser huidizo que se escapa. Pero la captura de la imagen es tan sólo un reflejo, un aparecer, un simulacro del ser en un momento preciso de ese movimiento continuo que es la vida. Es por eso del reparo en el doble, en la copia que se nos presenta frente a nuestros ojos, por más fidedigna que sea la imagen siempre habrá algún reparo, es difícil reconocernos a nosotros mismos. La imagen es captura de algún rasgo espiritual que nos define, la parte vale por el todo.


Todo es cambiante, pareciera que nos acostumbramos al movimiento perpetuo que la imagen retenida no da cuenta, es irreconocible. Y es comprensible que la imagen, por ejemplo en la fotografía, nos entrega solo un momento, capta un momento fugaz en huida, resalta un rasgo muy particular que caracteriza a ese ser específico. Lo mismo puede decirse de la literatura, ella es un acopio, un baúl, un gabinete de imágenes. Ha de comprenderse que percibir, percepción es inmovilizar. En este movimiento del adentro y el afuera todo se mezcla a su paso, el ocaso es el día en la noche, mezcla de luz y oscuridad.


Somos el adentro y el afuera. El inconsciente sólo sueña con comunicarse, mientras callo, hablo con la punta de los dedos. Lo más profundo es la piel, todo lo de adentro se manifiesta en la superficie, recordar el sonrojo que me delata en la vergüenza sentida. El afuera es inducido por el adentro.


La concentración favorece los intercambios, como en los centros poblados o ciudades, cruzadas por avenidas y puentes para múltiples ires y venires, para movimientos permanentes, toda una red de intercambios. La multiplicidad reunida y ordenada, preferencia por el compendio, lo mucho en lo poco. En aislamiento morimos, como en la soledad del campo, en medio de la nada, en el olvido de dios, los campesinos viven con lo casi nada, la miseria es constante amenaza. Salta a la vista el ser social que somos.


Nos alojamos en la carne, nuestro ser se inscribe, habita en un cuerpo, allí somos vertidos y luchamos por preservar la esencia que creemos nos particulariza. Vivir, luego morir, y así, unos mueren para dejar espacio a otros que vienen en camino. La finitud nos da cuerda para trascender en obras más duraderas, quizá simple vanidad de sabernos mortales. Desaparecer es el destino inscrito en la misma vida, todo tiene que ser nada. En nuestro propio interior está nuestra propia amenaza, sólo es cuestión de esperar que se desate y se desarrolle la enfermedad que nos habita, la genética, la epigenética puede retardar o ayudarnos a suavizar la dureza del sufrimiento pero el momento final nada ni nadie lo puede detener.


En suma, una imagen es una representación que agranda, una imagen no es mera apariencia. Accedemos al cuerpo en esa especie de bosque impenetrable gracias a la imagen que captura una esencia de un momento preciso. La imagen no es una vulgar copia del ser, ella devela momentos y rasgos esenciales que nos definen, la parte vale por el todo.

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